Inteligencia Artificial

La Inteligencia Artificial y el COVID-19

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En medio de la presente pandemia del COVID-19, es difícil saber cuál será el saldo final de víctimas y cuánto tardará en encontrarse una vacuna o una medicina efectiva para este mal. Encerrados a piedra y lodo, podemos pensar que nada ha cambiado entre las medidas tomadas en la Edad Media contra la peste –mediados del siglo XIV– en Europa, y lo que hoy estamos haciendo para evitar el contagio. No podríamos estar más lejos del Homo Deus predicho por Yuval Noah Harari.

Sin embargo, podemos afirmar que si hubieran existido las herramientas digitales, de Inteligencia Artificial (IA) y otros avances científicos de hoy en la Edad Media o incluso en la época de la gripe española (1918), el número de muertos hubiera sido considerablemente menor –en el primer caso se estima que diezmó a la mitad de la población europea, mientras en la última se piensa que fallecieron entre 20 y 40 millones de personas–. También los esfuerzos por crear una vacuna –aunque tomará entre 12 y 18 meses en dar resultados– tendrán frutos mucho más rápidos que los procesos que se seguían tradicionalmente para producir una vacuna, que tardaba entre 10 y 20 años. La mayor rapidez con que se podrá obtener la vacuna obedece a la capacidad de mapear la secuencia del ADN del virus, misma que China hizo pública a principios de enero de este año y que propició la recreación del virus y la experimentación para encontrar la vacuna en muchas partes del mundo simultáneamente, de manera que hay varias versiones de ésta que ya se está experimentando en animales. La cooperación en este sentido es esencial, como manifiesta Harari en un artículo reciente.

Actualmente existe, en primer lugar, la disponibilidad de celulares por parte de buena parte de la población mundial que permite transmitir información, recibir y dar consejos de cómo protegerse del mal, cómo distinguir los síntomas, consultar médicos, etc., lo que era impensable hace algunos años. Gracias a la geolocalización y varios indicadores sobre la salud de una persona como la temperatura, los celulares son un medio invaluable de información en estas circunstancias. Es el instrumento más eficaz para ubicar nuevos grupos de personas que serán susceptibles de infectarse y que necesitarán entrar en cuarentena y/o que requerirán atenderse en hospitales cercanos a su ubicación. No es el único mecanismo que hay, pues también existen softwares como el HealthMap, diseñado en el Hospital Infantil de Boston, que usa información de distintas fuentes para prever la diseminación de enfermedades en tiempo real, pero los datos provistos por los celulares y la posibilidad de interactuar con sus portadores no está disponible a través de otros medios.

ia en tiempos del covid
Imagen: Getty Images.

Sabemos que el teléfono celular es un arma de doble filo porque puede proveer un gran apoyo al combate al COVID-19 de las formas descritas pero, a la vez, invade la privacidad de las personas y se puede convertir en un instrumento de control y represión, como lo han señalado un gran número de autores especialmente al analizar la experiencia de China. Nótese, sin embargo, que los gobiernos de Italia, Alemania y Austria también han estado pidiendo los datos celulares de sus ciudadanos a sus compañías de telecomunicaciones porque parece ser la mejor forma de rastrear a los afectados por la pandemia. En Estados Unidos el gobierno ha estado en contacto con los gigantes tecnológicos Facebook, Google, y otros, además de expertos en salud para explorar cómo se podría usar la información de geolocalización de los celulares inteligentes para combatir el nuevo coronavirus. El sector salud de ese país tiene interés en que empresas del sector privado reúnan información anónima y agregada que pudiera usar para mapear la dispersión del COVID 19. Con este tipo de información, se pueden construir modelos epidemiológicos que estiman la propagación de la epidemia y hacer diversas simulaciones bajo distintas posibles medidas de reducción de la movilidad. La discusión de la relación entre democracia, celulares y pandemia amerita un artículo en sí y por ahora sólo tocamos los aportes que están haciendo los celulares para superar el problema de la pandemia.

Tan importante como el papel de los celulares es el repertorio de numerosos recursos tecnológicos disponibles que se comparten con gran espíritu de colaboración en la comunidad científica global. Estas técnicas están ayudando a esclarecer las características del virus, y sobre esa base están haciendo cuantiosos estudios para desarrollar vacunas y otros medios para neutralizar o eliminar el virus. Asimismo, se estudian maneras en que la IA puede ayudar a diagnosticar en forma expedita la enfermedad y detener su propagación.

De acuerdo a un artículo recientemente escrito por Oren Etzioni y Nicole DeCario del Allen Institute for Artificial Intelligence, la IA está jugando dos importantes roles en esta lucha contra el coronavirus: con base en la comprensión de las estructuras de las proteínas virales, se pueden sugerir los componentes de una vacuna, y puede ayudar a los investigadores médicos a rastrear decenas de miles de importantes documentos de investigación a una velocidad sin precedentes (traducción propia). Muchas universidades y centros de investigación han colaborado para reconstruir el mapa del virus a escala atómica y descubrir su forma. La Unidad de IA de Google Deep Mind, por ejemplo, está tratando de descubrir la estructura completa de las proteínas existentes en la estructura del virus, lo que puede crear nuevas proteínas para neutralizar el coronavirus. Aunque alentador, todavía no hay certeza. DeepMind de Google expresa lo siguiente en su página web enfatizamos que las predicciones sobre estas estructuras no han sido verificadas experimentalmente, pero esperamos que puedan contribuir a responder la pregunta de la comunidad científica de cómo funciona el virus y servir como plataforma de generación de hipótesis para el trabajo experimental futuro que contribuya al desarrollo terapéutico.

ia en covid
Ilustración: ICT works.

En este momento es crucial el intercambio de información entre los distintos laboratorios, centros de investigación y universidades en el mundo para compartir los progresos hechos en múltiples aspectos relacionados al COVID-19, incluyendo el descubrimiento de una vacuna. En este sentido, es de máxima prioridad poder dar a conocer trabajos ya publicados o incluso antes de que salgan a la luz relativos al virus –hay sitios especiales donde se dan a conocer artículos pre-publicados, como bioRxiv y medRxiv–. Etzioni y DeCario destacan que el Instituto Allen y varias otras instituciones se han asociado con otros centros de investigación para crear la Base de Datos de Investigación Abierta para el COVID-19 –COVID-19 Open Research Dataset o CORD 19– que reúne más de 44,000 artículos académicos relativos al COVID-19, SARS-CoV-2, y otros coronavirus. Esto es invaluable por sí solo. Pero ¿quien puede leer y procesar decenas de miles de artículos bajo la presión de hallar elementos útiles que sirvan para combatir el virus? Las máquinas (o robots) a través de algoritmos ideados para procesar lenguaje natural podrían acelerar la revisión de este material y contribuir al descubrimiento de curas para esta enfermedad. De hecho, se está haciendo un llamado a los expertos para que desarrollen instrumentos que sirvan a la minería de datos y de texto que puedan ayudar a la comunidad médica a responder preguntas específicas en torno al coronavirus.

La colaboración entre empresas es fundamental. Entre los recursos tecnológicos cruciales, está el Big Data y el aprendizaje de máquinas (machine learning) que contribuye a analizar el comportamiento del virus SARS-CoV-2, lo que ayuda a los epidemiólogos a entender como actúa el virus y sus posibles mutaciones futuras. Con base en estos datos, mediante Big Data, la IA podría encontrarse posibles tratamientos para este coronavirus. Por ejemplo, las empresas AbCellera y Eli Lilly acaban de anunciar que han alcanzado un acuerdo para desarrollar conjuntamente productos con anticuerpos para el tratamiento de COVID-19. Esta colaboración reforzará la plataforma de respuesta rápida a pandemias de AbCellera –desarrollada con el apoyo de la plataforma de DARPA, la agencia de investigación de defensa en Estados Unidos–, y aprovechará la capacidad de la empresa Lilly para su desarrollo acelerado, fabricación y distribución a nivel global de estos anticuerpos. La empresa de biotecnología AbCellera está usando la IA para analizar más de cinco millones de células de pacientes que se han vuelto inmunes a la enfermedad y ya han descubierto 500 de ellas que pueden producir anticuerpos que ayudarían a la recuperación de los pacientes.

Lo que hemos mencionado hasta ahora es sólo una pequeña parte de los esfuerzos que se están haciendo desde la Inteligencia Artificial y la digitalización en el combate al COVID-19, pero en la práctica hay muchísimo más. Al mismo tiempo, hay que considerar que, como señala Wim Naudé en Towards Data Science, hay todavía muchos problemas para que la IA funcione perfectamente al analizar el coronavirus. Se tiene insuficiente información para algunas cosas –y quizás demasiada para otras por la desinformación, que abunda–. Se sabe que para entrenar a los robots –mediante aprendizaje profundo– con el fin de que hagan un diagnóstico de la presencia de este virus, se necesita una enorme cantidad de información para descubrir los patrones que se repiten. Por ejemplo, se podría hacer un diagnóstico de las personas que tienen coronavirus a través de una radiografía de los pulmones. Pero para que el robot haga un diagnóstico exacto, tendría que haber revisado y aprendido de quizás cientos de miles de radiografías de pacientes que han tenido la enfermedad y cuyas radiografías lo revelan a través de patrones que se repiten en todas ellas. Pero el coronavirus no ha producido tantos estudios médicos para nutrir el aprendizaje de los robots y con frecuencia no es fácil obtener este material de los hospitales en parte por reglas de protección a la privacidad de los pacientes. Por ahora aplicar los exámenes de laboratorios es lo único confiable para detectar el virus, pero eventualmente puede haber otras formas alcanzadas mediante la IA. 

ia y medicina
Imagen: Rebots.net.

La IA también se está utilizando para explorar la posibilidad de emplear medicamentos ya existentes, con algunos rasgos específicos, que han sido eficaces para combatir ciertas enfermedades y que podrían eliminar el COVID-19. Se está recurriendo a mecanismos muy sofisticados de aprendizaje profundo, llamadas redes neuronales profundas (DNN) para clasificar diversos medicamentos en distintas categorías terapéuticas. Esto tendría la ventaja de lograr la disponibilidad del medicamento mucho más rápidamente que si se elaboran fármacos totalmente nuevos, ya que se utilizan pequeñas moléculas ya conocidas y estudiadas. Los esfuerzos son múltiples, entre ellos destaca el Laboratorio Nacional de Oag Ridge, perteneciente al Departamento de Energía de Estados Unidos donde un grupo de investigadores está utilizando Summit, la computadora más potente del mundo, desarrollada por IBM, mediante la cual ayuda a identificar y estudiar compuestos de medicamentos que puedan curar a los enfermos de COVID-19.

Estas investigaciones aún están en curso y no existe suficiente información todavía sobre COVID-19 para saber si un fármaco que dio resultados positivos contra, por ejemplo el SARS, también lo dé para COVID-19. Sin todos los experimentos previos al uso de un medicamento sobre una enfermedad específica, es sumamente peligroso utilizarlo, aunque la desesperación está llevando a recetar algunos fármacos saltándose todos los pasos. Por ejemplo, el 7 de abril se anunció que se utilizarían medicinas preexistentes con el fin de prevenir –no curar, que sería más arriesgado– el contagio en 4,000 trabajadores de la salud en 62 hospitales en España (El País, 08/04/20).

Lo que hemos revisado a vuelo de pájaro es una revolución científica en ciernes para combatir el COVID-19 y que allana el camino para tratar otras enfermedades, sobre todo con la IA como instrumento para ello. Sin embargo, no puede haber resultados inmediatos de todo lo que se está observando, de la información que se está reuniendo, de los análisis que se están realizando y de los resultados que se están compartiendo sobre la marcha a nivel internacional. Esperemos que pronto haya buenas noticias. Si así ocurre se habrá dado un salto muy importante en el uso de la tecnología para la salud.


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La humanización digital del COVID-19

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Ante la globalización, las expectativas de una apertura mundial que incentive el intercambio comercial, abrió la esperanza de un futuro muy prometedor para la economía de las diferentes naciones del planeta, siendo las tecnologías el gran embajador de dicha globalización al permitir cruzar fronteras sin necesidad de pasar aduana. Para fortuna y desgracia, dicho intercambio no solamente puede ser virtual, ya que también requiere la presencia física de diferentes actores que en ocasiones además de ser portadores de virus cibernéticos, resultan ser biológicos.

Actualmente el mundo enfrenta una pandemia de un nuevo tipo de virus que comenzó en una localidad de China. Éste, denominado COVID-19, se esparció rápidamente en Wuhan y era cuestión de días para que otros países comenzarán a presentar casos importados de dicha ciudad, debido a las personas que habían estado ahí, ya sea por trabajo o por placer, volvían a sus países de origen portando el virus.

Hoy en día ya son más de 526 mil casos detectados y más de 24 mil muertes por este virus en varios países del mundo, siendo los más afectados, Italia y España. En el caso de México, son 585 casos confirmados y 8 defunciones.

infectados por covid-19

Debido a esta pandemia se ha hecho más notorio el uso de la tecnología para sobrellevar la situación sanitaria y brindar facilidades para el sistema económico internacional, ya que por dicha crisis el mundo enfrenta una situación económica poco favorable, viéndose perjudicadas principalmente las pequeñas y medianas economías.

La tecnología está siendo usada para diferentes fines como son: el acercamiento con seres queridos debido al aislamiento social –videollamadas, intercambio de textos, fotos, etc.–; medio para realizar trabajo desde casa –home office–; y también para generar soluciones tanto de salud como económicas.

En esta última, el ejemplo son las grandes empresas que utilizan tecnología en sus servicios. Recientemente se publicó una noticia referente a Amazon y Facebook. Ambas empresas ocupan la tecnología para continuar brindando sus servicios; por su parte, Amazon se enfocó en contratar a más personas para entregar la mercancía solicitada, y es que, debido al aislamiento, la sociedad que tiene la posibilidad de adquirir productos vía internet, ha incrementado notablemente el uso de este servicio para no salir de sus casas. Incluso, empresas como Microsoft han tenido un incremento en el uso de su paquetería de colaboración en línea, ya que los centros de trabajo se han preparado para brindar las herramientas necesarias a sus trabajadores para que los procesos y servicios continúen en operación.

En el caso de Facebook, las personas han utilizado la red social para informarse, realizar videollamadas y tener un acercamiento virtual con sus seres queridos. Además, redes como Instagram o Tik Tok son utilizadas para generar contenido que logre distraer a las personas que están en casa y lograr pasar un buen rato.

No sólo el COVID-19 nos está ayudando a darnos cuenta de que una forma de vida digital puede ser posible, también representa un escenario donde la tecnología es explotada para el beneficio de la ciencia misma. Un ejemplo de ello es el uso de la Inteligencia Artificial (IA) por parte de Estados Unidos en el procesamiento de lenguaje para poder leer y filtrar toda la información que existe sobre el virus, y así facilitar la toma de decisiones de los profesionales para producir nuevas ideas o enfoques de cómo abordar la situación. De esta manera, se está usando IA para realizar filtros de información, pero también para que con base en la información de COVID-19, los científicos de datos puedan crear algoritmos capaces de generar, evaluar y optimizar computacionalmente cientos de millones de anticuerpos terapéuticos y poder descubrir tratamientos eficaces contra el virus.

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Imagen: Poresto.

Incluso, personas en redes sociales están ocupando la información que publican de manera oficial las instituciones de diversos países para realizar estudios estadísticos y analizar la información con diversas tecnologías especializadas en manejo de datos. Como resultado del análisis de dichos datos, se han producido diferentes visualizaciones que identifican los puntos temporales exactos en los que el brote se ha hecho más evidente; asimismo, han logrado generar productos de información que ayudan a contextualizar la situación, específicamente para tomar decisiones sobre las acciones de cuidado que tiene cada país.

El sector de telecomunicaciones ha incrementado la demanda de los servicios, por eso varios organismos de telecomunicación han optado por emitir diversas acciones para atender la demanda sin que la infraestructura colapse. Por ejemplo, diversos países de América Latina están tomando decisiones sobre este sector, principalmente para que la población cuente en todo momento con telecomunicaciones. Algunas de las acciones son: ampliar la oferta de banda ancha, abrir redes de Wi-Fi, preservar la integridad de las redes de los proveedores de estos servicios, gestionar el tráfico de internet, otorgar acceso gratuito e ilimitado de mensajes de texto, aunado a utilizar más los mensajes de texto SMS y así ahorrar el uso de la red con aplicaciones como WhatsApp.

La tecnología está presente de forma permanente en la mayoría de los aspectos de nuestra vida, y justamente por esta situación las aplicaciones como Netflix o Amazon, que tienen programación por streaming, anunciaron que bajarán la calidad de su conexión debido a la demanda incremental de usuarios conectados al mismo tiempo en diversas partes del mundo.

tecnologia para covid-19
Imagen: MyPress

De manera particular, la emergencia sanitaria ha dado la oportunidad para que México impulse servicios tecnológicos de atención al cliente a través de chat bots y el uso de la Inteligencia Artificial. El gobierno ha puesto a disposición de la población el servicio de SMS para ayudar a detectar casos de posibles contagios de COVID-19 a través de un cuestionario, para luego atenderlos de manera personal si es que tienen la mayoría de los síntomas. De acuerdo con la información publicada por la Agencia Digital de Innovación Pública del Gobierno de la Ciudad de México, con corte al momento de escribir este artículo, se tienen 4.2 millones de mensajes totales; 146 mil usuarios totales; 102 mil cuestionarios completados; 2,631 sospechosos graves; y 505 enviados a salud para su atención después de un segundo cuestionario más amplio.

El COVID-19 nos ha hecho cuestionarnos el porqué muchas veces culpamos a la tecnología de alejarnos de las relaciones interpersonales, siendo que en estos tiempos de aislamiento es lo único que nos permite seguir cerca de nuestros seres queridos.


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La Inteligencia Artificial en los negocios

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La Inteligencia Artificial (IA) nace como un sueño de ciencia ficción del hombre, el cual poco a poco se ha vuelto una realidad; misma que tiene su fundamento en las matemáticas, y contrario a lo que muchos creen sobre que ésta nace en 1936 con el británico Alan Turing, su verdadero origen data de 1854 con el matemático George Boole, quien es el primero en creer que el razonamiento lógico podía sistematizarse.

Pero más allá de la historia, ¿qué es la Inteligencia Artificial?, simplemente diría que es la capacidad que tiene una máquina para aprender y razonar como los seres humanos. Dicha capacidad se apoya en otras tecnologías que permiten el almacenamiento intangible de información (nube), acceso a enormes cantidades de datos (big data), aprendizaje profundo (deep learning), procesamiento de enormes cantidades de datos (cómputo cuántico), entre otras.

Es normal que creamos que la IA sólo es empleada en los robots o laboratorios científicos, pero lo cierto es que diariamente la ocupamos y no nos damos cuenta, por ejemplo, nuestro celular lo desbloqueamos mediante reconocimiento facial, le hablamos a una aplicación para que busque una dirección a la que queremos llegar, interactuamos mediante mensajería instantánea con un comercio para contratar un servicio o producto sin saber que nos está respondiendo un algoritmo de aprendizaje (ChatBot). También hacemos uso de un servicio bajo demanda de video o música que nos pone en pantalla el contenido de nuestro interés con base a nuestras preferencias; pero lo cierto es que la IA va mucho más allá que estos “simples” usos.

ia en la mano

Por ejemplo, la empresa china Ping An se transformó de una compañía de servicios financieros y de seguros tradicionales, en un negocio de tecnología en la nube que proporciona servicios para los sectores de finanzas tecnológicas y médico, utilizando la Inteligencia Artificial, sus ingresos anuales están por encima de los 9,600 millones de dólares anuales, lo cual representó casi un 34% de incremento de 2013 a 2018.

Lo anterior no es de extrañar ya que según el estudio “Global AI Survey” publicado por la firma McKinsey & Company, el 63% de las empresas que adoptaron IA en sus áreas, han conseguido un aumento del 10% de sus ingresos y el 44% en reducción de costos.

De acuerdo con el artículo Inteligencia artificial en el gobierno de los Estados Unidos  (Nikolas Sicilia), Estados Unidos es el país líder en IA por cuatro fundamentos:

1. Para la innovación estadounidense: usan tecnologías transformadoras que están mejorando vidas e industrias en crecimiento, y puedan empoderar a los trabajadores.
2. IA para la industria estadounidense: tiene el objetivo de crear un clima nacional donde los científicos y tecnólogos desarrollan con éxito sus inventos.
3. IA para el trabajador estadounidense: está permitiendo que las empresas estadounidenses concentren recursos y en trabajos de mayor valor.
4. IA con valores estadounidenses: las tecnologías de IA que desarrollan también deben reflejar los valores fundamentales estadounidenses y su devoción por ayudar a las personas.

En este sentido, Rusia es otro país que también ha invertido en IA en los últimos años y se posiciona como un líder en el ramo. A diferencia de Estados Unidos, Rusia ha sabido explotar la IA en ámbitos más específicos como los negocios y la telefonía. Uno de los proyectos en Rusia es usar IA para la conducción de vehículos en las calles de Moscú, el proyecto es pionero y se encuentra en pruebas, pero su principal objetivo es disminuir muertes en carreteras porque el software respetaría las señales de tránsito y no se distraería.

Asimismo, Vladimir Putin ha pedido que los bancos también participen en innovación tecnológica, principalmente en IA aplicada en algoritmos para predicción de clientes y cartera. Otros ejemplos de uso de IA en Rusia son: robots, mascotas robóticas, máquinas que fungen como mineros para poder llegar a zonas de riesgo para las personas y robots que utilizan para transportar objetos.

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Vladímir Vladímirovich Putin, abogado y el actual presidente de la Federación Rusa (Fotografía: News 24/7).

Otro de los países que también avanza aceleradamente en el uso de la IA es China. El país asiático ha sido pionero de IA en temas de comunicaciones y salud, específicamente en reconocimiento facial y uso de robots. El gobierno de China es enfático en la necesidad de invertir grandes cantidades de dinero a la innovación tecnológica y telecomunicaciones.

Una de las críticas al gobierno chino en el uso de la IA es que lo utilizan para controlar a sus ciudadanos. En 2019 se publicó la noticia de que el gobierno chino desarrollaba uniformes escolares inteligentes con el objetivo de controlar la asistencia y paradero de los estudiantes, usando reconocimiento facial y un sistema que permita detectar cuando el alumno se encuentra fuera de la escuela sin permiso o si tratan de quitarse el uniforme, lo anterior con una alarma de voz que se activa automáticamente.

Otro aspecto del porqué China también lidera el mercado de la IA es que más del 85% de sus empresas utilizan IA en temas: económicos, de salud y de seguridad (nacional y pública). Tanto la IA como el análisis de información, son dos elementos fundamentales para el gobierno chino en su avance tecnológico. Casi todo el país cuenta con cámaras avanzadas de reconocimiento facial que el gobierno ha defendido argumentando que eso disminuye la incidencia delictiva por la capacidad de reconocer a alguien y detectar su ubicación exacta en tan sólo minutos. Además, la Inteligencia Artificial la han aplicado para reducir el tráfico en varias ciudades catalogadas como caóticas, debido a la ubicación de cámaras y un sistema eficiente de semáforos y señales.

Estados Unidos, Rusia y China son los tres países más desarrollados en el uso de la IA por la cantidad de dinero que invierten en innovación tecnológica y telecomunicaciones. Muchos de los países de Europa quieren seguir los pasos de estos tres grandes ejemplos y, recientemente, Francia y Alemania han elaborado estrategias de IA para sus gobiernos.

reconocimiento facial
Imagen: Criptotendencia.

Por otro lado, en América Latina hay expectativas altas en el uso de la IA y uno de los países que promete ser líder en la región es México. Se ha mencionado que el país podría explotar el uso de la IA en temas económicos y de salud si se decide invertir una cantidad considerable de dinero en innovación tecnológica, ya que a la fecha aún se encuentra rezagado en usos de tecnologías disruptivas.

Hoy en día medianas y grandes empresas han dirigido su mirada a la IA y al análisis de información, algunos ejemplos de su aplicación en el país son Banco Azteca, que mediante WhatsApp logró que cerca de 5 millones de clientes aperturaran nuevas cuentas, o Aeroméxico que por medio de su chatbots ha logrado atender a sus clientes e incrementar sus ventas.

En cuanto al gobierno, es en el sector salud en donde el uso de la IA puede ser más promisorio, ya que si éste es aplicado en la predicción de padecimientos, se pueden prevenir enfermedades crónico-degenerativas como son el cáncer, la diabetes, la hipertensión, etc., las cuales son las causantes del mayor gasto en salud del Estado mexicano.

Recientemente, el gobierno de México anunció la inversión de Microsoft de más de 1,000 millones de dólares a la transformación tecnológica del país, con lo que se espera que parte de dicho monto sea invertido en innovación tecnológica en IA, Big Data y Cloud, las cuales esperemos que sirvan para que el uso de la IA sea viable y redituable.


Referencias:
~ McKinsey & Company, “Global AI Survey: AI proves its worth, but few scale impact”, (2019).
~ The White House, “Artificial Intelligence for American People”.
~ Liu Caiyu, “Chinese schools monitor students activities, targeting truancy with ‘intelligent uniforms’”, Global Times (2018/12/20).
~ “Rusia lidera la implementación de la inteligencia artificial en los negocios”, RT (2019/10/07).


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Ajedrez y Big Data: Coches automáticos

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¿Qué tienen que ver el primer programador de videojuegos por computadora y el automóvil autónomo? Más de lo que piensas o, mejor dicho, más de lo que los algoritmos y los aprendizajes automáticos de una computadora realmente inteligente piensan.


“No podemos resolver problemas usando
el mismo tipo de pensamiento
que usamos cuando los creamos”.
Albert Einstein.

En la década de 1950, un programador informático de IBM llamado Arthur Samuel, programó una computadora que jugara contra él al ajedrez. Las primeras partidas eran interesantes, porque la computadora registraba las jugadas y respondía conforme a las jugadas legales. Pero conforme pasó el tiempo, Samuel se aburrió porque siempre ganaba. Así que desarrolló un subprograma, en el cual al mover una pieza, la computadora calculara las probabilidades de los futuros movimientos. Pero la máquina seguía sin funcionar, así que Arthur resolvió que la computadora esta vez era la que se aburría de jugar con él, porque siempre tenía las mismas respuestas. Entonces tuvo una gran idea: puso a la computadora a jugar contra ella misma.

La computadora, guardaba cada una de las jugadas y aprendió a mejorar sus jugadas al punto de ganarle todas las partidas a su creador.

Arthur y problemas de IA
Arthur L. Samuel, pionero en la resolución de problemas didácticos de la Inteligencia Artificial.

Pero una partida entre hombre y máquina seguía sin funcionar bien; el sistema se encontraba en un estado demasiado embrionario. Entonces la máquina jugaba contra sí misma. Al hacerlo, recopilaba nuevos datos. Al reunir más datos, la exactitud de sus predicciones mejoraba. Así que jugó contra la computadora y perdió. Una y otra vez. El hombre había creado una máquina que le superaba en habilidad en una tarea que él mismo le había enseñado.

Más de sesenta años después, en la Universidad de Stanford, algunos investigadores introdujeron en un algoritmo de aprendizaje automático miles de muestras de células mamarias cancerosas, así como las tasas de supervivencia de las pacientes, y le pidieron al ordenador que identificara los signos que mejor predecían que una biopsia determinada resultara claramente cancerosa. El ordenador produjo once indicadores que pronosticaban que una biopsia de células mamarias sería positiva. Y hasta esa fecha, los patólogos sólo tenían ocho claves. Es decir, encontraron tres factores más que los especialistas no habían tomado en cuenta. La computadora lo hizo sin ellos.

Todos estos avances se han convertido en lo que hasta el día de hoy es algo sumamente revolucionario, la posibilidad de que un carro ande de manera autónoma y su conductor pueda dormir sin la menor preocupación. Kenneth Cukier, editor de datos de la revista The Economist y coautor de Big Data: La revolución de los datos masivos (2013),lo define de manera magistral:

[…] ¿Por qué tenemos coches que se conducen solos? ¿Acaso a la industria del software se le da mejor incluir todas las normas de circulación en un código? No. ¿Es por el aumento de la memoria de los ordenadores? Tampoco. ¿Procesadores más rápidos? No. ¿Algoritmos más inteligentes? De nuevo, no. ¿Chips más baratos? Tampoco. Todo esto ayudó, pero lo que de verdad hizo posible la innovación fue que los expertos en tecnología cambiaron la naturaleza del problema.

coches automaticos
Imagen: Forbes.

Lo que idearon fue cambiar el problema. Ellos no querían enseñarle a conducir al auto. Más bien le enseñaron a guardar todos los datos a su alcance, aquellos que lo rodean, y le enseñaron a tomar la decisión correcta basándose en todas las lecciones. El auto es capaz de predecir hasta mil eventos diferentes. Si el semáforo está en rojo, el auto debe detenerse, pero si el semáforo está descompuesto, o hay un obstáculo, o si de casualidad el semáforo se cayó en medio de la calle, el auto sabe cómo proceder. Incluso, cuando nosotros no estamos en condiciones de manejarlo.

Estas lecciones nos dan una conclusión clara: necesitamos cambiar la naturaleza de nuestros  problemas. Pensar en el cómo se debería y en cómo lo haríamos de manera diferente. Las computadoras con sus aprendizajes automáticos seguramente nos ayudarán a resolver muchas cuestiones de la vida diaria, que nuestro ojo no puede percibir, o simplemente no podemos recordar con tanta exactitud como una máquina.  Nuestros negocios ahora también necesitan entender qué hay más allá de las decisiones de los clientes. Tienen que comenzar a pensar de acuerdo a lo que el Big Data descubre, y que nosotros todavía no nos damos cuenta.


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Falso profundo (deepfake), lo bueno, lo malo y lo feo

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Hao Li, científico en computación y gran innovador tecnológico, dio una charla hace unos pocos días en el Foro Económico Mundial en Davos sobre deepfake, del que es creador.

Muestra orgullo y preocupación sobre lo ideado. Es que con esta tecnología se puede poner en la boca de alguien en forma absolutamente convincente algo que nunca dijeron y con lo que probablemente ni siquiera estén de acuerdo, pero también da gran flexibilidad y agrega nuevas dimensiones a las posibilidades en producción fílmica, así como en el terreno de la medicina, entre otros.

Deepfake es una tecnología que usa la inteligencia artificial (IA) para alcanzar un “aprendizaje profundo” de una persona. Sobre la base de una enorme cantidad de información, es decir, innumerables fotos, grabaciones y videos, que incluyan todas las expresiones faciales posibles y las entonaciones de voz de la persona a la que se quiere falsificar, la IA puede hacer una síntesis de estas características y visualmente mostrar a la persona señalada expresándose en forma verosímil pero falsa. La precisión del deepfake avanza a una velocidad impresionante, de manera que un video elaborado con esta tecnología ahora es mucho más creíble que uno producido hace seis meses con el mismo fin. Es más, la última generación de esta tecnología puede distorsionar lo dicho por una persona en tiempo real, como explica Hao Li. Esto puede tener un uso muy positivo, como la traducción simultánea en diversos idiomas ¡pero también puede haber una sustitución del contenido de un discurso simultáneo a su transmisión!

Hao Li
Hao Li (Fotografía: USC News).

Entre los usos positivos de esta nueva tecnología puede mencionarse la posibilidad de crear videos, películas y grabaciones en forma ágil y a menor costo que por los medios tradicionales, o incluso resolver problemas que hasta hace poco eran irremediables. Este último fue el caso de la película Rogue One una historia de Star Wars (2016), cuya actriz principal Carrie Fisher, que representaba a la Princesa Leia, falleciera antes de que se terminara el rodaje de la cinta. Gracias a la adopción de la técnica deepfake, la actriz Ingvild Deila pudo desempeñarse en el rol de Carrie, aparentando ser esta última en algunas escenas, lo que permitió completar la producción.

En el mundo de la medicina, la inteligencia artificial puede ayudar a pronosticar una serie de enfermedades como, por ejemplo, distintos tipos de tumores. Para ello se requiere una enorme cantidad de información, como tomografías computarizadas, imágenes de resonancia magnética y placas de rayos-X. Pero normalmente no se dispone de ésta en cantidades suficientes (por respeto a la privacidad de los pacientes), de forma que el deepfake puede proporcionar las imágenes faltantes, creadas artificialmente, para alimentar los algoritmos de aprendizaje profundo, complementando así la información existente y contribuyendo a mejorar los diagnósticos.

carrie fisher y Ingvild Deila
Carrie Fisher y Ingvild Deila (Imagen: MCAI).

La mayor atención sobre el deepfake está puesta actualmente en las redes sociales y otros medios de comunicación. Cuanta más información visual y sonora exista sobre una persona, más posibilidades hay de hacer un video profundamente falso sobre él/ella. Por este motivo, los políticos y las celebridades del mundo artístico son el mayor objeto de este tipo de producción. Con ello puede fácilmente destruirse la reputación de un individuo difundiendo algún video falso por las redes sociales. Deeptrace, una empresa creada en 2018 y dedicada a detectar videos generados artificialmente, muestra en un estudio reciente que 96% del total de ellos –que tuvieron 134 millones de observaciones en línea– son pornográficos e involucran en su casi totalidad a celebridades femeninas en el mundo. En el aspecto social y político, esta tecnología puede influir sobre el actuar o el pensar de millones de personas. Es un instrumento más con el que la prensa puede manipular la opinión pública, práctica que siempre ha existido, pero de una manera mucho más peligrosa que hoy en día, pues el público tiene mayores dificultades para distinguir entre la verdad y la falsedad. Además, al poderse imitar la voz, las expresiones, y la manera de hablar de una persona específica, puede ponerse en serio riesgo a empresas y personas que reciben llamadas telefónicas u otras formas de comunicaciones sonoras de supuestos conocidos, amigos o familiares que en realidad no lo son. Existe el peligro de que sean inducidos a hacer negocios que no son seguros o pueden ser extorsionados haciéndoles pensar que han secuestrado a uno de sus seres queridos, sin que ello haya ocurrido.

Al mismo tiempo, esta tecnología se ha vuelto un instrumento para poner en duda la evidencia de algo verdadero. Por ejemplo, si alguien es incriminado por robo o por difamación o delitos más serios, el o la acusada pueden esgrimir el argumento de que han sido inculpados con base en videos falsos, aunque éstos sean auténticos. Se dificulta, así, la aplicación de la ley.

deepfake
Imagen: El Confidencial.

Y como suele ocurrir, la tecnología misma está atrasada para crear los antídotos de este peligroso instrumento y las regulaciones para su uso prácticamente no existen.

Comienza a haber medidas dispersas para limitar o controlar el uso de deepfake, pero hay mucho camino por andar aún. California prohibió crear o distribuir deepfakes desde dos meses antes de una elección para proteger a los votantes contra la desinformación y también permite al candidato afectado demandar ante la justicia a aquellos que producen este tipo de videos. Sin embargo, por la gran protección que existe al libre discurso y de expresión, al menos en Estados Unidos, es difícil aplicar la nueva ley. También se está considerando el uso de derechos de propiedad de cada individuo sobre su cara (similar a los derechos de autor o de propiedad intelectual). Pero esto sólo es aplicable después de que el daño ha sido hecho.

Algunos esperarían que las propias plataformas digitales se auto-regularan para evitar el uso de videos falsos y en la práctica esto ha comenzado a suceder pero en forma muy limitada. Hace unos días Sundar Pichai, Ejecutivo en Jefe de Alphabet y Google, manifestó que: Compañías como la nuestra no pueden simplemente generar nueva tecnología prometedora y dejar a las fuerzas del mercado que decidan como se usará. Es igualmente importante para nosotros asegurarnos que la tecnología se use para el bien y esté disponible para todos (traducción propia, Financial Times).

Sundar Pichai
Sundar Pichai (Fotografía: iProUP).

Facebook anunció en septiembre de 2019 que estaba contribuyendo con 10 millones de dólares a un fondo para mejorar la tecnología que detecta el deepfake y además anunciaron en enero de este año que prohibirían la exhibición de videos de este tipo, lo que es un paso importante pero aún insuficiente.

Ante la proximidad de las elecciones parlamentarias en Europa, llevadas a cabo en mayo de 2019, la Unión Europea adoptó iniciativas sugerentes y logró avances en sus esfuerzos por reducir la desinformación, apelando con energía a la cooperación de las grandes empresas tecnológicas. Sus esfuerzos se dirigieron a limitar los contenidos distorsionados de los medios de comunicación y redes, usualmente introducidos antes de las elecciones para sesgar los resultados. Dentro del Plan de Acción contra la Desinformación, la UE trabajó con las plataformas digitales y la industria para crear un Código Voluntario de Prácticas respecto a la desinformación con el fin de “aumentar la transparencia de la comunicaciones políticas y prevenir el uso manipulado de sus servicios”. Este Código incluía todo tipo de desinformación, no sólo deepfakes.

Entre enero y mayo de 2019, según un  informe de la UE, las plataformas en línea adoptaron medidas para evitar la desinformación virtual a nivel mundial. Algunas de las acciones seguidas incluyeron la eliminación de 3.39 millones de canales de YouTube por parte de Google, por la violación de su política de spam (o correos no deseados) y políticas de interpretación distorsionantes. Facebook removió 2.19 mil millones informes falsos en el primer trimestre de 2019 y actuó específicamente contra 1,574 páginas no europeas y 168 páginas originadas en la UE. Twitter también actuó contra 77 millones de cuentas falsas o cuestionables a nivel mundial. Posteriormente Microsoft también se adhirió a la iniciativa.

cara falsa
Imagen: deeptrace.

Pero un estudio realizado por Avaaz y ISD (Institute for Strategic Dialogue), publicado en mayo de 2019, muestra que las grandes empresas tecnológicas se quedaron muy cortas respecto a lo que se habían comprometido a hacer en el Código de Conducta suscrito, cuyo objetivo era defender la democracia en Europa. El estudio dice, además, que las enormes irregularidades detectadas son probablemente sólo la punta del iceberg de toda la sensible desinformación que se manejó a través de dichas plataformas en el período pre-electoral.

Estamos, por tanto, ante un reto tecnológico y regulatorio sin precedentes. El deepfake está marcando un hito en la era de la post-verdad. Por el momento, al parecer, somos nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, los que necesitamos defendernos de la manipulación que se realiza a través de mecanismos que nuestros sentidos tienen cada vez menos posibilidades de diferenciar y discriminar. Pero el peligro va más allá, pues la forma en que se construye el entendimiento sobre lo que es público y común a todos puede ser manipulada por quienes controlan estas tecnologías por encima de nuestra voluntad.

Innovación y gestión del conocimiento, los costos de la inacción

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Vivimos la Revolución del conocimiento. Tal es el signo de nuestro tiempo. El resorte fundamental para construir condiciones en las que la aplicación de ese conocimiento se convierta en el insumo básico de sociedades basadas en la innovación.

El llamado de la época actual ha dejado de radicar en el acceso a la información, por la información misma.

Hoy, la dinámica mundial pone en primer plano el desafío que supone crear condiciones para que esta información se torne en pensamiento crítico, con capacidad para resolver problemas y creatividad hacia la innovación.

La base de su capacidad innovadora descansa por ello en una sociedad capaz de crear, retener, impulsar y utilizar con valor social las competencias complejas que formen en sus propios ciudadanos.

Transitar de la información al conocimiento, sin embargo, no es un movimiento natural al que los cuerpos sociales tiendan, sino más bien resultado de una noción de gestión del conocimiento como política de Estado.

Si el conocimiento no se constituye en el motor de este desplazamiento, de poco habrá servido dotar a los ciudadanos de formas cada vez más amplias y rápidas de acceder a la información.

innovacion y conocimiento
Ilustración: Conditio Humana.

Ya en el lejano 1973, el sociólogo norteamericano Daniel Bell, al publicar El advenimiento de la sociedad post-industrial, habría de utilizar el concepto “sociedad de la información”.

Más tarde, en los años noventa, como se sabe, Manuel Castells, el sociólogo español, dejó marcado aquel tiempo que se abría por el título de su libro ya clásico: La era de la información: economía, sociedad y cultura, publicado en 1996.

Así fuera desde la mirada de un mundo pre-expansión de las computadoras y sin imaginar Internet siquiera, Bell atina en colocar al conocimiento como el engrane central del mundo que viene. Noción que luego va a ser corroborada por Castells.

La clave, dirá el español, está en propiciar e identificar las posibilidades de generar círculos de retroalimentación que, de manera acumulativa, establezcan una relación de mutuo estímulo entre la innovación y sus usos.

El tiempo tecnológico que nos ha tocado vivir cuenta como una de sus señales de identidad más clara el modo en que los usuarios se apropian de la tecnología y la redefinen.

En esa medida, y aquí radica quizá su poder mayor, estas tecnologías, dice Castells, “no son sólo herramientas que aplicas, sino procesos que desarrollar”.

De ahí que sea esencial incentivar el protagonismo que las sociedades puedan tener, antes que en aplicar las herramientas, en diseñar y desarrollar nuevos procesos de inclusión y transformación social.

Se trata de comprender, entonces, a la mente humana, y su capacidad innovadora, ya no únicamente como parte del sistema de producción, sino como un componente productivo e innovador directo.

caja de pandora
Ilustración: Alexander Lavin.

En palabras de Castells, estamos frente a una era en la que “por primera vez en la historia, la mente humana es una fuerza productiva directa, no sólo un elemento decisivo del sistema de producción”.

El paso, pues, entre información y conocimiento habrá de centrarse en las posibilidades reales que los individuos tengan para contar con competencias superiores.

Acceder al conocimiento, para compartirlo dentro de una organización o entorno social, se volverá tan trascendente, de este modo, como la competencia para valorarlo y asimilarlo.

Se trata, ya se ve, no solamente de que la ciudadanía cuente con información, sino que ésta pueda devenir en conocimiento.

Es decir, en la capacidad-posibilidad de generar procesos de comprensión compleja que transformen los sistemas y produzcan innovaciones con pertinencia y valor social.

Información sin espacios y condiciones para el desarrollo y aplicación del conocimiento, imposibilita multiplicar su acceso, ser compartida y usada por grupos sociales cada vez más amplios.

Ciertamente, ha sido en este contexto el mundo de las organizaciones productivas donde se ha asentado durante los últimos años la noción de “Gestión de conocimiento”.

Se ha entendido por ella el control de los procesos que aseguran que una empresa sea capaz de aprovechar el desarrollo y la aplicación del conocimiento en sus procesos productivos.

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Imagen: MuyPymes.

La definición, empero, no inhabilita la oportunidad de asirse a ella para ampliarla hacia los ámbitos que determinan la manera en que las sociedades se organizan.

Del mismo modo que una deficiente gestión del conocimiento desemboca en que los procesos de una organización productiva se vuelvan anacrónicos, disloquen o, de plano, colapsen, de tal hipótesis la sociedades mismas no son ajenas.

La innovación es un proceso continuo, de eso no hay duda. Como tampoco de que se trata de un estadio que se propicia y al que se accede.

Una sociedad llega a ser innovadora, no es innovadora per se. Y ese llegar a ser está marcado por su éxito en estimular la formación en competencias complejas.

Que el Estado se desentienda de la gestión del conocimiento es grave y será cada vez más costoso con el tiempo.

¿Que el conocimiento puede expandirse? Sí, sin duda. Que el desconocimiento también, sí, trágica y raudamente.  

Porque el desconocimiento no es sólo el contrario del conocimiento; es el signo de la ineptitud para resolver, de la incomprensión respecto del mundo y de la impericia frente a la vida.

Nada menos.

El uso y abuso de los gigantes tecnológicos y sus límites

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“Nuestro software es tan poderoso que separa familias” expresaba una manta puesta por estudiantes de la Universidad de Stanford en el verano de 2019 en la entrada de la empresa Palantir Technologies, dedicada al diseño de software para el análisis de big data (Palo Alto, California). Ese lema aludía al trabajo que ha hecho Palantir para proveer tecnología al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) que facilita la ubicación de familiares o tutores de los niños que llegan solos a  Estados Unidos. Una vez que localizan a estos adultos, el ICE puede arrestarlos y deportarlos, teniendo como resultado la separación de padres e hijos. También se ha usado la tecnología de Palantir para hacer allanamientos y detenciones masivas, como las ocurridas en el Distrito del Mississipi en agosto de 2019, durante las cuales arrestaron aproximadamente a 680 personas, que en muchos casos tenían hijos en la escuela que no pudieron ir a recoger, por lo que se generó una situación crítica para varias de estas personas. Los contratos entre Palantir e ICE alcanzaban más de US$90 millones en contratos activos en 2019, según Recode (sept/2019).

Estudiantes de las universidades de Berkeley, de Brown y de Yale hicieron sendas manifestaciones durante los últimos meses del 2019 para protestar contra este papel de la mencionada empresa, obligándolos a cancelar numerosos eventos, o su presencia en algunos de ellos debido al malestar causado por su actividad, considerada éticamente inaceptable. En la práctica, por el motivo descrito y muchos otros, hay un desencanto creciente entre los jóvenes respecto a trabajar en algunos de estos gigantes tecnológicos (NYT, 11/01/2020). Por esta razón, Palantir no ha podido recientemente reclutar estudiantes en algunas de las universidades aledañas para trabajar con ellos, lo que puede dificultarle contar con titulados en ciencias de computación.

De hecho, hay organizaciones de estudiantes que expresamente promueven que los estudiantes no se involucren en ésta y otras empresas tecnológicas. Estudiantes de al menos 25 universidades a nivel nacional se han unido a la campaña “#NoTechforICE” de Mijente, haciendo peticiones para que Palantir y otras compañías que apoyan a ICE, dejen de hacerlo. Entre éstas se encuentra Amazon, que alberga información de Palantir en sus servidores.

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Ilustración: Nine Jumbo.

Pero el descontento con lo que Palantir hace no sólo proviene de los estudiantes sino de los propios trabajadores de la empresa, 200 de los cuales mandaron una carta a los ejecutivos de la compañía expresando su inconformidad con el lamentable papel que está jugando la firma en la que trabajan.

La situación que se presenta entre las empresas como Palantir y sus empleados no es la primera de este tipo. Ello también ocurrió con Google, que a raíz de una inconformidad similar, tomó la decisión en 2019 de terminar un contrato con el Pentágono, causándole  problemas con el gobierno de Estados Unidos. Anteriormente, los trabajadores de Microsoft también presentaron una petición firmada por 300,000 personas (incluyendo 500 empleados de la empresa) para que cancelara su contrato con el ICE en 2018. En septiembre de 2019 1,550 empleados de Amazon planearon hacer una huelga por la huella de carbono de la empresa, en el momento en que hubo una huelga mundial para reclamar sobre el cambio climático, a lo que Jeff Bezos, su Director Ejecutivo, respondió con un compromiso de eliminar la huella de carbono de la empresa para 2030.

Las respuestas por parte de estas grandes empresas son variadas: Palantir no canceló sus propios contratos con ICE, pero Google sí con el Pentágono, a la vez que varias de ellas como Amazon, Google, Microsoft y Salesforce, han ofrecido algunas soluciones a los reclamos y han dado la opción a sus empleados de no trabajar en proyectos con los cuales no están de acuerdo, por ejemplo, en los militares, aunque normalmente no cancelan sus contratos con el gobierno de Estados Unidos. En todo caso, hay una tensión entre la sociedad y estas empresas, en la que la primera está desafiando a las segundas, mostrando el desencanto bastante generalizado respecto al papel de las grandes compañías tecnológicas en términos sociales y políticos, como vemos a continuación.

En realidad, es Facebook la compañía tecnológica que posiblemente aglutine el mayor número de críticas respecto de su rol en las redes sociales por permitir la publicación de noticias e informaciones falsas que expresamente ayudaron a influir sobre la opinión pública de manera sesgada en momentos cruciales. Los escándalos de Cambridge Analytica y su rol en manipular la opinión pública favoreciendo la elección de Donald Trump y el Brexit, entre otros, son ampliamente conocidos. Este tema resurge con mucha fuerza en estos días (NYT), pues las distintas empresas tecnológicas que manejan redes sociales se están pronunciando acerca de la política que seguirán ante las próximas campañas electorales en Estados Unidos en 2020. La pregunta es cómo manejarán las plataformas sociales ante estas delicadas circunstancias. Algunas de ellas, como Google y Twitter, muestran un cambio de reglas respecto de la publicidad política.

monstruo empresas
Ilustración: New York Times.

Google (que, a su vez, es dueña de YouTube, empresa que también ha sido responsable de influir en elecciones como la de Bolsonaro en Brasil), anunció en noviembre de 2019 que restringiría la posibilidad de que los anuncios publicitarios se dirijan específicamente a sus clientes de acuerdo a su afiliación política o a sus antecedentes como votantes, aunque aún podrán enfocarse diferenciadamente a las personas según su edad, su género o su código de área.

Twitter va mucho más allá, al haber decidido no admitir ningún anuncio de propaganda política. En un tweet (CEO, Jack Dorsey) @jack expresó “Hemos tomado la decisión de parar toda publicidad política en Twitter a nivel global. Creemos que el alcance del mensaje político debería ganarse, no comprarse…”. Pero también Twitter hace sus importantes excepciones. Tiene una cláusula de valor informativo (newsworthiness) que justifica el transmitir los tweets del presidente Trump y otros líderes mundiales que, en principio, violaría esa norma de la empresa. El Director Ejecutivo de Snapchat, Evan Spiegel, también ha dicho que su compañía hará un análisis factual de la publicidad política en su plataforma.

Facebook ha tomado una postura bastante indiferente ante las presiones que ha recibido después del caso Cambridge Analytica. De hecho, a fines de 2019 la empresa rescindió una política, adoptada anteriormente, prohibiendo declaraciones falsas en su anuncios. Con ello creó una excepción para la propaganda política, cuya veracidad no tendrá que ser verificada. Así, “el resultado último es que cualquier declaración de un candidato o campaña que promueve un candidato no puede ser analizada factualmente y por tanto está automáticamente exenta de las políticas que tratan de evitar la desinformación” (The Guardian, traducción propia). En esta línea, Mark Zuckerberg ha dicho “no pensamos que las decisiones sobre publicidad política debieran ser hechas por compañías privadas, razón por la cual estamos a favor de una regulación que se aplique en todo el país” (CNBC).

enfrentarse a la web
Ilustración: Mr. Online.

La compañía ha tomado algunas medidas para evitar sólo la manipulación extrema (“deepfakes” o falsedades profundas). Se enfoca especialmente en los videos editados o sintetizados sin que el público sea capaz de percibirlo (a menos que sea sólo para mejorar su claridad y calidad), y aquellos producidos por la Inteligencia Artificial que pueden fusionar, reemplazar o superponer contenido sobre un video, aparentando ser auténtico. Por lo demás, Mark Zuckerberg ha decidido no intervenir en la publicidad político-electoral, aun cuando pueda contener información no apegada a la verdad, pues de hacerlo considera que podría incurrir en la censura (The Guardian).

Pero esta postura de Facebook y los escándalos de la desinformación que transmite están teniendo, al igual que en el caso de Palantir y otros mencionados anteriormente, una reacción de la sociedad civil. Por ejemplo, 250 empleados de Facebook escribieron una carta a Zuckerberg pidiéndole que reconsidere su política pues “el libre discurso y el discurso pagado no son lo mismo.”

La imagen de la compañía también ha sido afectada. Hace 10 años para los jóvenes era un sueño trabajar en Facebook, al igual que trabajar en varias de estas compañías tecnológicas, que ofrecían buenos sueldos, un ambiente apto para la creatividad y mucho prestigio. Pero últimamente, ha habido una caída notable en la aceptación de empleos por parte de potenciales talentos tecnológicos recién egresados de las universidades de prestigio. La aceptación por parte de esos recién graduados ha caído de un promedio de 85% para el año escolar 2017-2018, a entre 35% y 55% en diciembre de 2019 (CNBC). Los reclutadores de Facebook han dicho que ahora los candidatos hacen preguntas mucho más agudas sobre la política de privacidad de la compañía. La opinión de muchos jóvenes es que el trabajar en Facebook ya no es admirado socialmente ni tan bueno tenerlo en el curriculum vitae. Más bien necesitan justificar por qué trabajan allí y no en otra parte, lo que hubiera sido impensable hace años.

Es alentador ver que, aunque en forma incipiente, la sociedad civil está contribuyendo a poner algunos límites a la falta de ética de las grandes compañías en muy diversos ámbitos: políticos, ambientales, laborales, y otros. Sin embargo, a pesar de que las presiones aumentan hacia las compañías, aún es un campo ignoto el hecho de que muchas de las labores que hoy desempeñan seres humanos están siendo crecientemente asumidas por robots/algoritmos sin capacidad para evaluar las acciones que adoptan las compañías para las que trabajan. ¿Cuál será entonces el límite que se podría anteponer a la acción de estas empresas tecnológicas?

Ética para robots

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¿Podrán algún día pensar por sí mismos los robots? ¿Lo hacen ya? Sin duda. Si por pensar entendemos, claro, la capacidad para tomar decisiones.

Desde los primeros aparatos capaces de imitar lo que se llama la “neurona cero”, aquella que opta entre dos opciones, abrir-cerrar, por ejemplo, hasta nuestros días, las máquinas piensan.

Y no sólo eso, podríamos decir que, de muchas maneras, y de modo cada vez más complejo, los dispositivos, encarnados en eso que llamamos genéricamente robots, piensan cada vez de mejor y más compleja forma.

El tema no es nuevo. La fascinación-terror respecto al grado de autonomía que una máquina pudiera tener frente a quien la creó, enlaza al Frankenstein de Mary Shelley con las memorables partidas de ajedrez de Beep Blue, la computadora creada por IBM, contra Gary Kasparov.

Nunca antes, eso también es cierto, lo humano ha estado más cerca de ver cumplir ese sueño-pesadilla, una máquina capaz de pensar a tal grado que sea capaz no sólo de decidir sino de crear una máquina aún más inteligente que su creadora.

Vivimos un tiempo, pues, en el que con la precisión de un relojero suizo, los grandes productores de tecnología alimentan un imaginario dispuesto a colocar sobre los dispositivos toda clase de representaciones de estatus, productividad, liberación de tareas rutinarias, comodidad, y un largo etcétera.

maquina del cesar
Imagen: The Daily Beast.

Los grandes productores de aparatos estimulan, con toda intención y éxito, así, un ánimo social de frenesí por lo tecnológico, entendido esto como el consumo desenfrenado de aparatos.

Se trata de un universo fantasioso al que, con toda lucidez crítica, el gran escritor inglés Ian McEwan ha caracterizado en su más reciente novela como el (inducido) “sueño de virtud robótica redentora”.

Multipremiado y con una capacidad de trabajo que le permita publicar una novela al año, McEwan entregó a sus lectores en 2019 Máquinas como yo, distopia que tiene como centro una sociedad en la que personas conviven con androides con forma humana.

En pleno fervor por el camino que se abre la Cuarta Revolución Industrial, lista prácticamente la nueva generación tecnológica del Internet, la 5G, McEwan lanza en forma de novela un certero alegato ético.

La cuestión, parece querer advertir McEwan, no es preguntarse si las máquinas piensan o si con el tiempo los humanos serán capaces de hacer que piensen de forma cada vez más asertiva y compleja, la pregunta es qué lugar ocupa lo esencialmente humano en todo esto.

El sueño de la redención robótica llega pues a su punto de inflexión, cuando en Máquinas como yo, se lee: “dicho de forma abreviada, diseñaríamos una máquina un poco más inteligente que nosotros y dejaríamos que esa máquina inventara otra que escaparía de nuestra comprensión”.

robot y hombre
Ilustración: Roberto Parada.

Porque si tal cosa pasara, se pregunta la novela, y a la vez cuestionándoselo al lector, “¿qué necesidad habría de nosotros, entonces?”.

En abril de 1991, hace casi 30 años ya, el hoy muy conocido filósofo español, Fernando Savater, vio publicado un pequeño ensayo: Ética para Amador.

En esos años, Savater enseñaba ética en la Universidad Complutense de Madrid, y su hijo, un adolescente llamado justamente Amador, a quien está dedicado el volumen, tenía 15 años.

Dirigido a lectores de la edad de su hijo, el libro, sin embargo, se abrió paso entre lectores de todas las edades, y le significó a su autor una enorme fama.

El problema central de la vida, “del arte del saber vivir”, planteará Savater, descansa en una condición tan única como esencial que acompaña a los seres humanos y nos diferencia de los animales: la libertad.

“La libertad, asegura Fernando Savater, no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no”.

Esto es, la libertad se halla lejos de la voluntad absoluta, manifestación de la omnipotencia, y cerca de la circunstancia enteramente humana de decidir.

No somos libres de elegir lo que nos sucede, sostendrá con lucidez el filósofo, pero sí lo somos respecto a la manera cómo respondemos a eso que nos sucede.

maquina caminando
Ilustración: The Synapses.

Nuestra racionalidad, luego entonces, ha de brillar en tanto se encuentre al servicio de averiguar cómo vivir mejor; a ese intento racional es a lo que llamamos ética, explica a su hijo adolescente el filósofo español.

Bajo esa óptica, y sin que se lo hubiese propuesto explícitamente, el célebre novelista Ian McEwan, tiende un puente de humanidad entre su más reciente novela y el casi legendario manual del profesor Savater.

La información no es, en sí misma, conocimiento. Mucho menos, autoconocimiento.

En ello descansa la cuestión central. El linde respecto de lo humano. No es si las máquinas pueden decidir, ni siquiera si pueden llegar a ser capaces de aprender.

La cuestión verdaderamente humana que une, de este modo, a Savater y McEwan, es la misma: decidir no es optar solamente, sino hacerlo en libertad y conciencia.

El sueño redentor no es, entonces, el de transformar desaforadamente las máquinas y sustituirlas en un carrusel sin fin.

El verdadero sueño redentor es transformar lo humano. Sigue siendo, el arte de la vida.

Eso.