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Soberanía del mercado

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¿Qué tendría que cambiar para no volver a la normalidad de los problemas globales, previos a la pandemia, siendo los mayores la concentración de la riqueza y el calentamiento global? Personajes de diversas naciones e ideologías están discutiendo cómo dar un giro al capitalismo sin que deje de ser capitalismo, es decir, un sistema que depende de las utilidades que obtengan las empresas.

La pandemia vino a generar la oportunidad de cambios y ya destacan algunas tendencias globales, con las cuales, el gobierno de México va a contracorriente.

Desde la década de 1970 se impuso en Estados Unidos el llamado “capitalismo de acciones” al que sólo interesan las ganancias de las empresas; funcionó un tiempo, pero a costos ya impagables, como la disminución de los salarios en todo el mundo, el consecuente estrechamiento de mercados, menores ventas y utilidades, al grado que el sector financiero fue una mejor alternativa de inversión para miles de empresas, que las propias de su actividad productiva.

Este modelo ya no es sostenible por el daño ambiental que ha causado, por las desigualdades económicas y sociales en todo el mundo y, según algunos, porque además, la feroz competencia por mercados encogidos, exacerbó nacionalismos y minó todo propósito de cooperación, solidaridad y coordinación internacional.

capitalismo
Imagen: Agenda Roja Valencia.

Ese diagnóstico está sumando adeptos en los círculos de poder en el mundo, movidos a formular alternativas sobre dos premisas clave: que sean socialmente incluyentes y ambientalmente sustentables.

En esa dirección van discursos, como el de Xi Jinping, presidente de la República Popular de China y secretario del Partido Comunista Chino al inaugurar la primera parte del 51º Foro Económico Mundial (FEM); dijo que China desempeñará “un papel más activo para fomentar una globalización económica mundial que sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos”.

Klaus Schwab, fundador y director Ejecutivo del FEM se considera promotor, entre las grandes empresas transnacionales, de “nuevos parámetros y un nuevo propósito que mida la «creación de valor compartido» y permita mejorar los objetivos «ambientales, sociales y de gobernanza»”.

Ángela Merkel, la canciller alemana, y el presidente francés Emmanuel Macron, celebraron el discurso de Xi Jinping con ideas como la del ejecutivo galo, quien dijo que el mundo “debe ir más allá de la hostilidad a la intervención estatal en la economía”.

Xi Jinping, comercio global
Imagen: La Izquierda Diario.

Hasta ahora son sólo discursos y bajar al terreno de los hechos será mucho más complicado de lo que parece, dada la “soberanía” de los mercados; Carlos Marx desmontó la lógica de la competencia mercantil entre cualquier número de empresas, para demostrar que entre ellas no hay más relación que las de intercambio conforme a reglas implacables de competencia y maximización de utilidades. Quien pierde en esos dos aspectos, lo paga con su desaparición.

Por eso no deja de ser importante que también la idea de la intervención estatal en la economía tenga fuerza para ganar consenso; y es que la crisis, previa a la pandemia y el propio virus, ha dejado claro que el crecimiento económico no es desarrollo, y que hay que imprimirle propósitos de bienestar social y sustentabilidad ambiental.

De ahí la necesidad de renovar el sector público, no sólo para ampliar sus capacidades organizativas y eficiencia, y rediseñar políticas ante la inoperancia de la ortodoxia, sino también, para recuperar su papel como generador de valor.

La tendencia es que para el “gran reinicio capitalista” se tiene que asumir que sea incluyente y sustentable, y que a la lógica de los mercados se oponga una intervención estatal, inductora de propósitos políticos y sociales del crecimiento económico. Es el anti-neoliberalismo en pleno.

desigualdad y capitalismo
Imagen: Diario 16.

El Estado mexicano intervino de múltiples maneras en el desarrollo durante buena parte del siglo XX con dos propósitos que pronto se convirtieron en demagógicos, pero que aun así contribuyeron a la gobernanza; se trataba de alcanzar la “justicia social” y la “democracia”, mientras se impulsaba y protegía a la inversión privada, y el entorno internacional favorecía que hubiera crecimiento productivo y movilidad social.

Hoy por hoy podría decirse que el gobierno del presidente López Obrador intenta mejorar el bienestar de la población marginada y que ha abierto un diálogo político con la población, sobre los asuntos de gobierno que nunca se habían ventilado, pero falla en el impulso a las inversiones, tanto públicas (los criterios de política económica prevén que en el periodo 2020-2026 caigan de 3.1 a 1.9% del PIB) y falla también en su papel organizativo del desarrollo económico en un entorno internacional muy adverso.  


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Estados Unidos y su capitalismo de “cuates”

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Ahora que Trump se vaya, van a salir a la luz muchas decisiones que tomó para beneficio propio y de sus amigos, y para perjuicio del sistema económico; la prestigiada economista Anne O. Krueger ofrece varios ejemplos de tales medidas que considera posibles sólo en un contexto político autócrata; como tal quiso gobernar Trump, tuvo avances y en cuatro años más se hubiera terminado como un autócrata.

Según Krueger, Trump convirtió a Estados Unidos en un capitalismo de “cuates” (¿le suena?, amable lector); la verdad es que la tendencia ya venía, por lo menos, desde los gobiernos republicanos de la dinastía Bush, la cual tuvo claros intereses en negocios que favorecieron desde el poder público.

La invasión de Irak en 2003 fue atribuida a intereses de negocios de Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, a quien se consideraba el titiritero del presidente; ambos favorecieron con billonarios contratos a empresas como Halilburton, que en 2005 llevaron al Comité de Reforma del Congreso a considerar que habían seguido un patrón de fraude, abuso y despilfarro; sin embargo, no hubo consecuencias.

Trump hizo de las suyas, y Krueger refiere varios casos, como haber creado un programa para solicitar exenciones al 25% de aranceles a las importaciones de acero, que favoreció sólo a empresas selectas.

Donald Trump presidente
Imagen: El Mundo.

Seguramente van a salir más casos, pero lo que más interesa son las consecuencias que la economía de “cuates” tiene para el Estado de derecho, para la democracia y para la competitividad del resto de las empresas participantes.

En México las sufrimos desde hace muchos años. Los favores de la autoridad suelen ser en correspondencia al apoyo financiero a campañas electorales; ¿las podemos seguir considerando democráticas? y se traducen en dispensas fiscales y otras canonjías que resultan muy perjudiciales para las empresas competidoras que no son parte del entendimiento cómplice. Las inversiones pierden dinamismo, igual que la innovación y los esfuerzos en competitividad.

Es una economía en la que los participantes no reciben el mismo trato legal; cuando la prosperidad de los negocios depende de pagos o sanciones a autoridades, ni la ley ni las instituciones vuelven a ser confiables.

Joe Biden se ha distinguido por su pragmatismo, no por ser un promotor de cambios, lo que le permitió estar como senador detrás de proyectos tan disímbolos como la invasión a Irak de Bush con base en la falsedad sobre las armas de destrucción masiva; apoyó la imposición de la guerra a las drogas en nuestro territorio durante el gobierno de Calderón, y votó a favor del salvamento de los bancos después del desplome de las hipotecas subprime de 2008.

elecciones Estados Unidos
Imagen: DW.

Sólo por el escándalo que representa Trump, es posible esperar que Biden aplique algunos correctivos, pero no que se proponga separar efectivamente el gran poder económico corporativo y financiero del de su gobierno, para poder corregir a fondo los grandes desequilibrios del sistema.

No hay un consenso sobre cuáles son esos desequilibrios y cómo atacarlos; son muchos y están interrelacionados, van desde el cambio de fuentes de energía para mitigar el calentamiento global hasta la precariedad generalizada de los empleos y de salarios reales, el endeudamiento de empresas y clases medias en riesgo de ser impagables y la abismal desigualdad en el reparto de riqueza e ingresos.

A todos esos temas se ha referido Biden. Falta ver su integración coherente en un proyecto de gobierno que tendría que estar decididamente cercano a las necesidades sociales y a “sana” distancia de los intereses de los grandes negocios.


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La (in)utilidad de las conspiraciones

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Los tiempos de incertidumbre, inevitablemente, abren las puertas a la imaginación.  Y en ese espacio, la creatividad hace lo habitual: les cree a las percepciones sensoriales del sujeto, asume como verdad cierta sus emociones y articula análisis y respuestas en función de sus expectativas; las que, a su vez, se basan en sus experiencias pasadas y en impulsos libidinales que, aunque legítimos, ponen siempre en primer lugar la propia satisfacción. 

Entonces, cuando toda la búsqueda de contestaciones se pone al servicio de lo psicológicamente esperado, dejando de lado toda capacidad crítica, asumiendo como cierto lo que a priori se considera como probable, se deja de estar en un escenario racional. La reflexión se traslada a un plano predominantemente emotivo y las creencias se refuerzan echando mano a cualquier teoría que refuerce los prejuicios instalados en la mente y en el discurso del individuo.

¿Es reprochable esperar respuestas basadas en la propia experiencia?, ¿es objetable construir soluciones a partir de parámetros personales?, ¿es cuestionable elaborar discursos funcionales a la agenda propia?; desde luego que no. Es más, es del todo legítimo defender posiciones políticas, principios, utopías y los valores culturales de las sociedades con las cuales nos sentimos identificados. 

vigilancia, conspiraciones
Imagen: Capitan Swing.

El problema es otro. Lo complejo, y hasta peligroso, es cuando la estrategia elegida para enfrentar situaciones límites a nivel personal, cambios de ciclo históricos o grandes crisis socioeconómicas y políticas, echa a mano, no al análisis profundo, a la confrontación de ideas o al debate intelectual, sino que construye teorías amenazantes y agendas conspirativas para evitar la construcción de un discurso propio y la responsabilidad que ello conlleva. 

Las teorías conspirativas son, ante todo, actos de holgazanería intelectual. La comodidad de la generalización, la acusación a la bandada y la impugnación irresponsable de ideas y conductas ajenas, sin evaluar contextos, entender los parámetros filosóficos y culturales que las sustentan y, en particular, escuchar con atención y respeto los fundamentos lógicos de quien las plantea, no hace más que ajustar, aquello que criticamos y condenamos, a nuestra propia conveniencia.

Hace más de sesenta años John Rawls planteó la noción de justicia como equidad. Su noción de justicia, basada en el principio de libertad y en el principio de la justicia social, hoy adquieren, en el mundo entero, una vigencia enorme. Pero una cosa es el velo de la ignorancia propuesto por este filósofo, que opera como un ejercicio ecuánime que busca encontrar principios de justicia mutuamente aceptables y, en definitiva, reciprocidad en la relaciones sociales y personales, y otra cosa muy distinta, es la construcción mañosa y ramplona de tesis oportunistas que lejos de fomentar el disenso, el diálogo asociado a éste y la construcción de grandes acuerdos, optan por posiciones en apariencia altruistas, pero que en el fondo sólo esconden conveniencia y narcisismo.

mentira, conspiraciones
Imagen: Rewisor.

¿Habrá algo más capitalista que el arcoíris desiderativo de una persona? ¿Habrá algo más comunista que la renuncia a la responsabilidad individual de un sujeto cuando busca refugio en instituciones y doctrinas para resolver sus problemas materiales y existenciales? Probablemente no, por ello, no estaría de más, que, de vez en cuando, dudáramos de nosotros mismos, de la facilidad con la que emitimos juicios, de la forma en que siempre buscamos zonas de confort que permiten reforzar todo aquello que consideramos normal, correcto y hasta justo. Que nos atreviéramos a salirnos de la conveniencia que otorga la noción de complot, la lógica del gran hermano y nos lanzáramos en la búsqueda de conocimiento y lenguaje que le dieran verdadero sentido a estos tiempos de incertidumbre y enormes oportunidades.


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El fin del capitalismo

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Al principio, todo el mundo creyó que se trataba de una enfermedad surgida en China, por la escasa higiene en espacios públicos de sus habitantes y su afición a comer todo tipo de bichos. Algo más como la gripe aviar o la fiebre porcina que ya se resolvería. Poco a poco esta enfermedad fue invadiendo otras naciones. Los chinos quisieron ocultar el hecho, pero una vez que ya no fue posible actuaron con medidas draconianas, encarcelando a los ciudadanos en sus propias ciudades y casas para, poco a poco, reducir el número de enfermos.

Para entonces el virus ya había comenzado la invasión del planeta. Algunas naciones reaccionaron con celeridad cerrando fronteras como en Rusia o saliendo a buscar al enemigo a la calle en aquellos individuos que parecían sanos. Los más listos fueron los coreanos que hicieron miles de test y lograron con la ayuda de la población local, que sí se tomaba en serio las recomendaciones de no salir a la calle, reducir en un mes los contagios. Mientras que estuvo confinado en Asia, los europeos pensaron que no era para tanto. Ya llegaría el buen tiempo que acabaría con el bicho decían, por más que en Australia, donde estaban en pleno verano, la enfermedad progresaba lentamente.

coronavirus en el mundo
Imagen: ransnational Institute.

Cuando la feria de telefonía móvil más importante del mundo se canceló porque los trabajadores de las multinacionales del sector se negaban a acudir, mucha gente acusó a los ejecutivos de dichas empresas de cobardes, lamentando los daños ocasionados por la cancelación de dicho evento. Las alarmas finalmente sonaron cuando el contagio llegó a Italia. Es cuando empiezan a morir ciudadanos del primer mundo que se toman en serio las cosas. Cada día los infectados crecían de forma exponencial y con ellos los muertos. Pero aun así casi todos los gobernantes se negaron a arrostrar al enemigo al estilo chino. Enclaustrar ciudadanos en sus casas iba en contra de los valores democráticos que decían defender. No obstante, acababan tomando dichas medidas cuando el daño ya estaba hecho.

El problema se encaró de dos maneras distintas. Imitar el modelo chino y recluir a la población para no saturar los hospitales o no hacer nada y esperar que tras un contagio masivo inicial, la población desarrollase sus propios anticuerpos. En los países pobres, salvo Irán, no había tantos enfermos ni muertos. Se pensaba una vez más que las altas temperaturas y algunas comidas especiosas retenían el contagio por no hablar de las bebidas espirituosas, pero la realidad era mucho más sencilla. Al no haber casi test, especialmente en África, no había tantos enfermos oficialmente hablando y como las poblaciones de esos países eran jóvenes tan sólo un 10%, -15% de la población tenía muchas posibilidades de morir. Sin embargo, eran tantos los enfermos y tan grande el peligro que ocurrió una cosa que ni el mejor escritor de ciencia ficción habría previsto: el mundo casi se detuvo. Las fábricas cerraban y echaban temporalmente a los trabajadores a la calle, la gente de oficina intentaba continuar trabajando desde casa lidiando al mismo tiempo con sus hijos y su pareja. China era la fábrica del mundo. Al detenerse ésta, se acabaron los suministros de piezas de automóviles, medicinas, electrodomésticos y casi cualquier producto imaginable.

celular, el ojo del capitalismo
Imagen: Truthout.

Otro frente de esta guerra era el médico, pero ni siquiera ante la gravedad de esta situación las farmacéuticas fueron capaces de aparcar sus diferencias y unir esfuerzos, sino que competían entre sí para ver quién sacaba primero la vacuna y se llevaba el dinero de los enfermos. Una de las primeras victorias consistió en el descubrimiento de un antigripal que reducía el tiempo de cura de las personas infectadas leves. Cuando esta medicina salió a la venta en todo el mundo, la gente respiró aliviada. Ya había un tratamiento que curaba al paciente en tiempo récord impidiendo que éste se ausentara mucho de su puesto. Y como los que morían eran los viejos, otrora seres respetados de la sociedad, vistos ahora como estorbo en el mundo neoliberal, pues nadie se preocupaba salvo los familiares.

De hecho, aunque ningún líder lo confesó (ni siquiera Trump), los gobernantes veían con satisfacción la muerte de los mayores, pues en sus mentes éstos sólo representaban gastos para el estado y ninguna producción. Una funcionaria de un organismo crediticio internacional, Karine La Merde, ya había advertido del peligro de los ancianos para el sistema económico imperante: “Esos malditos viejos desconsiderados viven demasiado y van a acabar descarrilando la economía mundial. Cuando se hicieron los cálculos no se pensaba que podrían vivir más allá de los 80 años de media. Pero no, ahí están los japoneses y españoles con 90 y 100 años. Qué falta de consideración para con las próximas generaciones.”

muertes, covid-19
Imagen: El Economista.

Si los humanos hubiesen recapacitado quizá se hubieran salvado. No fueron capaces de ver las bondades de un mundo menos interconectado sin tantos vuelos. En todos aquellos lugares donde las fábricas se cerraron temporalmente y las personas dejaron de desplazarse en coche a sus trabajos, la calidad del aire mejoró y, aunque al principio hubo muchas tensiones por tener que compartir 24 horas con unos semi-desconocidos familiares, pronto se recuperaron los hábitos de la conversación durante la comida y resurgieron lecturas pasadas o juegos de mesa con dados  y fichas. Ése era el momento de plantear el salario básico universal.

Todo el mundo sabía que en unas décadas los robots coparían el mercado laboral y sólo una élite de técnicos informáticos y robóticos tendría trabajo. Quizá un 10 por ciento de la población. Un mundo menos interconectado podría impedir estos brotes virales universales. No obstante, el ser humano no sabía estar quieto. Se sentía culpable de no hacer nada. Y tan pronto como el peligro pasó, los chinos reabrieron a bombo y platillo sus  fábricas. Ya sólo era cuestión de semanas para que surgiera la vacuna que jubilaría al temible virus.


Con lo que no contó nadie, fue con mi capacidad de mutación. Mi segunda oleada seguía siendo tan infecciosa como la primera y ya no respetaba, en cuestiones de mortandad, a niños y jóvenes. Cualquiera podía caer en mis garras. Pero lo verdaderamente genial de mi versión 2.0 fue que hizo infértil a toda la población de la tierra. Ha costado más de un siglo, pero por fin hoy los animales y las bacterias podemos convivir sin que los humanos nos molesten. Lo que los comunistas, fascistas e integristas no lograron, lo conseguí YO; el coronavirus. Al ya no haber humanos ya no hay oferta ni demanda, ni productos ni bolsa de valores. En pocas palabras, he acabado con el capitalismo. Sólo con el exterminio de los humanos se podía conseguir.


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El capitalismo y el COVID-19

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Al día de hoy, tenemos la expectativa de que paulatinamente, en las próximas semanas, todas las empresas retomen su actividad y abran sus puertas otra vez. Esperemos que todas lo hagan, aunque siendo realistas, no todas lo harán y muchas de las que se reintegren lo harán mermadas y poco preparadas para enfrentar una disminución drástica en sus ventas. Viviremos tiempos complicados y retadores.

En mi opinión, habrá sectores muy ganadores que seguramente crecerán muy fuerte y probablemente se consoliden con sus competidores, lo que los hará inalcanzables.

Por supuesto, los sectores perdedores serán los que más mortandad tendrán, pero pasado el tiempo, los que sobrevivan se quedarán con el mercado aunque sea más reducido.

En consecuencia, lo que se ve venir es muchas menos empresas, pero más grandes y poderosas. Esta concentración de poder me parece que será muy dolorosa para la mayoría de la gente, pues habrá menos patrones que serán muy exigentes y, por otro lado, mucha oferta de trabajo, lo cual presionará los sueldos a la baja.

el peso de los creditos
Imagen: Share America.

Si a este escenario le agregamos los avances tan importantes que el mundo ha tenido en las áreas de Inteligencia Artificial y robótica, lamentablemente lo que se ve venir es un subempleo y desempleo brutal y que, por lo tanto, provocará en la mayoría de la población mucho descontento y frustración.

Cuando en cualquier país esto dura un periodo prolongado, lo que podemos esperar es anarquía, violencia e inseguridad.

Cada uno de los países del mundo, de alguna manera, tratará de minimizar esta tendencia que lamentablemente se ve casi irreversible; habrá algunos que sean más exitosos en minimizar esto, pero creo que a la larga, unos sufrirán antes que otros esta situación, y me parece que será muy difícil lograr aislarse.

Al estudiar un poco la historia, es normal observar que la forma en que ha evolucionado la manera en que interactúa la humanidad, ha sido a través de la fórmula, tesis, antítesis y síntesis.

crisis global economica y coronavirus
Imagen: Misiones Plural.

Vivimos un capitalismo globalizado muy injusto para muchísima gente, y de alguna manera, el COVID-19, lo expuso brutalmente y lo está estrangulando; forzosamente tendrá que venir una antítesis, probablemente muy agresiva y seguramente muy distinta a las fórmulas del pasado.

Al analizar las variables tan complejas a las que están expuestos los diferentes países del mundo, resulta impredecible el futuro, la visibilidad es prácticamente nula. Lo único que nos queda es, como dicen, viajar ligeros. Debemos tratar de prepararnos para que tanto en lo personal, como los que dirigimos empresas, podamos cambiar rápidamente, y adoptarnos a los cambios que vendrán, los cuales yo veo venir muy agresivos y retadores.


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Del fin de la Segunda Guerra Mundial al COVID-19

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En 2020 se cumplen 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Dentro de unos días se celebrará el 75 Aniversario de la rendición de la Alemania Nazi. El 30 de abril de 1945 Adolfo Hitler se suicidó en su bunker en Berlín, asediado por el Ejército Rojo. En los siguientes días el Almirante Doniz firmó la rendición incondicional de Alemania. Previamente Mussolini había sido capturado y ejecutado en Italia. Unos meses más tarde, Japón se rindió después del ataque estadounidense con bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. De esta forma fueron derrotados el nazismo alemán, el fascismo italiano y el militarismo japonés.

En 1945 también se fundó la Organización de las Naciones Unidas. Un año antes, en 1944, se habían constituido el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

En la posguerra las principales potencias vencedoras, Estados Unidos y la Unión Soviética dieron inicio a la Guerra Fría. El capitalismo estadounidense y el comunismo soviético se enfrentaron no sólo ideológica y políticamente, sino a través de confrontaciones bélicas en numerosas regiones del mundo.

A partir del fin de la contienda mundial se inicia un rápido proceso de recuperación económica en Estados Unidos, más tarde en Europa occidental así como en varias naciones con economías emergentes. El capitalismo se organiza de muy diversas formas, desde el Estado de Bienestar en algunos países europeos hasta la consolidación de diversos programas sociales en Estados Unidos y en otros países en desarrollo.

guerra fria
Fotografía: Sputnik.

Asimismo, desde la segunda mitad de la década de los cuarenta se inician los procesos de des-colonización de los Imperios británico y francés, al igual que otras potencias coloniales. Los países con economías emergentes se agrupan como los “No-Alineados”, el Grupo de los 77 (que ahora son 134) y también bajo el concepto del Tercer Mundo.

La crisis fiscal de finales de los años setenta propicia el surgimiento de una “Revolución Conservadora”, encabezada por Margaret Thatcher en el Reino Unido y por Ronald Reagan en Estados Unidos, se plantea una drástica reducción del Estado, las privatizaciones y la des-regulación. Se articula una nueva globalización financiera y comercial apoyada en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

La caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior disolución de la Unión Soviética dan fin al comunismo. De esta forma se colapsa el “socialismo real” en casi todos los países de influencia soviética.

La globalización y la prevalencia del mercado generan un importante crecimiento económico en varios países, acentúan fuertemente la concentración del ingreso y de la riqueza, además de la desigualdad tanto en naciones con economías emergentes como aún en países desarrollados.

muro de berlin
Fotografía: Ciudad Malvin.

Uno de los rasgos fundamentales de esta evolución es la emergencia de China, con el más impresionante proceso de modernización y desarrollo de la historia contemporánea, basada en el pragmatismo de Deng Xiaoping. Así el área del Asia-Pacífico se ha caracterizado por ser el principal motor económico del mundo en la actualidad con China a la cabeza, seguido por Japón, Corea del Sur y otros países de la región.

Para América Latina el período 1945-2020 es profundamente desigual. Si bien en varios países de la región se da un tránsito de las dictaduras militares y de sistemas políticos autoritarios a esquemas más democráticos, e inclusive en algunos casos se logran ciertos niveles de crecimiento económico, estabilidad y modernización, en términos de equidad social, los resultados son en la mayoría de los países decepcionantes. Esto ha motivado que con frecuencia se denomine al siglo XX en América Latina como “Otro siglo perdido”.

Los 75 años que han transcurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial han sido muy contradictorios. Por una parte, progreso y bienestar para amplios sectores de la población, por la otra desigualdad, persistente pobreza, con una economía global que en los últimos años se ha visto sometida, en buena medida, a la especulación financiera, la cual ha provocado varias crisis internacionales como la de 2008.

En el período 1945-2020 hemos viso el más impresionante progreso de la ciencia, la tecnología y la industria. Son también los años de mayor destrucción de la naturaleza causada por la actividad humana, con la muy elevada contaminación del ambiente en todos los campos, la sobre-explotación de los recursos naturales así como del cambio climático, derivado principalmente por el uso de combustibles fósiles.

destruccion naturaleza
Fotografía: El Heraldo.

En estos 75 años, el mundo pasó de una población de 2,200 millones de personas a poco más de 7,700 millones en la actualidad.

Como parte del rompimiento del equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, llega ahora el COVID-19, una pandemia para la cual los sistemas sanitarios del mundo no estaban preparados, que genera la peor crisis financiera y económica mundial en décadas con profundos costos humanitarios. Frente a este inesperado problema queda también claro que el mundo carece de una estructura internacional institucional para hacer frente con eficacia a nuevos retos globales.

Los países desarrollados anuncian ambiciosos paquetes económicos y financieros para salir de esta crisis. Sin embargo, es de esperarse que en la medida en la que la pandemia afecte a los países pobres o en vías de desarrollo, los efectos podrían ser más graves aún.

En el corto plazo la discusión es el diseño de las políticas de salud pública para mitigar este problema, así como las políticas fiscales para superar la crisis económica y sentar las bases para el resurgimiento. Pero también debemos analizar y discutir el replanteamiento de nuestros sistemas económico y social para resurgir como humanidad con más experiencia y sabiduría, protegiendo las libertades y la democracia.


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¿Hacia un nuevo tipo de capitalismo?

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Recientemente concluyó la 50 edición del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Esta reunión estuvo marcada por diversos temas, entre los fundamentales, la crisis ambiental global, la desigualdad a nivel mundial, los retos de la Cuarta Revolución Tecnológica Industrial, las preocupaciones por la desaceleración económica y por una posible nueva crisis financiera mundial.

Klaus Schwab, co-fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial plantea: ¿Qué tipo de capitalismo queremos?, para él, existen tres modelos: el primero es el capitalismo de accionistas, que considera que el principal objetivo de las empresas es la obtención de beneficios y que ha sido el modelo predominante en casi todas las sociedades occidentales; el segundo es el “capitalismo de Estado”, para el cual el Estado debe marcar la dirección de la economía y ha tomado una gran importancia en China y en otras economías emergentes. El tercer esquema es el del “capitalismo de las partes interesadas”, (stakeholder capitalism), que para Schwab es la respuesta más acertada a los desafíos sociales y ambientales de nuestros días.

Klaus Schwab
Klaus Schwab, co-fundador y presidente ejecutivo del WEF (Fotografía: El Semanal).

El capitalismo de accionistas, sostiene Schwab, ha sido el modelo predominante en la historia económica reciente. Es el esquema prevaleciente en Estados Unidos, desde la década de 1970. En su momento de máximo esplendor, cientos de millones de personas de varios países del mundo prosperaban en tanto que las empresas orientadas a la obtención de beneficios abrían nuevos mercados y creaban nuevos empleos. Pero el capitalismo de accionistas omitió su responsabilidad social. Esto sumado a las presiones ejercidas por el sector financiero para obtener resultados de corto plazo, provocó que este capitalismo de accionistas estuviera cada vez más desconectado de la economía real. Añade Schwab que este tipo de capitalismo ya no es sostenible. Primero por el profundo daño ambiental que provoca. El esquema es agresivamente destructor de la naturaleza. Para Schwab el stakeholder capitalism comienza a imponerse. Cada vez son más los inversionistas y los ejecutivos que empiezan a comprender que su éxito a largo plazo depende del éxito de sus clientes, empleados y proveedores, así como de su contribución a la comunidad. Éste, dice Schwab, ha sido uno de los propósitos del Foro Económico Mundial, desde su creación.

La Business Roundtable de Estados Unidos, el grupo de presión más influyente de ese país, se muestra a favor del “capitalismo de las partes interesadas”. De igual forma la inversión de impacto está adquiriendo cada vez más importancia. Permite a los inversionistas buscar beneficios ambientales y sociales, además de financieros. Schwab plantea un nuevo manifiesto de Davos para que las empresas paguen un porcentaje equitativo de impuestos; tolerancia cero frente a la corrupción y respetar los derechos humanos en sus cadenas de suministro mundiales, así como respetar la competencia en igualdad de condiciones. Por último, señala Schwab, la empresa debe ser parte activa para mejorar la situación del mundo.

Finalmente, el capitalismo de Estado debería evolucionar, sostiene Schwab, hacia el capitalismo de las partes interesadas con el propósito de garantizar que no se corrompa. El capitalismo de las partes interesadas debe ayudar al cumplimiento de objetivos sociales más amplios como el Acuerdo de París de 2015 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030.

Elizabeth Warren y Joseph Stiglitz
Izquierda: Elizabeth Warren, precandidata presidencial demócrata en Estados Unidos; derecha: Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía y miembro del Club de Roma.

Además del planteamiento de Klaus Schwab de impulsar el “capitalismo de las partes interesadas”, hay otras propuestas más radicales como la del economista Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía y miembro del Club de Roma, de un “capitalismo progresista” o la de la senadora Elizabeth Warren, precandidata presidencial demócrata, en Estados Unidos, de un “capitalismo responsable”.

Sin embargo, estas propuestas tienen también numerosas críticas que sostienen que el afán de lucro siempre ganará si no se legisla para garantizar que las empresas cumplan sus compromisos y asuman responsabilidades específicas.

Al mismo tiempo que se da esta discusión, Oxfam publica su Informe Anual sobre la desigualdad mundial. Según Oxfam, los 2,153 multimillonarios más ricos del mundo tienen ahora más riqueza que los 4,600 millones de personas que representan el 60% de la población mundial. Además, los 22 hombres más ricos del mundo tienen ahora más riqueza que todas las mujeres de África.

Asimismo, las temperaturas medias mundiales alcanzaron niveles récord en 2019. Las sequías e incendios forestales afectaron a numerosos países, en tanto que las inundaciones devastaron a otros, haciendo desaparecer ciudades enteras.

De esta manera, en tanto que el capitalismo de accionistas y la especulación financiera siguen en auge la economista principal del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, plantea una reducción de sus previsiones de crecimiento para 2020 y 2021 en relación con la estimación anterior de octubre pasado y la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, advierte que la economía mundial corre el riesgo de vivir otra Gran Depresión como la de los años treinta. De igual forma, se alerta sobre el riesgo del aumento de la desigualdad y la creciente incertidumbre causada por la emergencia climática y las guerras comerciales.

capital y recesion
Imagen: El País.

¿Qué significa Davos?; ¿Es un lugar para debatir y encontrar soluciones globales o se trata simplemente de discutir para simular y seguir haciendo las cosas como siempre? ¿El capitalismo de las partes interesadas significa un compromiso corporativo real o es sólo un recurso de mercadotecnia para ser “políticamente correctos”?

En todo caso, Davos es un claro ejemplo de que el mundo está cambiando y que la problemática global exige nuevas soluciones si queremos detener el gradual colapso global que estamos enfrentando.

México debe estar preparado para el combate al cambio climático, la erradicación de la pobreza, la Cuarta Revolución Tecnológica-Industrial, que comprende entre otros aspectos, la Inteligencia Artificial, la genética, las neurotecnologías y la automatización de la producción, todo ello basado en una sólida educación. Nuestro país, al igual que el mundo, enfrenta retos inéditos ya que vivimos un cambio de época. Todos estos retos debemos afrontarlos con pleno respeto a los derechos y las libertadas fundamentales de las personas.


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Opinión pública da la espalda al capitalismo

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Un estudio, realizado en 28 países, reveló el crecimiento acelerado de sentimientos negativos contra el sistema económico del capitalismo.

El “Barómetro de Confianza Edelman”, que durante las pasadas dos décadas ha encuestado a decenas de miles de personas sobre su confianza en las instituciones centrales, investigó la percepción que se tiene acerca del capitalismo.

Los autores del estudio dijeron que las encuestas anteriores que mostraban un creciente sentido de desigualdad los llevó a preguntarse si los ciudadanos ahora estaban comenzando a tener dudas más fundamentales sobre las democracias capitalistas de Occidente.

“La respuesta es sí”, dijo David Bersoff, investigador principal del estudio producido por la agencia estadounidense de comunicaciones Edelman.

“La gente se pregunta a ese nivel si lo que tenemos hoy, y el mundo en que vivimos hoy, está optimizado para que tengan un buen futuro”.

 La encuesta contactó a más de 34 mil personas en 28 países, desde democracias liberales occidentales como Estados Unidos y Francia hasta aquellas basadas en un modelo diferente como China y Rusia, con un 56% de acuerdo en que “el capitalismo tal como existe hoy hace más daño que bien en el mundo”.

A nivel nacional, la falta de confianza en el capitalismo fue mayor en Tailandia e India con el 75% y el 74% respectivamente, con Francia muy cerca del 69%. Las mayorías prevalecieron en otros estados asiáticos, europeos, del Golfo, africanos y latinoamericanos. 

Solo en Australia, Canadá, Estados Unidos, Corea del Sur, Hong Kong y Japón las mayorías no estuvieron de acuerdo con la afirmación de que el capitalismo actualmente hace más daño que bien.

La encuesta confirmó una serie de preocupaciones familiares que van desde asuntos sobre el ritmo del progreso tecnológico y la inseguridad laboral, hasta la desconfianza de los medios y la sensación de que los gobiernos nacionales no estaban a la altura de los desafíos del día.

Con información de Reuters.