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¿El tamaño importa?

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Parece que para los desarrolladores inmobiliarios sí, sí que importa y mucho, seguramente como resultado de desorientaciones psicocapitalistas exacerbadas o de secuelas infantiles irresolutas de presumibles complejos de Edipo… Freud estaría encantado con esta ansiedad inmobiliaria desarrollista por contar, en su corta vida, con el miembro edilicio más alto, el más grande, aún siquiera si lo es sólo a la escala de su mentado pueblo originario; las más de las veces, dichos miembros edilicios verticales, se convierten en símbolo de poder y, por añadidura, de sometimiento, al menos simbólica y psicológicamente para los ciudadanos de a pie. Pero, esta ansia de altura y poder es entendible porque la pequeñez humana quiere trascender –y ascender– y ante la intraimpotencia siempre está la extraconstrucción o la construcción de extras.

Con Lo pequeño es hermoso, Schumacher despliega una poderosa crítica sobre las orientaciones –o desorientaciones– de la visión económica capitalista que se erigió como culto al crecimiento económico y que la edilicia concretó en magnánimas obras arquitectónicas, materializando paisajes, a vista de pájaro –curiosamente– que evocan a Chucuito, el templo de la fertilidad. Paisajes urbanos que asemejan nuevos reinos fungi urbanos, en los que siempre va destacando el miembro edilicio más grande, dejando un rastro inmortal de sombra, degradando la materia y transformando vitaliciamente el suelo que les da sustento y la superficie que sustenta la vida comunitaria de las ciudades… seguramente, Schumacher se siente desolado y olvidado.

A diferencia de los supuestos normativos y regulatorios de la edificación y del uso y destino del suelo urbano en la gran chichimeca, en donde la construcción de estas edificaciones edípicas presupone, en más de las veces, lamentables muros en sus colindancias –que, nunca son visitados por quienes les profesan su fe–, en otras ciudades, como Nueva York, Londres o Tokio, dichos especímenes cuentan con una orientación clara: deben estar separados, sin esperar el contacto posterior de otro que quiera esconder el muro de los lamentos preexistente y, por tanto, siempre cuentan con cuatro fachadas… a los arquitectos les encanta decir que son cinco fachadas, por el chip del síndrome de Homo Deus que nos implantan en las escuelas de arquitectura.

rascacielos en londres
Imagen: Real State.

Esta visión psicocapitalista edípica edilicia, como sucede con los reinos fungi, se nutre de la materia o materialidad urbana original y preexistente cuya característica fundamental es precisamente su antagonismo morfológico y se constituye o toma forma en los relatos urbanísticos contemporáneos que, con semblante bíblico y mirando a lo alto, se diseminan a diestra y siniestra entre sus más fervientes fanáticos seguidores, en busca de la hiperverticalidad y la homogeneidad de los ámbitos urbanos; negando, sin base analítica integral, el valor que se esconde –para ellos– en lo variado, diverso, distinto y lo múltiple, en franca ignorancia organicista de que los ecosistemas que soportan la vida –y los ecosistemas humanos, ahora más que nunca, tienen gran relevancia–, basan su riqueza y equilibrio, precisamente, en ello: ¡en su biodiversidad!

La epidemia del SARS-CoV-2 puso en evidencia que los modelos urbanísticos homogéneos u homogeneizados, poco diversos, uniformes e indiferenciados, diseñados –o designados– y construidos desde una visión orientada exclusivamente al crecimiento económico –asumo, desde el relato keynesiano–, basado en los efectos multiplicadores que la edificación genera en la economía –exclusivamente de quienes participan en ese nicho, obviamente–, y sin el menor examen o atisbo al control biológico natural que supondría la conformación de una mayor biodiversidad urbano-ambiental, ha derivado en cifras alarmantes de propagación y contagio de habitantes urbanos. Los datos más alarmantes suceden en ámbitos socio-espaciales urbanos densos y homogéneos. En relación con contagios y defunciones por Covid, la Ciudad de los Palacios o la Gran Chichimeca, al 5 de enero cuenta con: 343 mil casos y 17,345 muertes; Sao Paulo con: 1.49 millones de casos y 47,222 muertes; Delhi con: 628 mil casos y 10,609 muertes; esto demuestra que, al menos ante una nueva epidemia, la concentración poblacional territorial es un mecanismo de propagación muy relevante pero también que la concentración poblacional edilicia y/o en los vehículos de transporte público es todavía más relevante, particularmente cuando el modelo urbanístico se ha orientado incansablemente a la transformación metamorfosea del ecosistema original, privando la lógica inversa miesiana: más es más… sí, ¡más nacimientos, más edificación, más pisos –o, lo que es lo mismo para los desarrolladores: pisos de más–, ¡más crecimiento económico, compadre!… es clarísimo, ¿no lo ves? ¡Dos más dos!

Como producto de este relato psicocapitalista edípico, anda circulando, desde el 5 de noviembre de 2018, es decir, desde la época en la que se pensaba que el urbanismo era de bolsillo… bueno, no de bolsillo, sino de bolsas… sí, a través de polígonos de actuación y sistemas de actuación –ambos, instrumentos de interés público establecidos en la Ley de Desarrollo Urbano vigente en nuestra ciudad–, en una suerte de bypass administrativo, el director de instrumentos… brincando, por autocensura, al director general… enviaba al secretario sendos dictámenes que iban llenos de bolsas… y, no sea usted mal pensado… eran bolsas de viviendas y de potencial constructivo, que agarraban de aquí –digamos, de la colonia patito feo para llevarlo allá –a la colonia mucha plusvalía, como si estuvieran en la era dorada de la preplanificación urbana, como chamaco en mera etapa edípica que las quiere todas para él… el todas mías, le apodaban, con sonrisa de complicidad comunitaria.

Pues de esas finísimas personalidades y de esa dorada administración, se engendró una propuesta para actualizar el programa parcial de la colonia Lomas de Chapultepec –territorio de alto valor urbano para el desarrollo inmobiliario– que, sin ser sorprendente sino sólo para algunos, propone la redensificación de la colonia… sí, escuchó requete bien… una vez más y como lo han venido haciendo para todas las colonias de la ciudad, REDENSIFICACIÓN; como si de un mantra urbanístico del Dalai Lama se tratase: ¡Just do it, redensifica!

trazo lomas de chapultepec
Imagen: Wikimedia.

La propuesta, que de manera irregular –por decir lo menos– fue acogida o recogida por la actual Alcaldía, ya ha vulnerado tanto una diversidad de derechos humanos y de certezas constitucionales, en un sinfín de ocasiones y situaciones, como también varias de las disposiciones legales del procedimiento establecido en la Ley chilanga vigente en la materia específica de planeación participativa; pues… ¡ahí como la ve!… la propuesta se basa en un diagnóstico socio-territorial deficiente y trasnochado; sí, el dichoso documento –trae hartos dichos, ¡en verdad!– imposta la idea –errónea, ¡por supuesto!– de que ¡la colonia Lomas de Chapultepec ha perdido población! Hasta ahí y con los datos presentados, ha despistado y confundido hasta a los más interesados y preocupados.

Bueno, pues hasta a las autoridades que la han estado peloteando y, por tanto, vulnerando infinitamente el procedimiento, llegando al absurdo de declarar, con gesto de satisfacción autoinflingida, que la propuesta no tiene ningún problema legal ni procedimental y, por lo tanto, ¡está en posibilidad certera de enviarse al Congreso para su aprobación!… ¡válgame Dios!… usted no preguntaría: “oye compa, ¿sí estamos en la reunión de Seduvi del programa parcial de Lomas de Chapultepec?”, “pos, eso dicen”… pero, como siempre y más viniendo de donde viene y, sobre todo, en la era de la sociedad huérfana de la verdad y creyente de las fake news, la dichosa propuesta de actualización del programa parcial de Lomas de Chapultepec esconde una realidad imposible de encubrir, una realidad obscena –es decir, ¡puesta en escena!–, una realidad que hasta el más asilvestrado en planeación urbana es sensible a ella y la reconoce, aún sin saber describirla con frases engalanadas como lo hicieron en la dichosa propuesta.

Y es que, si bien es cierto, la colonia Lomas de Chapultepec ha perdido población residente –¡he aquí el quit del asunto!–, también es cierto que su población no residente o la población, mal llamada flotante, ha aumentado desproporcionadamente, gracias a la desenfrenada construcción y puesta en operación de oficinas en edificaciones nuevas y en casas originales, transformando a la colonia Lomas de Chapultepec, por la proporcionalidad de dicha población no residente, en un ámbito preponderantemente terciario –dedicado a los servicios; ¡a las oficinas, pues!–; ya que, de conformidad con el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE), que también elabora el INEGI y que los promotores de la dichosa propuesta debieron contrastar, se infiere que, por cada habitante residente habitan 3.5 no residentes. Lo que supone que, aquellos que pensaron que no era necesario considerar a los habitantes no residentes en las cuentas para planear el uso y aprovechamiento de un territorio, ¡es tanto como formar parte del elenco del mito de la caverna de Platón y permanecer sin enterarse que lo observado son sólo sombras del relato desarrollista!

Diría Lord Kelvin, ¡Lo que no se mide, no se puede mejorar!, y justo fue lo que pasó, midieron con varas –sí, con varas de árboles– en vez de medir con un “Microscopio electrónico de barrido de emisión de campo urbanístico”; es decir, se requerían medidas e instrumentos que les permitieran ver –si hubiera sido el caso que hubiesen querido ver–, observar y medir hasta lo más pequeño y recóndito que, a la vez, resulta sustantivo. Por ejemplo, hubiera sido necesario saber que, en la colonia Lomas de Chapultepec, por cada metro cuadrado de superficie de oficinas, hay un metro cuadrado de superficie para estacionamiento de vehículos; también, que la colonia Lomas de Chapultepec cuenta con un poco más de dos millones de metros cuadrados de superficie dedicada única y exclusivamente a oficinas, lo que corresponde a un poco más de la cuarta parte de la totalidad de su superficie edilicia y, por último –y no por falta de datos, sino por falta de tiempo y espacio de escritura–, que la colonia Lomas de Chapultepec cuenta con ocho cajones de estacionamiento por cada habitante residente; es decir, en la totalidad de su territorio se han construido, en casas, oficinas y comercios, un poco más de ciento sesenta mil cajones de estacionamiento… y, ¡luego nos quejamos del tráfico!… pero, ¡si hay más autos que personas!

Los vecinos preocupados por el devenir de su colonia y ocupados en preservar y mejorar sus características originales, especialmente aquellas que hacen de Lomas de Chapultepec un ámbito urbano-ambiental singular que le proporciona no sólo un carácter ambiental y urbanístico diverso a la CDMX, mejorando su biodiversidad urbano-ambiental, sino también porque tutela ámbitos naturales y urbano-ambientales esenciales para el correcto funcionamiento biosistémico e hídrico chilango; en múltiples escritos han mostrado y demostrado que la dichosa propuesta no sólo no refleja los anhelos y aspiraciones –constitucionales y convencionales– de sus residentes, sino que adicionalmente contiene un designio –un diseño– contrario a los retos, objetivos y metas urbano-ambientales contemporáneos y locales; encubriendo una visión del desarrollismo liberal que ya ha mostrado sus capacidades y resultados en lugares como la zona de la colonia Granadas, en donde, con la misma visión desarrollista, se liberó la norma y se implantó una visión de modelo reino fungi urbano, vertical e hiperdensificado, dando como resultado un ámbito socio-espacial en el que, al día de hoy, ni sus habitantes se enorgullecen de su residencia.

Adicionalmente y ante los oídos sordos de la autoridad, los vecinos han mostrado y demostrado a dicha autoridad, que la dichosa propuesta y su procedimiento muestran violaciones por falta de competencia; por violación de las garantías de certeza, seguridad y legalidad, así como por falta de fundamentación y motivación de dicho acto administrativo. Y, asimismo, por la franca violación al procedimiento, en tanto que, en ninguna de las disposiciones legales específicas para la actualización de los programas de desarrollo urbano de la Ciudad de México se establece que la autoridad en la materia, después de la Consulta Pública de la propuesta de actualización del programa parcial, envíe a la autoridad del Órgano Político Administrativo correspondiente dicha propuesta y, mucho menos, que tal órgano la invisibilice durante casi dos años, para después de “sabrá Dios qué cosa le hicieron”, la reenvíe –sin fundamento legal alguno– de regreso a la autoridad responsable.

Pero, por si fuera poco y para que no vaya usted a creer que esto es un relato de una historia más de la participación política ciudadana en algún lugar recóndito de algún país autoritario del África central, en reunión remota vía Zoom –administrada por la autoridad competente–, el director de planeación, en flagrante ilegalidad, seguramente por ignorancia y no por conspiración, con gesto dichoso, manifiesta, sin siquiera mostrar en pantalla el documento, que la dichosa propuesta no ha incurrido en ilegalidad alguna y que está lista para ser enviada al Congreso para su aprobación… considere, querido lector, que la Ley mandata a dicha autoridad que todas las documentales, incluida la dichosa propuesta, que deriven de un proceso de actualización de un programa de desarrollo urbano de la Gran Chichimeca… ¡agarre lugar, que se va a poner bueno!… insisto, todas las documentales, ¡deben ser públicas!, tal y como lo señala claramente la fracción décimo sexta del artículo 41 de la Ley de Desarrollo Urbano del Distrito Federal vigente:

Artículo 41. La elaboración de una iniciativa de decreto que verse sobre el texto íntegro de un Programa, se sujetará al siguiente procedimiento:
(…)
XVI. Toda la información que se produzca en el curso del procedimiento previsto en el presente artículo, será pública, por lo cual la Secretaría la difundirá en su página electrónica, sin perjuicio de expedir, a quien las solicite, copias simples o certificadas de los documentos que obren en sus archivos, y (…)

Más de uno pasamos las de Caín ante la atrocidad de ¡tal deidad público-administrativa!, y dejándonos, como paciente recuperado de Covid, con harta desazón, harto desconcierto y sin más fuerzas que para imaginar la refundación y preservación de la nueva colonia “Lomas de Enoc”.


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El Plan Cerdà: cómo Barcelona cambió su fisionomía

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La situación actual que está viviendo nuestro planeta con el COVID-19 ha llevado a mucha gente a plantearse cómo tendrán que ser las ciudades en el futuro: mejora de servicios, aumento de zonas verdes, viviendas más ecológicas y menos tráfico de coches u otros vehículos contaminantes; a esto último, muchas grandes urbes del mundo llevan años persiguiendo y fomentando el uso de transporte público.

Desde la consolidación de la Revolución Industrial, empezó a oírse la voz de especialistas de toda clase: ingenieros, economistas, médicos, arquitectos, etc., y también de urbanistas que, preocupados por los problemas que estaban surgiendo, buscaban soluciones para que la población de las ciudades viviera de una manera digna. Mucha gente había dejado el campo para ir a las zonas urbanas, pero éstas no estaban preparadas para admitir a los nuevos habitantes en situaciones decentes, por lo que muchos se tuvieron que instalar en barrios hacinados y en condiciones realmente horribles: sin sistemas de saneamientos de cloacas y una escasa atención médica. Estos barrios eran caldo de cultivo para numerosas enfermedades como el cólera o el tifus, además de que en muchas urbes, las fábricas estaban dentro de las ciudades, lo que también contribuía a una baja calidad de vida.

Idelfons Cerda
Idelfons Cerdá, urbanista de origen español (Imagen: El País).

A mediados del siglo XIX se hicieron cada vez más importantes las Tesis Higienistas, que junto a los avances científicos y médicos que habían, influyeron positivamente en la sociedad. La salud de la gente empezó a preocupar seriamente a las clases dirigentes. Se empezó a defender un nuevo tipo de ciudades: barrios con calles amplias, limpias y con sistema de iluminación, creación de zonas verdes; además de instalaciones eficientes de alcantarillado e incluso casas con agua corriente.

En la ciudad de Barcelona, a principios de la segunda mitad del siglo XIX se empezó a ver que la expansión de la ciudad era una necesidad prioritaria, ya que más de 120 mil personas vivían en un territorio de poca extensión, amurallado, con los problemas de salubridad que ello conllevaba. El territorio de la capital catalana se extendía por lo que hoy es el Distrito de Ciutat Vella. Es por eso, que parte de la sociedad barcelonesa y las autoridades locales, pidieron al gobierno español que se permitiese un nuevo plan de urbanismo para la ciudad.

Las murallas se empezaron a derribar en 1853 y es en este momento donde entra la figura de Ildefons Cerdà (1815-1876), un ingeniero que en 1855 realizó un plano topográfico sobre el enorme terreno que rodeaba la ciudad y empezó a idear cómo podría ser urbanizado. Además, escribió una obra: Monografía de la case obra (1856) en donde trataba las condiciones de la vida de los obreros y cómo poder mejorar su situación. Cerdà estaba influenciado por las Tesis Higienistas que habían empezado a surgir en Inglaterra una década antes; uno de cuyos máximos exponentes fue el reformista Edwin Chadwick (1800-1890), quien consiguió en 1848, que se aprobara una ley de salud pública y de ayuda a los pobres. Sus ideas progresistas contrastaban con la actitud de la burguesía y los industriales, que pregonaban un urbanismo más clasista y jerarquizada, donde las clases obreras y las ricas no se mezclasen.

Mapa del proyecto original del Plan Cerda
Mapa del proyecto original del Plan Cerdà, en el que se marca en negro la Ciudad Antigua de Barcelona (Imagen: Universidad de Barcelona).

El ingeniero catalán defendió el proyecto ante el gobierno del país, en aquellos años en manos de la Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell  (1858-1863) que vio con buenos ojos las ideas modernas que se proyectaban, recibiendo el apoyo también de figuras, como: Pascual Madoz, el padre de la Ley de Desamortización de 1855.

En 1859, se convocó un concurso para escoger el proyecto definitivo del nuevo Ensanche de la ciudad –Eixample en catalán–, sin la participación del Plan Cerdà, resultando ganador el proyecto de Antonio Rovira y Trías; pero finalmente el Ministerio de fomento y el gobierno impusieron el proyecto de Ildefons Cerdà en 1860. 

El objetivo de esta nueva planificación fue crear nuevas calles de trazo perpendicular y paralelas. Con algunas avenidas principales que llegasen al centro de la ciudad; además de numerosos parques y zonas verdes para esparcimiento de sus habitantes. Las aceras debían ser amplias y con numerosos árboles. Los bloques tenían forma octogonal irregular, ya que en cada esquina se establecía un chaflán que daba más espacio para los peatones, facilitando la circulación y la visión del tráfico, un aspecto que Ildefons Cerdà también daba importancia porque pensaba en que el transporte urbano fuese fluido; en aquella época, con los tranvías de tracción animal y los carros tirados por caballos. Pero se tuvieron en cuenta también, las vías de acceso a la ciudad y del ferrocarril, que llevaba pocos años en territorio catalán.

En lo que respecta al estilo de las viviendas, la innovación que defendía el ingeniero era que los bloques sólo debían tener edificados dos lados, para que en el interior hubiese una zona verde de acceso público; además de acabar con el hacinamiento en el que vivían muchos de los habitantes de la ciudad, pues las casas no podían pasar de los 16 metros, con 4 o 5 pisos como máximo. Cerdà, basándose en las Tesis Higienistas, pensó en el establecimiento de numerosos servicios esenciales: en el proyecto inicial se planteaban 3 hospitales, que con el crecimiento de la población se tendrían que ir construyendo nuevas instalaciones médicas. Asimismo, las nuevas calles tendrían un sistema de recolección de aguas más eficiente. Tenía que haber un mercado cada 900 metros y las industrias más contaminantes tenían que irse a las afueras de la ciudad, al lado del río Llobregat o del río Besós.

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Fotografía aérea del Eixample (Imagen: Periódico de Cataluña).

El proyecto contó con la oposición de mucha gente. Varios arquitectos no vieron con buenos ojos que el plan fuera obra de un ingeniero y a buena parte de la clase política de Cataluña, no les gustó que se hubiese impuesto desde el gobierno central. Ildefons Cerdà fue menospreciado en la prensa durante muchos años y se le negaron numerosos trabajos. Hasta su muerte acaecida en 1876, realizó numerosos tratados sobre urbanismo. Aunque lo que no entusiasmó a buena parte de la burguesía y de las clases privilegiadas es que se buscasen mejoras para toda la sociedad sin distinción de clases. Era una idea racionalista, ya que primaba el bienestar de la población a los grandes edificios y monumentos; se quería que las construcciones fueran funcionales y sirviesen a las personas. Buena parte de las ideas de Cerdà no se cumplieron; se construyeron edificios más altos y en todos los lados de los bloques; las zonas verdes interiores prácticamente no se hicieron. Pero a finales de siglo XIX, en plena época del modernismo, las familias ricas empezaron dejar la zona antigua de la ciudad para ir al Ensanche, en donde se edificaron numerosas casas de Antoni Gaudí, Josep Puig i Cadafalch o Lluís Domènech i Montaner, quien había sido un crítico del proyecto del Eixample.

Con el paso de los años, se empezó a reivindicar la figura de Cerdà y en la actualidad se estudia en numerosas escuelas de arquitectura; además se quiere recuperar su idea de las zonas verdes interiores. En 2009 se celebró el “Año Cerdà”, conmemorando el 150 aniversario del inicio de las obras del Ensanche; aunque solamente una plaza en Barcelona lleva su nombre. En su pueblo natal, Centelles, en la provincia de Barcelona, hay un monumento en su honor.

monumento a cerda
Escultura dedicada a Idelfons Cerdà, en su pueblo natal de Centelles, Barcelona. La obra fue realizada por el escultor Jorge Diez Fernández (Imagen: El País).

El Plan Cerdà no fue el primer plan de urbanismo que se desarrollaba en Europa; unos años antes, en los inicios del reinado del emperador Napoleón III, se encargó al barón George-Eugène Haussmann la modernización de la ciudad de París. Se crearon los grandes bulevares y grandes parques –como el Bois de Boulogne– que hoy son característicos de la ciudad, además de nuevas viviendas en buenas condiciones. Se mejoraron los servicios y el sistema de alcantarillado. También el establecimiento de grandes avenidas respondía a la necesidad de crear una vía rápida para que las tropas pudieran circular y llegar a cualquier punto de la ciudad para sofocar cualquier rebelión o manifestación.

 En Ciudad de México, fue muy importante la figura de Miguel Ángel de Quevedo (1862-1846), quien trabajó en el Departamento Forestal de la Secretaría de Agricultura; este ingeniero favoreció la creación de numerosas zonas verdes en la capital de la República, con la idea de que era necesario para la salubridad de las personas oxigenar una urbe, que durante la época del Porfiriato, su crecimiento poblacional había aumentado enormemente. En 1907, consiguió que unos terrenos que había donado unos años antes, situados al sur de la ciudad, se convirtieran en un parque público, fundándose así: Los Viveros de Coyoacán. Asimismo, dio apoyo a la construcción de edificios y otras instalaciones que seguían las Tesis Higienistas.


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Una “vacuna” contra los suelos degradados

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El suelo degradado en la Ciudad de México sigue enviando señales sobre la necesidad de buscar nuevas fórmulas de transformación urbana. Es decir, promover un plan estratégico a largo plazo para reciclar la ciudad y renovar la funcionalidad de su estructura territorial para generar bienestar en las comunidades.

Recientemente sostuve una plática con uno de los ingenieros más notables de México, David Serur Edid –creador de los segundos pisos y quien por años ha impulsado la visión de hacer ‘ciudad en la ciudad’–, y me decía: “Una ciudad es similar a un cuerpo humano, necesita medicarse continuamente para mantener y mejorar un nivel de aceptación en función del tiempo y el espacio. Y, además, es muy importante tomar en cuenta a los habitantes y valorar su territorio. Quien no pierda este enfoque urbano tendrá una ciudad con altos estándares de calidad de vida, funcional, regenerada y moderna”.

Es una tendencia generalizada que hoy sólo tenemos identidad a un barrio por haber nacido ahí o por haber vivido tiempos importantes, pero no porque se haya renovado o sea más funcional.

Actualmente, la pandemia por el COVID-19 obliga a diseñar conceptos más integrales sobre la gestión sostenible del suelo urbano, a conjuntar estrategias sobre los recursos naturales y la funcionalidad de los territorios. Ya no basta sólo con crear más vivienda o renovar banquetas, sino cómo establecer un modelo de desarrollo humano, saludable con su entorno ecológico y sólido económicamente. Y en esta misión deben participar los tres órdenes de gobiernos (federal, estatal y local), iniciativa privada, universidades, ONG, comunidades y gremios vinculados al crecimiento urbano.

degradacion urbana
Imagen: Barry Bruner.

En este sentido vale citar el caso de Bilbao, que pasó de ser, en menos de 20 años, una urbe decadente, insegura, con industrias tradicionales altamente contaminantes, y dio un gran paso para reciclarse y convertirse en una ciudad ejemplo a nivel mundial, resaltando su arquitectura, la cultura, la convivencia y el desarrollo económico.

Similares fórmulas de reciclaje urbano se han desarrollado con éxito en Barcelona, París, Curitiba, Bogotá, Quito, Lima, Shanghái, Singapur, Nueva York y Buenos Aires, entre otras.

En 2001, un proyecto de regeneración del corredor Reforma-Juárez-Zócalo, revitalizó a la Ciudad de México, se modernizó y se promovió la inversión pública y privada a gran escala. Hoy es un punto de identidad del México moderno. Otros ejemplos son la transformación del corredor Masaryk, en la zona de Polanco, así como el desarrollo del llamado “nuevo Polanco”, entre otros.

A inicios de este año, el gobierno de Claudia Sheinbaum, lanzó un ambicioso plan de reactivación económica de la CDMX y lo centró en un esquema de regeneración urbana: remodelación de la zona industrial de Vallejo con el proyecto “Vallejo I: Industria e Innovación (una versión mexicana de Silicon Valley). En esta zona que por más de 20 años enfrentó la obsolescencia urbana, hoy ese territorio será sede del Centro de Desarrollo e Innovación Tecnológica. De hecho, en la misma zona se creó una planta de fabricación y distribución de medicamentos de Grupo Neolpharma.

Dicho plan, que abarca hasta el 2021, proyecta obras de infraestructura educativa y social; infraestructura para la salud (con dos hospitales y un centros de salud); creación de seis parque lineales y la rehabilitación del Parque Ecológico de Xochimilco; obras viales; modernización de las línea 1, 2 y 3 del Metro; reconstrucción y edificación de viviendas; infraestructura hidráulica; revitalización integral del Centro Histórico; renovación de la Feria de Chapultepec, y un proyecto para el aprovechamiento de los residuos urbanos y de la construcción.

residuos urbanos
Imagen: @beachomatic.

Sin duda, son avances importantes de una estrategia de actuación para la transformación socioambiental del suelo degradado, y se hace en un esquema de unión público y privado.

Este tipo de acciones le permitirá a la comunidad buscar puntos de reunión e identidad a través de nuevas obras, con proyectos integrales de paisajismo o parques comunitarios, en la restauración de edificios antiguos, con ferias, estaciones del Metro remodeladas y con oferta cultural, pequeños predios con obras artísticas, espacios religiosos recuperados, deportivos, recreación, redes de ciclopistas, mercados de noche y la limpieza urbana –que no está peleada con la pobreza–, ya que las diferencias sociales marginan a las persona.

Aún queda pendiente un trabajo mayor de regeneración urbana en las zonas oriente y suroriente de la ciudad. En esas regiones falta fortalecer la cohesión y la estabilidad social, pues se trata de comunidades marginadas.

Las ciudades que se transforman o se reciclan ayudan a reafirmar la permanencia de sus habitantes en sus territorios.


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La crisis de movilidad y salud

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El Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP por sus siglas en inglés), indica que existe un parámetro a nivel internacional relacionado a los traslados urbanos, ya sea a los centros de trabajo, escuelas o servicios médicos, y que impliquen más de 30 minutos impactan la calidad de vida por el estrés, accidentes viales y afectan a la salud por la mala calidad del aire.

En metrópolis como la nuestra los desplazamientos a nivel de superficie por lo general siempre exceden los 30 minutos, sólo en un viaje. El intenso tráfico en las vialidades, la falta de educación vial, lo mal diseñado de calles y avenidas. Además, otro fenómeno que agrava más la movilidad es que la superficie de rodamiento es ocupada, en un 75%, como estacionamiento todo el día. No hay orden ni control del espacio público, pues no sólo proliferan los automóviles aparcados hasta en doble fila, sino que hay bases de sitio o paraderos de autobuses improvisados en pleno arroyo vehicular. 

El espacio público perdió esa categoría desde hace años. Hoy proliferan los “dueños” de la calle. La anarquía en las vialidades hace más compleja la movilidad y con ello se eleva la inseguridad vial.

crisis de la movilidad
Imagen: Michael Mantel.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) el intenso tráfico en las metrópolis como la Ciudad de México y Zona Metropolitana genera pérdidas económicas superiores a los 82 mil millones de pesos al año.

Esta metrópoli cuenta con un parque vehicular de casi 10 millones de automotores, y además, diariamente circulan más de 200 mil vehículos de transporte pesado de carga, y lo hacen durante casi todo el día por vialidades urbanas congestionadas. Las llamadas horas pico que hasta hace más de dos décadas era de 6 horas en promedio diario, ahora es de 14 horas.

Y en este escenario crítico de movilidad, el próximo 20 de noviembre el programa Hoy No Circula cumplirá 31 años de estar en operación en el Valle de México (16 alcaldías de la Ciudad de México y 18 municipios conurbados del Estado de México). Su efectividad está en decadencia junto con su programa paralelo de la verificación vehicular, el cual se ha convertido en un esquema de recaudación y negocio.

En los últimos años, expertos en contaminación atmosférica y en movilidad han cuestionado la efectividad del programa y advierten que es obsoleto.

Cuando en 1989 el entonces regente del Departamento del Distrito Federal (DDF) Manuel Camacho Solís, aplicó dicho programa su efectividad logró retirar de circulación diaria al 20% del parque vehicular, pero ahora es de casi 6%, ya que el 70% de los automóviles son de modelo reciente; es decir, con antigüedades menores a 8 años y circulan diario con hologramas 0 y 00.

crisis movilidad y de salud
Imagen: Iker Ayestaran.

Cabe recordar que en su diseño este programa enfocó su objetivo central en proteger la salud de la población y reducir las emisiones a la atmósfera en el Valle de México, pero en más de tres décadas de su aplicación los vientos y las lluvias tienen más efectividad que el Hoy No Circula y la verificación vehicular.

La mala calidad del aire domina en más del 90% de los días del año y un dato que no debe pasar de largo es que, en plena crisis de la pandemia por COVID-19, las autoridades de la CDMX determinaron aplicar el HNC parejo, nuevos y viejos, y pese a ello la contaminación atmosférica por ozono y partículas finas seguía fuera de la norma ambiental. 

Entonces habría que actualizar el inventario de emisiones o hacerlo más riguroso, pues hay algunas fuentes, que no son las móviles, que están fuera de la norma contaminando más que los automóviles, sobre todo si tomamos en cuenta que los vehículos modernos (de tecnologías americana, asiática y europea), principalmente de uso privado, son más limpios y tienen un mejor rendimiento de combustible.

Ahora bien, la actual crisis sanitaria por el coronavirus del COVID-19 levanta otras alertas que han estado silenciosas y son las enfermedades respiratorias, pulmonares y cardiovasculares crónicas que padece la población del Valle de México producto de la mala calidad del aire, ya que en promedio diario se queman casi 30 millones de litros de gasolina. Y un tema aparte es la calidad de los combustibles.

Las autoridades capitalinas reconocen que cada año mueren de forma prematura 14 mil personas por enfermedades asociadas a la mala calidad del aire.

crisis de movilidad
Imagen: Etsy.

El 14 de octubre pasado las autoridades del gobierno de la Ciudad de México presentaron una propuesta (en el Plan General de Desarrollo), ante el Congreso capitalino para endurecer las medidas del Hoy No Circula. Y justificaron que el 70% de la contaminación atmosférica proviene de los automotores que cada año aumenta el parque vehicular, pero no se van a fondo con la calidad de los combustibles. 

El endurecimiento apunta a la vigilancia y programas de incentivos y sanciones progresivamente más estrictas para eliminar a los automóviles ostensiblemente contaminantes. Además, se fortalecerá de forma progresiva y paulatina sobre los límites establecidos para declarar contingencias ambientales.

Y las autoridades ambientales hasta plantean evaluar la restricción a la circulación como en Santiago de Chile, en donde las restricciones a la circulación es dependiendo de la tecnología del auto.

Pero también se debería retomar en estos planes lo ya expuesto por los Colegios de Arquitectos y Urbanistas en el sentido que la Ciudad de México y Zona Metropolitana le urge una reingeniería vial en cruceros, restringir el uso del auto en el Centro Histórico y evitar que el transporte pesado circule a toda hora por la ciudad, extender y conectar ciclovías entre las alcaldías y municipios, reingeniería vial para modernizar cruceros, extender y conectar ciclovías, así como instalar más parquímetros para ordenar las vialidades. 

La crisis sanitaria que enfrentamos nos obliga a elevar medidas para darle mayor prioridad a la salud de la población en todos los sentidos.


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Ciudades resilientes para ser sostenibles

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Como nativa y habitante de nuestra gran Ciudad de México que integra un complejo mosaico de expresiones de riqueza, diversidad y contrastes, donde conviven distintas realidades, no podía dejar de escribir sobre ella en el marco del Día Mundial de las Ciudades, que tuvo lugar el pasado 31 de octubre.

Como en muchos ámbitos, la pandemia del COVID-19, que parece no tener fin, ha trastocado las dinámicas de los entornos citadinos y puesto en evidencia la necesidad de cambiar la forma en que vivimos y nuestra relación con el medio ambiente si queremos seguir existiendo.

El Plan de Respuesta COVID-19 de ONU Hábitat de 2020 confirma que más de 1,430 ciudades en 210 países se vieron afectadas por esta enfermedad, y que más del 95% de los casos se detectaron en áreas urbanas.

En este contexto sanitario, se agravan los problemas de las capitales como la exclusión y marginación, la inseguridad, los asentamientos humanos irregulares, la violencia, la pobreza y la desigualdad. Se alteran los roles en las familias, sobrecargando a las mujeres que han sido las más afectadas, y se plantean mayores retos de cobertura y calidad en la prestación de servicios.

nueva realidad
Ilustración: Nick Muncy.

Cuando se presentan fenómenos naturales o provocados por el hombre que impactan severamente, las ciudades tienen que volverse resilientes; es decir, ser capaces de adaptarse y continuar; de evaluar, planear y actuar, con responsabilidad, para sortear todo tipo de obstáculos. Significa que puedan resistir y recuperarse de una crisis, estar preparadas para proteger y mejorar la vida de sus habitantes, y asegurar su desarrollo.

De acuerdo con datos de la ONU de 2019, se estima que la población mundial alcanzará 9.700 millones en 2050, y como se advertía en el World Cities Report 2016 de ONU Hábitat, el 54% de la población está en zona urbanas.

De ahí la importancia de diseñar ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles, como se plantea en el objetivo número 11 de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Como parte de sus metas, se busca que las ciudades adopten políticas y acciones que reduzcan el impacto ambiental mediante una adecuada gestión de desechos, o a través de la construcción de espacios verdes, seguros y accesibles, sobre todo para grupos vulnerables; que se planifiquen los asentamientos urbanos; que los recursos se usen con eficiencia, que se garanticen los servicios; y se generen protocolos contra desastres.

ciudades resilientes
Imagen: Ensia.

Las tecnologías de la información y de la comunicación y otros medios pueden contribuir a mejorar el entorno, los servicios y la atención de necesidades. Ejemplos de ello, son: i) el edificio de oficinas Plus-Energie Bürohochhaus en Austria, que devuelve a la red eléctrica más energía de la que usa, ii) el sistema de abastecimiento de agua de Bombay en India, que ha propiciado una reducción del 50% de las fugas, mediante el uso de contadores inteligentes que se controlan a distancia, o iii) o el huerto urbano que está siendo desarrollado en París por el despacho Valode & Pistre que, valiéndose de una técnica avanzada de hidroponía, pretende alimentar a parte del pueblo francés de manera sostenible.

Cecilia Goya de Riviello, Directora General de Natura, afirmaba que “ser sustentable no es sólo lavar las culpas ni sólo cuidar el medioambiente, sino ser socialmente justo, ser responsable por todo lo que está en mi ámbito de acción, y a partir de ello, también ser económicamente viable”.

Ésta es justo la visión que debe guiar a las grandes urbes, como la Ciudad de México, para que, de forma resiliente, supere las adversidades, y oriente su andar hacia un crecimiento sostenible.


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La insoportable levedad de(l) ser… ¡inmobiliario!

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1968, ¡jamás se olvida!… ni la masacre de estudiantes en Tlatelolco ni los sucesos de la Primavera de Praga. Conmoción, estremecimiento, ira y desesperación praguenses, se escuchaba y resonaba, por todos lados, la desproporcionada entrada de la fuerza militar de defensa del bloque de países socialistas constituido en el Pacto de Varsovia contra el modelo liberal y democrático de occidente; soldados, fusiles y ametralladoras, un devastador ensordecimiento de la vida cotidiana praguense y la paralización en seco de su devenir político-democrático en ciernes; un grotesco y asimétrico despliegue del poder contrainsurgente inmortalizado gráficamente –y fotográficamente– para la posterioridad en infinidad de rollos fotográficos que lograron plasmar con cruda realidad la entrada de los tanques y tropas rusas para asegurar el control y sometimiento de la disidencia a la dictadura comunista que, en su búsqueda por democratizar el socialismo checoslovaco, había logrado granjearse la sucesión de la dirigencia del Partido Comunista, con la crítica a la represión del régimen comunista soviético y, no menos importante, la libertad de expresión como banderas políticas. Fueron momentos convulsos y presagios trémulos, voluntades silenciadas y corazones apagados, una sensación generalizada de pérdida y desesperanza vivida y sufrida que dio paso a una contienda dogmática: fijar e implantar un modelo, una idea, una visión doméstica y privada de la realidad, para imponer una verdad relativa.

La pasión y el ardor ciudadano por la búsqueda de la libertad y la felicidad mediante la democratización de su vida política, en La insoportable levedad del ser de Kundera, es encarnada por Teresa, una fotoperiodista “a nivel de cancha” o de primera línea, cuyo objetivo logra retratar e inmortalizar las más abyectas y deleznables acciones castrenses contrainsurgentes que, en su búsqueda de sometimiento y adoctrinamiento de la población en general hacia la visión doméstica –y domesticada– del bloque socialista, silencia los anhelos y las más nobles aspiraciones praguenses por una vida mejor, por un futuro de libertades y derechos… los avances democráticos alcanzados se quedan en pausa. La necesidad de implantación de esta verdad relativa conllevó la usurpación de las libertades, especialmente la libertad de pensamiento y de expresión; todo aquello que no la ensalzara era percibido como hostil y antagónico.

usurpacion inmobiliario
Imagen: Wikimedia Commons.

El ojo crítico de Teresa es percibido incompatible a los objetivos del bloque y es en ese talante político en el que se afianza la domesticación ideológica de la ciudadanía, en general, y de Teresa y su particular visión realista y “costumbrista” vigente en ese momento. El adoctrinamiento que sufre Teresa se funda en un discurso culturalista –concepto muy amplio pero también muy ambiguo– que aconseja redireccionar su talento innato y su afán político –su sed de justicia y su apetito democrático– hacia la expresión artística, hacia el gusto por la expresión creativa del yo, hacia manifestaciones más prudentes y moderadas –por no decir, más frívolas y superficiales–, hacia la fotografía de retrato pero no de los sucesos geopolíticos únicos e irrepetibles que marcaban el devenir socio-político de su país, sino dirigir su objetivo hacia la fotografía de la vida vegetal domesticada: ¡retratos de cactus en maceta!… mientras tanto, la desagradable realidad es negada, indocumentada, imposible de enfrentar desde una individualidad expresiva.

Esta suerte de razonamiento esquizofrénico individual, grupal o gremial que, por acción u omisión auto o exoinflingida –o por simple y llana ignorancia–, impulsa a voltear hacia otro lado o ámbitos más cercanos y manejables, niega rotundamente la realidad circundante, realidad autoinflingida históricamente, y que nos obliga, desafía e incita nuestro juicio, nuestra manera de ser y entendernos en el mundo, realidad de la que formamos parte y conformamos -unos más que otros- con nuestro devenir, con nuestra persecución del interés particular –parafraseando a Adam Smith–, convirtiéndonos en partícipes fundamentales, ¡en sus arquitectos!, vamos.

“La (industria de la) construcción es la mayor culpable del calentamiento global inducido. En todo el mundo, los edificios consumen entre el 30% y el 40% de toda la energía producida y son responsables en igual porcentaje de todas las emisiones de CO2”.

Jeremy Rifkin, en “Cada edificio, una central eléctrica”.

EnerNews – Jeremy Rifkin: “Cada edificio, una central eléctrica”.
Our World in Data – “Emissions by sector”.

Con la pandemia del SARS-CoV-2 vinieron los webinarios y con ellos se hizo público –y cuasi viral– el pensamiento del gremio inmobiliario. Este reducto diverso y peculiar de especialistas, peritos y expertos en un sinfín de materias dedicadas a la materialización del espacio habitable humano que, en una suerte de catequización vehemente de la edilicia mercantil y sus asegunes, buscan impostar diligentemente, entre partidarios y extraños, su sermón liberal y optimista, potentemente fundado –aunque, débilmente hecho consciente– en el “laissez faire, laissez passer” (“Dejad hacer, dejad pasar”) y, en trance de delirante apoteosis, en la inagotable y perseverante búsqueda de implantación de un proyecto gremial y profesional instaurado en el liberalismo más arcaico y desacertado, en contra de las previsiones y –lo que llaman– las interferencias del Estado, aferrados en las presuntas certezas intelectuales y empíricas adquiridas durante el ejercicio de su quehacer profesional.

geopolitica inmobiliario
Imagen: Kaos en la Red.

En esta pompa de harta intelectualidad gremial, la realidad basada en datos y no en apariencias y fachadas, que trascienden las coordenadas de pensamiento comercial y decorativo inmobiliario, es negada, velada o, simple y sencillamente, ignorada. Las coordenadas de pensamiento gremial y arquitectónico, en sus años más mozos, derivan de consideraciones y categorías nematológicas, que el materialismo filosófico contemporáneo clasifica como “…las nematologías son aquellas doctrinas que se caracterizan por organizar las nebulosas ideológicas, entendidas éstas como contenidos ideológicos muy poco sistematizados… especulaciones de carácter ideológico que se organizan alrededor de instituciones religiosas, políticas, militares (artísticas o gremiales), etc. (…)”.

En este candor y en sus años más precoces, los profesionales del espacio habitable apoyados en lo que, el padre del movimiento moderno, Le Corbusier, imposta ideológicamente que ¡la arquitectura está más allá de los hechos utilitarios y, por tanto, es un hecho plástico! (y de microplásticos y otros contaminantes vertidos en los mares, océanos y diversidad de ámbitos que conforman nuestra biosfera planetaria) y, al denominarlo desde las categorías del arte adjetivo –es decir, desde lo accidental, secundario o no esencial–, como “…el juego sabio, correcto, magnífico de los volúmenes bajo la luz”, no hace sino acotar la disciplina edilicia a lo que, el materialismo filosófico, clasifica dentro del marco categorial del subjetivismo teórico estético. Y que engloba a todas aquellas escuelas, nematologías o “filosofías del arte” que en su concepción artística reducen la obra de arte a la condición de expresión, revelación, manifestación, realización, creación o apelación del sujeto, ya sea el artista, ya sea el grupo social –pueblo, generación, gremio, etc., al cual el artista pertenece–, disociándola de manera absurda e irracional de los compromisos medioambientales intra e intergeneracionales reconocidos y asumidos en los acuerdos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Cuyos principios establecen las medidas necesarias para la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, basadas en la implementación urgente de medidas y acciones de transformación, adaptación, mitigación, resiliencia y de desarrollo sustentable en toda actividad económica humana, máxime en aquellas que son preponderantes por el impulso que suponen al cambio climático y que, su falta de reconocimiento o su desconocimiento o, simple y llanamente, el hacer la vista gorda como proceder autoemancipativo gremial y profesional, no hace sino postergar la necesidad de enriquecer su marco teórico y categorial, y, por tanto, su manera de actuar ante una realidad innegable.

Le Corbusier
Le Corbusier (Fotografía: Antischock Revista).

El discurso webinario gremial inmobiliario vigente e invirus, basado obstinadamente en los campos ideológico categoriales del liberalismo más optimista y en armonía obceca con las nebulosas nematológicas del subjetivismo teórico estético y del arte adjetivo, no logra ver y entender cuál ha sido su máxima creación ecosistémica, y en lance de hacer la vista gorda hacia las externalidades negativas que genera su quehacer, ignora y desplaza, para las generaciones futuras, los cambios y (r)evoluciones impostergables de su campo categorial y de pensamiento. (R)evoluciones que debieron implementarse, al menos, desde la fecha de la publicación del Informe de la Comisión Brundtland Nuestro futuro común, que alertó, desde 1987… ¡sí, desde 1987!… en relación con los efectos negativos sobre el medio ambiente del modelo económico liberal imperante –fundado en el “Dejad hacer, dejad pasar”– y, asimismo, en relación con la necesidad de transitar hacia un modelo económico y, por supuesto, edilicio basado en la sustentabilidad del desarrollo.

En tanto la relación causal del cambio climático y la edificación siga siendo extraña o ajena al discurso y el pensamiento gremial arquitectónico e inmobiliario, aún y a pesar de la crisis mundial laboral, económica y de salud vividas y sufridas actualmente, y de las próximas venideras, que no son otra cosa que legítimas herederas de los procesos de crecimiento ilimitado en el que se fundó el modelo económico keynesiano apuntalado en el consumo y el gasto –y, por supuesto, en la rentabilidad privada–. Y, asimismo, sigamos escuchando, en un santiamén de enajenación artística, la misma webinaria cantaleta gremial –liberal–, ignorante o renuente de la más prístina expresión cultural de toda sociedad que presuponen y resultan ser sus reglas y leyes locales, y que, en más de las veces, sólo muestran un pensamiento insular antagónico en relación con los marcos normativos y regulatorios, públicos y comunitarios, del desarrollo urbano y de la edificación inmobiliaria, impostando frases tan prehistóricas y desafortunadas, dadas las condiciones del estado ambiental mundial, como “…los profesiones de la construcción tenemos claro qué debemos proyectar y construir, los estudios de mercado y nuestra amplia experiencia profesional nos lo señalan con claridad…”, o “…el gobierno debe liberar la normativa urbana para que podamos construir lo que técnica y financieramente es posible…” o, peor aún, desde la visión pedagógica más ingenua posible que es vertida en ámbitos gremiales y académicos “…busquen en la expresión utópica artística la respuesta de la arquitectura a la nueva realidad habitable que supondrá la era postvirus…”.

Jeremy Rifkin
Jeremy Rifkin (Fotografía: Atalayar).

Este cúmulo de pensamiento e intelectualidad gremial vigente niega, como parte fundamental de sus procesos de razonamiento y de diseño, los datos y los efectos negativos acumulados y generados por la edificación durante el siglo XX y lo que va del XXI, se ciega ante la construcción de un nuevo modelo de desarrollo compartido, de riqueza comunitaria e incluyente, de lo que Jeremy Rifkin denomina la Sociedad de coste marginal cero –o la Sociedad del Capital Social y la Economía del Compartir–, y, asimismo, desdeña una genealogía arquitectónica basada en la Representación (entendida ésta como la incorporación de decisiones arquitectónicas que representan claramente a la realidad imperante y, por tanto, le dan respuesta), en vez de fundarse, como tradicionalmente ha sido, en la Expresión del yo y, por tanto, en las premisas del arte adjetivo. En esta ámbito de oposición ideológica y doctrinaria gremial resulta, por decir lo menos, probable que nuestro futuro común requerirá para trascender el uso prolífico de unidades de cuidados intensivos y personal médico especializado o procesos socio-espaciales de resucitación cardiopulmonar apremiante… bueno, al menos, a las generaciones que aún no están aquí para alzar la voz les heredaremos la posibilidad apremiante de diseñar ese futuro común del capital social y la economía del compartir, como respuesta al ominosos legado ambiental y climático de la generación de la insoportable levedad de(l) ser… ¡inmobiliario!


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La riqueza de las ciudades, Adam Smith revelado entrelíneas

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Recuerdo, de los primeros días de julio del anterior año electoral, la dicha reflejada en gesto: “un gobierno –de izquierda– más, en la CDMX”… las ensoñaciones e ilusiones más nobles de los capitalinos, mermadas calendáricamente por las desilusiones inflingidas por los gobiernos precedidos, por enésima ocasión se sitúan y buscan, en el tlatoani capitalino, las respuestas y los caminos a seguir para transitar hacia nuevos modelos de crecimiento, de mejoramiento, de desarrollo y de evolución de nuestro más preciado multiverso chilango. En esta anhelada pero exigua búsqueda, siempre es de gran ayuda la existencia formal de un tlatoani-proyecto de ciudad que sea claro y contundente y, obviamente también, que éste se base en un diagnóstico idem, y que, a pesar de la multidimensionalidad del fenómeno urbano citadino, logre comprender y aprehender abiertamente sus límites propios, sus particularidades y singularidades que, llamativamente y en más de las veces, esconden las claves instrumentales y facultativas para avanzar hacia un modelo más equitativo y sustentable… vamos, ¡el quid del asunto!

También recuerdo, pero sin mediar existencia corpórea, que hace ya prácticamente 250 años, Adam Smith, mejor conocido en el ámbito económico como el padre de la economía de la era moderna –germen sobreviviente del oscurantismo medieval, periodo en el que se confundía la dimensión física de la propiedad privada al aceptar que trascendía lo terrenal y se extendía sin límite hacia arriba y hacia abajo–, con base en un estudio diagnóstico y analítico de las relaciones económicas de su época publicó, en 1776, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. También se le conoció con el título de La riqueza de las naciones, con el que logra impostar en el entorno intelectual, académico y social de su época; al igual que hasta nuestros días –a manera de espíritu dogmático transhistórico– el liberalismo económico, progenitor primigenio del actual modelo capitalista, fundado –y fundido, en altísimo valor, ¡como sucede con el wolframio!– con el individualismo optimista.

Desde luego, obviamente cargado de harto pensamiento ético de la más sublime aspiración humanista que, en jornada de fantástica ensoñación smithsiana, idealiza a su semejante señalando que la búsqueda y persecución de su interés individual propio. Es decir, el conjunto multidimensional de decisiones y acciones económicas que emprende el de a pie en lo particular y/o privado –o, parafraseando a la redacción de El Semanario Sin Límites: el juego espontáneo del egoísmo humano –redundaría, aquí Smith diría ¡necesariamente!– en la prosecución del interés común, en la cristalización del interés económico y material de todos, del interés comunitario y sus valores derivados.

Adam Smith, mano invisible
Imagen: Pinterest.

Veamos, lo inferido, en La riqueza de las naciones es que la riqueza nacional descansa y gravita en la prístina empatía social y comunitaria, fruto “natural” del designio humano original… esto a mí no me suena nada… si acaso, en un mundo habitado y vivido desde el ascetismo más obstinado, el modelo individualista-optimista resultaría, por decir lo menos, natural y hasta deseable; no así, por desgracia o falta de gracia humanística, en el tristemente comunitarismo pesimista, producto histórico del capitalismo liberal –¿humanista?–, construido desde su versión más optimista y proseguido hasta nuestros días.

Y, desde esta prominencia categorial e in crescendo, se sigue pensando y proclamando demencial y doctrinariamente –como si les fuera la vida en ello–, desde el individualismo más optimista y liberal, que el empresariado como sistema es el único agente o sujeto económico generador de riqueza; fortaleciendo así y en una suerte de ilusionismo transhistórico doctrinario, el supuesto genealógico de la riqueza económica basado en la natural y humana persecución del interés individual –el juego espontáneo del egoísmo humano–. Quizás, Smith –no el doctor que estuvo perdido en el espacio por varias temporadas, sino el economista moderno-, en un trance de circunspección analítica sólo logra enfocar su ojo reflexivo en el fenómeno económico en abstracto, en sí mismo.

Sí, abstrayendo el ámbito físico y espacial de soporte del fenómeno examinado, soslayando la transformación agregada que, a largo plazo, a dicho ámbito socio-espacial y material, con el perpetuo proceso de la multiplicidad de actividades y relaciones económicas que le van dando su forma, le sobrevendría. Parecería que, a Adam Smith, en franca taxidermia económica y mirando por encima del hombro, se le pasa a apreciar el valor agregado generado en dicho proceso de transformación transhistórica del ámbito de soporte, dejándolo en la ignominia y en la deshonra teórica capitalista liberal; al menos, desde la visión más liberal e individualista patrimonial.

libro de Adam Smith
Imagen: La Nave Va.

Y, entonces, ¿cuál es o en dónde se encuentra la riqueza de las ciudades? Digamos que las ciudades, además de ser cobijo y ámbito de desarrollo de la actual sociedad hipertecnificada –sociedad que, en más de las veces, ya no logra ver más allá de los confines de lo que discurre in silico en sus teléfonos móviles, convertidos estos, en demasía, en inmovilizadores de su cuerpo y mente–, consciente –en minoría o excepción a la regla– de su ámbito socio-espacial vivido o sufrido, y consciente aún de la necesaria hiperespecialización que una ciudad como la nuestra y otras tantas, de igual modo, gentilmente abarrotadas e hiperconsumidas, requiere para la consecución de su designio original, sus cualidades y singularidades futuras, y que también son tejidos socio-espaciales que en su cotidiano discurrir se convierten en organismos hiperdimensionales generadores de riqueza hiperdiversa.

Si bien podemos afirmar que indudablemente la riqueza de las ciudades deriva de la persecución del interés particular de sus conciudadanos y de su circunstancia urbana particular, también lo es que las ciudades, incluida la CDMX, encubren sus activos y riqueza en lo que sus particularidades y singularidades permite realizar o desarrollar en sus bienes y recursos, especialmente, en lo que hace a sus componentes regulatorios materializados comunitariamente.

¿Acaso a usted, en su discurrir por las calles de la ciudad, no le ha tocado avistar el esperpéntico y desafortunado espectáculo propagandístico, inevitablemente autoinflingido por la pubescencia grupal citadina con gesto de santiamén insufrible por falta de mejores oportunidades, soportando, durante la luz roja del semáforo y sobre el paso peatonal y frontalmente a la vista de los azorados automovilistas?, ¿“la sabana santa comercial” de algún gimnasio que busca contrarrestrar los efectos de las mercancía de ciertas otras empresas dedicadas a fortalecer y acrecentar la diabetes y la obesidad en las nuevas generaciones? Bendita ánima inexperta e inmaculada. Nada más grotesco para un alma pura citadina que experimentar la desazón que genera un grupo de ciclistas que, a pesar de sus humedecidos esfuerzos exorbitantes, no logran avanzar ni un ápice y solamente dan cuerpo a una escena del más acabado realismo mágico urbano chilango: el vehículo que los transporta, ataviado como relicario posmoderno, con un sinfín de símbolos, alegorías e insignias del gimnasio que, apersonándose públicamente en franco empeño de apropiamiento del valor comunitario agregado que resulta de nuestro discurrir urbano, expele su mercadotecnia ad nauseam: “sin sufrimiento no hay felicidaaaad”… o peor aún “no encajes, ¡rompe el moooolde!”… con reverberación urbana incluida y toda la cosa.

urbanismo ciudades
Fotografía: El País.

Se preguntará, si es usted millennial o centennial, “¿Y?” –¡abreviando siempre!– o, si es antediluviano como yo, se preguntaría “¿Y esto qué tiene que ver con la riqueza de las ciudades?”… uff, ¡mucho, amigo mío! Lo que se esconde detrás de esto no es sino un acto de privatización, Adam Smith, con gesto desafiante, diría “no amigo mío, no es más que la persecución de un interés individual propio”, de una parte de la riqueza agregada de la ciudad. Sí, de la riqueza de las ciudades; esa riqueza citadina que es comunitaria, de los comunes, de la comunidad, de los citadinos; porque ha sido materializada conciudadana e históricamente lo que, a los más optimistas liberales individualistas les suena exótico, extraño e irreconocible, o inexistente; vamos, como si se les hablara del ¡bosón de Higgs!

Al fin y al cabo, y en una suerte de desvelo arqueológico interpretativo, es posible inferir de Adam Smith que, parte de la riqueza de las ciudades, es el constructo físico y material erigido durante el transcurrir citadino de los grupos de conciudadanos que las habitaron y las habitamos. Es decir, la persecución del interés individual o privado, o el juego espontáneo del egoísmo humano, ejercido en un ámbito de responsabilidad y empatía social, redunda –necesariamente, diría Adam– en la materialización, obviamente social e histórica, de sendos ámbitos físicos y materiales de soporte del sistema económico que, actual y proporcionalmente, por su condición de espacios de concentración poblacional y económica, las ciudades resultan atesorar y ser receptáculos de harta riqueza comunitaria agregada. Sí, las ciudades como ámbitos espaciales-materiales de soporte del intercambio social y económico, son, precisamente, la manifestación material más acabada de la prosecución del interés común y, por tanto, son espléndidas generadoras de riqueza… claro, de riqueza comunitaria; puro y duro capitalismo, pero ¡capitalismo comunitario!

planeacion y arquitectura
Imagen: ONU Habitat.

El quid del asunto está en saber distinguir o separar los componentes básicos u originales generadores de riqueza de dichos organismos, para lo cual, y echando mano de mi más reciente experiencia digital educativa, la química nos brinda múltiples procedimientos de separación de sustancias, de disociar y desvelar componentes escabrosamente mezclados, por lo que la decantación resulta útil ya que todo cae por su propio peso.

La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana. En consecuencia, se dictarán las medidas necesarias para ordenar los asentamientos humanos y establecer adecuadas provisiones, usos, reservas y destinos de tierras, aguas y bosques, a efecto de ejecutar obras públicas y de planear y regular la fundación, conservación, mejoramiento y crecimiento de los centros de población… [Tercer párrafo, artículo 27, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos].

constitucion de mexico
Ilustración: Nexos.

No sé a usted, pero a su servidor esta disposición constitucional me suena –que digo me suena, ¡me parte mi mandarina en gajos, pues!– como la más clara alusión y materialidad jurídica de lo que es la prosecución del interés común, al grado de poner el vello como puya de picador. Por un lado, reconoce la propiedad privada como derecho individual a la posesión, al control y a la disposición de un bien –¡muy bien!–pero, por el otro lado, reconoce esencialmente que el aprovechamiento de los elementos naturales –y el suelo es uno de ellos, e igual, es un bien– susceptibles de apropiación deben ser regulados –léase aquí, determinar las reglas o normas a que debe sujetarse algo– con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública.

Y, entonces, ¿en dónde está o de dónde proviene dicha riqueza pública o comunitaria?, pues, a diferencia de las actividades de posesión, control y disposición de los bienes privados y/o particulares, la regulación de esos bienes o tierras es, precisamente, lo que les otorga su valor; la regulación de los bienes naturales, de la que forma parte la zonificación del uso y destino del suelo, al delimitar lo que sí o lo que no se puede edificar en cada predio –especialmente en las zonas urbanas: en las ciudades– se convierte en un agente o mecanismo –construido pública y comunitariamente– generador decisivo de la riqueza de las ciudades.

propiedad privada
Imagen: Periódico El Economista.

Por lo que, resulta exacto y correcto afirmar que las ciudades son fábricas de riqueza pública, ¡comunitaria! ¿Había usted escuchado algo tan disparatado? Supongo que no, porque, parecería que en los últimos 50 años de planeación urbana en la Ciudad de México no se deseaba desvelarlo o se desconocía que se le había puesto un velo encima. La riqueza comunitaria de las ciudades es generada tanto por la inversión que realizan los que participan en  la industria de la transformación inmobiliaria como, fundamentalmente, por los marcos jurídicos y normativos que regulan el uso y aprovechamiento de su suelo –qué y cuánto se puede construir en cada predio– y que, adicionalmente, son la primicia que han resultado del ejercicio político y comunitario de un pacto social de convivencia conciudadana, para el emprendimiento de la inversión inmobiliaria. Las ciudades, y la Ciudad de México no es la distinción, son ámbitos económicos por excelencia, y las relaciones y actividades que suceden en su ecosistema conforman amplios y diversos circuitos de distribución e intercambio económico, cuyo activo fundamental resulta ser su suelo; sí, el suelo y particularmente el suelo regulado es un generador de riqueza que, por su condición primigenia, es riqueza comunitaria.

Y, una vez más, se preguntará ¿y? Pues, con la misma orientación privatizante y especulativa del aprovechamiento que se hace del espacio público de la ciudad como escaparate de gratuidad comercial de las estrategias propagandísticas de diversos productos y servicios privados; de la misma forma, las actividades de compra-venta de lotes urbanos para la inversión y el desarrollo inmobiliario han incorporado, como privado, el valor comunitario de la normativa urbana pervirtiendo así su fundamento y designio originales “…el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública…”

intercambio social ciudades
Imagen: Paisaje Transversal.

…sí, de la riqueza pública que resulta de la regulación del suelo y que se materializa en los excedentes económicos que generan la expedición, democrática y estatal –como parte del constructo social inter e intrageneracional chilango–, de los programas de desarrollo urbano y de la normativa urbana que en ellos se determina. Y que en una suerte de desventura legislativa y administrativa, su histórico desaprovechamiento como riqueza pública y comunitaria ha dado como resultado un ámbito categorial individualista y liberal, basado en el desatino interpretativo que resulta de la confusión práctica entre lo que debe considerarse como valor resultante del esfuerzo y del trabajo comunitario y del individual –que son diferentes… ¡que si no!–. Ha quedado equívocamente sintetizado en lo que el vox populi, con satisfacción inquebrantable abrevia en “…la ley de lo caído, caído…”, o el tristemente clásico “¡haiga sido como haiga sido!”…vaya, como si se hubiese escrito en piedra.

El inconveniente resulta de la errónea e histórica interpretación patrimonial de la normativa urbana que, al ser incorporada en los certificados particulares de uso del suelo de la CDMX se asume, erróneamente, que se está reconociendo como parte de la propiedad privada confundiéndolos con el derecho de que todo ciudadano mexicano disfrute de una vivienda digna y decorosa, y, asimismo, asumiendo erróneamente que la regulación urbana aplicable también debe ser considerada como parte sustantiva del ámbito de la propiedad privada. Sí, se está considerando, errónea y artificialmente, que la riqueza que genera la regulación y la normativa del desarrollo urbano e inmobiliario derivan del trabajo individual, y del ¡supuesto esfuerzo de los propietarios del suelo!… ¡hágame usted el favor!…. y negando, lo que realmente sucede, que el valor resultante que genera la regulación urbana –particularmente la de fomento– es resultado de un sinnúmero de acciones y acuerdos de transformación y mejoramiento de la ciudad que venimos materializando, histórica y comunitariamente, los chilangos desde tiempos inmemoriales y que dicha riqueza comunitaria debe regresar en beneficios urbanos a las comunidades en donde se genera –y no en las arcas privadas–; ya que, dichos acuerdos de desarrollo, han quedado plasmados como normas e instrumentos en los programas de desarrollo urbano, por lo que, resulta, por decir lo menos, pasmoso e insólito escuchar, no sólo a los afanosos desarrolladores, sino a la propia autoridad, en su esfuerzo sobrehumano de diseño programático especial de regeneración urbana y vivienda incluyente, señalar que:

“No puede seguir creciendo el valor del suelo en la ciudad, porque entonces vamos a acabar expulsando a muchísima gente de la Ciudad de México”, afirmó la jefa de Gobierno de la capital del país, Claudia Sheinbaum Pardo, al catalogar este tema como prioritario en el Nuevo Modelo de Desarrollo Urbano.

Gerardo Hernández, El Economista, 10 de julio, 2019.


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