Ocio

Agua Salada, una crónica de supervivencia (Parte I)

Lectura: 9 minutos

Día 1

Era una extraordinaria forma de festejar. La mejor. Después de tantos congresos cancelados por la pandemia, la idea de volvernos a reunir para celebrar la victoria sobre el virus lucía espectacular. No sólo tendríamos nuestra reunión ya en “modo presencial”, sino que la Organización había tomado la valiente decisión de dejar la rutinaria comodidad de coincidir en un “hotel sede”, para aventurarnos a mar abierto en un crucero que nos albergase durante los 5 días del encuentro.

Si un formato podía demostrar que las preocupaciones del virus habían quedado en el pasado, y que la eficacia de las vacunas nos había devuelto la libertad plena, era de esta manera. Los cruceros, como ciudades flotantes que reúnen a personas de todo el mundo, representaron durante toda esa etapa el último de los reductos que podían ser reivindicados en su misión de entretenimiento y turismo para miles de personas alrededor del mundo.

Ahora estábamos aquí, viendo desde la cubierta como el buque se apartaba de tierra para enderezar rumbo hacia el horizonte. El basto océano, como gran escenario de nuestro pasaporte de “COVID FREE”, que se levantaba sobre nuestras cabezas como bandera libertaria. El perfil de los altos rascacielos de Miami se perdió poco a poco hasta convertirse en una línea más del continente.

Nuestro grupo formaba la mejor selección de abogados de la firma, escogidos con especial cuidado para formar parte de este viaje para reinaugurar la vida, reinstalarnos en nuestras oficinas, lanzar proyectos guardados durante la pandemia y celebrar, con otros colegas, la magia de un reencuentro largamente esperado. Juan, Javier, Isabel y yo, Manuel, formábamos esa combinación de generaciones y especialidades que nos permitía movernos con comodidad para abordar las reuniones, conferencias y eventos que saturaban la agenda de los próximos días.

El coctel nocturno de bienvenida no podía haber sido más cálido y entusiasta. Abrazos y risas sin cubrebocas ni mascarillas, saludos de mano, todo un ambiente festivo tan extrañado y tan necesario, que en esta ocasión dejaba su halo artificial y suntuoso para instalarse más en lo humano.

fiesta barco
Imagen: Envision.

Día 2

Como primer día de actividad, habíamos encontrado un buen balance de pláticas matutinas y juntas de trabajo con una asoleada en cubierta con el sol en pleno éxtasis. Flotaba en el ambiente la evidente atracción que existía entre Javier e Isabel, que se traducía en atenciones desmedidas de este con aquella. Me llamó la atención que en su condición de casada, Isabel no parecía evadir ninguno de los coqueteos de Javier. Para la comida habíamos reservado una mesa grande con una firma de Luxemburgo con la que estábamos revisando un importante litigio en ciernes, de modo que pudiéramos aprovechar el tiempo para degustar una exuberante oferta de mariscos, mientras intercambiábamos ideas del caso que estábamos preparando.

Para la tarde teníamos ya acordado tomar un tiempo de descanso en nuestros camarotes, antes de vestirnos formalmente para la cena de gala en los principales salones del crucero. La noche lucía fantástica con un show itinerante en los diversos salones, de modo que todos viéramos lo mismo estando en lugares diferentes.

No percibí la pérdida de velocidad del buque, de pronto, al salir al balcón para observar la bastedad del mar, extrañé la tradicional estela de espuma que el barco deja a su paso. Nos habíamos detenido. Era extraño, según los planes de viaje debíamos viajar a velocidad crucero para estar justo a las 6 de la mañana en el primer punto del recorrido. Mientras meditaba buscando explicaciones al suceso, fuertes golpes en la puerta, y mi nombre en la voz de alguien me alertaron. Abrí sin más y Javier irrumpió en mi camarote arrastrando a Isabel de la mano para depositarla sin ninguna suavidad en la silla más cercana. Sus rostros denotaban miedo y preocupación.

—Jefe –como amablemente se referían a mí–, parece que hay una insubordinación de un grupo que ha destituido a los capitanes a cargo y están tomando control del barco, o tal vez se trata de un comando criminal que está tomando por asalto el crucero. Nos lo dijo uno de los marineros que encontramos en un elevador, y nos pidió refugiarnos en nuestros camarotes mientras se calman las cosas.

Para ese momento estábamos ya escuchando gente corriendo por los pasillos con gran estrépito, gritando en todos los idiomas en forma frenética. Decidí acercarme por información a una zona cercana que conectaba diversos pisos con escaleras en forma de espiral y el panorama era caótico. Gritos, desorden, gente atropellada. De entre los que corrían un abogado que bien conocía de Colombia sólo acertó a sujetarme por los hombros y mirándome fijamente a los ojos me musitó las palabras que nunca más quería oír:

—Virus, es un virus, acaba de empezar y es letal, por eso nos detuvimos, no nos dejaran llegar a ningún puerto.

Regresé al camarote tratando de asimilar lo escuchado, y todavía sin lograrlo repetí las frases, sin entonación alguna a Isabel y a Javier, quienes se derrumbaron en las sillas cercanas.

—¡Santo Dios jefe!… ¿qué hacemos?

virus barco
Imagen SCMP.

Día 3

Pasamos la noche combinando algo de sueño con torcidas especulaciones sobre lo que estaba sucediendo. A pesar de que Juan se nos había unido en mitad de la noche, la información que nos pudo dar solo servía para alimentar las especulaciones. La versión del nuevo virus era la más recurrente entre la gente de “afuera”, aunque el único dato adicional era que habían muerto ya 5 o 6 personas, pero muchas más estaban contagiadas.

Decidimos, con base a las lecciones aprendidas del COVID, establecer una sana distancia en el de por sí reducido camarote. Bajamos el colchón de la cama y junto con sábanas y colchas improvisamos cuatro camas en las cuatro esquinas del espacio. Para ese momento, los mensajes en los altavoces ya eran audibles, después de balbuceos y palabras incoherentes a lo largo de la noche. El mensaje en inglés decía:

—“Estamos en control del barco. Les pedimos se mantengan en sus camarotes. No salgan, es muy peligroso. Les estaremos llevando comida a lo largo de la mañana, pero no salgan, es muy peligroso. Deben permanecer en sus camarotes”.

Para ese momento nuestros intentos por tener señal en nuestros celulares se habían agotado, y la señal de internet del barco estaba cortada. Nada. El propio teléfono que conectaba con otros camarotes también estaba en silencio, así como el televisor del camarote, que incluía un canal de noticias. Nada, en medio del mar, incomunicados con el exterior y con la propia gente del crucero.

Nuestra evaluación nos llevó a varias conclusiones. La primera era que estábamos bien y juntos, lo que sin duda, en estas circunstancias, era de celebrar. Lo segundo era que claramente había una situación de riesgo que ignorábamos, por lo que debíamos mantenernos serenos y juntos hasta saber qué estaba pasando. La tercera conclusión era que algo había pasado con la tripulación, porque los mensajes de quien presuntamente mandaba en el barco no provenían del capitán o algún subalterno oficial, sino de “alguien más”. Con esas premisas, asumimos que esperar que alguien viniera al rescate era la mejor decisión que podíamos tomar. Mantuvimos la puerta bloqueada con sillas y maletas, ante la posibilidad de que alguien pretendiera irrumpir en lo que se había constituido como nuestro refugio.

La escasa comunicación con los vecinos del camarote, por medio del balcón, resultó infructuosa. Lo único de cierta utilidad que un vecino nos dijo era que, según sus cálculos, estábamos a unas 300 millas de San Cristóbal y Nieves, una pequeña isla que era nuestro primer destino. Salvo esa breve información, gritada a través de las mamparas que dividía nuestro balcón del contiguo, nadie sabía nada, pero era claro que nadie se prestaba a dar la cara, temiendo ser contagiado por los otros. Estábamos, simplemente, viviendo una pesadilla.

El siguiente anuncio por los altavoces, ya bien entrada la mañana, era que iniciarían la distribución de comida directamente a los camarotes. Que era necesario que cuando alguien tocara la puerta se abriera 10 segundos después, se tomara la charola y se volviera a cerrar. Que la persona encargada esperaría hasta que la puerta se cerrara para entregar la siguiente charola. Que en caso de transcurrir 15 segundos sin abrir la puerta la charola se recogería y no se entregaría más comida hasta el día siguiente.

Fuimos de los afortunados. Antes de una hora del aviso, con casi 24 sin alimento, escuchamos el toc-toc en nuestra puerta. Contamos los 10 segundos, abrimos y recogimos nuestra charola y volvimos a colocar nuestros bloqueos. Lo primero que descubrimos fue que la comida era una ración que difícilmente alcanzaba para uno y mucho menos para cuatro. En ese momento nos dimos cuenta de que, al menos para tener que comer, tendríamos que dividirnos en los dos camarotes que ocupábamos, y volvernos a reunir después de recibir la ración correspondiente.

escape
Imagen: Dribbble.

Los cuatro pasamos esa noche especulando, dormitando, temiendo e imaginando un mundo, otra vez, asolado por el virus. Cada media hora los anuncios en los altavoces reiteraban la misma orden:

—“Somos el comando que gobierna el barco. Usted debe permanecer en su camarote y no debe salir por ningún motivo hasta nuevas instrucciones.”

Entre los mensajes, en el silencio de la noche, se alcanzaban a escuchar gritos, pasos de personas corriendo… y disparos.

Día 4

En cuanto empezó a asomar la luz del día en el camarote decidimos que Juan y Javier intentarían llegar al suyo hasta que pudieran recibir su comida, y en los trayectos de ida y vuelta tratar de averiguar cuál era la situación en el barco. Intentarían también pasar por el camarote que Isabel ocupaba con una colega mexicana con la que solía compartir habitación en los congresos, para recoger sus papeles y algo de ropa.

Improvisamos cubrebocas con pañuelos de tela y mascarillas con folders de mica plástica y nos despedimos poniéndonos de acuerdo en el tiempo estimado para que estuviesen de regreso. En la larga espera que teníamos por delante, Isabel y yo nos dedicamos a revisar el manual que cada habitación tiene para emergencias, a fin de localizar salidas de emergencia, ubicaciones de botes salvavidas, y cualquier otra información que pudiera ser de utilidad en la emergencia. Ambos sabíamos que era una simple manera de pasar el tiempo haciendo algo “relativamente útil”, en lugar de estar elucubrando tragedias inminentes.

A lo largo de la mañana estuvimos escuchando los gritos que desde los balcones de diferentes pisos los ocupantes lanzaban solicitando toda clase de cosas, desde pastillas para el dolor de cabeza hasta papel de baño y pañales. Una especie de correo con canastillas y cuerdas se improvisó para facilitar el traslado de bienes entre los camarotes. Nuestra única intervención en el sistema fue para colocar un mensaje escrito solicitando el bien más preciado en ese momento: “información sobre lo que estaba ocurriendo”. Nadie respondió.

El toc-toc en nuestra puerta, una hora antes de lo esperado, nos sorprendió, y tuvimos que correr a quitar los bloqueos para alcanzar a recoger nuestra charola que estaba ya a punto de ser levantada por una persona ataviada como personal sanitario, pero con una careta que impedía ver su rostro. Al preguntarle qué estaba pasando, se limitó a gritar “INSIDE”, y a tomar de su cinturón una especie de dispositivo eléctrico de inmovilización que claramente estaba presto a utilizar. Cerramos la puerta y volvimos a colocar los bloqueos, esperando la clave acordada con Juan y Javier para abrir la puerta.

El espacio que la tarde brindaba lo aprovechó Isabel para contarme, paso a paso, la desilusión de su relación amorosa con el que había sido su único novio a lo largo de seis años, y que un día, súbitamente, le informó que le gustaban los hombres, hizo una maleta y se mudó a Londres.

Bien entrada la noche escuchamos los toques en la puerta que habíamos acordado, pero no en la puerta del corredor sino en la del balcón. Era Javier, que de alguna manera se había logrado colar hasta ahí. Le abrimos y desde la misma entrada inició atropelladamente el vaciado de información, lo que había sucedido desde su partida y de todo lo que se había enterado a lo largo del día:

escape del barco
Imagen: SLV.

—Dios mío, ya no sabía qué hacer, de no haber sido por la toalla colgada en el barandal no habría reconocido el camarote. Tuve que descolgarme desde el camarote de Luis, nuestro amigo de Perú que me dejo entrar al suyo a cambio de contarle lo que investigué, y que está casi arriba de éste, pero no estaba seguro de hacerlo. Esperé a que estuviera muy oscuro porque parece que han disparado a gente que ven fuera de sus camarotes. La cosa es muy grave, se sabe que sí hay varios contagiados de un nuevo virus y no nos dejarán llegar a un puerto hasta que vengan las autoridades sanitarias de alguna de las islas cercanas a tomar el control del barco. Además, hay una insurrección de un grupo de marinos que destituyeron al capitán y tiene el control del barco. Tuvimos que estar horas enteras escondidos en escaleras de servicio y cuartos de implementos para poder avanzar hasta nuestro camarote y hablar con dos o tres conocidos. Nadie quiere dar la cara, todos tienen miedo al contagio. Alguien nos dijo que más de 20 de los que enfermaron murieron ayer, solo un día después de que se contagiaron en la recepción de apertura del congreso. A los que mueren les ordenan a los familiares o compañeros, pistola en mano, que les pongan cosas pesadas y los tiren al mar, porque nadie quiere exponerse a contagiarse. Es terrible.

Para ese momento Isabel había roto en llanto y yo sólo me tocaba los cabellos y tenía los ojos muy abiertos.

—La buena noticia, agregó Javier, es que pudimos hablar con uno de los meseros que conocimos el primer día y nos ha dicho que él conoce a la perfección el barco y junto con uno de los almirantes tienen un plan de escape en uno de los botes salvavidas. Están vendiendo cada espacio en 20,000 dólares y aceptan que se les firme un documento para pagar cuando volvamos. De entrada, le he dicho que estamos dentro. La intención es largarnos mañana a media noche. Bueno, trataré de dormir un rato porque antes de que amanezca debo regresar al camarote para acompañar a Juan, no quiero que piense que me pasó algo y se salga a buscarme. Por precaución, decidió Javier colocar una división en la esquina que ocupaba, con las sábanas de la cama, por si acaso era portador del virus después de su expedición, e inmediatamente empezó a roncar.

La información me daba vueltas en la cabeza en una danza de sumas y restas: 20 x 4 son ochenta. ¡Ochenta mil dólares por escapar de la ratonera!

Continuará…


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2021: Movernos conscientemente

Lectura: 3 minutos

Uno de los grandes retos que enfrentamos como seres humanos en este nuevo año es el de sentirnos estancados física y psicológicamente.

Después de un “Quédate en casa” vigente por meses, no se logró alcanzar la posibilidad de librar la pandemia. No significa que las personas no hayan hecho caso a las indicaciones de las autoridades, sino que la reacción inconsciente y desesperada por el apego a la antigua normalidad hizo que una mayoría saliera sin una cultura de cuidado a las calles.

Más allá de pensar y declarar que lo que pasó en el 2020 se queda en el pasado, es importante observar el aprendizaje y las posibilidades que realmente tenemos frente a nosotros. Aun y cuando la pandemia sigue creciendo con los eventos de diciembre y la nueva cepa del virus, no podemos quedarnos estancados, es momento de movernos. No se trata únicamente de las actividades que nos hacen salir a la calle para trabajar o cubrir nuestras necesidades de supervivencia, me refiero a empezar a movernos física y psicológicamente.

moverse en tiempos de pandemia
Imagen: Guim.

Contamos en este momento con la posibilidad de construir una nueva historia de vida. Todos seguiremos enfrentando los mismos problemas desde las diferentes trincheras y habremos de convertirlos en nuevas oportunidades. El mundo digital está en plena aceleración y ya no es posible insistir en regresar a una antigua normalidad. Es momento de asumir que ya nada será igual en el ambiente de las relaciones sociales así como en las formas de trabajo y convivencia familiar.

Entonces hay que parar y preguntarnos: ¿Hacia dónde apuntar nuestras vidas? ¿Tenemos claro qué es lo que verdaderamente queremos? ¿Si estuviéramos en enero del 2020 y supiéramos todo lo que va a suceder que haríamos ahora para sobrellevarlo mejor? Si ya podemos anticipar un posible escenario de lo que puede acontecer en los siguientes meses respecto a la pandemia. ¿Cómo nos debemos preparar ante todo esto?

Para iniciar es primordial saber hacia dónde queremos llegar. Al final no habrá camino si no tenemos por lo menos claridad en el destino que queremos abordar. Todo aquel que no tenga un propósito más allá de sobrevivir ante lo que viene, seguro se quedará estancado. A su vez, podemos predecir que aquel que se ponga en movimiento podrá acceder a mejores posibilidades del 2021. Sabemos que habrá una mayoría en el juego de la supervivencia, por eso se requieren nuevos liderazgos conscientes para acompañarles guiarles a un mejor destino.

Moverse bien es moverse conscientemente de forma integral desde tres ámbitos básicos: la mente, las emociones y nuestra experiencia física. Hoy, estos tres elementos concretos de la vida del ser humano, son la clave para armonizar y dar coherencia a lo que queremos lograr durante este año.

moverse en pandemia
Imagen: Alex Green.

Atender a la mente y a las emociones consiste en detenernos a observar nuestros pensamientos y sentimientos. Contestar de forma consciente: ¿Hacia dónde me lleva lo que estoy pensando o sintiendo? ¿Me permite realmente avanzar y moverme hacia un mejor lugar o se convierte en una limitación para lo que deseo? ¿Estoy siguiendo el comportamiento de las masas o es una decisión personal? Meditar en dónde estamos y descubrirnos día a día se convierte en una práctica consciente en movimiento. Esto nos permitirá saber si vamos en la dirección correcta y coherente hacia nuestro destino.

En la experiencia física será muy importante el cuidado de nuestro cuerpo. Por un lado, la forma en que lo nutrimos y, por otro, mantenerlo en movimiento. Fortalecernos físicamente nos mantendrá más activos y con mejor energía para luchar. Hacer ejercicio diario y movernos de formas distintas nos permitirá liberar las energías de carga que se acumulen en nuestros músculos o en diferentes partes del cuerpo que deterioran nuestra calidad de vida. El Yoga, la meditación dinámica, el baile y otros ejercicios, más allá de los deportivos, serán clave para hacernos más ligero y saludable el viaje.

Movernos conscientemente y en coherencia entre la mente, emociones y experiencia física nos abre la posibilidad de fortalecer nuestro sistema inmunológico lejos del estrés y cargas psicológicas frente a lo que estamos viviendo. Abre el camino para accionar la lucidez y atender lo que queremos alcanzar o resolver este año. Nos da la oportunidad de fluir en la vida para avanzar en paz en medio de la tormenta. Es momento de salir del estado en que nos encontramos y preguntarnos en lo individual: ¿Quiero moverme para fluir y estar presente o me quedaré estancado y ausente en el 2021?


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Año Nuevo

Lectura: 4 minutos

En memoria de Carlos Mendoza Fleury.
Buen hombre. Gran amigo.

Comienza un nuevo año y por lo menos hasta fin de enero andaremos por ahí chocando codos con cuanto conocido se tope con nosotros, dando gentiles toques de corazón y echando besos al aire tras la impunidad del cubrebocas.

¿Alguien me podría decir por qué apenas comienza y ya estamos contando los días para el final del año? En el momento en que escribo faltan 357 días, u ocho mil 547 horas, o 514 mil 498 minutos, o 30 millones 869 mil 884 segundos para que doblen las campanas por el 2021 y entonemos las fanfarrias por el 2022. ¿A quién diablos le importa eso?

La celebración del Año Nuevo ni siquiera es occidental y tampoco ha sido siempre el primer minuto del primero de enero. Fueron los antiguos babilonios los que iniciaron el rito hace unos cuatro mil años para conmemorar el nacimiento de la vida con la primera luna nueva del Equinoccio Vernal.

Esta tradición fue heredada por los romanos, pero los emperadores le metían mano al almanaque con tanta frecuencia que pronto se desfasó del paso del sol. Julio César, en el 46 a.C., publicó su Calendario Juliano y volvió el comienzo al primero de enero, aunque para compensar por los caprichos de sus antecesores tuvo que dejar al año anterior durar 445 días.

tiempo ano nuevo romano
Imagen: Tumblr.

Durante los primeros siglos de nuestra era la Iglesia declaró la fiesta como rito pagano y la prohibió hasta entrada la Edad Media. Cuando llegó Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado para ser de 365 días e intercalar un año bisiesto. El año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1 de marzo.

El Año Nuevo Lunar es la más importante festividad para los chinos. La tradición dice que durante el último día del año, Nian, una feroz bestia, desciende a la tierra a devorar a los hombres. Sólo la alejan el color rojo y el ruido de cohetes y la luz de los fuegos artificiales, así que en las ciudades chinas esa noche todo mundo pega adornos rojos en las puertas, prende antorchas y echa palomas y buscapiés. Además dan a cada año el nombre de un animal. 2021 es el Año del buey.

Las personas de este signo, sean de ojos redondos o rasgados, de piel amarilla, negra, blanca o café, son metódicas, serias, lógicas, pacientes, valerosas y altruistas. En sentido negativo, pueden llegar a ser intolerantes y rígidas

Donald Trump nació en 1946 y por lo tanto es perro. En el 2019, desde las orillas del Yangtsé, los astrólogos de la milenaria Catay le auguraron malos tiempos: poco trabajo, poca riqueza, poca salud y poco amor. Sería aquel un año lleno de líos, informaron los pitonisos, y aconsejaron no hablar mucho y no ofender a  los demás con sus palabras: pensar tres veces antes de hacer algo.

Según esta milenaria cábala, el locuaz inquilino de la Casa Blanca tendría el año de más mala suerte en un ciclo de 12 años. Todos hicimos changuitos para que así fuera y esto se tradujera en buenas noticias para el resto del mundo. Los nigromantes orientales se equivocaron por un año, pero finalmente los astros, por el momento, parece que están a punto de librarnos de esa la peste… a menos de que el botarate se atrinchere en el Despacho Oval.

trump
Imagen: Sarah Johnes.

En el Japón el shogatsu es la celebración más importante del año y dura del 1 al 3 de enero. Los hijos del Sol Naciente creen que cada año es un nuevo comienzo, así que se apuran a cumplir con todos los deberes antes de que termine (igualito que el “mañana” y el “a’i se va” nuestro) y celebran el bonekai  o “fiesta del olvido”, para despedir a los problemas y preocupaciones del año anterior. Por la noche tienen la tradición de echar a volar las campanas de los santuarios.

Quizá algunos lectores recuerden aquel maravilloso pasaje de Lo bello y lo triste de Yasunari Kawabata cuando Toshio Oki decide viajar a Kyoto para escuchar el sonido de las campanas de los antiguos santuarios de la ciudad el día del Año Nuevo.

Los pueblos tienen diversas celebraciones para recibir el nuevo ciclo, aunque algo generalizado es la costumbre de dar regalos, vestir ropa especial, adornar las casas, celebrar fiestas y ofrecer propósitos. Acá entre nosotros nunca falta quien prometa dejar de fumar, bajar de peso, leer un libro, hacer ejercicio, ejercer en lo posible la fidelidad o pensarlo mejor antes de emitir el voto. Los babilonios tenían como propósito favorito el regresar aperos de labranza prestados.

Así pues, el inicio de un nuevo año, en todo el mundo, tiene un significado especial, aunque las fechas y las cuentas no coincidan. Para el pueblo judío su año nuevo, Rosh Hashaná, es el 3 de octubre y están en el 5 mil 780 de su era. Los chinos van en el año 4 mil 716, los musulmanes en el mil 441 y los hindúes en el mil 942.

Por lo que a este escribidor respecta, vive por fortuna al amparo del buey, signo que corresponde a personas tercas que se aferran a sus propios caminos, y que, además de los atributos antes descritos, son honestas y prudentes por naturaleza, patriotas, idealistas y muy trabajadoras. ¡Vaya!

Mis avezados lectores habrán notado que esta columna se repite, actualizada, cada año nuevo. ¡Abrazo! También de la pandemia del bicho nos libraremos.

Juego de ojos.

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Liberar a la inteligencia escondida

Lectura: 4 minutos

Roberto es experto en seguridad informática. Tal vez no lo sabe, pero es quien mejor conoce, en su empresa, los métodos, las técnicas y el marco normativo de su campo de trabajo. Por eso, lo invitan a las juntas donde se discuten los nuevos productos, servicios y procesos que se desarrollan en la organización. Sin embargo, Roberto suele pasar el tiempo de esas juntas callado, con la mirada baja y con la mente en otra parte. Un día, después de una de esas juntas, María, la jefa de Roberto, lo sorprendió en el área de café mientras le comentaba con sorna a su compañera: “esta idea de contrataciones en línea, obvio, no podrá salir a tiempo. Nuestros sistemas no cumplen con ninguno de los requisitos necesarios para que nos lo autoricen”.

María sintió un vacío en el estómago. ¿Qué habría pasado si no se hubiera enterado por casualidad? ¿Cuánto más habrá callado Roberto en esa y en otras juntas? ¿Y cuántas otras personas hacen lo mismo? ¿Qué costos habremos pagado y cuántas oportunidades habremos perdido por no saber lo que sabemos?

En las organizaciones existe una inteligencia escondida. Enterrada bajo el miedo, la timidez, el abuso de poder y de control, la dificultad para expresarse, el apego al statu quo, y quién sabe cuántas cosas más. Entre más autoritario sea el estilo de liderazgo en la empresa, el entierro es más profundo. Así, escondida, esa inteligencia no interviene en la toma de decisiones ni en la construcción del futuro de la organización. Las empresas pagan millones de dólares a consultoras para que les digan, a través de abrumadoras pilas de láminas de PowerPoint®, lo que sus propios colaboradores conocen mucho, mucho mejor.

inteligencia laboral
Imagen: Dribbble.

Casos como el de Roberto muestran que no basta con meter a las personas en salas de juntas para liberar su inteligencia y su conocimiento. Es necesario, en cambio, diseñar y conducir esas juntas de la manera adecuada. Con el aumento (irreversible) del teletrabajo y la consiguiente invasión de zoombies en el mundo corporativo, el problema, sin duda, va a crecer. En este contexto, la capacidad de liberar a la inteligencia escondida puede ser un factor crítico para florecer en el nuevo entorno laboral.

La buena noticia es que existen técnicas para resolver el problema. Un muy buen ejemplo es el que describen Henri Lipmanowicz y Keith McCandless en su libro “The Surprising Power of Liberating Structures”. Las “estructuras liberadoras” que el libro describe:

Son un conjunto de 33 métodos o formas de enfocar, conducir y organizar el trabajo en grupo, que ayudan a que todos los participantes se involucren, aporten y, por tanto, emerja el conocimiento colectivo del grupo.
Se pueden aplicar en grupos de diferentes tamaños y para actividades con diversos propósitos.
Funcionan en entornos presenciales y virtuales.
Y, lo mejor de todo, no exigen conocimientos especializados de facilitación, cualquiera de nosotros puede aprender a manejarlas con un poco de práctica.

La mayor parte del tiempo que pasamos en juntas y reuniones de trabajo (y en la escuela también, por cierto) hacemos 5 tipos de actividad (que Lipmanowicz y McCandless llaman “las cinco grandes”): presentaciones, discusión libre, discusión dirigida, lluvia de ideas e informes de seguimiento. Algunas de éstas, como las presentaciones o la discusión dirigida, centralizan demasiado el control y no dan espacio a la participación de los demás. Por el contrario, otras como la discusión libre o la lluvia de ideas, tienen tan poca estructura que fácilmente terminan en desorden, se desvían del propósito y son dominadas por las personas más poderosas o extrovertidas. Ninguno de esos extremos ayuda a liberar la inteligencia escondida.

encontrar soluciones
Imagen: Behance.

Las estructuras liberadoras están diseñadas para incluir a todos y liberar la contribución de cada persona al éxito del grupo. “Las estructuras liberadoras son métodos para un propósito: mejorar el desempeño… Puedes estar seguro de que sin importar con cuál estructura liberadora pruebes o en qué situación, generarás resultados sorprendentemente mejores de los que esperabas” (1: Lipmanowics & McCandless, The Surprising Power of Liberating Structures, 2014). Empiezan a surgir evidencias de que el trabajo en casa puede ser el más productivo (2: “Does working from home make employees more productive?”, The Economist). Sin embargo, como sabemos bien quienes hemos padecido una inmensa fatiga después de un día lleno de videoconferencias improductivas, la colaboración a distancia plantea retos que nos exigen mejores herramientas para diseñar y hacer el trabajo.

Ya sea que coordines a equipos de trabajo o que participes ellos, necesitas enriquecer tu caja de herramientas. Las estructuras liberadoras son un buen lugar para comenzar. Todo lo que necesitas saber para empezar a usar las estructuras liberadoras está disponible en internet. Aquí encontrarás instrucciones sobre cómo y cuándo usar cada una de las estructuras. Prueba alguna en tu próxima junta importante y déjate sorprender por las realidades que pueden emerger cuando se libera la inteligencia de tus colaboradores.


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La química y la tecnología en el desarrollo de las esencias. Parte IV

Lectura: 5 minutos

Aquí vamos otra vez, comenzando el 2021, y concluyendo el agradable tema de los perfumes. Vamos a retomar en las postrimerías del siglo XIX y haremos un recorrido que nos dejará justo en la puerta del desarrollo de las fragancias en el inicio de este nuevo año.

A finales del siglo XIX el desarrollo de la ciencia permitió que las mezclas químicas posibilitaran la creación de perfumes más delicados. El alcohol, su grado de pureza y las mejores técnicas de extracción y destilación de esencias florales o de hierbas establecieron nuevas formulaciones entre las que destacó el Eau de Cologne (agua de colonia) creada por Jean-Marie Farina y que la desarrolló inspirado en el Aqua Mirabilis que se producía en los monasterios italianos de la Edad Media. Aparentemente Farina sólo agregó bergamota a la fórmula de la Mirabilis y con ello consiguió un aroma que rememoraba olores de las frutas y flores, incluso él la describía como una esencia que estimulaba “sus sentidos y su imaginación”.

El siguiente paso importante en el desarrollo de fragancias lo dio la casa Houbigant, en el año 1882. En este establecimiento, el perfumista Paul Parquet crea la fragancia “Fougère Royale” que marcó una nueva tendencia en perfumería. La línea Fougère es la la base de una nueva familia icónica de perfumes de fantasía, ya que es la primera en incluir en su composición una molécula de síntesis: la cumarina.

esencia siglo xix
Imagen: Pinterest.

A finales del siglo XIX se comienzan a usar los nitroalmizcles. Esta formulación fue descubierta de forma totalmente accidental por Albert Baur que, buscando sintetizar una sustancia que él esperaba fuera mejor explosivo que el TNT, terminó obteniendo la denominación de “Musk Baur” como el primer musk sintético de varios que fueron desarrollados posteriormente.

El siglo XX llega como marco del máximo desarrollo de la perfumería como industria. Pierre-François Pascal Guerlain crea la compañía que firma con su nombre y que es, hasta la fecha, una de las marcas emblemáticas de perfumes.

En la Belle Époque, con el Art Nouveau como muestra de la expresión artística de la era, François Coty crea su primer perfume que lanza bajo la marca “Chypre” en 1917, haciendo popular esa familia olfativa. El éxito de Coty lo lleva a crear la Cité des Parfums, donde genera un complejo industrial a las afueras de París, dedicado exclusivamente a la creación y desarrollo de perfumes. Lalique se asocia entonces con Coty e inician el desarrollo de los perfumes como un producto de lujo que se vende a nivel mundial, es decir, la perfumería moderna en todo su esplendor.

Así transcurre el siglo XX entre arte, moda y perfume. Los años 20 son una época  alocada en la que los habitantes de la post-guerra buscan emociones extremas e intensas. Así, en la industria de los perfumes se incorporan los aldehídos que aportan una novedosa frescura y dinamismo  a los perfumes.  Entre éstas, está una de las fragancias emblemáticas del siglo XX, el Chanel No. 5 que Ernest Beaux crea para Coco Chanel en 1921. Este perfume tuvo un gran éxito en la alta sociedad de la época y, su estilizado envase lineal, sigue siendo icónico aún en esta primera veintena del siglo XXI.

Posteriormente, en los años 30, se desarrollaron las fragancias llamadas “cuero” que contenían ciertas inflexiones florales que fueron agregando variedad a las esencias de las que se disponía dando diversidad y más posibilidad de mezclas. Este desarrollo continua hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando la casa Dior lanza el New Look, que marca el inicio de los nuevos tiempos en los que la moda y el perfume se vinculan, singularizándose los de las marcas de alta costura.

chanel no 5
“Chanel No.5”, Andy Warhol (1997).

En los años 50 se establece el apogeo de las marcas de perfumería francesa. Poiret, Worth, Chanel, Lanvin, Nina Ricci y Patou (“el perfume más caro del mundo”), son los grandes nombres de la moda que tienen su perfume. Adicionalmente se abre un mercado masculino con las «eaux de toilette» con aromas como la lavanda y el vetiver. Por otro lado, el perfume americano avanza rápidamente para ocupar un lugar de relevancia en el mundo. Además, inicia un nuevo mercado de perfumes y fragancias más asequibles que vienen a democratizar, con aromas más ligeros, simples y diversos, el acceso para otros niveles socioeconómicos.

La Revolución Hippie de los años 60 pone de moda el patchouli. Aparecen aromas frescos con una intención de ofrecer fragancias suaves. Después, la reivindicación femenina/feminista de los años 70 genera una oferta más conceptual para seducir a una mujer más sofisticada, provocadora, que desea ser además, natural y romántica. Los atributos que las mujeres valoraban entonces en los perfumes eran variados y polifacéticos, tal como ellas comenzaban a concebirse, y a partir de las características que fundamentaban una nueva identidad femenina contemporánea.

De los años 80 a los 2000 se popularizaron aromas potentes, que provocaban fuertes sensaciones, que se asociaban a ambientes y elementos de la naturaleza. Así es como el mar se pone de moda. Las esencias que representaban las conquistas de hombres y mujeres en los deportes extremos y en el campo profesional fueron valoradas por los yuppies y baby boomers. Emociones fuertes, excitantes, muy intensas que compartían el mercado con otro tipo de aromas que buscaban evocar ambientes hogareños y tranquilizadores con la dulzura del gusto por la vainilla y el caramelo. Esta tendencia se corona con el lanzamiento de “Angel”, fragancia de Thierry Mugler que, en muy poco tiempo, se posiciona en el top ten europeo. 

Finalmente, el siglo XXI está identificado en la industria de la perfumería como el de la explosión de la creatividad. En el XX se marco la tendencia con la creación de moléculas. El siglo XXI debe resistir modas e incorpora tecnologías revolucionarias para crear perfumes lifestyle, que incluyen el ludismo y la participación de celebridades que, de un momento a otro se ponen de moda y hacen famosa alguna marca, incluso las que desarrollan bajo sus propias firmas.

esencias lifestyle
Imagen: Behance.

Ésta es una época que desafía a los sentidos. Las fragancias Gourmand, basadas en creaciones olfativas dulces que se expresan en perfumes “golosos” y rememoran la infancia o provocan la fantasía son una de las principales tendencias. Otra es la de las “summer fragances”, otra está basada en los desarrollos bajo una marca paraguas que, utilizando diferentes concentraciones de una esencia “madre” diversifican su oferta, incluyendo otro tipo de artículos perfumados como desodorantes, lociones corporales, gel de ducha, shampoo, etc. Otra de estas tendencias es la de incorporar aromas orientales que, a través de los inciensos y especias, abren nuevas posibilidades para los consumidores occidentales. Como podemos ver, es un mercado que se diferencia de manera importante y que busca satisfacer los deseos de muchos segmentos de población diferentes aproximándose a las aspiraciones de cada grupo.

Por ejemplo, ahora que en la primera veintena del siglo XXI la conciencia medioambiental está asentada y se consolida más allá de una simple tendencia de la moda, el desarrollo de la perfumería ha tenido que incorporar certificaciones sobre métodos de extracción realizados con buenas prácticas ecológicamente sostenibles, incluso sustentables. Los envases, estuches y accesorización en torno a los perfumes encuentra nuevas formas de expresión en la exploración de nuevos materiales. Incluso, se abren nuevas puertas para aventurarse en la evolución de esta industria, principalmente la perfumería molecular que ofrece una infinidad de posibilidades a los perfumistas. Este desarrollo molecular ofrece una nueva paleta de fragancias con las que se crean auténticas obras de arte con aromas sorprendentes y deliciosos. Esta tendencia es una fusión de la inteligencia humana y artificial que, uniendo la ciencia y la naturaleza, seguirán sorprendiéndonos con nuevos e insospechados aromas.

¿A qué crees que olerá tu futuro? ¿Cuáles serán las esencias que marcarán tu historia? Aquí seguiremos juntos para descubrirlo y disfrutarlo. Hasta la próxima.


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¿A dónde vamos?

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¿Tenemos un lugar al cual llegar todos los días?

Salimos de la casa en la mañana y nos subimos al coche, a la bici, al transporte público o caminamos, pero ¿a dónde vamos? ¿Al trabajo? ¿Todavía tenemos uno?

La mayoría –aunque ya ni tan mayoría– de nosotros vamos a trabajar varios días a la semana. ¿Por qué o para qué trabajamos?

Pues para tener dinero y después usar ese dinero para (sobre) vivir. Entonces en un día normal nos levantamos de madrugada, recorremos una gran distancia y cruzamos ciudades para llegar a nuestro lugar de trabajo. Después de unos cuantos días de trabajo recibimos un sueldo o salario, el cual nos servirá para comprar las cosas que necesitamos o queremos, hasta donde nos alcance.

Muchas veces este sueldo no es suficiente, pero es mejor que no tener nada. ¿Si tuviéramos dinero suficiente y no necesitáramos más, igual tendríamos un trabajo? Puede ser, a lo mejor para hacer lo que nos apasiona, para tener poder o para no volvernos locos.

felicidad
Imagen: Cloud Front.

Para muchos de nosotros que tenemos la necesidad de trabajar para tener dinero, pensemos por un momento ¿por qué y para qué necesitamos dinero? Para comprar agua y comida, en promedio podemos vivir 3 o 4 días sin agua y de 2 a 8 semanas sin comida. Para comprar ropa y calzado.

Para comprar o rentar una casa o un departamento en el cual vivir, dormir y protegernos del frío, de la lluvia, del calor, de la suciedad y de todas las enfermedades que ocasionan.

¿Acaso no podríamos vivir en y de la naturaleza?

En los bosques, campos, montañas, playas, lagos, ríos, etc., los cuales son gratis y no cuestan, podemos encontrar todo lo que necesitamos para vivir (agua y comida) y usar sus elementos para construir una casa o una cabaña en la cual refugiarnos.

Hace cientos, miles o millones de años, los humanos vivíamos así. Después apareció el truque y empezamos a intercambiar unas cosas por otras para tener lo necesario –como por ejemplo el cambiar un alimento por otro, o comida por recipientes y utensilios– y, finalmente, se creó la moneda o el dinero para suplir al trueque.

Esta moneda pasó de ser dientes de ballena, cacao, sal, hasta llegar al oro. Y algunos siglos después aparecieron los bancos, y con ellos aparecieron diversos instrumentos como las letras de cambio, los cheques, las transferencias; y la aceptación del dinero en todo el mundo.

Así es que con dinero se puede comprar prácticamente lo que sea, y sin dinero, no se puede comprar nada.

a donde vamos dinero
Imagen: Behance.

Tan indispensable se ha vuelto tener dinero que no hay límites para conseguirlo. Juntamos más y más dinero y lo guardamos, o compramos todo lo que se pueda comprar. Pero el dinero que tenemos de más, una o más personas lo tienen de menos, lo que ocasiona desigualdad y en ocasiones pobreza extrema al no tener ni para comprar alimentos.

Hemos puesto todo a la venta, y claro que para poder comprar, necesitamos dinero.

Si queremos luz, agua, teléfono, internet, televisión, cine, teatro, conciertos, etc., tenemos que pagar dinero, así que nos encontramos en un círculo que parece no tener final.

Pareciera que alguien nos tiene muy entretenidos trabajando para conseguir dinero, para que no nos demos cuenta de que no lo necesitamos.

¿Decidimos este sistema o nos lo impusieron?

¿Llegará el momento en el que desaparezca el dinero y regresemos a nuestras raíces?


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Fin de decenio

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En memoria de Carmelita Bello.

Me recuerda mi querido y antiguo amigo Leonardo Ffrench, que es saludable recurrir a los proverbios populares en tiempos aciagos, y que si año de pares es año de males, sin duda el año de nones que está a unas horas será año de dones.

En este espíritu, Juego de ojos despide un 2020 de pandemia y torpezas que confirmaron la sempiterna sentencia del llorado Jesús Robles Toyos, con un abanico de citas y pensamientos alejados de la política y lo político, cual ha sido el carácter de esta columna desde su nacimiento hace 28 años.

Así, escritores y poetas aparecen en escena, prestos a compartir algunas perlas que aligeren la carga del annus horribilis que se despide y algo de esperanza para un annus mirabilis que todos esperamos.

Por lo que al escribidor respecta, un voto de gratitud a los periódicos y portales que un año más dieron una generosa hospitalidad a estos textos.

Comenzamos con una fruslería shakespereana. El bardo de Stratford-upon-Avon se ha convertido en una obsesión académica de estudiosos y críticos que, sospecho, no siempre han asistido a la representación de sus obras. Pero interminables afanes de gabinete nos han dejado asombrosos datos, como los que a continuación cito.

De la pluma de don Guillermo salieron 138 mil 198 comas, 26 mil 794 punto y comas y 15 mil 785 signos de interrogación. En su obra hay un total de diez referencias a estercoleros y dos a zoquetes. Sus personajes aluden al amor en dos mil 259 oportunidades y al odio en tan sólo 183. Y nos legó un total de 884 mil 647 palabras en 31 mil 959 parlamentos a lo largo de 118 mil 406 líneas.

fin de decenio
Imagen: Deridias Designs.

¡Helas!, entre los sesudos papers publicados hay uno titulado “Entropía lingüística e informativa en la obra de William Shakespeare”. No comments!

El 6 de septiembre de 1646, Juan de Palafox y Mendoza inscribió en el opulento recinto de su biblioteca en la Puebla de los Ángeles: “El que se halle en un beneficio sin libros se halla en una soledad sin consuelo, en un monte sin compañía, en un camino sin báculo, en unas tinieblas sin guía… Eso me ha puesto en deseo de dejar la librería que he juntado […] que ya es de las mayores que yo he visto en España […] y en pieza y en forma pública y tal que pueda ser útil a todo género de profesiones y personas”.

En 1728, Benjamín Franklin compuso su epitafio: “Los restos de B. Franklin, Impresor –cual las pastas de un viejo libro, gastadas y sin brillo la tipografía– yacen aquí, alimento para los gusanos. Pero su obra no se perderá, pues volverá a ser  publicada, en una nueva y más elegante edición, revisada y corregida por el autor”.

El Nobel húngaro Imre Kertész, se preguntó para quién escribe el escritor. “Para uno mismo –respondió–. En mi caso, para estar fuera de la masa envilecida, de la Historia que nos deja sin destino y sin rostro. Para sobrevivir, para tomar conciencia existencial. Y porque 10 años después de volver de los campos de concentración nazis descubrí con horror que todo lo que quedaba de esa experiencia era una vaga impresión y alguna anécdota. Como si todo le hubiera pasado a otro”.

Víctor Hugo, el francés que nos enseñó que no hay nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado, sentenció que si un autor escribiera sólo para su tiempo, “tendría que romper la pluma y tirarla”.

Para el español José Luis Alvite, la literatura carece de poder social. “La cultura –dijo– tiene un alcance muy limitado como factor de conmoción. Los poetas, los novelistas y los músicos pueden alentar el cambio, desearlo y poner los medios a su alcance, pero con el tiempo, incluso el intelectual más iluso se convence de que cualquier sargento de artillería es socialmente más determinante que el último Nobel. Y lo cierto, maldita sea, es que el único género literario con cierta influencia social es la pancarta”.

“Paperback writer”, Duncan Roberts (2007).

Archibald MacLeish, el enorme poeta neoyorquino hoy tristemente olvidado, expresaba su convicción de que “sólo la poesía puede lograr esa fascinación de la mente que razona, esa liberación de la naturaleza que escucha, esa solución de las deflexiones y distracciones de las superficies del sentido, mediante lo cual se admite, se reconoce y se conoce la experiencia intensa. Únicamente la poesía puede presentar las más íntimas y por lo tanto menos visibles experiencias humanas en forma tal que los hombres, al leer, puedan exclamar: ‘Sí… Sí… Así es… Es así como realmente es’”.

José Vasconcelos sostenía que hay libros que deben leerse de pie. Henry Miller dijo que el libro enriquece al que se apodera de él con toda el alma. Goethe sostenía que al leer no se aprende nada, sino que nos convertimos en algo. Edmundo Valadés vivió convencido de que el libro que uno desea con toda el alma siempre encuentra el camino hacia nosotros y, una vez hallado, nos libera para siempre de la soledad.

Máximo Gorki encontraba que al platicar sobre sus lecturas las distorsionaba y les agregaba cosas de su propia experiencia. Y ello ocurría porque literatura y vida se le habían fundido en una sola cosa. Para él un libro era una realidad viviente y parlante. Menos una “cosa” que todas las otras cosas creadas o a crearse por el hombre.

La relación de lo humano con lo escrito fue magistralmente expuesta por Federico García Lorca en septiembre de 1931 en la inauguración de la biblioteca del pueblo Fuente Vaqueros, en Granada. Medio pan y un libro, tituló la alocución en la que nos legó esta luminosa sentencia:

“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro […] Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoievski, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida”.

Termino este último Juego de ojos 2020 con un aguinaldo navideño: “Ars Poetica” de MacLeish (1926) en la versión castellana de Benjamín Valdivia:

poema a la escritura
Imagen: Tangenter Larson.

Un poema debiera ser palpable y mudo / como un fruto redondo, / mudo / como los viejos medallones al tacto, / silencioso como la piedra gastada / de los balcones donde crece el musgo— / Un poema debiera ser sin palabras / como el vuelo de los pájaros.

Un poema debiera estar inmóvil en el tiempo / conforme sube la luna, / y dejar, como libera la luna / rama por rama los árboles enredados de noche, / dejar, como la luna tras las hojas del invierno, / recuerdo tras recuerdo a la mente — / Un poema debiera estar inmóvil en el tiempo / como la luna al salir.

Un poema debiera ser igual a: / no cierto. / Para toda la historia del dolor / un pórtico vacío y una hoja de maple. / Para el amor / los pastos inclinados y dos luces sobre el mar — / Un poema no debiera significar / Sino ser.

Después de esto dan ganas de gritar, con Shelley: Ociosos retornaron los dioses a su hogar, / el país de la poesía, inútiles en un mundo que, / crecido bajo su tutela, / se mantiene por su propia inercia.

¡Carajo! ¡Mi reino por un poema!

Juego de ojos.

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Empatía o resquebrajamiento

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Hace pocos días durante una conversación se mencionó la palabra “empatía”, como tantas otras que se suceden durante un diálogo no se aquilata pronto el peso individual de su significado.

La empatía es el sentimiento de identificación con algo o alguien, es la capacidad de identificarse y compartir los sentimientos.

Lo anterior es muy poderoso, implica involucramiento emocional para entender y compartir lo que siente, es algo complejo. Empatar las emociones implica una correlación y comunión no sencilla de establecer y si es difícil entre un par de individuos, ¿cuán más será en un grupo de personas? Pero, por encima de todo, ¿qué implicaciones tiene no ser empático como líder?

Establecer nexos emocionales positivos entre las personas y las sociedades es fundamental para la subsistencia y desarrollo de cualquier ente social, no podemos esperar que una persona se identifique con un proyecto o una idea si no tiene una implicación emocional positiva. Incluso, aun teniendo desventajas, si es emocionalmente relevante, se logrará el compromiso de involucramiento y participación constructiva.

empatia y trabajo
Imagen: Pinterest.

Las emociones negativas, por lo contrario, provocarán un riesgo relevante para las sociedades, las personas verán como una amenaza cualquier plan o proyecto y tratarán de que fracasen. Desviarán procesos y ejecutarán actos de deterioro al patrimonio o la seguridad de la institución, en forma discreta al principio y conforme vayan integrando adeptos, se presentarán conductas de rebeldía.

Provocar empatía no es un don de nacimiento, es una conducta aprendida que se fortalece con el éxito en la ejecución, se descubre en edades tempranas y conforme se va logrando alcanzar lo que se desea, madura y perfecciona. Los líderes empáticos entienden las necesidades de la gente y saben que tocando las fibras sensibles del miedo y la esperanza, son capaces de conseguir sus objetivos. Los grandes hombres en este proceso construyen, los mezquinos se aprovechan de la condición de las personas para su beneficio.

Podemos inferir que la empatía es algo muy poderoso en las manos adecuadas para guiar a las sociedades en un camino de evolución y felicidad, un estadista pensará más allá de él, visualizará qué pasará cuando no esté y cómo la sociedad puede avanzar por sí misma, tomará decisiones difíciles y entenderá sobre todo el riesgo en cada una de ellas. Esas personas trascienden, por lo que son capaces de bien hacer por sus semejantes.

Pero ¿qué pasa cuando la empatía se usa con fines perversos cuando la ignorancia prevalece, cuando el líder no escucha, cuando la visión no es correcta? ¡El resquebrajamiento! Las decisiones erráticas prevalecen, los caminos son confusos y la sociedad no entiende cómo actuar para contribuir al bienestar y crecimiento común. La percepción domina por encima de la razón, las personas se confrontan sobre asuntos que no tienen control o suficiente información, el miedo aparece, cada persona intenta salvaguardar su posición ante una amenaza no clara, pero no menos real.

manipulacion
Imagen: BBC.

La esperanza se convierte en el hilo conductor del discurso y la gente se aferra a él ante el vacío que implica que no exista, alimentado por los sentimientos de cercanía y la empatía existente, ante esa falsa sensación de que el líder me comprende o entiende.

Al final la historia es diferente al estadista que construye sociedades, en el resquebrajamiento no hay construcción, queda desolación y se cosechan cenizas, los sobrevivientes tienen que redoblar esfuerzos para retomar los caminos que una vez fueron los cursos sobre los cuales se avanzaba.

Las sociedades debemos tener cuidado con aquellas voces que nos hablan de empatía, cuando lo único que se busca son las consecuciones personales, el riesgo que se tiene por no entender lo que pasa en nuestro entorno social, político, económico y de seguridad; estos no se pueden prever o imaginar.

Podemos saber dónde empieza el caos, pero no podemos predecir hasta dónde va a llegar y siempre se puede estar peor.


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