Educación

Corona para docentes

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Por Paulina Latapí.

Escribo estas líneas con el corazón en la mano, exhausta, tras pasar 14 horas en línea, conversando con jóvenes, a modo de cierre de la primera semana de total incorporación a la escuela en modo virtual autoconfinado. Y lo hago en un contexto en el cual –se dice–: es necesario disminuir la exigencia académica –pobres chicos–, realizar y aplicar las evaluaciones según ellos deseen, se está exacerbando la exclusión…

Hemos de reconocer que estamos confundidos. Este texto pretende sintetizar algunas ideas basadas en mi experiencia de vida docente y en literatura especializada. Ello con el afán de intervenir de manera reflexiva siguiendo una sola premisa: los estudiantes no deben ser depositarios de que, por la emergencia, ensayemos con ellos modalidades de enseñanza a base de prueba y error. Los docentes trabajamos con personas, no con productos industriales. Menos ahora que nunca se nos puede pedir que ejerzamos nuestro oficio bajo una presión desmesurada.

Partamos de lo que vivimos docentes y estudiantes. No sobregeneralizar. Es un hecho que cada persona experimenta la actual crisis de manera distinta según su psique, el lugar donde está, el ambiente que permea su confinamiento, el momento de su vida, entre otros muchos factores. Como toda acción educativa, también la actualmente virtual conjuga los factores del educando, los del educador y los de la situación. Y dicha triada genera estrés. Por ello debemos estar especialmente atentos a los sentimientos suscitados y por suscitar. Y mediar su expresión. Que le pongan palabras a la vivencia. Ayer, por ejemplo, me dijo una alumna: “Abro la computadora para hacer tarea, y lloro; siento que no puedo”. Y otra expresó unas diez veces: “Estoy más o menos”.

Hoy tenemos la posibilidad de escucharnos tanto de manera escrita como oral, y la empatía que manifestemos constituye la base para una buena mediación. Llevarlo a cabo implica no emitir juicios y tener la firme intención de comprender a nuestras(os) estudiantes. Es una ganancia que nos brinda el tiempo presente conforme a la máxima de que, como adultos, como guías, nos hacemos cargo de nuestros propios sentimientos y brindamos una base segura a nuestros alumnos y alumnas.

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Ilustración: Nath Thomas.

Ante estudiantes que se sienten muy confundidos, es momento de abrirles posibilidades para descifrar sus pensamientos. Que aprovechen la oportunidad: quizás inspirados por José Saramago encaren su vivencia como “El caos es un orden por descubrir”. Bajar el volumen al ruido, procurar espacios de autoobservación, efectuar pausas a lo largo del día, escuchar el lenguaje interno, resultan –sin lugar a dudas– de mucho beneficio para comprender las complejidades propias y aceptarse hoy y respecto de sus metas futuras, las cuales, por cierto, son sustantivas para trascender la incertidumbre del presentismo.

 Los docentes no somos psicólogos. Si identificamos una situación crítica en alguno de nuestros estudiantes debemos remitirlo con el especialista indicado. Tengamos bien claro que nuestra función es la del acompañamiento académico. En diversos medios se ha hablado de la necesitad de bajar la exigencia académica ante los primeros efectos de la educación en línea. Me parece entendible, como una medida de ajuste en la emergencia, pero necesitamos, en medio de la tormenta, alzar la mirada y considerar a la enseñanza como lo que es: una experiencia vital y –de acuerdo con la mayoría de los planes y programas de estudio– un conjunto de saberes que se construyen y deben ser “útiles para la vida”. Justo en este punto brota la pregunta: ¿Bajar la exigencia académica es formativo? Considero que tal interrogante debe pensarse y decidirse con cuidado.  Lo dijo Epicuro: “Los grandes navegantes deben su fama a las tormentas”. No se trata de bajarnos del barco. Imposible. Imposible también cambiar de barco.  Se trata de adecuar los contenidos y medios a la situación actual.

Consideremos inicialmente a los contenidos. Algunos pueden ser abordados muy bien, de manera directa en el momento actual; otros no. Respecto de los primeros, cada profesor o profesora, en relación con sus alumnos y su asignatura, puede promover las relaciones. Yo sí creo en la suerte. El taller de cuento histórico, que imparto desde hace diez años, este semestre augura unos cuentos fabulosos. Sin embargo, cuando la relación de las asignaturas con lo que se vive no es directa, han de idearse maneras de hacerlas realmente significativas; de lo contrario, será muy complicado lograr la motivación y concentración necesarias para su estudio. En todo caso, alertamos a toda costa sobre el gran riesgo de disminuir los contenidos esenciales que enseñan a los estudiantes a remar, a hacerse al timón, a henchir las velas trabajando en equipo, a dar mantenimiento a la embarcación, a construir –por qué no– motores sustentables remotos; disminuirlos, a mi juicio, sería un fraude cometido por nosotros los educadores en perjuicio de nuestros educandos, la sociedad y el mundo.

tic y docente
Ilustración: Nick Lowndes.

Con relación a los medios, ponderemos lo virtual. En estas circunstancias hemos de elegir con cuidado las plataformas: que éstas se adecuen a los saberes y no al revés. Tener muy claros los objetivos: los qués y para qués en cada sesión, módulo, bloque o curso para elegir los cómos. En el mediano plazo hemos de trabajar en conjunto desarrolladores, expertos en educación, docentes y alumnado. Que las TIC se adapten a lo educativo, que sean seguras, propias y de ayuda para contextos diversos, y no al revés. La mediación con las tecnologías debe ser equilibrada y gozosa. Si tanto alumnos como muchos padres, madres y docentes lo sufrimos como lo estamos sufriendo en estos precisos momentos, la mejor plataforma resulta totalmente inútil para los verdaderos fines educativos. “Me parpadea el ojo”, “Me duele mucho la espalda”, “Estoy rebasada pues me piden mil cosas en cada materia”, son experiencias por anotar en nuestra libreta de aprendizajes, para no replicarlas más adelante. No revivamos ahora, pantallas de por medio, lo que Paulo Freire alertó hace más de medio siglo: que las clases no se conviertan en canciones de cuna.

El no relajar la exigencia académica ayuda a contribuir, de la mano con los estudiantes, a que se forjen la estructura fuerte y flexible que necesitan hoy y que les será indispensable para encarar el mañana. Requieren horarios que los obliguen –no tengamos miedo a esta palabra– a salirse de la comodidad y a no caer en el letargo de levantarse tarde por quedarse viendo series hasta entrada la madrugada. Recordemos constantemente que están en proceso de maduración. Y construirse en medio de tal proceso una estructura propia, resulta la herramienta esencial para ir tomando decisiones con conocimiento de causa. Lo expresó ayer un alumno: “Por lo menos así tenemos noción del tiempo”. Que lo hagan de manera integral, con espacios para todo: comida, ejercicio, quehaceres domésticos, estudio, relajamiento, cultivo de sus vínculos afectivos, esparcimiento… Si lo consiguen, la vivencia de la reclusión responsable quedará inscrita en sus vidas como un momento de un gran crecimiento personal. Se han realizado investigaciones sobre el narcicismo juvenil y las redes sociales: ¿Podría esta crisis promover salir del egocentrismo y educar la mirada para ver al otro, a quien la está pasando muy mal? ¿Tal vez llegar a la compasión solidaria en la enseñanza de las ciencias sociales, acerca de la cual está trabajando Keith Barton desde la Universidad de Indiana en Estados Unidos? Ello sólo se logra a través de acciones educativas intencionadas.

Como en todo, la situación actual ha visibilizado mucho en lo cual no habíamos reparado ni en lo individual ni en lo colectivo. Ya en otra parte he documentado que, en nuestro país, en la educación escolarizada –sobre todo en el nivel básico– y aun en otros espacios educativos, como son los museos, ha prevalecido un modelo de educación conductista en el cual la dinámica se centra en objetivos rígidos, homogeneizadores –aunque les llamen competencias– que privilegian los logros individuales mediante motivadores externos. La virtualidad bien puede seguir este modelo transmisivo, pero también –si nos detenemos a trabajarlo con la seriedad requerida– puede efectuar cambios que muchos y muchas docentes ya realizan basando su praxis en modelos educativos distintos, como lo son el de procesamiento de la información, el de interacción social y el centrado en la persona.

educacion y docente
Ilustración: Jackson Joyce.

Del modelo de procesamiento de la información es posible retomar adecuadamente lo hoy sostenido por las neurociencias. El doctor Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, eminencia en el campo investigativo y gran docente –lo digo con conocimiento de causa pues me asesoró cuando cursaba el doctorado–, ha escrito que ante la virtualización de los cursos sus alumnos le pedían que subiera videos y actividades –seguir recibiendo información como si fueran depósitos que la devolvieran en una evaluación–, pero que a nivel neuronal ello resulta perjudicial. Al contrario, su propuesta es aprovechar la situación excepcional para cambiar formas de aprendizaje poco eficaces por otras más activas. La red neuronal y la memoria se beneficiarían mucho. Una manera concreta de alcanzarlo es el aprendizaje mediante preguntas con base en las cuales el alumno o alumna compare, contraste y pondere diversas fuentes de información para construir su propio conocimiento y –agrego yo– para formular en lo individual y en lo colectivo preguntas inteligentes.

Del modelo de interacción social habrá que retomar la parte sustantiva de que aprendemos en relación con otras y otros, a fin de no incurrir en el riesgo de promover mayormente el trabajo individual. En el momento actual el modelo centrado en la persona es fundamental. Ya sé, habrá quien diga que resulta imposible a consecuencia de lo numeroso de los grupos y de pesadas cargas de trabajo. Se habrá de promover la figura de tutores auxiliares y otras modalidades con el objetivo de un verdadero acompañamiento individual. Para identificar el modelo preponderante en toda acción educativa, vale bien lo que recomiendo en mis cursos de formación docente: dime cómo evalúas y te diré quién eres, qué modelo aplicas…

Gracias a ajustes como los anteriores, la libertad y la capacidad del propio docente frente a un grupo, puede diseñar e implantar estrategias educativas acordes a su propia experiencia, y así este coronavirus podrá coronar con una corona de oro, a las instituciones, a las profesoras, a los profesores y al alumnado que lograron salir avante de la tormenta y con una satisfacción que, aun sin corona, colma el ser docente y el ser alumno.


* Paulina Latapí es docente investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).


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80 años del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

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Cuando eres Licenciado en Derecho por la UNAM, como es mi caso, no puedes dejar pasar por alto el cumpleaños número 80 del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad. Por este Instituto, que fue fundado el 7 de mayo de 1940 a un costado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, han pasado grandes juristas de nuestro país.

La UNAM se viste de gala. Tiene, en mi opinión, el mejor centro de investigación y difusión del conocimiento jurídico. Sus investigadores son de muy alto nivel y tienen absoluta libertad en sus trabajos y aportaciones jurídicas, confirmando la que siempre ha sido la característica de la UNAM.

Juristas de la talla de Mario de la Cueva, Roberto Mantilla Molina o, quien fuera un gran maestro, Héctor Fix Zamudio, por quien aprendí, en sus textos, acerca de la figura del ombudsman y sobre Derechos Humanos, fueron directores de este Instituto.

Cuando el Instituto organiza congresos, seminarios o conferencias, sabemos que se estará atendiendo a un evento de gran calidad. Su capacidad de atraer juristas del extranjero y de ser un semillero de grandes abogados para que intervengan en otros países, le ha dado un nivel invaluable en derecho comparado y ha conseguido un intercambio académico sin precedentes en la historia de nuestro país.

Yo siempre me he enorgullecido de ser Universitario. Mis pasos por Ciudad Universitaria, a principios de los años 90, fueron de un gran aprendizaje integral. La UNAM te da todas las herramientas necesarias para entender bien a México. En su diversidad radica su riqueza. Además, por esos años, la Facultad de Derecho era reconocida como una de las más grandes en el país. El Doctor Jorge Carpizo, quien había terminado su mandato como rector en 1989, logró fortalecer la carrera de Derecho, de la que él era uno de sus egresados. Así lo hizo, primero como cabeza del Instituto de Investigaciones Jurídicas. Durante su gestión, se realizaron las primeras evaluaciones del personal académico, lo cual contribuyó a los niveles de excelencia que hoy vemos. Ser investigador del Instituto de investigaciones Jurídicas de la UNAM es una posición muy prestigiada.

Ahora, en su 80 aniversario, el Instituto se ha modernizado. Cuenta con una Biblioteca Jurídica Virtual que acerca, por medio de la tecnología, tanto a los estudiosos del Derecho como al público en general, a las obras publicadas y a sus revistas de tan variados temas que van desde el derecho constitucional, derecho comparado, derecho electoral y hasta una dedicada al derecho a la información.

Todo abogado debe conocer al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la máxima casa de estudios. Su riqueza editorial es inmensa y sus programas actualizados la hacen una institución viva, que no se detiene y que tiene todo para ir por otros ochenta años más, para, como lo dice su misión, contribuir a la solución de los problemas sociales y políticos vinculados a los fenómenos jurídicos nacionales e internacionales.

Hoy más que nunca, debemos cuidar a las instituciones académicas de excelencia. La ignorancia es más peligrosa que cualquier pandemia y sólo con educación de calidad, México podrá salir adelante.

Celebro con alegría estos primeros 80 años, que, con autonomía, libertad, dedicación e integridad, mujeres y hombres, abogados de nuestro país, han pasado por los espacios del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Es gracias a ellos que hoy el Instituto goza de una enorme reputación. Enhorabuena.


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El Instituto de Investigaciones Jurídicas

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El 7 de mayo de 1940, hace 80 años, se fundó el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, con el nombre de Instituto de Derecho Comparado. La iniciativa fue del distinguido jurista español Felipe Sánchez Román, miembro del luminoso exilio español que vino a enriquecer la ciencia y la cultura en México.

El Instituto de Derecho Comparado se creó como parte de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, más tarde Facultad de Derecho. Desde el inicio de su actividad participaron distinguidos juristas como Raúl Carrancá y Trujillo, Mario de la Cueva y Antonio Martínez Báez. En 1948, el Instituto logró su autonomía de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y en 1967 se cambió su nombre al de Instituto de Investigaciones Jurídicas, para homologarlo con el resto de los institutos de investigación de la UNAM, que tan destacada labor han desempeñado en el proceso de creación y desarrollo del conocimiento en la ciencia, la tecnología, la ingeniería, el derecho, las ciencias sociales y las humanidades.

Instituto de investigaciones juridicas
Fotografía: UNAM.

Los directores del Instituto han sido Felipe Sánchez Román; Agustín García López; Javier Elola Fernández; Roberto Mantilla Molina; Roberto Molina Pasquel; Héctor Fix Zamudio; Jorge Carpizo; Jorge Madrazo; José Luis Soberanes; Diego Valadéz; Héctor Fix Fierro; y Pedro Salazar.

Tuve el privilegio de trabajar como Investigador de tiempo completo en el Instituto de 1975 a 1983, antes fui becario en el propio Instituto y en el extranjero. En esa época tuve la oportunidad de conocer a distinguidos juristas y de desarrollar amistades entrañables que aún perduran. En esa etapa, trabajaban en el Instituto Niceto Alcalá Zamora y Castillo, Héctor Fix Zamudio, Director del propio Instituto, y Jorge Carpizo –más tarde Rector de la UNAM–, Diego Valadéz, Jorge Barrera Graf, Sergio García Ramírez, Ulises Schmill, Ricardo Méndez Silva, José Luis Soberanes, Martha Morineau, Rolando Tamayo, Manuel Barquín, Jorge Sánchez Cordero y Alonso Gómez Robledo, entre otros.

El Instituto ha realizado una labor fundamental en la creación, promoción y sistematización del conocimiento jurídico. Asimismo, ha tenido una muy destacada labor en materia de difusión y divulgación de la cultura jurídica. En forma permanente organiza foros, congresos, seminarios y conferencias. Cabe mencionar también el vínculo que ha desarrollado con otros centros de estudio e investigación jurídica y de otras disciplinas en el mundo, especialmente en América Latina.

Biblioteca Jorge Carpizo
Biblioteca Jorge Carpizo (Fotografía: UNAM).

Es imposible sintetizar en unas líneas la inmensa labor realizada sobre muchas áreas del conocimiento, así como las investigaciones publicadas en artículos, libros, colecciones, las distintas ediciones del Diccionario Jurídico, entre muchos otros productos. Dentro del muy amplio despliegue de actividades que ha desarrollado quiero mencionar la promoción y participación en el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional y su papel en el estudio, promoción y estructuración de los Derechos Humanos en México y en el mundo.

Otra faceta muy importante de la labor del Instituto ha sido la recepción de numerosos juristas extranjeros, no sólo como parte de sus actividades académicas cotidianas sino también como centro de trabajo de destacados estudiosos del Derecho latinoamericanos que llegaron a México perseguidos por las dictaduras de sus países, principalmente en la década de los setenta del siglo XX. En consecuencia, el estudio del Derecho Internacional, del Derecho Constitucional, de la democracia y de los Derechos Humanos, han tenido siempre un lugar determinante en la vida del Instituto.

Dejé formalmente el Instituto en 1983 para trabajar en la banca de desarrollo y después en otras responsabilidades públicas y privadas. Pero en diversas etapas mantuve un vínculo profesional y siempre afectivo. He tenido el privilegio de que varios de mis artículos y libros han sido publicados por esa casa.

director instituto de investigaciones
Pedro Salazar Ugarte, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (Fotografía: Melissa del Pozo, Milenio Diario).

El Instituto ha fortalecido su vocación de investigación interdisciplinaria y con frecuencia analiza temas en la frontera del conocimiento, vinculando la perspectiva jurídica con los avances científicos y tecnológicos. Entre sus temas de trabajo, por citar sólo algunos ejemplos, está el Seminario Permanente de Propiedad Intelectual; el análisis de la Gobernanza Global y el Cambio Estructural del Sistema Jurídico Mexicano; la Guía Jurídica por Afectaciones del COVID-19; el Observatorio de la Corrupción e Impunidad; el Observatorio del Sistema Interamericano de Derechos Humanos y el tema de la Constitución Reordenada y Consolidada.

Recientemente, tuve la magnífica oportunidad de participar como expositor en el Instituto, previo al confinamiento derivado de la pandemia que nos afecta, y pude saludar a muy distinguidos juristas, viejos amigos, a nuevos investigadores –algunos de ellos muy relevantes en sus áreas de especialidad–, pero sobre todo a muchos jóvenes que le dan mucha vitalidad.

La destacada gestión de Pedro Salazar, que ha fortalecido el esquema interdisciplinario de investigación, le augura un brillante futuro al Instituto. Su labor es hoy más importante que nunca. Estoy seguro de que lo mejor de la vida del Instituto aún está por venir.


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La revolución digital de la enseñanza: albores de una nueva era

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Tuvieron que contagiarse 4 millones de personas en el planeta y morir más de 250 mil para que la universidad se planteara en serio superar las clases magistrales y masificar el uso de la tecnología digital.

Carlos A. Scolari.

La enseñanza en línea, aprendizaje a distancia, educación no presencial, formación digital, como se le quiera nombrar, representa la transformación más radical de los últimos 500 años en el proceso de transmisión del conocimiento.

Hasta finales de marzo, según datos de la Unesco, casi mil 400 millones de estudiantes en todo el mundo recibían clases mediante plataformas multimedia.

Distribuidos en 138 países, tres de cada cuatro estudiantes estaban recibiendo clases fuera de sus escuelas, cerradas por la pandemia.

Por su parte, más de 60 millones de docentes, a lo largo y ancho de todo el planeta, tuvieron que mudar sus estrategias y contenidos a plataformas no presenciales. Muchos de ellos, sin un entrenamiento o ni siquiera un proceso de familiarización digital previo.

Presenciamos, así, una verdadera revolución en términos de la historia cultural. La magnitud de esta transformación es, desde luego, aún incalculable.

educacion online
Ilustración: Alexandra Shigina.

Como suele suceder con las transformaciones culturales, los visos de una nueva época se advierten, primero, en la forma. Las formas. Mas, evidentemente, no se agotan en ellas.

Ya los años sesenta se había mostrado como una época fértil en términos de repensar la manera en la que se educaba hasta entonces.

El centro de las nuevas pedagogías recayó en la crítica a lo incuestionable de la figura de autoridad, así como a incentivar las formas de trabajo colaborativo y el pensamiento crítico.

Si hoy tenemos como las habilidades de mayor valoración justamente competencias que tienen que ver con resolver problemas, creatividad y criticidad, es en buena medida herencia de aquellos que en los sesenta comenzaron a fracturar la voz vertical y férrea del fono-logo centrismo.

Rastrear la palabra cátedra da una idea del fundamento de esta capacidad para hacer pasar el saber de una generación a otra.

Asociada en su origen con la forma de una silla especial, tan robusta y magnificente como se imaginaba el acto de enseñar, la palabra cátedra refiere al sillón de brazos, desde que los obispos dictaban lo que podían del saber de los otros.

catedra digital
Ilustración: Realisto.

En un juego de implicaciones simbólicas, cátedra era una silla especial, diferenciada claramente de la silla normal (sella), pero sobre todo del banquillo (subsellium), reservado, por supuesto, a los estudiantes.

Aún más, cátedra es la palabra que se asocia no sólo al acto de dar clases, sino además a la propia condición del docente y a un puesto fijo, laboral y socialmente así reconocido.

La silla frente al banquillo, digámoslo de esa forma, el saber fijo frente al no saber de condición endeble como el banquillo mismo, ha dado lugar a una expresión más que revela la profundidad cultural de esta representación.

Referirse a que una persona se expresa ex cathedra, es una forma que subsiste de decir que habla con toda propiedad y conocimiento. Mismo del que, por contraste, carecen quienes le escuchan, obviamente.

Estamos, pues, frente a una práctica cultural que data, en su forma y representación, al menos de la Edad Media.

La transmisión del conocimiento, en la forma de quien da a saber a otro, de quien revela a otro un saber o una información, no se ha modificado sustancialmente en los últimos cinco siglos.

catedra digital
Ilustración: Dribbble.

Hay un sitio para la cátedra (el aula), una silla especial para el catedrático y una serie de banquillos para los que recibirán la enseñanza.

El lugar, pero especialmente, los objetos que lo componen, el tipo de silla, despliegan su halo simbólico sin dejar duda de qué representa cada cosa y cada participante.

De San Agustín a las Cátedras Magistrales de nuestros días, la dinámica física impuesta por esta concepción se ha mantenido en términos generales inalterada.

Como inalterados, sin moverse, deben permanecer los que no saben. El catedrático es el único que puede deambular, moverse, levantarse, caminar, por el espacio de la cátedra.

Si en este escenario de las representaciones, se quieren más datos aún, sólo piénsese en la implicación simbólica que puede significar la vigencia en el uso de la frase: dar la palabra.

revolucion de la educacion digital
Ilustración: Craig Frazier.

Resulta por demás curioso, pero revelador al mismo tiempo, que una de las cosas que con mayor frecuencia se registren hoy, es que los docentes se ven obligados a trabajar sobre plataformas digitales, sea, justamente, al manejo de los micrófonos.

De igual forma, las quejas de los docentes noveles en la enseñanza digital, suele poner más atención de la que merecería al hecho de que los estudiantes (osan) apagar sus cámaras.

La pérdida del control sobre lo que dicen y hacen –micrófonos y cámaras, apagadas, de por medio– quienes están en el banquillo, no podía simbolizar mejor la remoción que han de significar los nuevos tiempos digitales.

Estar y dar, dos verbos claves en la (ahora) vieja manera de transmitir el conocimiento.

“Estar” –a la vista– y “dar” –la información a los que están ahí sin moverse– son desplazados por un nuevo ámbito en el que la pérdida del control de parte de quien ostenta el saber (la cátedra), es la marca del nuevo tiempo.

Nuevo tiempo de nuevas mentalidades.

Libertarias, críticas, inasibles. 


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Pequeñas señales: la educación, los padres y el confinamiento

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¿Qué tienen en común una escena de Tarantino y la labor de los padres en el sistema educativo?

“Drei Glässer” dijo el soldado en perfecto alemán y señaló con su mano. Sin intención se delató como espía. En Bastardos sin gloria, la película de Tarantino, un británico se descubrió por error cuando hizo la seña errónea. Señaló –tres vasos–  iniciando desde el dedo índice y no desde el pulgar. Su comensal alemán descifró el detalle: los alemanes no cuentan así. El “uno” se inicia con el pulgar y no con el índice. La balacera y el caos comenzaron minutos después.

Giovanni Morelli fue un criptógrafo sucesor de un médico, de apellido Mancini, quien a finales del siglo XVII se obsesionó por encontrar un sistema de signos tejidos de manera cultural, que como síntomas involuntarios, revelan el origen genuino o falso de una obra de arte. Como cuando el médico hace mover tu pierna con un golpe y examina el acto reflejo, Morelli descifró en los detalles insignificantes al engaño. Hojas, orejas, manos, pequeños gestos de cómo alguien pinta, ayudarán a trazar el origen de la obra. El diablo en los detalles: como huellas digitales, los gestos inconscientes del artesano son señales que destapan la máscara de su creador. La ciencia forense y el psicoanálisis se siguen sustentando en esas bases. 

Desde que llegó la revolución del conocimiento, las plataformas educativas han nacido sin entender cómo arrastran viejos gestos de la educación prusiana. Nuestro desconocimiento del nuevo paradigma nos ha llevado a emular un sistema educativo empolvado, ese que rechina en el aula: el de las reglas de madera y las bancas de metal, el de las calificaciones y los castigos, el de la tabla de honor y las orejas de burro. Ese sistema se filtra en los códigos y programas educativos del siglo XXI.

papa con hijo clase online
Imagen: Le VPN.

En la época del tren a vapor y la maquila industrial, las naciones reclamaban creyentes y los hijos de las naciones debían ser formados mientras sus padres trabajaban con las manos negras en una máquina. Unos se ganaban el pan; los otros su futuro. Aún y con la llegada del iPhone, los hijos de los ensambladores y de los directivos de negocios han ocupado las butacas, pocas veces, en las mismas escuelas. La educación ha sido la manera en la que los oficios y las profesiones se definen, las naciones se unen y el futuro se traza. El sistema de producción ha sido el silbido de una locomotora que anuncia el destino: grita a los que hacen la currícula a dónde tenemos que  ir. Grandes genios, científicos, técnicos y peones han salido de las fábricas educativas.

Hoy nuestros hijos se  teletransportan para tomar clase; al mismo tiempo nosotros abrimos Zoom para iniciar la junta y los directores de Secretarías de Educación televisan clases rancias. El mundo digital y los cambios del sistema económico están dando señales de que la ecuación de la educación es errónea.  Es como dividir uno y cero en la calculadora de los años ochenta: marca error. En la visión de la educación prusiana el  hijo estudia mientras mamá y papá trabajan, hoy esa fórmula también marca error. El patio con los honores a la bandera se dibuja como un bodegón barroco que perdura en el  siglo XXI.  Al unísono el coworking y el homeschooling resuenan como trazos de un cuadro vanguardista y contracultural. La preparación cada vez será menos la de una profesión y un oficio, a los que hacen las currícula se les acabó la tinta de la impresora: el tren silba y traquetea sin un destino claro y da vueltas por esas vías y durmientes viejos de la era industrial. El presente nos pone contra las máquinas y sus algoritmos; el futuro, incierto y líquido, diluye las profesiones. Hoy debemos cuestionarnos, sin caer en el terror, ¿la educación para qué y hacia dónde? Tenemos que  imaginarnos hacer un plan con un código aún no inventado y con un destino desdibujado: con el maquinista y su tren, andando buscando un nuevo silbido, entre montes, en el horizonte, en la neblina del tiempo.

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Imagen: La Tercera.

Pero que no se apresuren los críticos. No estoy eliminando de un pincelazo los aciertos del invento prusiano. La institución educativa trajo, como su contemporáneo el tren, la posibilidad de unos cuantos a muchos. Hizo del conocimiento la locomotora de nuestro tiempo, por eso vivimos la era del conocimiento. Recordemos las palabras que Robert  Stephenson,  el creador de la locomotora de vapor, dirigía a sus críticos en la madrugada de hace dos siglos: Los caminos de hierro reemplazarán pronto a los demás medios de transporte, y servirán lo mismo para el rey que para el último de sus vasallos. No está lejos el tiempo en que será más ventajoso para el operario ir a su trabajo en tren que marchar a pie. Habrá dificultades, pero tú verás con tus ojos, hijo mío, lo que estoy ahora prediciendo. Estoy de ello tan seguro como de que estamos vivos. La escuela prusiana logró eso de la educación pero su combinación con la fábrica desarmó a la tribu de su centro emocional.

Los padres, por lo menos de las clases medias, hemos vivido en una zona de confort. Nuestros hijos salían de casa y regresaban educados por otros: los especialistas de la educación. En el hogar, si acaso, el espacio educativo se destinaba a las maneras y a la ética, a  los valores, a repasos y tareas. En la escuela se aprendían las materias: las ciencias y  las lenguas, y ahí Mateo y Ana jugaban con sus amigos. A la espera en casa,  en el mantel, el  agua de jamaica, la sopa y el postre esperaban las palabras del padre consciente: ¿cómo  te fue en la escuela?, ¿qué aprendiste? Esas charlas mecánicas, de almuerzo de lunes, nos hacían sentir comprometidos, además de cuando en cuando, una junta con la maestra o las calificaciones nos advertían sus avances y así aceptamos al sistema. Éramos espectadores de su futuro.

mama con muchas actividades cuarentena
Imagen: The New Yorker.

El confinamiento ha revelado muchas cosas. La madre que pedalea su bicicleta fija –mientras su hija toma una lección remota– añora su tiempo libre. El padre que con autoridad llegaba a revisar la boleta, hoy se jala de los pelos al ser el oyente arrimado de una clase que no imaginaba. Pero la maestra no puede controlar a la niña sólo con apretar dos teclas: Ctrl+Esc. La niña ve la pantalla, silencia y juega; la madre se detiene sin llegar al ritmo deseado, el padre busca culpables y se molesta. La videollamada grupal muestra los errores pedagógicos a la vez que nos demuestra lo incapaces que somos los padres para contenernos y contener a nuestros hijos. Se nos invita a no ver la obra de teatro sino a actuar en ella.

Varios amigos docentes me han contado de terribles jalones al otro lado de la pantalla. Padres y madres desesperados por no saber cómo hacer para que su hijo esté atento, la tabla del dos –piensan– entrará a regaños. A la par el jefe del trabajo les pide entren a Zoom para una reunión y el caldo la olla se desborda en la cocina. La división de labores, el trabajo y el estudio, los quehaceres de casa y los  deberes de la escuela, se diluyen en los cuarenta metros de nuestros modernos departamentos, esos que fueron diseñados para que no estuviéramos ahí salvo para dormir y ver desde el noveno piso la vista majestuosa de luciérnagas eléctricas de la ciudad y las chimeneas industriales de las fábricas comiendo el snack nocturno. Hoy, un microbio nos delata que los espacios comunales de las torres inteligentes que contienen nuestras habitaciones son tan peligrosos como los vagones atiborrados del metro.

En la modernidad global entramos como hace miles de años a la intimidad de una cueva que nos exige vernos y olernos sin salir de ahí. En esa ardiente intimidad, los padres debemos trabajar a la vez que preparamos a nuestros hijos para no ser devorados por las bestias de allá afuera. Cuando lo más peligroso son los demonios internos que nos devoran, esos actos reflejo incontrolables, la intimidad se ensancha como un océano nunca antes explorado.

La pandemia nos muestra la incapacidad de todos para jugar en un tablero distinto. Funcionábamos como autómatas en una fábrica con roles establecidos. La convivencia y la formación no vienen en el manual de operación. El miedo a ser actores y protagonistas de una obra, que veíamos y aplaudimos al final de cada ciclo escolar, nos nubla el presente. ¿Y nos queda la duda de si ésa es una crisis pasajera? ¡No! Es el indicio de una señal que exigirá repensar el presente para adecuarnos a una nueva normalidad del mañana. El COVID-19 es un tráiler de nuestras vidas futuras, es el silbido de un tren que parte sin un destino claro. La escuela para padres es más clara hoy que la de los hijos. En España una página de niñeras virtuales ha tenido un boom analgésico y anestésico: comprar su tiempo es el prozac de la pandemia de los padres, la salida a su depresión es el escape a su responsabilidad.

caos casa coronavirus
Ilustración: NBC News.

Poco a poco los raros padres inconformes y precoces, los que no encajaban, serán los adaptados: los practicantes de homeschooling. Como parte de sus rutinas, sus vidas serán las de blogueros educativos que dictarán la nueva currícula y el pulso a una paternidad abierta y sin antifaz. La duda será si éstos logran meter en sus contenidos los logros de la educación prusiana.

La pregunta de fondo es ¿cómo nos conectamos con nuestros hijos y su futuro? El comando no está en el teclado. Regresemos a festejar su inteligencia, a ver sus capacidades y curiosidades. El fuego de la cueva, ése que ilumina y espanta a las bestias, es su fuego interior. Una mosca vuela cerca del comedor. Jerónimo, mi hijo de siete años, pregunta de manera casual: ¿papá pueden los bichos traer al COVID-19 en sus patas?

No tengo respuesta. Su curiosidad nos pone en evidencia. El COVID-19 arrastra, todavía más inmundicia que las patas de las moscas: los deshechos y errores de nuestro tiempo. El mayor  fracaso de la educación prusiana fue haberse combinado con la fábrica, y como resultado  haber separado a los padres de su deber más profundo: conectar con sus hijos.

Quantos de ciencia, experimentos en casa para niños

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En este texto describo cómo se me ocurrió grabar cápsulas de ciencia para niños y complementarlas con un curso. Este último está pensado para abuelos que quieren interactuar con sus niños pequeños a distancia. Están disponibles en mi página.

Julieta Fierro
Julieta Fierro y sus cápsulas “Quantos de Ciencia”.

La idea de grabar cápsulas de ciencia surgió poco después de que comencé a grabar un curso introductorio de astronomía general que fuera interesante, intuitivo. (Las clases grabadas y textos se pueden consultar en mi página.) Durante las sesiones de grabación realizaba experimentos sencillos para explicar los fenómenos astronómicos; algunos eran muy vistosos. Los jóvenes que grababan y editaban: el matemático Damián Real y el físico Diego García, participaban con extras en algunas demostraciones y las sesiones se tornaron en diversión. Así que se me ocurrió generar cápsulas de ciencia a partir de esas demostraciones interesantes, sencillas y sorprendentes, con lo cual dio origen a “Quantos de Ciencia”.

Más adelante, Damián y Diego comenzaron a trabajar en la Secretaría de Educación, Ciencia y Tecnología de la Ciudad de México, y emprendimos la tarea de grabar como experimento algunas cápsulas para primaria y secundaria, con la intensión de responder algunas preguntas frecuentes de los niños. Una de las más populares resultó ser: ¿Por qué vuelan los aviones?

niño jugando aviador
Imagen: Frepik.

Uno de los objetivos de estas cápsulas fue que los docentes pudieran repetir las demostraciones con objetos que tuvieran a la mano, sin requerir de laboratorios especiales para enseñar la ciencia de manera lúdica e intuitiva.

Cuando llegó la epidemia y el subsecuente encierro, uno de mis hijos me pidió que le diera clases a distancia todos los días a su hijo pequeño. Así que desde mi casa, con las cosas que tenía a la mano, comencé a realizar demostraciones de ciencia, repetibles en casa.

Una semana después se me ocurrió preguntarles a Damián y Diego si podrían editar y subir a la red unos Quantos de ciencia para abuelos en cuarentena ¡y me dijeron que sí!

Julieta Fierro y ciencia para niños
Julieta Fierro y varias cápsulas de ciencia.

Debo admitir que sobre todo al principio fue agotador impartir clase a través de Zoom a un niño, pues aunque las sesiones fueran cortas, mantener la atención durante una hora y media, para enseñar de manera divertida resultó ser un gran esfuerzo. A partir de entonces grabo los Quantos. Incluso estoy describiendo el curso (está en mi página) para el caso en que otros adultos quieran participar fortaleciendo algunas habilidades a niños pequeños.

Muchos de los experimentos son clásicos de la ciencia y se encuentran con gran facilidad en internet, sobre todo si están en inglés. Otros se me han ocurrido por el hecho de haber estudiado física e impartir cátedra tanto tiempo, y algunos los he aprendido de otros docentes durante los congresos de educación.

niños y la luna
Imagen: 123 RF.

Pienso que si no fuera por las clases que le imparto a mi nieto cada día, probablemente estaría asustada y deprimida; como están, con toda la razón, millones de adultos mayores que viven solos durante esta pandemia. Sin embargo, gracias a este proyecto familiar y a la popularidad de “Quantos de Ciencia”, me siento fuerte, activa y debo reconocer que muchos días hasta cansada, lo cual es deseable porque “un abuelo cansado es un abuelo bien portado”. (Le agradezco a Francisco Ruiz por ocuparse de mi página y sobre todo al Instituto de Astronomía de la UNAM para el que trabajo desde casa).


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Liderazgo universitario ante el COVID-19

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Ante la pandemia del coronavirus (COVID-19), a nivel internacional las universidades han tomado el liderazgo para enfrentarla. Las instituciones educativas han tomado medidas drásticas para proteger a sus comunidades académicas y, por ende, a la sociedad en general.

Estados Unidos, Reino Unido, España y México, son algunos ejemplos de cómo las universidades se adelantaron a los gobiernos centrales en tomar medidas de distanciamiento social. Las universidades de estos países actuaron de manera urgente, pertinente y con audacia, contrario al escepticismo y lentitud que han mostrado algunos gobiernos nacionales ante la emergencia global.

El 10 de marzo, 12 universidades de Estados Unidos anunciaban que cambiarían las clases presenciales por cursos en línea; universidades como Harvard, Columbia University, Princeton, Stanford, Ohio State University, University of Southern California y University of Washington anunciaron sus medidas de distanciamiento. Donald Trump declaró la emergencia nacional hasta tres días después.

En España, desde el 9 de marzo, las universidades comenzaron a desarrollar una estrategia para el desarrollo de las actividades académicas no presenciales, para el 11 de marzo la mayoría de las universidades ya habían enviado a sus estudiantes a casa; el Real Decreto de Alarma para la Gestión Sanitaria llegó tres días después. En dicho Decreto se anunciaba la suspensión de las actividades educativas presenciales de todos los niveles, incluyendo instituciones públicas y privadas.

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Ilustración: NPR.

Un caso controversial y muy criticado fue el de Reino Unido, ya que fue hasta el 18 de marzo que el Primer Ministro, Boris Johnson, ordenó cerrar las escuelas en todos los niveles educativos, medida que sería aplicada a partir del 20 de marzo. No obstante, una semana antes, universidades como London School of Economics, Oxford, Bristol y Nottingham, entre otras, ya habían suspendido clases presenciales para evitar la propagación del virus. La postura del gobierno británico ante esas medidas universitarias fue de dura crítica y el 13 de marzo, Gavin Williamson, Secretario de Educación, solicitó a las universidades británicas permanecer abiertas y continuar con normalidad sus actividades educativas. Afortunadamente, pocas le hicieron caso.

En México, entretanto, en medio de la alerta global y la incertidumbre por la falta de acción y respuesta del gobierno, el Tecnológico de Monterrey no titubeó en implementar medidas drásticas. El 12 de marzo y con sólo 15 casos confirmados de COVID-19 en el país, canceló las clases presenciales y anunció que toda la docencia se impartiría en línea. Un día después, la Universidad de Guadalajara (UdeG) –la segunda universidad más grande del país– tomó las mismas medidas y mandó a clases en línea a sus 290 mil estudiantes y 19 mil profesores.

Las universidades han actuado de manera pertinente y responsable ante la crisis y la coyuntura también está imponiendo grandes retos educativos. El COVID-19 ha provocado una disrupción universitaria global, el “Tipping Point”, el punto de quiebre donde los cambios son inaplazables y deben ser rápidos. Si los horizontes de transformación de muchas universidades alrededor de mundo eran, por decir, de 10 años, ahora son de 10 meses.

Como lo advierten los especialistas del Boston College, Philip Altbach y Hans de Wit, crear ambientes de aprendizaje efectivos en la virtualidad no es cosa fácil –mis respetos para los expertos en ello–. Después del COVID-19 las universidades no se volverán online. Sin embargo, la universidad tradicional exitosa será aquella capaz de impartir educación mixta (blended learning); y aquella que pueda hacer un “switch” a la virtualidad de manera inmediata, cuando la próxima pandemia lo amerite. Los expertos dicen que podría ser pronto.

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Ilustración: Columbia.

Sin duda, el rol de las universidades en esta crisis mundial ha sido crucial, no sólo por sus medidas para reducir la propagación del virus y el radical cambio en la forma de dar clases, sino también por su liderazgo en investigación, como se ha demostrado con la creación de grupos de trabajo y salas de situación con expertos en biología molecular, epidemiología, estadística y grandes datos. La UNAM y la UdeG han desarrollado modelos para proyectar la evolución de la epidemia, lo cual ha sido una herramienta valiosa para la toma de decisiones. En particular, la UdeG ha trabajado en estrecha coordinación con el gobierno de Jalisco para proveerle de la información científica necesaria para la toma de decisiones.

El COVID-19 es la mayor prueba que enfrentan los líderes políticos alrededor del mundo, cualquiera que sea su ideología. Seguramente les irá peor a los países cuyos liderazgos han desestimado la ciencia y la evidencia. Una realidad objetiva tan grave y de dicha magnitud no puede ignorarse, ni mucho menos combatirse sólo desde el voluntarismo y el liderazgo moral. Se requieren acciones contundentes basadas en evidencia; acciones muchas veces impopulares. Pero ello entraña el arte y la ciencia de gobernar.

Las universidades no han estado exentas de críticas por las medidas tomadas de manera anticipada a sus gobiernos, pero, y como lo manifestaron recientemente los rectores de Harvard, MIT y Stanford: Dado lo que hemos aprendido en las últimas semanas, estamos convencidos de que tomar estas precauciones ahora, por el bien colectivo, significará el regreso a la normalidad en las próximas semanas con la menor cantidad de amigos y colegas a quienes guardarles luto.

Las decisiones han sido difíciles y controvertidas, pero correctas. Hagamos caso a la ciencia, escuchemos a las universidades. El tiempo les dará la razón.  


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Libros de cuarentena

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El tesonero trabajo de Violet Moller (La Ruta del Conocimiento, Penguin Random House, septiembre, 2019) sobre el curso de las ideas y de lo escrito en la Edad Antigua, entre los siglos V al X, nos provoca reflexiones sobre la condición del libro y de la educación en México, en este cierre del primer cuarto del siglo XXI.

Ya lo señalaba Justo Sierra Méndez, al hablar de la Educación Nacional y apuntar que la primera educación es la mental; pero ¿cuál es en México hoy la educación mental?, ésa que nos hace permanecer con un atraso significativo en nuestros procesos de comprensión del lenguaje escrito. ¿Cómo es posible? ¿Cuál la razón? Por la que Colombia y el Perú nos hayan rebasado en este indicador tan recurrido por la ineludible prueba Pisa, puesta en valor por la OCDE que arrebató la agenda educativa a la UNESCO desde que puso en valor ese índice.

¿Basta la fuerza moral del presidente, innegable, pero humanamente limitada, para convidar a un esfuerzo nacional por el posicionamiento del país en esta sustancia educativa? Nos parece que no, se requiere de un acuerdo racional, con metas de plazo, con observatorios que objetiven el camino y rindan cuenta del alcance de metas y de sus consecuencias en lo cotidiano del devenir.

Los nuevos funcionarios hablan del libro electrónico y sus bondades, de las plataformas digitales para la educación, de las nuevas herramientas de autoaprendizaje, de la accesibilidad de la banda Ku (Kurz-unten, banda de comunicación satelital) y a la nueva agenda digital, sin embargo, no nos hemos, como sociedad, ocupado de la orientación y del amueblamiento del cerebro de los educandos, de la formación del cerebro mexicano, de su sustancia definida por las metas que busca alcanzar y sus indispensables paraqués.

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Ilustración: Icons8.

Hace unos días en la conferencia sobre educación, que organizamos en el Instituto de la Mexicanidad con la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del TEC de Monterrey, tuve oportunidad de comentar mi experiencia en la formación de tres hijos a quienes decidí ofrecer una educación mexicana fuera de México. Ellos, señalé, quizá se ríen un poco menos porque discriminan las bromas, racistas, sexistas y simples, hablan con menos estribillos y tienen más lenguaje, no porque quieran ser pedantes sino porque haberse formado en el extranjero, en Francia, les vacunó contra las modas y usos abusivos del idioma; son más sensibles a las condiciones de discriminación racial en el país y tienen al mismo tiempo un amor profundo por la cultura mexicana y sus cualidades intrínsecas, son diferentes porque amueblaron de manera distinta su cerebro, con menos concesiones y más método y más exigencias a lo estructurado, a la lógica, al conocimiento, a la competencia y a la competitividad. Debemos admitirlo, en México la educación es mala por poco referencial, por poco concatenada con la realidad, por poco sensible a las diferencias, por poco sistematizada.

La formación de las personas a la lectura es algo fundamental y lo ha sido por milenios. Leer es ir cerrando brechas y abriendo caminos, y para ello se necesita estar conscientes de existencia de tales brechas, históricas, culturales, educativas, epistemológicas. Por eso el trabajo de Moller, sobre las formas de apropiarse del conocimiento en la Antigüedad me son interesantes e ilustran con claridad la necesidad de conocimiento en todas las épocas.

En el año 529, el emperador Justiniano, de Roma, decide romper eso que se llamó la cadena de oro del conocimiento y que ligaba la vieja escuela del período clásico griego del siglo IV a. C., con la Academia de Atenas que era, por una parte, centro de la filosofía neoplatónica y, por otra, también refugio del paganismo y las creencias como el maniqueísmo, el zoroastrismo y otras distintas al cada vez más hegemónico cristianismo.

Esa ruptura hizo huir a muchos filósofos que se llevaron manuscritos importantes hacia Oriente, fundamentalmente a Persia y específicamente a Bagdad.  Era el tiempo de los frailes y las reglas como la de Benito que influyó tanto en esa época. En Siracusa se destruye el templo de Atenea del s. V a. C. para convertirlo en una catedral.

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“Aristóteles y su alumno Alejandro Magno”, grabando de 1885 (Everett Collection).

Algunos maestros como Casiodoro, sin embargo, quisieron mantener la educación clásica latina en el fragmentado imperio romano, así, prevalece en su monasterio Vivarium, el trivium para desarrollar entre sus seguidores la elocuencia con sus tres pilares: la gramática, la retórica y la lógica, y el cuadrivium,para quienes trabajaban más en el lado de las ciencias con la aritmética, geometría, astronomía y música. Boecio, en ese tiempo también se constituyó en un pilar del conocimiento habiendo emprendido la colosal tarea de traducir a los griegos.

Eran entonces, los traductores, funcionarios extraordinariamente bien pagados, Moller señala que llegaban a ganar alrededor de 21 mil euros actuales por mes.  Copiar a mano, en pergaminos de tres metros que se doblaban y lastimaban constantemente y cuya duración con el mayor cuidado era exageradamente de 150 años. Muchos autores se perdieron en ese ejercicio siempre limitado. A pesar de ello hubo libros que llegaron a influir durante más de un milenio como Los Elementos de Euclides que continúan su influencia hasta entrado el siglo XX, o el Corpus de Galeno o el Al-Majisti (“Almagesto”) de Ptolomeo. Libros copiados varias veces con los problemas de pérdidas en algunos casos y de explicaciones en otros.

La vieja y poderosa Roma declinaba rápidamente, en Francia la conversión de Clovis por influencia de Clotilde logra también la unificación de Francia y la cristianización de esta parte central de Europa. Sin embargo, el conocimiento hasta entonces seguía refugiándose en Oriente, Pérgamo y Éfeso, rivalizaban a Alejandría su poder, un poder que no sólo reunía libros sino investigadores, científicos, médicos, astrónomos y especialistas de diversos conocimientos. Posteriormente Bagdad y Córdoba constituyeron una línea más extensa de sabiduría y de complejidad también.

El conocimiento como lo había planteado Calímaco de Cirene, en el s. III a. C. cuyo trabajo se perdió en gran medida, alcanzó a transmitir a través de sus famosos pínakes o tablillas, una estructura que sigue bajo otras formas y nomenclaturas siendo extraordinariamente influyente: retórica, derecho, épica, tragedia, comedia, poesía, lírica, historia, medicina, matemáticas, ciencias naturales y miscelánea.

Interesante resulta el análisis de los distintos epistemes o formas de conocimiento, pensemos en las diferencias entre quienes pensaban necesariamente a través de los números, en realidad matemáticas de mercado, y quienes pensaban en abstracto en objetos geométricos. Está allí establecida una de las diferencias entre el pensamiento griego y el árabe, tema a penas sugerido en el trabajo de Moller.

pila de libros
Ilustración: Mark Smith.

Vengamos ahora a las formas de amueblar el cerebro de los mexicanos. Imaginemos al muy noble y muy flamenco Fray Pedro de Gante, Pieter Van der Moere, bello muchacho rubio de ojos claros, hablando el náhuatl en 1526, sólo 5 años después de materializada La Conquista, veámosle recorrer los mercados y despertando la curiosidad de los naturales de estas tierras. En el singular ensayo de Miguel Sabido sobre la primera Navidad celebrada en México, apreciamos en los versos de aquél nobilísimo hijo natural de Maximiliano I de Austria, curiosidad e inteligencia sin par al organizar sus invocaciones al nuevo panteón cristiano, con formas derivadas de la devoción en los cultos prehispánicos.

            Gaspar: ¡Tlacaten! ¡Totecuyoen! ¡Tlazolchalchutlan!
                        ¡Quetzalen! ¡Teoxihueten!¡Maquixlen!
            Gaspar: Noble Señor, nuestro jade precioso,
                        Pluma de turquesa, Pulsera preciosa.

Así el texto que propone Fray Pedro de Gante, o que como dice Miguel Sabido, probablemente sólo auspicia, permite usos sensibles a los modos tradicionales para referir con fervor a la deidad superior que se imponía. Mi jade, mi pluma de turquesa, pulsera divina, son apelativos de la divinidad, y con sensibilidad empática podemos sentir el fervor de estas alocuciones.

El flamenco entendía entonces que tenía que emplear las formas de pensamiento autóctonas para aplicar su enseñanza. Esto parece totalmente alejado hoy de las fórmulas generalistas que siguen prevaleciendo en las aún rígidas estructuras educativas de los mexicanos.

Los Maestros mexicanos existieron y aprendieron rápido de las fórmulas y reflexiones traídas por aquellos sencillos españoles que llegaron en la primera camada de inmigrantes trasatlánticos a estas tierras. Tan rápido aprendieron los indios, que la escuela de Tlatelolco duró abierta sólo 50 años. No quisieron los españoles que la élite mexicana les superara en conocimientos.

Esa actitud sigue prevaleciendo y parece haberse enquistado. Por eso surgieron las escuelas religiosas, luego las escuelas asociadas a culturas específicas, suiza, alemana, francesa, inglesa, japonesa, norteamericana y pronto china.

En la Independencia, los insurgentes buscan una relación con la España gaditana culta y nacionalista, y no con los gachupines alzados y pretenciosos que venían a estas tierras y ungiéndose y pretendiendo ser mejores que las generaciones de criollos aquí nacidos.

educacion en mexico
Fotografía: Plusesmas.

Después de la Independencia, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, marcó la educación nacional de un liberalismo masón y militante que mucho bien y mucho mal trajo a la enseñanza. Bien en el sentido de haber desde su Ministerio de Justicia y Enseñanza Pública –qué bonito, “justicia y enseñanza pública”, eso toca fibras–, promovida la inclusión y prohibido el culto que, sin embargo, en alguna de sus aristas había mantenido la intensión de formar desde sus capacidades desiguales sí (por mejores) a las élites locales. 

En 1850, uno de los alumnos predilectos de Augusto Comte, Gabino Barreda, quien había peleado como voluntario en la Guerra de Intervención Estadounidense y posteriormente estudiado Medicina en París, se familiarizó con el pensamiento positivo de Augusto Comte,y trajo el positivismo a México enseñándolo e inspirando con él a la Escuela Nacional Preparatoria que fundara bajo el gobierno de Juárez. Lo hizo, sin embargo, para los pocos que tenían el privilegio de estudiar a esos altos niveles.

Justo Sierra después trabajó metodológicamente la instrucción en muchas instancias de la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes. Su huella marcó el tiempo en que se lograron mejoras sustantivas que debían, no obstante, pasar por prolongados y anquilosantes debates legislativos. Vasconcelos buscó “cultivar” a los mexicanos desde una visión helenística y judeocristiana que resultó a la postre muy pretenciosa, luego los mexicanistas, Ermilo Abreu Gómez y Martín Luis Guzmán, quisieron darle la vuelta a la osadía ateneísta y optaron por la miopía nacionalista. Vino luego –pese a las excepciones– la burocratización de la educación. Tratar a la educación como un sindicato de huevon@s que lo único que quieren es ganar dinero y descansar lo más posible, ha llevado a los enfrentamientos y las consecuencias en que nos bañamos hoy.

El demonio está en los detalles. Sí, abusos los hubo y los hay, pero desconocimiento también del papel del maestro como formador mayor, como padre, médico en ocasiones y consejero familiar. Desconocimiento del orgullo del proceso de enseñanza-aprendizaje como en la “Raúl Isidro Burgos”, mejor conocida hoy como Ayotzinapa, donde enseñaron, el maestro sindicalista y formador de unidades de enfrentamiento, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, ambos líderes campesinos también. Poco se ha hablado del orgullo luchador de esta escuela en que la calidad moral y académica de sus estudiantes sorprendería a muchos.

vazquez y luciano
Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, símbolos de la lucha social de Guerrero.

En los últimos años pasamos del tiempo de reformas de papel a la modelización de escritorio y, entre tiempo, a la reprobación en todos los indicadores. “Reprobados entre los reprobados”, ésa es nuestra nueva condición.

¿Qué queda? Mientras nos entretengamos en disputas de café, mientras sigamos echando culpas a diestra y siniestra, mientras no alcancemos a ver más allá de nuestras chatas narices, eso que se llama “país”, seguirá su deterioro y deslavando su imagen, ensalzando la perversión en que vive su folklore narcotizado.

¡Mexicanes!, o nos echamos pa’lante o dejamos la mexicanidad como un proyecto que pudo ser. Que estos días de reflexión forzada por el COVID-19, nos sirvan a todos, mujeres y hombres, para detonar nuevas actitudes y conductas. Que esta extrema condición, sin abrazos ni besitos, pretexte en todos nosotros un espacio para pensarnos desde la variopinta identidad que nos baña. Ponderar nuestro porvenir común, un imaginario quizá, si no es ya muy tarde, de país solidario, próspero, trabajador, bonito… Actuar en consecuencia y estar dispuesto a competir con menos ufanidad que vocación demostrativa y solidaria, es reconocerse en el trayecto de errores cometidos, de posiciones tomadas sin reflexión. No hay muchas oportunidades más para esta práctica irrenunciable.

Pensemos en las tareas de integración, ésas en que podemos invertirnos para superar nuestras diferencias, primero conciliemos una educación mental. Es obligación ser mejores que nuestro buen gobierno, mejores que el simplemente “bueno” de nuestro presidente, no es difícil, se trata simplemente de pensar y actuar en el espacio en que convivimos bajo las mismas normas y proyectarnos a uno mejor, más simple y más claro. No queremos que nos dividan más. Decidamos pues… y que nuestra decisión la pretexten algunos buenos libros para esta cuarentena.


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