península de Yucatán

Ecocidio: el clamor de la Tierra Maya

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El 30 de noviembre Leydy Aracely Pech Martín se hizo acreedora al Premio Ambiental Goldman 2020.

El premio Goldman es un galardón considerado el “Nobel Verde”, se otorga cada año a los defensores de la naturaleza y el medio ambiente, se les honra por sus logros y también por su liderazgo comunitario.

Leydy Aracely Pech Martín es una ambientalista de origen maya que, junto con un grupo de mujeres, en un afán desmedido por defender los ecosistemas de la península de Yucatán, logró detener a una de las empresas transnacionales más importantes del mundo: la empresa multinacional Monsanto.

Igual que sus compañeras, es apicultora; fundadora de una empresa dedicada a preservar la crianza de una especie de abeja que fue domesticada por los mayas.

Leydy Aracely Pech, Martín
Leydy Aracely Pech Martín, la “Dama de la miel”, Premio Nobel del Medio Ambiente (Fotografía: Crea Cuervos).

Ella logró descubrir el peligro que amenazaba a todas las especies de la península, gracias a su quehacer cotidiano. “Las abejitas permitieron darme cuenta de todo lo que estaba pasando en mi territorio”, dice la ambientalista.

Así comprobó la necesidad imperiosa de impedir el cultivo de frijol de soya (o soja) genéticamente modificado, descubrió que crecer este tipo de planta altera de manera dramática e irreversible la ecología en la península, Leydy Pech y su grupo se enfrentaron a un enemigo formidable, la mencionada empresa transnacional, ya que Monsanto había obtenido permisos del gobierno para sembrar ese tipo de cultivo.

“Los pueblos indígenas estamos pagando un precio muy alto por el modelo de desarrollo impuesto por los gobiernos”, asegura la activista.

La lucha en beneficio del medio ambiente duró diez años. En 2015, la Corte Suprema de México, dictaminó que el gobierno había violado los derechos constitucionales de los mayas y suspendió definitivamente la siembra de soya genéticamente modificada.

Dos años después, en 2017, finalmente se revocó el permiso que tenía la empresa Monsanto en seis estados de de la República Mexicana.

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Fotografía: Página Abierta.

Tres años más tarde, Leydy Aracely Pech Martín recibió el reconocimiento que merece; pero no en su patria, sino desde del extranjero. Más que nunca se confirma el dicho popular: “Nadie es profeta en su tierra”

Hace tres días, la actual Administración informó que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) aprobó la tala de 800 hectáreas de bosque en la península de Yucatán para construir el primer tramo del Tren Maya.

Me gustaría conocer la opinión que tiene al respecto la laureada Leydy Aracely Pech Martín, y dudo mucho que alguien se haya tomado la molestia de preguntarle.

A mi modesto ver, la tala de árboles en la península de Yucatán es un auténtico ecocidio. Los mexicanos estamos obligados a impedirlo.

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Fotografía: Yahoo Noticias.

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El Gran Acuífero Maya: Historia, presente y futuro

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En México se halla el sitio arqueológico sumergido más grande del planeta. Un mundo que, debajo de la península de Yucatán, se encuentra aún hasta ahora parcialmente desconocido.

Una red fluvial que se extiende miles de kilómetros e incluye cavernas y ríos, la mayor parte de los cuales no han sido explorados y durante siglos atesoraron testimonios de antigüedad insospechada.

Según los mayas, el inframundo era un ámbito acuoso, ahí reinaba la oscuridad, para entrar en él había que hacerlo a través de los cenotes.

Introducirse en un cenote es como nadar en el pasado desde el ahora; así es aún, incluso para quien desconoce su importancia en el imaginario de la cultura maya del pasado y la que se mantiene viva.

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Cristina Limonta. Investigadores del Proyecto GAM estiman que en la península de Yucatán hay más de 6 mil cenotes, es decir, más de 6 mil entradas al acuífero maya.

Los cenotes son aberturas superficiales de los ríos subterráneos que atraviesan la península de Yucatán, sus aguas frescas y claras acogen al visitante como un regazo protector. Es una formación única, cuajada de misterio, plagada de leyendas.

Era el ingreso al lugar de los muertos, pero a la vez en ese misterioso inframundo se originaba también la vida.

Los mayas tenían muy claro el hecho de que la vida no es posible en ausencia de agua.

Las prístinas aguas de los cenotes y los ríos subterráneos, actualmente igual que en el pasado, garantizan la sobrevivencia de todos los habitantes de la península: plantas, animales y, por supuesto, el hombre.

El arqueólogo Guillermo de Anda es el especialista; hoy, él encabeza el proyecto llamado “Gran Acuífero Maya”.

Este tipo de exploración es difícil y sumamente peligrosa, para De Anda, aquello es un universo plagado de tesoros, restos humanos y también de animales que dejaron de existir hace millones de años.

La luz no llega a la mayor parte de los sinuosos canales, muchos de los cuales son en extremo angostos y sus paredes sumamente frágiles. 

Lo anterior aumenta el riesgo del trabajo de los buzos quienes además deben llevar un equipo muy voluminoso.

La fragilidad del suelo de la península se comprobó en junio del año pasado cuando se produjo un socavón en la carretera que conecta Tulum con Playa del Carmen.

El hundimiento dejó al descubierto una cueva de 60 metros de largo, rica en fósiles de diversos tipos. Los fósiles datan del pleistoceno y principio del holoceno (hace aproximadamente dos millones de años).

El Gran Acuífero Maya comprende miles de kilómetros de cuevas inundadas con agua dulce en los estados de Quintana Roo, Yucatán, Tabasco y Chiapas.

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Crédito: Karla Ortega. Texto: Guillermo de Anda, director del Proyecto Gran Acuífero Maya, realiza una expedición subacuática en un cenote de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo.

Ese universo acuático, según Guillermo de Anda, constituye el sitio arqueológico sumergido más grande del planeta.

Él y su equipo han encontrado huesos de animales extintos, restos de hombres tempranos y actuales y un sinfín de objetos.

La cueva inundada más grande del mundo, Sac Actún, mide 379 km de largo, ahí se hallan cerca de 200 sitios arqueológicos con vestigios de la cultura maya y también de la época colonial.

El proyecto “Gran Acuífero Maya” cuenta hoy con 14 investigadores de varias disciplinas a los que se suman un gran número de estudiantes y voluntarios.

Los integrantes del grupo tienen la certeza de que esta gran cueva se conecta con otros sistemas. De ahí que no cejan en la búsqueda, adentrándose cada vez más en aquellos laberintos subterráneos.

La exploración del Gran Acuífero Maya representa para el arqueólogo De Anda una gran oportunidad para conocer con más precisión la conformación geológica de la península de Yucatán.

Desde esta perspectiva habría una certeza incontestable sobre cómo se debe proceder para salvaguardar tanto las zonas arqueológicas como los sitios de importancia ecológica y sus habitantes.

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Crédito: Nadja Massun-Texto: Arturo Bayona, responsable de los estudios medioambientales del Proyecto GAM, realiza un muestreo para análisis de la calidad de agua en una laguna del sur de Quintana Roo.

La trascendencia del proyecto es incuestionable. Ello ha permitido que durante los últimos años al trabajo de investigadores pertenecientes a instituciones públicas del país, se hayan sumado especialistas de universidades fuera de México, y formas de financiamiento que combinan lo público con lo privado.

Destaca en este sentido, el aporte de la Fundación National Geographic, a decir de los propios participantes del proyecto.

Tal interés y esfuerzo, no es para menos. El acuífero de la península de Yucatán conecta a varios ecosistemas en riesgo. Contiene billones de litros de agua que, como ya señalamos, representan un recurso esencial para todos los habitantes de la zona. Por eso, es de extrema relevancia evitar su contaminación.

Al respecto, mencionaré algo sobre lo cual quizá no hemos reflexionado. Los herbicidas que se han de emplear para mantener las vías del Tren Maya transitables, indiscutiblemente se filtrarán hasta el subsuelo contaminando las aguas del acuífero.

Gran Acuífero maya
Guillermo Pruneda. Guillermo de Anda, Explorador de National Geographic e investigador del INAH, ha explorado cuevas y cenotes de la península de Yucatán durante más de 30 años.

El daño puede ser irreparable. Tanto para los ecosistemas que directamente dependen de esos mantos, como para las poblaciones humanas que se benefician de ellos.

Se ha hablado mucho sobre el desmontaje de grandes extensiones de selva, pero no se ha reflexionado lo suficiente en torno a los daños sobre aquello que no vemos a primera vista, pero se encuentra ahí y su importancia es incontrovertible.

Ése es exactamente el caso del riesgo en el que hoy se encuentra el sistema acuífero subterráneo que se halla en la península de Yucatán. Su preservación es vital, ya no digamos para el futuro, sino para el presente mismo.

¿Alguien puede continuar pensando que las vibraciones que producirá un tren en el suelo de la península de Yucatán no producirán derrumbes en el acuífero?

¿Seguiremos en la ingenuidad de creer que la ferrovía acarreará bonanza y no destrucción?


*La autora agradece profundamente la ayuda tanto del arqueólogo Guillermo de Anda como del grupo de investigadores que participan del proyecto Gran Acuífero Maya para la elaboración de este artículo, lo mismo que por proporcionar generosamente las fotografías que lo acompañan y complementan.


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