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Proyectan crear Centro Nacional de Inteligencia en Salud

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La Secretaría de Salud proyecta un Centro Nacional de Inteligencia en Salud que integrará las direcciones generales de Información en Salud y de Epidemiología, con el propósito de contar con un sistema más sólido, informó el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez.

Explicó que el Centro Nacional de Inteligencia en Salud facilitará la toma de decisiones de preparación y respuesta ante los retos mundiales y nacionales en la materia. “Se prevé que antes de que termine el año se autorice la reforma al Reglamento Interior de la Secretaría de Salud que contempla su creación”.

Al referirse a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-2019 (Ensanut 2018-19) que se presentó este lunes 9 de noviembre en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), López-Gatell Ramírez puntualizó que se realizará de forma anual y no cada cuatro o seis años como se hacía anteriormente.

Anunció que en la presente administración se hicieron las gestiones para contar con el financiamiento que garantiza la realización anual de la encuesta.

“En sus cuatro versiones -2006, 2012, 2016 y 2018- esta encuesta ha mostrado el panorama nacional del estado de salud de la población, el desempeño del sistema sanitario y otros indicadores de bienestar”, destacó.

El funcionario resaltó la capacidad técnica y metodológica del Inegi para estandarizar y profesionalizar los indicadores de la encuesta, desde el levantamiento hasta la integración de los datos y su análisis.

Sobre el tema de las vacunas contra COVID-19 que están en proceso, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud dijo que hay que tomar con cautela las noticias sobre ensayos clínicos. “No debemos dejarnos llevar por el entusiasmo o presiones políticas para acelerar un proceso de necesario rigor técnico que garantice la calidad, seguridad y eficacia de la vacuna”, puntualizó.

El director general de Epidemiología, José Luis Alomía Zegarra, presentó la situación actual de COVID-19 en el mundo. Dijo que la mitad de todos los casos se presentan en el continente europeo, seguido de América y Asia Sudoriental.

“En las últimas semanas en América del Norte se registró un aumento de casos de COVID-19, en América del Sur continuó la tendencia descendente, mientras que en Europa el crecimiento de la pandemia es acelerado”.

“La epidemia no se ha terminado en México ni en el mundo, por el contrario, registra una importante actividad, sobre todo en regiones donde inicia la temporada invernal, de ahí la importancia de las medidas preventivas”, puntualizó el director general de Epidemiología.

Alomía Zegarra invitó a consultar la página de la Secretaría de Salud www.gob.mx/salud para contar con más información acerca de COVID-19 y el comunicado técnico diario.

Inteligencia espiritual

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La inteligencia y la peculiar capacidad de relación son las características propias del ser humano. Éstas de suyo, son neutras, las puede emplear tanto para construir como para destruir su identidad, su comunidad, su entorno. En ambos casos es su propia intención, consciente o inconsciente, la que articula las diferentes variables que le proporciona la existencia para dirigir su destino hacia una u otra dirección.

Definir y medir la inteligencia humana ha sido un problema que ha acompañado a los especialistas por mucho tiempo. De todas ellas, son especialmente significativas las propuestas que surgieron a finales de siglo XX, a saber: la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (1983); la publicación del libro de Daniel Goleman “Inteligencia emocional” (1995)[1] y en los albores del nuevo mileno, la inteligencia espiritual propuesta por Danah Zohar e Ian Marshall (2001). Las características comunes de estas tres teorías están en la posibilidad de desarrollarlas intencionalmente y en el bienestar concreto que proporcionan.

inteligencias multiple
Imagen: Quadro.

Para Gardner todos los seres humanos poseen diferentes inteligencias interrelacionadas entre sí, que se desarrollan de forma independiente tanto por factores biológicos como sociales. Actualmente se reconocen ocho tipos de inteligencias: Inteligencia lingüística (capacidad de usar correctamente el lenguaje de forma oral y escrita); inteligencia lógico-matemática (capacidad de razonar y usar los números de forma efectiva); inteligencia visual-espacial (capacidad de pensar en tres dimensiones); inteligencia corporal-cinestésica (capacidad de utilizar el cuerpo para expresar ideas y sentimientos); inteligencia musical (capacidad para percibir, discriminar, transformar y expresar las formas musicales); inteligencia intrapersonal (referida al conocimiento de uno mismo); inteligencia interpersonal (capacidad para percibir estados de ánimo, intenciones, motivaciones y sentimientos de otras personas); e inteligencia naturalista (facultad para distinguir, clasificar y usar elementos del medio ambiente).

Por su lado, la inteligencia emocional es “la capacidad de monitorear los sentimientos y emociones propias y ajenas, discriminarlas y utilizar esta información para guiar el pensamiento y la acción” (Salovey y Mayer, 1990).

Como se puede ver, cada una corresponde a espacios específicos de la vida humana lo cual ayuda a su comprensión y orienta de suyo a su desarrollo. En el mundo académico, ambas propuestas son vistas con desconfianza por considerar que no aportan evidencias empíricas firmes y consistentes que las validen. El problema parece estar en llamarlas inteligencias pues para algunos estudiosos son habilidades. Sin embargo, sin importar del nombre que se les otorgue, su perfeccionamiento genera indiscutiblemente mejores condiciones de existencia.

La inteligencia espiritual, por su parte, se relaciona con la capacidad de encontrar un sentido profundo en la existencia, es el dinamismo que mueve hacia la plenitud del ser humano. Si bien suele estar relacionada con las religiones, su desarrollo se encuentra más allá del fanatismo, el sectarismo, el dogmatismo e incluso de una confesionalidad específica.

inteligencia espirirual
Imagen: Simon Fletcher

La inteligencia espiritual se caracteriza por:

un alto nivel de consciencia de uno mismo el cual se alcanza por medio de la práctica de la soledad y el silencio exterior e interior;
el reconocimiento de la interrelación de todo lo existente y la responsabilidad personal que esto implica;
el esfuerzo de causar el menor daño posible en todas las circunstancias;
la flexibilidad ante la vida y las circunstancias;
la capacidad para enfrentar y superar el dolor y el sufrimiento;
el desarrollo sin obsesión de virtudes y valores, las cuales cuestiona, reflexiona y pondera su pertinencia,
el gozo de la contemplación de la belleza del mundo en todas sus expresiones;
la búsqueda de las similitudes y lo que une con lo cual relativiza las diferencias que separan;
la entrega solidaria de la propia existencia sin permitir el abuso ni la manipulación;
el desarrollo de la compasión hacia sí mismo y hacia los demás; y,
el desarrollo de la paz interior.

La inteligencia espiritual es la capacidad de encontrar la armonía del mundo, de conectarse con ella, fluir en ella y de ser partícipe activo.


Notas:
[1] El libro de Daniel Goleman le dio popularidad a un término acuñado anteriormente por Salovey y Mayer (1990), concepto similar al usado por Edward Thorndike como “inteligencia social” (1920).


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Organizaciones inteligentes, actores claves de la competitividad regional

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Las organizaciones siempre han sido conscientes de la ventaja que representa disponer de datos, información y conocimientos adecuados en el momento oportuno, así como la desventaja que constituye la situación opuesta. Es por esto que en los últimos años las organizaciones han puesto especial atención en la oportunidad que representa la utilización del concepto de inteligencia para la búsqueda, tratamiento, análisis, distribución, comprensión, explotación, mantenimiento y protección de estos recursos de forma legal, en los procesos de toma de decisiones, así como su integración en la estrategia de las organizaciones.

Si miramos al pasado, encontraremos que el concepto de inteligencia no es nuevo, ya que el primer registro sobre el uso inteligente de datos, información y conocimientos data del año 400 a. C. y describe desde la visión de Sun Tzu cómo la utilización de estos recursos en el ámbito militar representa una ventaja clave para el éxito.

Sin embargo, la inteligencia ha ido evolucionado dejado de lado esa visión limitada del mundo militar y de la seguridad, para llegar a las organizaciones a mediados del siglo XX, cuando despierta el interés de las organizaciones por desarrollar estrategias basadas en el dominio del entorno y de las propias capacidades.

competitividad
Imagen: RPP.

Este interés por parte de las organizaciones comienza por desarrollarse en los ámbitos de la Administración y Dirección de Empresas, Mercadotecnia, Ciencias de la Información, Ingeniería, Informática, Prospectiva e Investigación de Operaciones, siendo los sectores industriales, particularmente, los más interesados en ello, por la ventaja que representa disponer de recursos de alto valor añadido en la consecución de sus estrategias.

Viendo esta situación, nos lleva a preguntarnos, ¿qué está haciendo mi organización en términos de inteligencia? O bien, ¿qué se está haciendo en mi región para favorecer el desarrollo de entornos inteligentes? Las respuestas son muy variables, especialmente en México, donde el valor a los datos, información y conocimientos aún no termina de permearse a las organizaciones públicas y privadas.

En este sentido, para terminar con esas preguntas, basta con ver cómo las organizaciones referentes a nivel internacional basan actualmente sus estrategias en procesos de decisión participativos, en los cuales, se utilizan grandes cantidades de datos, información y conocimientos, con la intención de poder establecer escenarios ajustados a la realidad, aunque esto pueda parecer imposible, después de ver lo que ha pasado con el COVID-19.

Sin embargo, la situación del COVID-19 es el doble refuerzo a la necesidad de promover entornos y organizaciones inteligentes, ya que, sin los recursos adecuados, resulta complicado identificar, desarrollar y desplegar acciones que nos permitan paliar este tipo de situaciones, o en su defecto, preverlas.

trabajo grupal
Ilustración: Ahlefeldt Laurvig.

Viendo todo lo anterior, resulta clave para la competitividad de las regiones establecer mecanismos que permitan el desarrollo de entornos y organizaciones inteligentes, participativas y comprometidas con la mejora de la competitividad local y regional, especialmente, cuando nos enfrentamos a escenarios en los cuales, el encadenamiento local, la promoción del talento y la innovación son claves para la supervivencia, no sólo del tejido empresarial, sino del propio tejido social.

Finalmente, es importante tener presente que el punto de partida no es exclusivamente la organización, ya que podemos ser nosotros mismos los responsables del cambio, buscando un mayor dominio del entorno, entendimiento de la realidad y el constante compromiso por el valor añadido desde nuestra posición, independientemente de si ésta es en una organización pública o privada, siempre y cuando seamos capaces de compartir y promover una cultura basada en los datos, información y conocimientos.

Levantemos la cabeza y miremos al futuro pensando en todo lo que necesitamos para ser y seguir siendo competitivos.

No duden en seguir haciéndome llegar sus comentarios y recomendaciones al correo electrónico ricardolopezrobles@outlook.com o vía Twitter a @rlopezrobles.


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El engaño táctico, las neuronas espejo y la segunda persona

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En esta ocasión revisaremos brevemente que la atribución de estados y procesos mentales a otros individuos es un rasgo enraizado en la evolución y en ciertas funciones cerebrales que permiten su aprendizaje y desarrollo durante el crecimiento de individuos de las especies sociales, en particular de la humana. Veremos también que el sentido de la mente ajena implica y requiere del conocimiento de los propios procesos corporales y mentales: la conciencia de los otros y la de uno mismo son facultades interdependientes.

En los años de 1980 empezaron a aparecer estudios sobre comunicación animal que permitían inferir ciertas facultades mentales a varias especies porque muchas conductas registradas no se ajustaban a los actos de agresión, huida, cortejo, reproducción o crianza considerados por la etología clásica como “instintivos” y automáticos. La observación prolongada, minuciosa y sistemática de actos estratégicos emitidos en contextos naturales entre miembros identificados de especies sociales, convenció a los investigadores de que existen formas de conciencia animal. No sólo la capacidad para detectar y reconocer individuos, roles y rangos, sino el empleo de tácticas para adquirir o fortalecer acceso a recursos vitales, a posibilidades reproductivas o a situaciones protegidas permitieron tal inferencia y el surgimiento de una etología cognitiva.

Inteligencia maquiavelica
Portada del primer y segundo volumen sobre inteligencia maquiavélica en primates (tomada de: Amazon).

En 1988 Richard Byrne y Andrew Whitten recopilaron abundantes registros anecdóticos de que varias especies dotadas de cerebros avanzados, como es el caso de los simios, realizan acciones engañosas que implican teoría de la mente y conciencia de los otros. Se trata de actos del repertorio conductual ejecutados de manera tal que otro individuo malinterprete el sentido de su acción y realice una respuesta errónea que aventaja al emisor de la conducta. En un desarrollo posterior, estos investigadores escoceses definieron a una conducta como “maquiavélica” cuando el individuo muestra tener como meta un engaño hacia otro y parece entender lo que origina. En el léxico cotidiano un engaño intencional es propiamente llamado mentira y, para que pueda considerarse como tal, se requiere una conciencia de los otros, tomar decisiones para actuar engañosamente y poseer la noción de que una regla moral es infringida. Aunque no se puede saber si las elaboradas tácticas observadas en los primates cumplen cabalmente estos tres requisitos, las evidencias apuntan a que la conciencia de los otros y la táctica de engaño son rasgos de antigua raíz evolutiva y plantean preguntas de gran interés respecto a la conciencia de sí en referencia a la conciencia de los otros seres de la misma especie.

Durante unos registros neurofisiológicos realizados en neuronas motoras del cerebro de macacos Rhesus, el equipo de Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma descubrió a fines del siglo pasado que ciertas neuronas se activaban cuando el animal realizaba un movimiento definido y que las mismas neuronas también disparaban cuando el animal veía a otro individuo realizar el mismo movimiento. Éste fue un hallazgo muy destacado porque demostró que una misma neurona puede tener labores tanto motoras como sensoriales, pues se activa cuando el individuo realiza un movimiento (función motora) y al ver a otro realizar ese mismo movimiento (función sensorial). El descubrimiento de estas “neuronas espejo” y de neuronas que se activan cuando ocurre el reconocimiento de individuos particulares, constituyen hallazgos clave en referencia a la alteridad pues implican que existen neuronas y posiblemente sistemas de neuronas involucrados en la representación de los otros.

segunda persona
El neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti, descubridor de las neuronas espejo, y su libro traducido al castellano (figuras tomadas de Psychology Today y de Amazon).

A raíz de estos hallazgos ha ocurrido una amplia especulación de que se trata de neuronas responsables de la teoría de la mente, de las experiencias de empatía o compasión y de la conciencia moral en general, pero esto no se puede afirmar con certeza. Al parecer ha ocurrido una sobrevaloración de las funciones de las neuronas espejo y es necesario revisar críticamente los datos de las investigaciones iniciales y subsecuentes sobre estas células para evaluar si las inferencias tienen un fundamento verosímil. Por el momento lo más prudente es considerar que redes de estas neuronas formen parte de un sistema de reconocimiento de acciones realizadas por otros y que tengan un referente inmediato a las acciones propias. Si este es el caso, estas redes podrían ser componentes importantes o aún cruciales de la percepción del movimiento propio y del ajeno y, con ello, de la identidad de uno mismo y de los otros.

Es probable que estos sistemas necesarios para implementar las representaciones de uno mismo y de los otros sean cruciales en la vida social. En un artículo ingeniosamente intitulado “a través del espejo”, los investigadores italianos involucrados en el descubrimiento de las neuronas espejo  proponen un mecanismo especular para el sentido de uno mismo y el de los otros que reta la idea de que se trata de dos funciones separadas e independientes. Se trataría en todo caso de un fundamento cerebral que faculta a una persona ser consciente de sí misma como distinta a otros porque le permite experimentarse a sí misma y a los otros en términos de sensaciones y posibilidades motoras. Se ha acumulado evidencia empírica en favor de que la expresión y la percepción de acciones de uno mismo y de los otros son funciones conectadas que se basan en sistemas de neuronas ubicados en las áreas premotoras del lóbulo frontal y partes de la corteza parietal.

Jean Decety
Jean Decety y su libro sobre la neurociencia social de la empatía (figuras tomadas de Amazon y Journey2Psychology).

En un sentido similar, el neurocientífico social Jean Decety propuso que el self, la conciencia de uno mismo, es una función a la vez individual y social, y que las interacciones entre el individuo y sus pares en las etapas formativas es un incentivo fundamental para el desarrollo de la conciencia de sí. Decety revisa la evidencia que los infantes humanos tienen una motivación potente y específica para interactuar con otros niños y que la conciencia de que existen otras mentes se basa en la noción progresiva de que los otros y la otras son seres conscientes, como uno mismo. Los estudios de imágenes cerebrales sugieren que la corteza parietal inferior y la prefrontal del hemisferio derecho tienen un papel predominante en esta distinción entre el propio ser y el de los de los otros y en la habilidad del propio ser para representar a los otros.

Kai Vogeley
Kai Vogeley y su propuesta de una neurociencia en segunda persona. La figura de la derecha muestra en (a) la perspectiva en primera persona: autorreflexión o autodiálogo; (b) en tercera persona: un observador examina a alguien que no interactúa; (c) segunda persona: interacción diádica o entre dos, y (d) segunda persona: interacción triádica entre dos con algún referente común.

Por su parte, Kai Vogeley del Departamento de Psiquiatría en la Universidad de Colonia, ha propuesto que existen “dos cerebros sociales”, es decir, dos redes de neuronas involucradas en las interacciones: la red del sistema de neuronas espejo y la red de la teoría de la mente. Ambos sistemas se reclutan durante procesos que entrañan interacción o comunicación social con individuos conespecíficos, y que constituyen en conjunto la base cerebral de la intersubjetividad porque la capacidad para mentalizar o entender la experiencia subjetiva de los otros es requisito indispensable para establecer una comunicación exitosa. El sistema de neuronas espejo madura muy temprano en el desarrollo al detectar señales corporales de los otros y el sistema de teoría de la mente se adquiere a partir de éste para evaluar el estado emocional y en general el estado mental de los otros. La necesidad de estudiar los fundamentos nerviosos de los encuentros sociales entre seres humanos ha dado origen a la propuesta por parte del grupo de Kai Vogeley de una neurociencia en segunda persona, la cual vendría a constituir el fundamento cerebral de la relación yo-tú.


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Liderazgo e inteligencia por favor

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Nunca en la historia de la humanidad hemos enfrentado un enemigo común en tal magnitud donde el COVID-19 nos plantea un reto de evolución y subsistencia. En esta lucha no existe distinción entre color de piel, cultura, dinero, ideología, fronteras, género, religión o poderío bélico, tampoco existen ambiciones o deseo de imponer nada, ni siquiera se le considera un organismo vivo, sólo hace en forma constante, eficiente e implacable, aquello para lo que está diseñado: infectar; no existe negociación.

En este escenario es fundamental entender cómo se puede combatir un enemigo de esta naturaleza y posteriormente cómo construir los caminos de recuperación a realizar, para regresar a una normalidad de vida ¡que será diferente! Las grandes guerras han demostrado que después de ellas el mundo que resurgió no era igual, este caso no será la excepción. Las medidas para combatir al COVID-19 y después reconstruir las sociedades, son dos, el liderazgo y la inteligencia.

            Revisemos el primero, el liderazgo:

La pandemia a la que nos enfrentamos ha dejado al descubierto fracturas en las instituciones, que no son evidentes hasta que se ponen a prueba, la OMS no ha logrado establecer un liderazgo que ordene el quehacer de todas las naciones, algunas han seguido sus recomendaciones y otras sencillamente han preferido sumar infectados y muertos. Por otro lado, cada uno de los líderes de las naciones ponen sus agendas de salud con una visión más de economía y política, que con una visión de resguardo social. Consecuencia de ello, sumar más infectados y muertos.

liderazgo en covid
Ilustración: Asian Scientist Magazine.

En algunas naciones vemos decisiones de sus líderes que nos parecen aberrantes por su falta de sensibilidad, donde el imperio de la demagogia priva por encima del bienestar social, sin entender que las consecuencias van a ser catastróficas. Por no entender que prevenir siempre será más eficiente y barato que enfrentar consecuencias.

En otras naciones vemos líderes que atienden las recomendaciones de las instituciones responsables de esta circunstancia, de los jugadores sociales, y llegan a consensos justos, donde se busca mitigar el impacto de esta batalla y principalmente el involucramiento de todos.

            Revisemos el segundo, la inteligencia:

Las decisiones más eficientes están basadas en el conocimiento tecnológico y científico, aquellas que se toman fundamentadas en el análisis de datos y el correcto planteamiento de los problemas, aquellas personas que se encargan de plantear, recopilar y analizar los datos son gente que por la experiencia y el estudio se les considera expertos en cualquier área del conocimiento. Dejar de escuchar a estas personas argumentando percepciones o ideologías es peligroso, porque los expertos tienen el conocimiento para prospectar comportamientos o tendencias.

Ellos, en la figura de organismos internacionales, instituciones especializadas, universidades, etc., son los que deben señalar los caminos más eficientes para combatir esta crisis y las mejores formas de recuperación económica y social.

inteligencia en tiempos de covid
Ilustración: Behance.

            Sumemos el liderazgo y la inteligencia:

Cuando un líder a nivel institución global, nación, división geográfica, empresa, entidades sociales, de seguridad o iglesias suman a sus decisiones información científica y datos de cada uno de los factores involucrados, dejando a un lado percepciones individuales, podremos estar seguros de que esas decisiones serán las mejores que podrán tomarse en ese momento y en tales circunstancias. Si a lo anterior se agrega la participación de todas las estructuras sociales, se logrará que estas decisiones funcionen, y para ello es fundamental, además, tener credibilidad.

Estamos ante una situación única en la historia, de esta batalla resurgirá una sociedad diferente, donde todos los participantes habrán evolucionado por la imperiosa necesidad de sobrevivir. Hoy más que nunca necesitamos líderes y decisiones inteligentes, menos que eso será iniciar esta nueva época con desventaja.


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¿Cuál es el problema con la literatura del IQ?

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Me aterra que la corrección política y la reacción a la misma, de uno y otro lado, nos orillen a pensar siempre con la tripa y se esfume el pensamiento crítico. Entonces, para abrir un espacio a la razón, polemizo desde el centro contra todos. Es divertido. Hoy regreso a los temas de Charles Murray, las pruebas de IQ, y el eugenismo.

Las huestes del outrage culture—corriendo siempre histéricas a censurar cualquier reto a la corrección política—odian al politólogo Charles Murray por su famoso y controvertido libro The Bell Curve, donde defiende la validez de las pruebas de IQ. En Middlebury College, lo atacaron con violencia. Luego de esto, Sam Harris, cuyos podcasts son famosos, invitó a Murray para una entrevista.

Yo felicité a Harris, en otro artículo, por defender la libertad expresiva de Murray; empero, le reproché haber defendido lo expresado. Pues el acoso sufrido por Murray no conlleva, para sus ideas, un sello de acierto, aunque Harris, por ‘hacer equipo’ con otro opositor de la corrección política, así lo quiera. La corrección siempre yerra cuando censura una expresión, cierto, pero ello no le impide, en ocasiones, estar denostando algo realmente infame—ojo—.

Según su propio testimonio, Harris no sabía mucho de IQ; convenía entonces informarse previo a la entrevista, y no correr a afirmar, como hizo, que Murray acierta en todo y sus enemigos en nada. Pues las pruebas de IQ que Harris, con su gran alcance, ahora tanto ha prestigiado, fueron herramienta clave del movimiento eugenista, precursor y padrino del nazismo alemán. De haberlo sabido Harris, ¿habría variado la entrevista? Posiblemente. Harris es judío.

“Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla,” dijo Jorge Santayana. Qué razón tenía. El corolario es que honrar aquel ‘¡Nunca Jamás!’ de la educación sobre Shoá (el Holocausto) nos obliga a investigar las causas. Haré aquí, por tanto, el trabajo que Harris abdicó.

No se logra mi objetivo observando que ‘eugenistas y nazis son malos’ y que ‘usaban exámenes de IQ’. Pues también usaban pistolas, y ésas, como tecnología, funcionan. Entonces, al margen del vínculo entre estos nefastos movimientos y la literatura del IQ, se vale preguntar: ¿hay en ella un problema científico?

Vayamos al origen. En la entrevista, Murray afirma:

(min. 31:52) CHARLES MURRAY: Puede defenderse que tenemos una muy buena demostración de este factor de inteligencia general. De hecho, esto empezó con Charles Spearman al principio del siglo XX. Era un psicólogo brillante, que se dio cuenta que no importaba de qué se tratara una prueba—fuera ésta de historia británica o de algebra, o de cómo componer un coche, o de lo que fuera la prueba (siempre y cuando se tratara de algo en el cerebro)—el puntaje de la prueba estaba siempre correlacionado. Ése fue su primer descubrimiento.

La ‘inteligencia’, para Murray, es una cantidad. Y tiene un efecto general: si tienes más, haces todo mejor; menos, todo peor.

Cualquier no psicólogo que no haya pasado la vida de noche tendrá derecho a asombrarse. Pues sabemos que el matemático se pierde en el supermercado, no sabe cambiar una llanta (menos “cómo componer un coche”), y se asfixia con cualquier reto social. Es un lugar común de nuestra cultura contemporánea—y no por coincidencia—que cuando aflora mucho la inteligencia técnica en algún área se atrofia lo demás, y queda uno indefenso fuera de su ecología especializada. Contra esta experiencia, propiedad de todos, Murray afirma que, si eres ‘inteligente’, lo eres en todo.

Los psicólogos han estado siempre obcecados con esto. En el siglo XIX, se pusieron a medir cráneos para ver si a mayor volumen de aquel líquido paninfluyente, la ‘inteligencia’, mejoraba también la puntuación en cualquier prueba de desempeño mental. La craniometría no prosperó como método académico; la psicometría sí. Nos dice Murray que fue Charles Spearman, “psicólogo brillante”, quien encaminara a la psicometría con su presunto descubrimiento: cuando la puntuación es alta en un área de desempeño, lo es en todas, y cuando es baja en una, baja en todas. Las pruebas están ‘correlacionadas’.

Hacer loas a Spearman, entre psicólogos, es tradicional. Por ejemplo, Robert Sternberg, promovido por el New York Times como “profesor de psicología en Yale, …muy reconocido como experto en la medición de la inteligencia”, emite la siguiente opinión:

“hay un hallazgo fundamental en la psicología que ha sido replicado mejor que cualquier otro en el campo: las calificaciones en todos los exámenes de habilidades cognitivas tienden a correlacionarse positivamente unas con otras. Observado primero por Spearman (1904)…”

Tiene tanto prestigio, entre psicólogos, este presunto hallazgo, que la distinción al “trabajo sobresaliente en psicología” de la British Psychological Society se llama Medalla Spearman.

¿Y quién era este Charles Spearman? Su biografía contiene algunas sorpresas.

La primera es que el psicólogo francés Alfredo Binet lo consideraba un peligroso charlatán, y publicó un artículo entero en 1905, intitulado ‘Análisis de C.E. Spearman’, nada más para burlarse de Spearman y su estudio de 1904—ése que presumen Murray, Sternberg, y una gran manada de psicólogos como una “muy buena demostración de este factor de inteligencia general”, el “hallazgo fundamental en la psicología”— .

La tentación natural, con tantas porras a Spearman, sería suponer que Binet debió estar equivocado. El problema es que la metodología base que todo mundo emplea para medir ‘inteligencia’ es la escala desarrollada por Alfredo Binet y Teodoro Simón. El gran genio aquí es Alfredo Binet.

¿De qué van sus objeciones contra Spearman?

Si bien muchos iban tras la pista de aquella ‘inteligencia general’ en la cual fervientemente creían, nadie encontraba las correlaciones de desempeño mental que la exhibirían. Spearman, observa Binet con ironía, atribuye este fracaso a la incompetencia universal de sus pares, cuyos presuntos errores enumera. Pero Spearman, dice Binet, “cree haber evitado estos errores”.

“El autor … presenta estudios consistentes con la búsqueda de una relación entre la inteligencia general, evaluada subjetivamente por los maestros con base a las actividades del niño, y la forma en que el niño reacciona a experiencias meramente sensorias; y encuentra que la correlación es tan grande que es igual a 1. [Spearman] califica su conclusión de profundamente importante. Quizá. Pero a nosotros nos parece profundamente asombrosa dado que los experimentos sensorios del autor son defectivos, y dada la forma como valoró—o ya sea obtuvo valoraciones de—la inteligencia general” [cursivas de Binet].

Esto chorrea de sarcasmo. Veamos por qué.

No existe ni tarea ni habilidad general; todas las tareas y habilidades son específicas. Por eso la existencia de la presunta ‘inteligencia general’—ésa que nos haría listos o tontos para todo—no puede demostrarse midiendo una sola tarea. Si existe, podremos inferirla, como dice Sternberg, cuando encontremos que “las calificaciones en todos los exámenes de habilidades cognitivas tienden a correlacionarse positivamente unas con otras”.

Pero no hay “habilidades cognitivas” en el estudio de Charles Spearman. Robert Sternberg piensa que sí. Y Charles Murray proporciona ejemplos de las presuntas “habilidades cognitivas” que Spearman habría encontrado correlacionadas: “historia británica”, “algebra”, “cómo componer un coche”. ¿Acaso leyeron el estudio de Spearman? No tiene esa estructura.

Lo que tiene Spearman son correlaciones entre, por un lado, reacciones a “experiencias meramente sensorias”, y, por el otro, lo que llama ‘inteligencia general’, cuyos valores obtuvo (esto es increíble) dejando que fuera “evaluada subjetivamente por los maestros”. (Luego intituló su estudio ‘La Inteligencia General, Concebida y Medida con Objetividad’. Tímido no era…).

IQ, coeficientes e inteligencia
Imagen: regarding365.

Aunque una caridad infinita le perdonara esto, el problema lógico, filosófico, no se esfuma. Y ese problema es que la ‘inteligencia general’ aparece en el estudio de Spearman como variable operativa. Es decir que Spearman presupone—en el diseño mismo de su estudio—la existencia de la ‘inteligencia general’, y por lo tanto su estudio no puede, por principio, demostrar su existencia (igual que una palabra no puede, por principio, definirse a sí misma).

Para que se entienda mejor, con el mismo diseño yo puedo ‘demostrar’ la existencia de la telepatía. Pido a los maestros que me den su adivinanza subjetiva—un valor numérico—para la ‘capacidad telepática’ de cada niño, y luego reporto correlaciones de estos números con sus reacciones a las mismas “experiencias meramente sensorias”. Absurdo.

Lo más divertido es el resultado que reporta Spearman. Si bien era imposible para su estudio—fueran cuales fueren las correlaciones encontradas—demostrar la existencia de la ‘inteligencia general’, quiso impresionarnos con “[una] correlación… tan grande que es igual a 1”. Dicha correlación es, sin duda, como dice Binet, “profundamente asombrosa,” pues una correlación “igual a 1” es perfecta—e imposible—. Ni en la más exacta de las ciencias, la física, se obtiene jamás una correlación “igual a 1”.

Este payaso es el “psicólogo brillante” y su payasada el presunto “hallazgo fundamental en la psicología”—la presunta demostración de una ‘inteligencia general’—. Da vergüenza. Que los psicólogos de hoy presuman tanto este estudio de Spearman no puede más que fundamentar una sospecha sobre la psicología de la inteligencia como subdisciplina.

El psicólogo Raymond Fancher, autor de una historia muy completa sobre la psicología de la ‘inteligencia’, comenta (p. 96) que “de haber vivido más años”—moriría en 1911—, “Binet habría encontrado justificación para sus dudas [sobre Spearman]”. (No me parece, empero, que Binet haya expresado dudas.) “Aunque no podemos explicar la razón de los extraños errores en los cálculos originales de Spearman,” continúa Fancher, “parecen sugerir que tenía una tendencia a ver lo que quería ver en sus datos, a veces muy a costa de lo que ahí realmente había”.

inteligencia
Imagen: hipertextual.

Quizá Fancher haya tirado la toalla con demasiada prisa. Yo pienso que sí podemos explicar “la razón de los extraños errores de Spearman”. En la Enciclopedia de la Medición Social, Peter Schönemann (p.194), experto en medición y muy crítico de la psicometría, observa un aspecto de la ideología de Spearman que nos suple con la hipótesis obvia:

“[Charles] Spearman dejó bien claro en qué radicaba, según él, la relevancia de su supuesto descubrimiento: ‘Los ciudadanos, en vez de escoger sus carreras al azar casi ciego, seguirán solo aquellas profesiones que estén adecuadas a sus capacidades. Puede concebirse inclusive el establecimiento de un índice mínimo [de ‘inteligencia general’] para tener derecho al voto parlamentario, y sobre todo para el derecho a reproducirse’”.

¿De dónde le llegaban estas ideas a Spearman? Fancher (p.171) explica que era “un protegido de [William] McDougall”, quien “conocía y admiraba al ya viejo Francis Galton, y apoyaba fuertemente al movimiento eugenista”. Galton es el fundador del eugenismo; McDougall, siguiendo sus pasos, se distinguió como teórico de la supuesta raza ‘aria’ o ‘nórdica’ superior, la misma teoría que, junto con el antisemitismo, después sería la columna vertebral del movimiento nazi. Como explica el sociólogo Nicholas Pastore (p.148), McDougal “alegaba que la raza inglesa, predominantemente nórdica, era la mejor,” es decir, que la mejor sangre alemana era la anglosajona. Además, “parece haber sido antisemita.”

Con este contexto por trasfondo, me aventuro a proponer una hipótesis.

Spearman no se interesaba tanto en la investigación científica de la mente. Le interesaba más convencer al público de que realmente existía una sustancia única y general llamada ‘inteligencia,’ fácilmente medible con una prueba que sólo él sabía diseñar y administrar, para con ello justificar restricciones a la reproducción y participación política de quienes no aprobaba—de los ‘no nórdicos’—. Pues eso precisamente buscaba Francis Galton, el héroe de McDougall, de Spearman, y de otros ‘psicólogos’ de la ‘inteligencia.’

Dicha hipótesis sin problema alguno explica las payasadas pseudocientíficas de Spearman.

En mi siguiente entrega examinaré las metas del movimiento eugenista, que después sería el nazismo, y explicaré cómo dichas metas corrompieron por completo la investigación de la ‘inteligencia’ (hasta nuestros días).

Hasta la próxima.


Francisco Gil-White es catedrático del ITAM y autor del libro El Eugenismo: El Movimiento que Parió al Nazismo Alemán (de venta en Amazon).


Referencias
~ Binet, A. (1905). Analyse de C.E. Spearman, ‘The Proof and Measurement of Association between Two Things’ and ‘General Intelligence Objectively Determined and Measured,’ L’année Psychologique, 11, 623-624.
~ Fancher, R. (1985). The intelligence men: Makers of the IQ controversy. New York: Norton.
~ Pastore, N. (1944). A Social Approach to William McDougall. Social Forces, 23, 148-152.
~ Schönemann, P.H. (2005) Psychometrics of Intelligence.  K. Kemp-Leonard (ed.)  Encyclopedia of Social Measurement, 3, 193-201.
~ Spearman, C. (1904). General intelligence, objectively determined and measured. American Journal of Psychology, 15, 201-293.
~ Sternberg, R. J., & Pardo, J. (1998). Intelligence as a unifying theme for teaching cognitive psychology. Teaching of Psychology, 25(4), 293-296.

“Los burros no son como los pintan”. Sólo una cuestión de inteligencia

Lectura: 4 minutos

“Es un mito. El burro es más inteligente que el caballo, y con diferencia. Si tienes siete caballos y metes un burro, a la semana todos los caballos siguen al burro. Cuando no había topógrafos ni ingenieros de caminos mandaban a un burro y, por donde pasaba, construían el mejor camino. Son tremendamente inteligentes”.
Dilfenio Romero. Creador de Burrolandia: Asociación Amigos del Burro, en España.

En la búsqueda por entender y medir la inteligencia humana, dos especialistas en psicología intentaban explicar por qué algunas personas mantienen mayores resultados en pruebas o test de conocimiento general. Uno de ellos era el francés Alfred Binet, quien a principio del siglo pasado intentó definir un instrumento capaz de medir una escala de “inteligencia” para detectar a niños cuyo proceso de aprendizaje no fuera ideal. El resultado en este caso fue el Test de Predicción de Desempeño Escolar, con el cual se podía definir en una prueba lo que el niño podría o no resolver en cuanto a sus conocimientos.

Casi a la par, el inglés Charles Spearman definía en su teoría Bifactorial que la inteligencia depende de un factor general (factor hereditario) y otros especiales (como las habilidades desarrolladas por cada persona).

Aunque ambas posibles teorías no han sido del todo avaladas, se han utilizado diversas partes de sus investigaciones para definir ciertos parámetros como el Coeficiente Intelectual (CI), o en pocas palabras, para definir la inteligencia de cada ser humano. A pesar de que no todo el mundo comulga con estas investigaciones, la realidad es que cuando leemos en las noticias que un niño tiene un CI arriba que el de Albert Einstein o Stephen Hawking, damos por hecho que el futuro de este niño será brillante, aunque no sabemos si en realidad será así, o si el niño en cuestión utilizará su habilidad mental para hacer nuevos descubrimientos. Quizás el niño o niña en cuestión quisiera ser chef, pintor o dedicar su vida a viajar por el mundo. ¿Qué pasaría con esa mente “privilegiada”?

coeficiente intelectual
Ilustración: Pinterest.

El contexto es otra de las características que los estudios no han podido resolver para que exista una relación con la inteligencia “más” desarrollada. William Kamkwamba, es uno de los muchos ejemplos que existen por ahí, donde no es tan importante la escuela o colegio donde asistes. Kamkwamba creó el primer sistema de riego en una comunidad africana golpeada por la hambruna sólo con un viejo motor, una bicicleta y piezas de metal que funcionaban a modo de hélices.   Historias como éstas han roto de nueva cuenta esa idea de que la inteligencia sólo se puede desarrollar de manera exitosa en escuelas de prestigio.

En el mundo empresarial, hay personas sumamente exitosas que no concluyeron estudios universitarios, o si lo hicieron, no todos estuvieron en una escuela de renombre. Empresarios sin demasiadas bases administrativas, pero con gran sentido innato para crear negocios o empresas capaces de mantener a cientos y miles de familias.

Lo que hemos aprendido es que si se estudia o no, ya no es una condicionante para definir el éxito de una persona. De hecho, Howard Gardner publicó en 1983 un libro donde habla más allá de la inteligencia, él habla de las inteligencias múltiples, donde cada ser humano es capaz de destacar en ciertas esferas; por ejemplo, las personas que son buenas para las matemáticas, las que tienen una capacidad especial para crear como los artistas, los que son buenos para los idiomas, etc. Para él, las personas tenemos diferentes contextos con los cuales hemos desarrollado más ciertas partes de nuestro cerebro, lo que da pie a nuestras capacidades para ser exitosos en uno u otro contexto, e incluso, la forma en que vemos el éxito suele ser diferente en cada empresario. Recordemos que no siempre somos exitosos por tener una casa, autos o cotizar con nuestra empresa en la Bolsa de Valores. Pero también podemos ser exitosos si somos felices al pasar tiempo con la familia. La inteligencia, entonces es tan subjetiva como el éxito; así han nacido términos tan injustos como los de ser “inteligente” o ser “burro”.

niño burro
Ilustración tomada del cuento “Pinocho”.
¿Los burros son tan burros?

Cuando fuimos a la primaria, ser “burros” era una de las ofensas más terribles. Algunos profesores incluso avergonzaban a los niños y niñas que no eran lo suficientemente inteligentes como el resto del grupo, poniendo en la cabeza una diadema con dos grandes orejas, comparándonos así con esos animales. La realidad con el paso de los años nos ha enseñado que la inteligencia de los burros es mayor para ciertas situaciones donde los caballos huyen despavoridos. Se ha observado incluso que los burritos suelen ser más cautelosos y con buena capacidad de memoria para reconocer cuando una persona les ha tratado mal, y es por ello, que muchas veces utilizan esa terquedad característica para no hacer lo que les piden. En otras palabras, los burros también son inteligentes.

Así, si aún no tienes muy claras tus metas del próximo año en cuanto a lo que quieres dedicarte, o bien, sigues con ese miedo constante a que te cataloguen como “burro” por hacer algo equivocado, es mejor que lo pienses de nuevo, porque ni los burros son como los pintan, ni la inteligencia de un ser humano puede ser comparada con la de otro; todos tenemos características diversas y eso en gran medida es lo que hace la vida interesante.


Fuentes:
Los burros son tremendamente inteligentes“, (2019) Sergio C. Fanjul, El País.
¿Son tontos los burros?“, Muy Interesante.