Política

López Obrador y Joe Biden

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La elección presidencial estadounidense transcurrió en un entorno que viene descomponiéndose desde hace algunas décadas, pero nunca como durante los últimos cuatro años: polarización política, desigualdades intolerables, racismo exacerbado, clases medias empobrecidas, mujeres ofendidas, migrantes vejados, desprestigio de la democracia y sus instituciones; a esos factores se sumó el mal manejo de la pandemia, con sus miles de decesos que podían haberse evitado.

En este ambiente, la elección presidencial fue también un referéndum social a la majadería estúpida de Trump, y para colmo, no le fue mal, puesto que obtuvo 4 millones de votos más que en 2016; también estuvieron a juicio los medios de comunicación, a los que 70 millones de votantes no les creyeron o no les importó su permanente denuncia de las grotescas mentiras con que ha gobernado el presidente.

La larga espera para conocer el conteo final de tres estados, cuando en la India, por ejemplo, cuentan 600 millones de votos en un día, le da una mala calificación al proceso electoral y lo peor, es que da lugar a un peligroso vacío, que los republicanos pudieran verse tentados a llenar legalmente, forzando a que sea el Congreso el que designe al ganador.

biden y trump
Imagen: Wasiu K.

¿Qué pasaría, se ha preguntado más de un columnista, si ante la tardanza oficial, Fox News decidiera dar a Trump como ganador? La presentación de evidencias ya no es requisito.

De cualquier manera, Trump ya logró, según encuestas, que 70% de sus seguidores, unos 50 millones de electores, estén convencidos de que hubo fraude electoral y negarán la legitimidad del resultado si éste termina favoreciendo, como aún es lo más probable, a Joe Biden.

Biden, por su parte, tiene un perfil tan bajo que algunos lo consideran más bien plano, porque fue senador seis ocasiones y pasó sin dejar huella. De hecho, es muy probable que el elemento aglutinante en torno a su candidatura, fuera el vehemente rechazo de poco más de la mitad del electorado a Trump.

 Joe Biden no llega como el líder que llene su cargo; tendrá que convertirse para “curar a la sociedad”, uno de sus lemas, y formular lo que parece que intentará, que es un “Nuevo Trato” keynesiano, constructivo, para lo cual tendría que convencer a tirios y troyanos como lo hizo Franklin Delano Roosevelt hace 90 años.

Asumamos que finalmente se declara ganador a Biden. La agenda de López Obrador con su gobierno tendría nuevos temas; quizá con la idea de que no sea sólo Washington donde se diseñe, AMLO no aceptó la solicitud del equipo de Biden, presentada a nuestra Embajada, de que tuvieran un encuentro telefónico.

Esperemos que el gobierno de Joe Biden no reaccione ante tal demostración de autoridad de López Obrador como han reaccionado la derecha y los empresarios mexicanos. A éstos les convendría no alejarse de los entendimientos con el gobierno estadounidense.

usa y mexico
Imagen: Pinterest.

Con seguridad el gobierno de Biden presionará por la aplicación estricta de normas ambientales en la planta industrial y por el desarrollo de fuentes renovables de energía; también insistirá, porque está en el T-MEC a solicitud del sindicalismo estadounidense, en extender los términos de las contrataciones laborales a más empresas dentro de nuestro territorio, para que los bajos salarios no sean un factor principal de competitividad.

AMLO no tendrá que ser tan condescendiente con Biden, pero los asuntos se tratarán menos superficialmente que con Trump. Los problemas fronterizos, la violencia y el narcotráfico seguirán siendo prioritarios para Washington, pero el gobierno tiene con qué negociar para hacer valer la perspectiva e intereses de México en esos y otros asuntos, como la vejación salvaje, inhumana de su actual política migratoria, sobre la que no puede seguir esgrimiendo que es un tema interno estadounidense.

Un asunto que puede hacer lucir una buena relación entre ambos gobiernos es la iniciativa de López Obrador de promover el desarrollo del triángulo del norte centroamericano, con la que Trump se comprometió, pero no hizo nada, y Biden ha manifestado empatía.

Si la institucionalidad estadounidense declara pronto ganador a Biden, y desarticula la estrategia republicana para aferrarse a la presidencia, habrá condiciones para esperar, ahora sí, un trato respetuoso del gobierno de Estados Unidos a México y a nuestra nacionalidad.


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Censura al Presidente y democracia

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El triunfo de Joe Biden es una nota de esperanza para el mundo en muchos sentidos, lo mismo para superar la pandemia del Covid-19 que ante el desafío del cambio climático. La derrota de Donald Trump lo es, sobre todo, porque muestra la posibilidad de trascender, o al menos poner bajo control democrático, una ola populista que lejos de resolver los problemas económicos, sociales o culturales que le dieron impulso, los está exacerbando, al tiempo que distorsiona y pone en riesgo a la propia democracia. 

Evidentemente, eso no sólo es aplicable a Estados Unidos, sino al mundo y en particular a México.

Somos un país muy diferente, pero son patentes los parecidos entre nuestros mandatarios y su accionar político, así como los fenómenos sociopolíticos que los llevaron al poder. Casi como señas de familia.

Es ilustrativo que, a pesar de que nuestro Presidente se asume como abanderado de la facción liberal en México, sucesor de Benito Juárez, su foto acaba de aparecer, al lado de la del inquilino saliente de la Casa Blanca, en un artículo de The Guardian con el título “El fin de la era Trump asesta un duro golpe a los líderes populistas de derecha en todo el mundo”. El gran “adversario” de los conservadores en un collage en el que también figuran el Primer Ministro húngaro Viktor Orbán, héroe del movimiento de la “democracia iliberal”, y Marine Le Pen, lideresa del partido francés de extrema derecha Agrupación Nacional.

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Imagen: Chicago Tribune.

Paralelismos

El Washington Post, con su iniciativa Fact Checker, ha llevado la cuenta de afirmaciones falsas o engañosas de Trump: en la recta final, su promedio fue de 50 por día. Según el diario, esta inclinación a la mentira o, en el mejor de los casos, la inexactitud, ha empeorado a tal grado que ya no puede seguirle el paso.

Al Sur del Río Bravo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, de acuerdo con SPIN, consultoría de comunicación política que ha seguido con lupa sus “conferencias mañaneras”, acumuló más de 29 mil 700 declaraciones no verdaderas o, en el mejor de los casos, inverificables: una media de 73 por episodio de este ejercicio más cercano al género del monólogo o el stand up que al de las ruedas de prensa para informar.

Uno a través de tuits, el otro hablando diariamente un mínimo de dos horas de lunes a viernes, muy temprano, han cultivado un estilo personal de lidiar con la crítica, la rendición de cuentas y la realidad misma que recuerdan a la famosa frase de Groucho Marx: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.

Trump popularizó el concepto fake news, como recurso para descalificar a los medios de comunicación que le resultan incómodos, por supuesto no a sus propias mentiras o imprecisiones. También declaró a un grupo de estos –New York Times, NBC, ABC, CBS, CNN– “enemigos del pueblo”. Su gobierno inventó el concepto de las “verdades alternas”, tan paradójico como válido para millones en la era de la posmodernidad, la polarización y la posverdad.

Nuestro mandatario ha sido aun más creativo: “hampa del periodismo”, “prensa fifí”, “pasquín inmundo”, “muerden la mano de quien les quitó el bozal”. En paralelo, ha hecho de la frase “tengo otros datos”, una de sus salidas más socorridas ante los datos de la terca realidad.

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Imagen: Poynter.

Por eso no son de extrañar rasgos de identidad como el rechazo a usar cubrebocas ante la pandemia, así como el desprecio a lo que diga la ciencia y los especialistas al respecto, lo mismo que sobre todo tipo de asuntos, desde la medición del PIB hasta el cambio climático. Todo con la idea de que la verdad puede ser sinónimo de popularidad o que depende de la fe, la repetición o la lealtad política.

Así, con el favor del “pueblo sabio”, más allá de lo que opinen técnicos, o las matemáticas, “gobernar no tiene mucha ciencia”, como ha dicho AMLO. Y también así Trump puede justificar su autoelogio de “genio muy estable”.

En ambos casos, como en el del presidente brasileño Jair Bolsonaro y su patético llamado a “dejar de ser un país de maricas”, la pandemia sacó a relucir los riesgos que implica ese talante de desprecio a la realidad y al conocimiento, irresponsabilidad declarativa y distorsión cognitiva sobre lo que significa e implica el ejercicio de gobierno, convertido en una suerte de campaña electoral permanente o mala película de buenos contra malos. El aprendizaje ha sido muy costoso, pero es fundamental.

De hecho, Trump hubiera sido un candidato mucho más competitivo si no hubiese manejado la contingencia con tal dosis de negación, desprecio de las indicaciones de especialistas y una politización o faccionalismo que se extendió incluso a algo tan básico, pero tan crítico como el uso de mascarillas.

Si no nos hace reaccionar el que a una tragedia como la que estamos viviendo en ambos países por el Covid-19 se le responda así, con tan marcada confusión entre gobierno y demagogia, y entre narrativa y realidad, ¿qué puede hacerlo? Porque lo que es claro es que los problemas no se resuelven a base de retórica, desplantes y distractores mediáticos; al contrario: se complican.

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Imagen: Jamiel Law.

Autocorrección democrática: de Clístenes a Trump

En este contexto, tampoco debería sorprender que cadenas de televisión de Estados Unidos decidieran sacar del aire a Trump cuando denunciaba, sin evidencias y ni siquiera argumentos con alguna lógica mínima, un fraude. El asunto es polémico, y se da cuando el Presidente cae aceleradamente al estatus de lame duck, como designa el argot político de ese país a un mandatario que queda sólo con poder formal. Podría acusarse a esos medios de hacer leña del árbol caído con cómoda valentía. Sin embargo, a la postre puede acabar siendo una decisión que ayudó a reparar un vacío o una distorsión real del Estado democrático de derecho.

¿Hasta dónde llega la libertad de expresión de un gobernante? ¿Incluye usar “la investidura”, el podio y la caja de resonancia pública que le confieren los ciudadanos para desinformar, engañar, esparcir odio, alentar la división, hacer acusaciones sin pruebas, calumniar o difamar, propiciar la inestabilidad social, o incluso situaciones que pueden derivar en muerte y desolación, como en el caso de la pandemia?

AMLO ha dicho que su “pecho no es bodega”, y lo mismo podrían decir Trump o Bolsonaro, todos con una incansable energía pleitista, inmersos en riñas permanentes que no sólo distraen de los asuntos que importan al interés colectivo, sino que cancelan las oportunidades de solucionarlos porque dinamitan los puentes de diálogo y acuerdos. Quizá la censura que los gobernantes no deben imponer a los ciudadanos de a pie, sí deban ejercerla éstos contra mandatarios que se extralimitan en el poder y la representación que dimanan de la propia ciudadanía.

Hoy cualquiera puede expresarse con liberalidad en las redes sociales para insultar, decir tonterías o hacer eco de mentiras, prejuicios y las teorías conspiratorias más delirantes. Incluso tener a miles o hasta millones de fans que siguen a algunos precisamente por todo eso. ¿Puede ser igual para el hombre más poderoso del mundo o el de una nación de más de 126 millones de habitantes? 

Desde la época del esplendor de la democracia de Atenas, hace 2 mil 500 años, se sabe que ésta puede degenerar en oclocracia o llevar al poder a demagogos que acaben con la democracia. Sin embargo, también se ha constatado, una y otra vez desde las reformas de Clístenes, la capacidad de ajuste y corrección de este sistema que Winston Churchill calificó como el peor, a excepción de todos los demás que se han inventado. Así es como crearon el sistema de división de poderes y las garantías constitucionales, y así también hay que abordar los dilemas que plantean el populismo y la demagogia en la era de las redes sociales y la conectividad 5G.

Sobre esas bases hay que abordar la victoria de Biden y la derrota de Trump: oportunidad para poner en sintonía a la democracia con los retos y las oportunidades del mundo y del México del siglo XXI.


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Las sociedades divididas

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Ante lo que parece una inminente victoria electoral, el sábado por la noche Joe Biden pronunció un discurso emblemático en la ciudad de Wilmington, al norte del estado de Delaware en la costa este de Estados Unidos. En su discurso, el candidato demócrata, y prácticamente presidente virtual de aquel país, hizo una petición sumamente relevante. Se dirigió en concreto a los votantes de Trump, pero también lo hizo indirectamente a todo el electorado y población estadounidense. “Démonos los unos a los otros una oportunidad, es hora de dejar de lado la retórica áspera, de bajar la temperatura, de vernos nuevamente, de escucharnos nuevamente”. Es un claro mensaje de conciliación, bienvenido en los tiempos que corren, pero que refleja una crisis coyuntural global.

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Imagen: Brian Stauffer.

En los últimos años, los reportes periodísticos sobre elecciones nacionales alrededor del mundo incluyen, casi sistemáticamente, la palabra “polarización”. No mienten. Reflejan lo que cuantitativamente expresan las urnas en cada caso, y que se traduce en elecciones usualmente disputadas. Pero también son prueba cualitativa de dinámicas mucho más profundas. Estas elecciones disputadas son el síntoma de sociedades que se han dividido y que han encontrado fundamentos para permanecer así. Que la democracia desnude la diferencia no es novedad, de hecho es el escenario deseable. Y que las sociedades estén divididas, tampoco es nuevo. La diferencia es inherente a la coexistencia en sociedad. Entonces, ¿qué tienen de novedosas las polarizaciones contemporáneas y por qué son preocupantes?

El acento está en la forma. Y aquí, como en otros casos, la forma sí es fondo. La manera contemporánea de canalizar la división supone montarla sobre discursos de odio que no necesitan de argumentos, de racionalidad, y de hecho ni siquiera de verdad. En otras palabras, ésta es una de esas épocas en la que la mentira basada en mentiras es rentable políticamente. No sólo porque se vende como verdad, sino porque se compra como verdad. El contexto público se transforma en un mercado en el que charlatanes venden e incautos compran. En ese contexto, sin embargo, también existen y aparecen mensajes racionales, con menos falacias y más argumentos, pero orillados a competir en el mercado dominado por las mentiras rentables. No se está descubriendo el hilo negro al decir que la rentabilidad política de las mentiras funciona porque está capitalizando rencores acumulados en las últimas décadas.

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Imagen: Ryan García.

Estados Unidos y su elección son escenarios ilustrativos de esto, pero de lejos es el único caso. En México, con sus salvedades y particularidades, el escenario público reproduce prácticamente la misma fórmula. Por eso importa el llamado de Biden. No porque él o su gobierno puedan convertirse en el adalid de la reconciliación, sino porque un líder de ese tamaño, desde esa posición, está convocando a la reconciliación. El éxito del llamado no depende de Biden, pero sí importa que políticos desde la esfera política retomen un camino de mediación y concordia. Después de todo, si en la democracia las divisiones son normales y deseables, también lo es el diálogo y una eficiente contención de odios desde lo público.

La máxima aspiración no consiste en reconciliar, porque no estábamos conciliados antes. En general, venimos y continuamos sobre caminos de desigualdad, menosprecio, racismo, clasismo, violencia e injusticia. Sin embargo, un llamado a darse una oportunidad los unos a los otros, a vernos nuevamente y, sobre todo, a escucharnos nuevamente, es un buen paso en la dirección correcta. Las resistencias están siendo automáticas. Hace falta un vistazo brevísimo a la cuenta de Twitter del todavía presidente Trump. Sin embargo, vale la pena considerar ese camino, sobre todo considerando que el poder alrededor del mundo, la alternativa se pavimenta sobre los odios que han llevado a la peor cara del populismo. Mejor veámonos y escuchémonos unos a otros.


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La noche quedó atrás: El triunfo de Biden y su impacto global

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El triunfo de Joe Biden y Kamala Harris en las elecciones presidenciales de Estados Unidos me hizo recordar la novela: “La noche quedó atrás” (Out of the Night) de Jan Valtin, sobre la derrota del fascismo y la liberación del comunismo. La victoria de Biden-Harris es de la mayor transcendencia para ese país y para el mundo. En estas recientes elecciones estuvo en juego no sólo la presidencia del que sigue siendo el país más poderoso del mundo con aún una fuerte influencia internacional.

En esta elección estuvo en juego el futuro de la democracia, del Estado de derecho, la racionalidad política y la decencia en el quehacer público. Con el triunfo de Biden-Harris se recupera la voz del conocimiento científico, el combate al cambio climático, el poner fin a la destrucción del planeta, a la sobre-explotación de los recursos naturales y la degradación de los ecosistemas.

Asimismo, en esta elección se abre la posibilidad de revisar el modelo de desarrollo global para hacerlo sustentable y así desvincular el progreso, el bienestar y la prosperidad de la destrucción de la naturaleza. De trabajar por el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas de las sociedades sin destruir el medio ambiente y sin continuar rebasando los limites naturales del planeta. También se abre la posibilidad de revisar nuestros esquemas de crecimiento económico para lograr mayor justicia social, erradicar la pobreza y disminuir la desigualdad.

La tarea va a ser compleja. Volver a la razón y a la decencia no va a ser fácil ni en Estados Unidos ni en ningún otro país del mundo. Las sociedades de muchos países están profundamente polarizadas. El populismo, la demagogia delirante, la mentira como principio político operativo, “la verdad alternativa”, el odio, el insulto, la descalificación, la falta de respeto son prácticas corrientes en muchos países. Pero el triunfo de Biden en Estados Unidos es un principio, con impacto internacional, por la influencia de ese país.

Biden y Kamala Harris
Ilustración: Fabio Buonocore (Five Thirty Eight).

Los demócratas vencieron a Trump, que no inventó la polarización en su país, pero que se subió en ella para exacerbarla, a través del diagnóstico fácil, de la mentira y sobre todo del odio racista. Donald Trump es la expresión del neoconservadurismo norteamericano. Es una manifestación de la tradición racista, clasista, nativista de un sector de la sociedad estadounidense. Trump es la expresión del resentimiento de blancos pobres, sin educación universitaria, de fanáticos evangélicos de las áreas rurales del país que, ante su imposibilidad de entender un mundo cambiante y crecientemente complejo, se refugian en dogmas religiosos e ideológicos simples, se apoyan en las teorías de la conspiración para rechazar y condenar lo que no entienden. Pero Trump es sobre todo la expresión de grupos económicos que promueven tendencias libertarias que en realidad únicamente tienen interés en manipular a masas ignorantes para legitimar la mayor concentración del ingreso y de la riqueza de la historia contemporánea tanto en Estados Unidos como a nivel planetario.

Donald Trump representa al grupo político que se apoderó del Partido Republicano, desde la revolución conservadora de Reagan en los años ochenta, que promovió la globalización económica y que después se distanció de la misma en la medida en la que surgió la irrupción de China y la creciente competencia comercial y tecnológica de los países del Asia-Pacífico y de Europa que han desplazado a  Estados Unidos de numerosos mercados.

Biden-Harris encabezan una coalición muy variada de los demócratas que van desde el centro a la extrema izquierda y que tendrá numerosos problemas para lograr consensos. Además, enfrentarán a un poderoso partido Republicano que está lejos de colapsarse, en el que también hay numerosas contradicciones.

Hacia el interior de Estados Unidos, la labor de Biden-Harris es volver a unir a la población, de generar consensos en el centro del espectro político. El lado más positivo de la victoria de Biden-Harris es el de regresar a la racionalidad pública, de escuchar el conocimiento científico en la solución de la problemática, de volver al multilateralismo para la búsqueda de soluciones a los riesgos globales. Así, anunció el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París, lo cual hará posible la meta de evitar un calentamiento del planeta inferior a 1.5° Celsius o de 2° C a lo sumo. De lo contrario el planeta enfrentaría situaciones catastróficas en todos los órdenes. De igual forma, hará que Estados Unidos permanezca dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC), y principalmente volver a intentar rescatar a la economía mundial de la especulación financiera que la domina y la estrangula.

Trump en el abismo
Imagen: The Nwe York Times.

En la relación bilateral de México con Estados Unidos volverán a la agenda, además de las cuestiones financieras, comerciales y de migración, los temas del respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a la libertad de prensa, los derechos humanos, las cuestiones laborales, pero sobre todo la energía y el medio ambiente. Llegó el momento de impulsar gradualmente la transición energética.

Con la derrota de Trump se vence al fascismo post-moderno. La lucha no ha terminado, el aún presidente Donald Trump recurrirá a todas las medidas legales e ilegales, a todo tipo de trampas para revertir la decisión electoral o al menos para crear un ambiente de desestabilización, encono y violencia. Siempre ha recurrido a la mentira, lo volverá a hacer ahora más que nunca.

En un reciente conversatorio sobre las elecciones en Estados Unidos, comenté con Leonardo Curzio si éste es el inicio del fin del populismo, como lo conocemos actualmente. Lo plantee en el sentido de que con frecuencia acontecimientos como estas elecciones en Estados Unidos desencadenan tendencias globales. Curzio considera que no. Yo no estoy tan seguro. Tengo esperanzas de que esto sea el inicio de una ola que afecte a un buen número de autócratas.

“La noche quedó atrás” es el título de esta colaboración. Pero frente a las medidas que está tomando Trump, el título probablemente debía ser “¿La noche quedó atrás?”. Está claro que ésta es una lucha entre los principios democráticos y el fascismo post-moderno.


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La colita del trumpismo

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En su tercer intento y a los casi 78 años, el demócrata Joe Biden logró convertirse en el presidente número 46 de Estados Unidos, en una de las elecciones más reñidas en la historia de ese país.

Biden se alzó con la victoria cuando contaba con 75,404,182 votos, un 50.7 % del total, mientras el republicano Trump había sumado 70,903,094, un 47.6%. Un cierre de fotografía.  

La diferencia entre Biden y Trump fue mucho más ajustada de lo que predijeron los sondeos, menos de 5 millones de votos, que es nada en un país de más de 300 millones de habitantes. 

El triunfo del binomio Joe BidenKamala Harris dio pauta para que una mujer, por primera vez, ocupe la vicepresidencia del país más poderoso del planeta.

Pero los triunfadores enfrentan un escenario poselectoral inédito en el país de las barras y las estrellas y con retos nada sencillos de resolver.

trumpismo biden
Imagen: New Republic.

El primero es que su contrincante no acepta su derrota y, terco como es, hará hasta lo imposible por judicializar la contienda y llevarla hasta la Corte de Estados Unidos.

En este escenario, Trump tiene mayoría en la Corte, pero se ve improbable que llegue hasta esa instancia si no se aportan pruebas contundentes del presunto fraude que alega.

Otro desafío para los demócratas es atemperar al electorado perdedor, evitar manifestaciones que culminen en reyertas y encontronazos violentos siempre factibles en una sociedad armada.

Le urge al candidato electo consolidar la operación cicatriz para reconciliar, lo antes posible, a la sociedad estadounidense, porque terminó partida en dos tras la elección y, mientras subsista el alegato de fraude, seguirá vivo el encono.  

Todo esto hace impredecible el clima de la transición de poderes que, por primera vez, podría no ser pacífica como se ha dado siempre en Estados Unidos, sobre todo, conociendo el temperamento, los desplantes y el estilo Trump de hacer política.

El conflicto poselectoral, pase o no por la Corte de Estados Unidos, tiene que acabar antes del 20 de enero de 2021, fecha que fija la Constitución para que el candidato electo asuma el mando, es decir, hay 71 días para dirimir la controversia.

berrinches trumpismo
Imagen: Joao Fazenda.

Por lo que respecta a México, si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador se precipitó al ir a Estados Unidos en plena campaña electoral, ahora ha actuado con extremada prudencia y, con razón, ha dicho que reconocerá el triunfo del demócrata hasta que sea oficial.

Obrador sabe de la peligrosidad del energúmeno presidente y nadie descarta que, en el lapso que le queda en el poder, cometa alguna locura o atropello contra México.

Además, parece que calcula que con el futuro presidente Biden, con quien ya tuvo contacto en 2012, no haya rencores ni venganzas y, por la plataforma política del demócrata, será viable un acuerdo migratorio que beneficie a los mexicanos y, en general, a la comunidad latina.

Lo cierto es que a pesar de que el estilo Trump: machista, prepotente, racista y supremacista, conecta con buena parte del electorado norteamericano promedio, el republicano cometió errores imperdonables que lo llevaron a perder la reelección y a convertirse en el primer presidente que no la logra en los últimos 28 años. 

El más costoso de todos, sin duda, ha sido el pésimo manejo de la pandemia que tiene a Estados Unidos como el país con mayor número de muertes en el mundo por coronavirus. 

Veremos cómo nos pega la colita del trumpismo, porque, por desgracia, todavía le quedan 71 días para insultar, indultar, golpear y hacer de las suyas.


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Embajada de Japón y Guardia Nacional fortalecen esquemas de intercambio de información

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Yasushi Takase, Embajador de Japón en nuestro país, reconoció la excelente relación bilateral entre ambos países y manifestó su mejor disposición para el fortalecimiento de las relaciones e intercambio de información de inteligencia entre la Agencia Nacional de Policía Japonesa con la Guardia Nacional de México.

El Comandante de la Guardia Nacional y Comisario General GN, Luis Rodríguez Bucio, recibió la visita de una delegación de diplomáticos del Japón, con quienes acordó fortalecer los esquemas de cooperación e intercambio de información en materia de seguridad entre ambas naciones.

El Embajador de Japón en México, acompañado del Cónsul Kazuyoshi Shimizu, acreditaron la confianza de su país para mantener los centros de trabajo con inversión japonesa, como las más de mil empresas que operan en Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Jalisco, entidades donde se realiza un esfuerzo importante para ofrecer condiciones de seguridad.

El Comisario General, Luis Rodríguez Bucio, respaldó la instrucción presidencial de incrementar el despliegue de la Guardia Nacional en todo el territorio mexicano y expresó la disposición, como ocurre con las comunidades de extranjeros en nuestro país, para establecer los canales de coordinación a fin de responder con oportunidad a sus reportes y atender sus necesidades.

Del mismo modo el Comandante de la Guardia Nacional informó del avance en la Estrategia de Seguridad Pública, sustentada en el despliegue de Coordinaciones Estatales y Regionales, el funcionamiento de las Mesas de Coordinación para la Construcción de la Paz, así como un fuerte impulso al reclutamiento y capacitación, lo que sin duda, redundará en mejores condiciones de vida en todo el país.

¿Qué pasa realmente en las elecciones en Estados Unidos? Uno de dos

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Las pasadas elecciones han sido muy especiales por muchas razones y en este artículo buscaré describirlas detalladamente para entenderlas mejor.

Quizás amigo lector, tú al igual que yo, nos desvelamos el pasado 3 de noviembre y luego estuvimos muy atentos dando seguimiento al resultado de las pasadas elecciones en Estados Unidos hasta el sábado cuando se corroboró que Joe Biden y Kamala Harris, del partido demócrata, habían ganado las elecciones para la presidencia y vicepresidencia en el período 2021-2024.

Los Estados Unidos de América tiene una población de alrededor de 382 millones de habitantes, de esta población se registró un determinado número de electores y de esos el 65% realmente votó, es decir, casi 145 millones de personas votaron.

En las pasadas elecciones no sólo estaba en juego la presidencia de Estados Unidos, también lo estaba (lo está) el control de la mayoría en la Cámara de senadores y en la Cámara de representantes (diputados), la elección de once gubernaturas, y 366 alcaldías, además de muchas leyes que aprobarían diversas cosas, principalmente temas relacionados con la legalización de drogas.

elecciones
Ilustración: Errata Carmona.

La Cámara de representantes esta integrada por 435 legisladores cuyo período dura dos años y la de senadores por 100 legisladores, dos por estado, que duran en su cargo seis años y son electos en tercios. Por eso en esta ocasión había 33 cargos en disputa, más dos vacantes, la del fallecido John McCain y la de Johnny Isakson, que renunció a su puesto por razones de salud.

La Cámara de representantes actualmente está bajo el control del partido demócrata, ya que tiene 232 legisladores versus 197 del partido republicano, mientras que el Senado es de mayoría republicana con 53 senadores de este partido versus 45 del demócrata y dos senadores demócratas, que en muchas votaciones se suman al partido demócrata, quizás la más visible de esas posiciones es la del reconocido Bernie Sanders, precandidato presidencial por el partido demócrata.

De las 35 posiciones de senador en disputa en esta elección, había 23 que ocupaban legisladores republicanos y 12 demócratas, por eso había la posibilidad de que la mayoría podría cambiar. A esta fecha (8 de noviembre) ya se han decidido 96 asientos, 48 son republicanos, 46 son demócratas y dos independientes. Dos se resolverán en unos días y dos del estado de Georgia se definirán en enero. Así que la mayoría del Senado está en el aire, ya que se requieren 51 asientos para tener la mayoría.

En la Cámara de representantes las cosas van así, el partido demócrata tiene ganadas 215 posiciones y el republicano 196, y se requieren 218 asientos para tener la mayoría, por lo que es un hecho que los demócratas la mantendrán.

Los estados que disputaron elección de gobernador fueron: Delaware (D), Indiana (R), Missouri (R), Montana (R), New Hampshire (R), Carolina del Norte (D), Dakota del Norte(R), Utah(R), Vermont (R), Washington (D) y West (Occidental) Virginia (R), además de las elecciones para gobernador en Puerto Rico y en los territorios norteamericanos de Samoa, donde el partido republicano ganó ocho de ellas y tres los demócratas.

elecciones usa 2020
Ilustración: Kata.

La democracia americana es, por decir lo menos, rara para la elección del presidente, ya que, en todos los otros cargos, la elección es por mayoría o voto popular, esto significa que quien gana más votos gana la elección.

La verdad de las cosas, aunque haya defensores del sistema del Colegio electoral, es una cuestión absolutamente anacrónica y muy lejos de ser democrática. Este sistema lo crearon los padres fundadores de la nación norteamericana, a finales del siglo XVIII, con el objetivo de balancear el poder entre los estados con mayor población y los que tienen menos.

El Colegio electoral, quienes realmente votan al presidente, tiene actualmente 538 electores que corresponde al número de legisladores federales, el mismo número para cada estado, es decir, California tienen 55 legisladores federales y 55 votos en el colegio electoral, mientras que Arizona tiene 11 legisladores y 11 votos electorales, a esos 535 votos electorales hay que agregar 3 del Distrito de Columbia. Por ello, para ganar la elección hay que sumar 270 o más votos electorales que es un poco más del 50%.

Sólo para mostrar la arbitrariedad del sistema pongo este ejemplo. Un voto electoral de California equivale a 715,000 electores, mientras que uno de Wyoming representa a 190,000 electores, y como estos hay decenas de casos que son un sin sentido.

Y por si esto no fuera extraño, que en realidad es absurdo y muy injusto, 48 estados han establecido un mecanismo que el ganador de la elección en el estado, sin importar el número de votos de diferencia, gana todos los votos electorales del estado, sólo Maine y Nebraska los asignan proporcionalmente, lo cual tendría bastante más lógica.

voto colegio electoral
Imagen: Billboard.

En toda la historia de Estados Unidos, en varias ocasiones, el ganador del voto popular no ha ganado la elección presidencial, como le pasó en las elecciones pasadas a Hillary Clinton frente a Donald Trump. Clinton obtuvo más de 3 millones de votos que Trump y aun así perdió. Vale decir que en todos los casos han sido candidatos demócratas los que han perdido la presidencia, a pesar de tener la mayoría del voto popular.

Hay estados bastante estables con relación a su voto, California o Nueva York siempre votan por el candidato demócrata y estados como Nebraska o Kansas siempre votan por el candidato republicano, por ello las elecciones se concentran mucho en los estados que se denominan swing states o “estados columpio”, aunque esto no es definitivo y surgen sorpresas en cada elección. Los “estados columpio” son alrededor de doce y de entre ellos destacan: Pennsylvania, Arizona, Florida, Michigan, Wisconsin, y Carolina del Norte. Estados que, por cierto, ganó Trump en 2016, algunos de ellos con márgenes inferiores a un punto porcentual.

En esta elección, que ya está decidida, a pesar de las necedades, mentiras y berrinches del presiente Trump, Biden es el candidato presidencial más votado de la historia con más de 74 millones de votos y, Trump, es igual el perdedor más votado de la historia con 70 millones de votos (un gran logro considerando lo que se había previsto, pero a este señor no le parece suficiente). Por ello será la elección con la mayor participación de la historia de las elecciones de Estados Unidos desde 1900, cuando votaron por primera vez las mujeres.

Biden gana en 24 estados y suma más del 50% de los votos totales y le arrebata varios de los “estados columpio” al partido republicano como Pennsylvania, Michigan, Georgia, Wisconsin y Arizona, además gana en cuatro estados (Maine, DC, California y Vermont) por más del 30% y en 13 por entre el 10 y el 29%. Mientras que los republicanos ganan en cinco estados (Idaho, Oklahoma, Wyoming, West Virginia y Dakota del Norte) con más del 30% y en 14 con entre 10 y el 29%. Las diferencias en estados como Florida y Texas se reducen de forma significativa en relación con la elección pasada.

Espero que todos estos datos e información aclare mucho más el proceso electoral en Estados Unidos y en mi próxima colaboración, con más datos, tendremos aún más claridad de los resultados de la Cámara de representantes y más avances sobre la presidencial y hablaré sobre las implicaciones del triunfo de BidenHarris para Estados Unidos, el mundo y en concreto para México.


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Aprueba INFO CDMX nuevas normas para sus sesiones remotas

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Por unanimidad, el Pleno del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública, Protección de Datos Personales y Rendición de Cuentas de la Ciudad de México (INFO CDMX) aprobó un acuerdo por el que se adicionan y modifican diversas disposiciones del Reglamento Interno de Sesiones para regular en la norma las sesiones virtuales, las cuales se han adoptado desde el mes de abril debido a la pandemia por Covid-19, e incorporar la figura de sesión solemne.     

 
Al exponer el acuerdo, el Comisionado Presidente Julio César Bonilla Gutiérrez, informó que con la aprobación del proyecto, la primera sesión solemne del Instituto se llevará a cabo el próximo martes 10 de noviembre, a las 11:00 horas, con motivo de la conclusión del cargo de la Comisionada Ciudadana Elsa Bibiana Peralta Hernández.  

 
“Para mí es grato que la primera sesión solemne, que marcará un antes y un después en el Instituto, sea para conmemorar la excelente labor que desempeñó la Comisionada Peralta a lo largo de seis años”, dijo. 

 
Durante la Décima Cuarta Sesión Ordinaria, que se llevó a cabo vía remota, Bonilla Gutiérrez refirió que el acuerdo privilegia las actividades a la distancia mediante el uso de las plataformas electrónicas existentes y la tecnología digital, las cuales ya existían antes de la pandemia, por lo que “debemos aprovecharla aceptando los cambios y actualizando la normativa necesaria”.  

 
Agregó que, en este contexto, es indispensable actualizar el respectivo Reglamento para emplear útilmente nuestras funciones en el ámbito digital y, desde luego, dejar un legado para el futuro del desarrollo de las sesiones que se lleven a cabo en el Instituto con eficiencia y eficacia.  

Peralta Hernández aprobó la iniciativa del Comisionado Presidente para normar las sesiones solemnes y agradeció que la primera a realizarse sea por la conclusión de su cargo, lo que consideró como un gesto de solidaridad por parte de sus compañeras y compañeros.  

Al respecto, la Comisionada Ciudadana María del Carmen Nava Polina aclaró que a pesar de que la inclusión de las sesiones solemnes no se contempla en la Ley local de transparencia, acompañaba el acuerdo porque resulta necesario llevar a cabo este tipo de celebraciones.  

Por su parte, la Comisionada Ciudadana Marina San Martín Rebolloso coincidió con normar los medios electrónicos para las sesiones del Pleno y dijo que las sesiones solemnes deben estar relacionadas con las funciones propias del Instituto.  

 En tanto que el Comisionado Ciudadano Arístides Rodrigo Guerrero García refirió que diversas autoridades llevan a cabo sesiones solemnes y aun cuando la ley no las establece expresamente estas no son ilegales o inconstitucionales, por lo que desde el punto de vista jurídico sí son factibles.  

 Durante la sesión, el Pleno también aprobó un Acuerdo para reprogramar las verificaciones contenidas en el Programa Anual de Verificaciones 2020, en materia de datos personales en posesión de los sujetos obligados de la Ciudad de México.  

Peralta Hernández recordó que la suspensión de las actividades de verificación para cumplir con la legislación de datos personales se debió a la crisis sanitaria por la pandemia y sobre todo para acatar las medidas sanitarias establecidas por el gobierno de la Ciudad de México con el objetivo de salvaguardar a la población, tales como el distanciamiento o el cumplimiento del semáforo epidemiológico.   


De igual forma comentó que mucha información de las verificaciones no se puede realizar de manera electrónica o vía remota porque existen datos y documentos que se procesan de otra forma, por lo que se tiene que realizar en el lugar específico, con lo que se prevé traslados de personal hacia las instalaciones de los diferentes sujetos obligados.  


Por su parte, la Comisionada Nava Polina señaló que es necesario considerar cómo realizar estas verificaciones sin que necesariamente sean presenciales, cuidando en todo momento el tratamiento de la información, toda vez que continúa el repunte de contagios a nivel nacional.  


Durante la sesión ordinaria, las Comisionadas y los Comisionados Ciudadanos aprobaron tres recursos de revisión en materia de derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición a datos personales (ARCO), 118 recursos de revisión en materia de solicitudes de acceso a información pública, así como un proyecto de resolución con el sentido de confirmar, relacionado con la Secretaría de Movilidad de la CDMX.