La intempestiva detención del general en retiro Salvador Cienfuegos Zepeda en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, California, enloda hasta el cuello al Ejército mexicano, la institución más respetada y querida por el pueblo mexicano.
Se trata de un hecho sin precedente, ya que por primera vez un militar mexicano del más alto rango se ve implicado y es arrestado por las autoridades estadounidenses por delitos contra la salud.
El general que fuera el secretario de la Defensa Nacional en el gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto, enfrenta cuatro cargos, tres por narcotráfico relacionados al trasiego de heroína, cocaína, metanfetaminas y mariguana y, además, lavado de dinero. Todos cometidos entre 2015 y 2017.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos informó que el acusado, imagínese, era conocido como “El padrino” y usó su cargo oficial para ayudar al cartel mexicano identificado como H-2, a cambio de sobornos.
Las reacciones a esta detención inesperada han sido muchas y variadas. El ex zar antidrogas de Estados Unidos, Barry McCaffrey, por ejemplo, opinó que fue un arresto ofensivo, provocador para el Ejército mexicano y todo indica que no se le avisó al gobierno.
Aquí, en México, un tuit del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, casi confirmó que el gobierno mexicano no sabía nada del arresto.
El tuit del canciller decía: “He sido informado por el embajador Christopher Landau de los Estados Unidos que el ex secretario de la Defensa Nacional, Gral. Salvador Cienfuegos Zepeda, ha sido detenido en el Aeropuerto de Los Ángeles, California”.
Pero para cuando el canciller publicó su mensaje en su cuenta de Twitter, varios medios ya habían informado de la detención, lo que demuestra que el gobierno mexicano no sabía que el general iba a ser detenido.
Las implicaciones de este arresto son múltiples, sobre todo, porque se trata de un militar que ostentó el más alto rango de las fuerzas armadas de México. El segundo cargo más importante después del presidente de la República.
El Ejército mexicano era la institución más confiable, respetada, competente y querida en México. Es el que auxilia a la población en caso de desastre natural, se suponía que detectaba y destruía todo tipo de estupefacientes, resguarda las instalaciones hídricas, eléctricas y estratégicas del país.
Con la detención de Cienfuegos se acaba el prestigio del Ejército mexicano, termina una era de respeto y cariño del pueblo mexicano hacia esa institución que parecía incorruptible.
Lo más terrible es que casi todo ya está en manos de las fuerzas armadas: las aduanas, la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía y la edificación del Tren Maya.
Hoy, aunque no debería, el Ejército cuida nuestras calles, nuestras familias, nuestras ciudades y, además, se ha extendido su influencia con la llamada Guardia Nacional cuyos integrantes son en su mayoría militares.
Así como el exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna –también detenido por narcotráfico por el gobierno de Estados Unidos– arrastra a Felipe Calderón y lo hace cómplice, lo mismo sucede con Salvador Cienfuegos y quien fuera su jefe, el expresidente Enrique Peña Nieto.
¿Alguien creería ahora que Peña Nieto ignoraba los nexos de su secretario Cienfuegos con el crimen organizado?
La detención de Cienfuegos y, meses antes, la de García Luna en Estados Unidos confirma que vivíamos, ya no hay duda, en un narcoestado desde hace varios sexenios.
Todavía no sabemos qué tanto le dijo al gobierno de Estados Unidos el “Chapo Guzmán”, tampoco que le dirá García Luna, y otra madeja del hilo se empieza a desenredar con la detención e inminentes declaraciones del general Cienfuegos. Al tiempo.
También te puede interesar: Renace la ciudad perdida de Tacubaya.