memoria

Bolígrafos vs. lápices en la Luna

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Según un mito urbano, durante los preparativos de la NASA para ser los primeros en llegar a la Luna, tuvieron que gastar millones de dólares y varios años de investigación en la creación del bolígrafo anti-gravedad, mientras que los rusos, al enfrentarse al mismo problema, fueron más prácticos: decidieron llevar lápices.


Aprender es descubrir que algo es posible.
Jiddu Krishnamurti (filósofo hindú).

El mito de los bolígrafos espaciales sigue vigente aun cuando se ha desmentido la versión una y otra vez. Por ejemplo, en la revista digital The Space Review, la historia real nos indica que el problema era lo único verídico: no había manera de que la tinta saliera en la Luna por la inexistente gravedad. Por ello, en 1965, los científicos encargaron 34 lápices de grafito a la empresa Tycam Engineering, solicitando la elaboración de una versión ligera, ergonómica e ideal para ser utilizados con guantes. El costo oficial de este lápiz era de $130 USD cada uno, por lo que al presentar las cuentas de la misión espacial se pidió a la NASA que encontraran otra solución.

boligrafos nasa
Imagen: Google Patents.

Dos años después y sin que nadie se lo hubiera solicitado, la empresa Fisher Pen Company diseñó el bolígrafo ideal para los viajes interespaciales, lo presentó a la NASA, quienes luego de hacer las pruebas necesarias, solicitaron 400 piezas. El precio final (con descuento incluido) fue de $2.39 USD cada uno. Al final Rusia, que también realizaba pruebas para llegar a la Luna, solicitó 100 bolígrafos y 1,000 cartuchos de repuesto.

Conclusión: Rusia no usó el lápiz. Compró el mismo bolígrafo.

Cincuenta y tres años después de la historia, siguen hablando del “despilfarro” de recursos y de la forma como se abordan los problemas en un país de primer mundo. ¿Por qué ocurre esto?

Los psicólogos contemporáneos hablan de episodios de memoria selectiva en donde los seres humanos elegimos mantener los recuerdos positivos y defenderlos, “bloqueando” aquellos argumentos débiles o que no estaban dentro de nuestra manera de pensar.

lapiz espacio
Imagen: Pictoline.

Adrián Triglia del Blog Psicología y Mente dedica un artículo entero al tema. Según él, para que la memoria sea considerada “selectiva” debemos encontrarnos en situaciones donde ponemos en riesgo alguna de nuestras creencias, sin embargo, para nuestra mente, el hecho de que esa información haya tenido un impacto sobre nosotros no tiene por qué ser recordado si no ha tenido relevancia directa. Al ser recordado como un episodio vergonzoso o doloroso, los seres humanos nos calmamos minimizando el episodio, con información falsa, distorsionándolo.

Por eso, después de cincuenta y tres años seguimos hablando de los lápices y los bolígrafos en el espacio.

Históricamente, vivimos tiempos únicos no sólo como empresarios, es nuestra gran oportunidad de formar una historia única, llena de creatividad, alcanzando soluciones a la altura de las circunstancias. No hay que ser selectivos en cuanto a lo que está pasando. Recordemos todos y cada uno de los días que nos tocaron, para no olvidar todo lo que tuvimos que hacer (bueno y malo) y, sobre todo, aprendamos.


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Memorias de números y números para la memoria

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Pensar números para muchos da escalofríos. La sociedad enseña a temerles. Son como esos alacranes ponzoñosos que si te pican te duermen: los números a casi todos apendejan. Sólo algunos (los elegidos al parecer), los inmunes a su veneno, traspasan el umbral. Dicen los que ya lo han cruzado que una vez pasando al otro lado te enamoras de ellos, y entonces siempre vivirás pensando a través de ellos. Es como si los números te poseyeran. Algunos sabios argumentan que así surgen las grandes mentes, mentes lógicas, mentes numéricas, LAS MENTES.

Mi padre fue ingeniero, se llamaba Werner Rettig Martorell e impartía cálculo diferencial e integral; sus alumnos le decían Piskunov. Se hizo conocido dentro de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara no porque, en los años setenta, participó junto con el ingeniero José del Río Madrigal en la creación de la carrera de Ingeniería en comunicaciones y electrónica, ni porque tuvo un cargo dentro de ésta; no, su fama se debía a los números. Sus estudiantes lo llamaron Piskunov gracias al autor del libro que en aquel entonces la editorial Mir Moscú distribuía en México. Ese sobrenombre ruso hacía aún más ajena su persona a los estudiantes.  Fue como añadir una distancia extra a sus ya tan extraños apellidos y nombre.

Primera clase de biología, Preparatoria Vocacional de la UdeG. Nombran lista. “¿David Rettig?” dice sorprendido.Sí profesor”. “¿Qué es de ti Werner Rettig?”, “mi padre”, … “Salte, estás reprobado. Él sabrá por qué.”

Ésa fue la primera vez que me topé de frente con la fama de Piskunov. Nunca convencí al maestro de reintegrarme al curso, busqué a mi padre y le pregunté quién era y qué le había hecho. Sonrió y me dijo: “qué bueno que no te dará clase, te hice un favor. Busca otro maestro”.

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Imagen: La Covacha Matemática.

A partir de ahí quise conocer las historias de mi padre y su fama como maestro. Entonces trabajaba en la librería que mi madre tenía en esa misma Facultad, en ese espacio en el que conoció al ingeniero Rettig. Fue ahí donde aproveché para hurgar e hilvanar su historia. Yo no vivía con él desde los dos años y cuando lo veía no me alcanzaba ni la energía ni el ánimo para preguntarle mucho. Regularmente yo estaba nervioso, pues la primera pregunta era “¿cómo vas en la escuela?” (nunca fui un alumno ejemplar), y las visitas a mi padre, que había virado a ser homeópata, duraban igual que una consulta.

Piskunov paraba a sus estudiantes frente al pizarrón para hacerlos resolver problemas. Inquisitivo preguntaba y hacía que se reformularan tanto los problemas como sus propias vidas. Cálculo diferencial e integral los llevó a elegir varios caminos: muchos cayeron en crisis nerviosas y lloraron, otros se fueron; algunos otros, dicen, permanecían en la línea y se volvieron ingenieros. No sé cuántos biólogos, taxistas y comerciantes fueron producto de las drásticas maneras que mi padre tenía para enseñar matemáticas.

Pero mi padre no tuvo nada más mala fama. Sus historias eran de amor y odio. También en esa preparatoria y un par de años después, ya en último semestre, un maestro de química, al ver mi nombre, me preguntó qué era yo de Werner; pensé que sería sentenciado y junté al “es mi padre”, un nervioso y sentimental “pero no vivo con él, es más, acaba de morir”. Ese maestro me tomó del hombro y me dijo, “cuánto lo siento…era una persona espectacular”. Me contó cómo eran sus clases: si no razonabas estabas fuera.

Fue en la preparatoria que tomé gusto a las matemáticas, tanto que llegué a dar clases de álgebra a mis compañeros que se iban a extraordinario. Mi gusto inició con un maestro espigado, casi de figura quijotesca, que trataba los números con el candor que yo entonces quería tratar a mis compañeras. Además de tener a ese profesor, aprovechaba la librería de mi madre que siempre tenía algo que podría guiarme. Cuando le dije a mi madre que quería estudiar arqueología me visitó un ingeniero al día con el cometido de convencerme de no cometer tan fatal error. Desde entonces los números quedaron guardados en mi memoria como una historia y siempre asociados a mi padre y a un buen maestro. Claramente en la carrera pocas materias tenían números. En México y probablemente en el mundo existe una escisión entre las humanidades y las letras, así se han configurado las falsas fronteras del conocimiento.

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Imagen: Segredos do mundo.

Pero la vida y el tiempo dan lecciones y virajes inesperados. Desde hace un par de años colaboro en un grupo de investigación de una empresa (Lecto), que está empeñado en cambiar la noción social que venimos arrastrando sobre las matemáticas, la lectura y su enseñanza. El problema es de raíz, es cultural. Ni las matemáticas ni la lectura son para pocos, simplemente son mal enseñadas. Desde niños se nos enseña que los números son esos alacranes y en vez de admirarlos los queremos exterminar o simplemente alejar. Y de las letras qué decir, ya hasta la campaña de Librerías Gandhi nos muestra si estás del lado de los que aman y entienden las letras o si perteneces al Dark Side.

En la era del algoritmo el número es el código con el que se escribe el futuro. En ese contexto México está evaluado, según las pruebas PISA, como uno de los que están en el tercio inferior de evaluaciones. Estamos peor en matemáticas que en lectura, pero en ambos estamos muy mal. La razón es que esa semilla se siembra desde los fundamentos de la educación y si no se siembra bien, entonces el árbol crece torcido. Las pruebas PISA se hacen a estudiantes de quince años.

De los países miembros de la OCDE la media en el porcentaje de alumnos con bajo nivel de competencia en lectura es de veintitrés y México los supera casi al doble con cuarenta y cinco. En aprovechamiento de matemáticas el promedio de los miembros de la OCDE es del veinticuatro y México los supera con un cincuenta y seis. Aunado a ello sólo el uno por ciento de los estudiantes mexicanos se ubica en el tercio superior en competencias matemáticas. Economías asiáticas como China y Singapur tienen niveles del cuarenta por ciento en el primer tercio.[1]

Imagen: Publico.es.

Desconozco si los estudiantes en esas economías mantienen una relación emocional y positiva con los números. La base no sólo está en el conocimiento y la habilidad sino en la trama de significados que envuelven lo que uno siente por los números y las letras. En México mucho de ello, desafortunadamente, depende de la suerte: si te encontraste o no con un gran maestro que te abrió la perspectiva o si existe una política educativa adecuada tanto a nivel de país como a nivel de la escuela en donde van tus hijos. 

Hace un par de días escuché en el grupo de investigación de Lecto una ponencia de la Mtra. Iliana Valencia González que me dejó pensando a profundidad sobre la importancia de las políticas educativas. Ella describía las políticas educativas asociadas a los números y hacía un recorrido histórico, antes de los años sesenta[2] a las mujeres se les enseñaban las matemáticas necesarias para llevar a cabo sus labores del hogar: pesar, dividir, fraccionar. La política estaba dirigida a forjar amas de casa. Los contenidos para hombres y mujeres eran distintos.

En nuestra época reducir la desigualdad de género es una política internacional: es uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU; las niñas mexicanas salen mejor evaluadas que los niños en lectura (11 puntos arriba), pero no así en matemáticas y ciencias (12 puntos abajo). Sin embargo, no es clara una política educativa dirigida a estimular STEM en niñas. Cuando trabajaba en la facultad de ingeniería había pocas mujeres. La mejor muestra era que al pasar alguna la rechifla de los monos numéricos era tal que ellas aprendieron a escabullirse con rapidez, con un estilo Ninja, entre los pasillos.

Tendencias del desempeño en lectura y matematicas

En el grupo en el que colaboro hemos logrado resultados inesperados. Un niño promedio es capaz de aprender las bases de la lectura, esto quiere decir, leer de corrido sin silabeos, a un ritmo de setenta palabras por minuto y con un entendimiento contextual del texto en tan sólo sesenta sesiones de veintisiete minutos. En matemáticas con cincuenta sesiones de media hora, una pequeña de tercer grado de primaria puede dominar los contenidos oficiales de toda la primaria y sobre todo con comprensión.

En los experimentos que estamos haciendo en Lecto, Jerónimo, mi hijo de siete años, en menos de cincuenta sesiones ha comprendido las operaciones básicas de suma, resta, multiplicación y división; además aprendió a hacer lo mismo, pero con quebrados. Lo más interesante fue verlo interactuar con Ricardo Vargas (quien inició la metodología y de quien ya escribí unas letras en Instrucción, lenguaje y resiliencia), que al inicio lo asustaba por sus formas “piskunianas” de aparente rigidez. Pero después de algunas sesiones Ricardo logra lo que los grandes maestros, crea una narrativa y mantiene la atención y el gusto de Jerónimo por aprender. 

Seguimos experimentando; yo estoy esperanzado en poder conjugar una fórmula de enseñanza eficaz con una memoria positiva, en la que nuestros hijos se relacionen con las letras y los números. Parece que esa tarea tiene que ser a pesar de que las políticas educativas no sean tan claras y que, aunado a ello, el COVID-19 nos ha traído una barrera más a las muchas que contamos en el aprendizaje: enseñar de forma virtual. La relación emocional es fundamental. Como escuché en algún lugar, no todo lo que se puede contar cuenta y no todo lo que cuenta se puede contar. Forjar memoria y estrechar vínculos positivos con cualquier materia es algo que posiblemente las estadísticas no pueden develar.  


Notas:
[1] Si deseas revisar un resumen del reporte de PISA: http://www.oecd.org/pisa/publications/PISA2018_CN_MEX_Spanish.pdf
[2] En 1953 la mujer votó por primera vez en México.


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Memoria personal, memoria colectiva, memoria histórica

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La memoria histórica corresponde al conjunto de conocimientos que comparte una sociedad sobre su formación y se manifiesta de diversas maneras públicas, como la conmemoración de acciones, fechas y figuras señaladas. Los anales históricos, muchas veces teñidos de intensas emociones de identidad, se ventilan en la arena pública sometidos a exaltaciones, deformaciones u ocultamientos por parte de los círculos de poder y medios de opinión. Constituyen además temas comunes y candentes que las personas confrontan en referencia a los datos y criterios de otros, y la reflexión e interpretación de las circunstancias que supuestamente causaron los hechos. Lo que se juega en estos lances internos y externos es la veracidad y significación del pasado.

memoria colectiva
Portada del libro “La memoria colectiva” de Halbwachs y el funesto lema “A cada quien lo suyo” en la puerta del campo de concentración de Buchenwald, donde murió en 1945 (Fuente: Wikipedia).

El sociólogo francés Maurice Halbwachs, asesinado en el campo de concentración de Buchenwald en 1945, concibió a la memoria colectiva como el proceso de reconstrucción de su pasado por una sociedad determinada. A diferencia de la memoria histórica que sería la relación más difundida y oficial de hechos rescatados en diversas fuentes, la memoria colectiva se refiere a los recuerdos que un grupo social destaca y atesora, los cuales son compartidos, transmitidos y construidos por ese grupo humano en su conjunto y que suelen formar parte de su tradición. Como sucede con el engrama de los recuerdos episódicos y semánticos labrados en el cerebro individual, ocurre una extensión externa en los recuerdos de los otros y en las marcas de la memoria colectiva. Halbwachs propuso que la memoria colectiva estaría compuesta por una interacción entre las memorias individuales y los marcos sociales. Estos marcos son construcciones lógicas, representaciones de acontecimientos y de personajes localizados en el tiempo y espacio que permiten encuadrar una narración identitaria para una colectividad y sus miembros. Se podría decir que, así como la memoria personal –tanto la episódica como la semántica y la operativa– permite un auto-reconocimiento individual, la memoria colectiva permite a una sociedad reconocerse conjuntamente.

roger bartra
Portada de “Antropología del cerebro” de Roger Bartra y el autor.

En los últimos lustros el campo de la neurociencia social se ha interesado en las bases cerebrales de las relaciones intersubjetivas y de la memoria colectiva. En su medio se ha postulado que existen esquemas de memoria que conectan los engramas del cerebro con los eventos históricos que conforman la memoria colectiva, y que funcionan debido a similitudes en la codificación de información a nivel individual y social. La cognición individual tiene un asa externa que se modula y complementa de manera dinámica y adjunta con memoriales ubicados en el mundo y que incluyen libros, monumentos, crónicas, conmemoraciones y demás marcas públicas. Como lo ha sugerido y justificado el reconocido antropólogo mexicano Roger Bartra, se trata de una cognición distribuida porque involucra un acoplamiento interactivo entre recursos internos del cuerpo, en especial del cerebro y sus engramas de la memoria, con instancias externas de naturaleza simbólica que en conjunto integran una parte de la conciencia de sí. Ciertos datos y recuerdos significativos del individuo y las creencias más enraizadas de la colectividad son procesos con dos polos, uno íntimo y subjetivo que las personas atesoran como parte de su identidad, y otro colectivo conformado no sólo por las circunstancias ambientales y sociales que originan la experiencia, sino también por el conjunto de historias, nociones, valores, lugares, ideas, rituales, pautas de comportamiento y demás menesteres que conforman la cultura.

frente por la memoria
La memoria colectiva se manifiesta en ocasiones como movimientos sociales de personas que han compartido o padecido un suceso público soslayado o acallado por el grupo en el poder. En este cartel aparecen las madres de Plaza de Mayo que surgieron en los años de la represión política de Argentina. Ostentan el símbolo de la pañoleta blanca que las identifica en la memoria colectiva como madres de personas desaparecidas por la dictadura (Figura tomada de: Frente por la Memoria Colectiva).

Los datos y narraciones de la historia suelen acarrear una carga simbólica, imaginativa y afectiva que los convierte en parte importante de la cosmovisión personal y colectiva. Es así que los personajes históricos elegidos como héroes o villanos constituyen símbolos que forman parte de la identidad. Por otro lado, los criterios asumidos por una persona sobre su identidad o filiación política (“yo soy demócrata,” “yo soy anarquista,” “yo me considero conservador,” etc.) tienen referentes históricos (datos, personajes), fuentes ideológicas (teorías, doctrinas), datos de memoria colectiva (testimonios, diálogos, controversias) recuerdos y evaluaciones de la memoria personal (enseñanzas, confiabilidad y contexto de la fuente de información). En este sentido es interesante anotar que existen tendencias morales innatas que inclinan a las personas hacia un perfil progresista o conservador que se ven revestidas y afianzadas por las ideologías que se adoptan.

Es significativo advertir que, aparte de designar al sistema cognitivo de retención y recuperación de información, las palabras “memoria” y “memorial” se usan para referir a informes escritos en los que se expone información de algún suceso público. La labor de un cronista (literalmente “relator del tiempo”) es narrar los sucesos que presencia en el orden en el que sucedieron, y en su testimonio se conjuntan sus procesos subjetivos con eventos del entorno que dan como resultado un documento que puede cimentar historia. La memoria personal y subjetiva se enlaza de manera dinámica con la memoria colectiva y objetiva, de tal manera que la historia se basa en la investigación de los anales y documentos existentes con el objeto de reconstruir e interpretar el pasado. La historia no sólo es producto de la actividad de los historiadores, cronistas e instancias de autoridad, sino una vez configurada, difundida y enseñada, es fuente de memoria semántica, de conocimiento verosímil y finalmente de la cosmovisión para una comunidad humana y cada persona que la integra.

memoria de los 43
“Antimonumento por los 43”. Conmemoración pública no oficial en la Ciudad de México de la memoria colectiva concerniente a los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa 2014, en oposición a la “verdad histórica” proclamada por el gobierno. La memoria colectiva tiene una correspondencia intensa con las memorias individuales de un sector lacerado de la población (Fuente: Wikipedia).

El conocimiento histórico socialmente sancionado tiene gran poder de convicción y constituye un ingrediente clave de la imagen e interpretación del mundo en una cultura determinada y para cada uno de sus individuos. Sin embargo, la sanción pública y la historia oficial de hechos pasados no son garantía de veracidad y toda persona inquisitiva aplica sus recursos de aprendizaje, verificación, reflexión y crítica para deslindar el conocimiento verdadero del falso y el valioso del intrascendente. Este juego entre la cognición social e individual constituye un proceso fundamental en la evolución de las personas, de las sociedades humanas y en último término de la especie.

Paul Ricoeur se refiere al tiempo vivido para aludir lo que viven los seres humanos en su cotidianidad o diario transcurrir. Este filósofo y hermeneuta francés plantea el papel de la narración y comunicación de la experiencia a través de la rememoración como un estrato elemental de la memoria. El ingreso de la  memoria narrada en la tradición y la historia constituye un segundo estrato aprehensible a través de un paradigma colectivo. Finalmente, el tercer estrato concierne a los humanos como la especie biológica que ha  trascendido miles de años e incide en la cultura por herencia y tradición. En este contexto vale la pena evocar el sentido del término “rememoración” en Walter Benjamin, pues concierne a la tarea común de la memoria personal, la colectiva y la histórica en la recreación de un pasado en un presente.

Concluyo: la memoria, tanto la personal como la social, además de codificar, evocar e interpretar información, llena un menester evolutivo: reconstruir el pasado para aprender de él y labrar un mejor futuro; recuperar el pasado para sedimentar y cristalizar el valor personal, el valor cultural y, en definitiva, el valor humano.


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¿Somos nuestra memoria? Autorrealización por el recuerdo

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El poema “Memoria” de José Emilio Pacheco, previene: “No tomes muy en serio/ lo que te dice la memoria. /A lo mejor no hubo esa tarde. /Quizá todo fue autoengaño. /La gran pasión/ sólo existió en tu deseo”. Pero el autoengaño del falso recuerdo (¡fake news!) no debe tomarse a la ligera: desde la teoría y la ciencia será conveniente escrutar el artilugio de la memoria y su relación con el yo y, además, en el fuero interno, reflexionar la propia historia para esculpir y depurar la identidad.

deja vu y recuerdos
Ilustración del fenómeno deja vú como un “truco del cerebro” (Fotografía tomada de: BajaPress).

En 1886 el psiquiatra alemán Emil Kraepelin (1856-1926) describió varios errores de la memoria bajo el nombre de “paramnesias”. Las más comunes son el tomar fantasías o sueños como vivencias ocurridas en el mundo externo y el considerar una escena vista o una situación vivida como duplicación de una anterior, lo que se conoció luego como déjà vu (ya visto) y déjà vécu (ya vivido). Otra distorsión de la memoria es la confabulación que consiste en fraguar adiciones a los recuerdos y sus relatos narrados. Esto sucede en las amnesias y llega al delirio en los alcohólicos crónicos con síndrome de Korsakoff, quienes rellenan sus lagunas de memoria con narrativas inventadas para paliar la evidencia de su patología. También se han documentado numerosos sesgos de la memoria en personas normales que se manifiestan en el guardar y recordar eventos y experiencias de forma distorsionada. En su libro Los siete pecados de la memoria, Daniel Schacter ha descrito algunas desviaciones prevalentes y éstas incluyen agrandar logros, recordar calificaciones mejores de lo que fueron, retener el contenido pero no la fuente de la información, confundir una memoria con una imaginación, considerar los eventos remotos como recientes y los recientes como remotos, o recordar mejor las tareas no terminadas que las terminadas. Estos sesgos manifiestan la fuerte conexión cognitiva que existe entre la memoria, el razonamiento, el sistema de creencias y la conciencia de uno mismo, en especial la parte referente a la autoimagen que hemos revisado como el falso ego.

Daniel Schacter
Daniel Schacter y dos de sus libros sobre la memoria (Fotografía tomada de: PNAS).

Una forma impactante de recuerdo es el flashback, la recolección repentina, vívida e involuntaria de una experiencia previa, usualmente aterradora. En las personas que padecen síndrome post-traumático, la palabra flashback, importada del inglés y del cine, implica un fogonazo retrospectivo, una reminiscencia intensa que revive en el presente lo que en su momento fue una experiencia intolerable que no logra asumirse. Pero acontece que el recuerdo derivado de eventos desgarradores frecuentemente se graba o recupera de forma distorsionada y da lugar a falsos recuerdo. El tema de los falsos recuerdos es muy extenso y baste aquí con decir que su existencia se ha documentado de manera rigurosa, así como la capacidad de generarlos por sugestión.

El olvido es otro tópico relevante a la fidelidad de la memoria. Se dice a veces que las cosas “han caído en el olvido” como si hubiera un opaco sumidero a donde va a dar lo que ya no se recuerda, pero es más verosímil plantear que la huella o el engrama de la memoria se diluye, se desmorona, se silencia o se pierde con el tiempo. Pero el paso del tiempo no es suficiente para erosionar la huella, pues algunos recuerdos permanecen y otros decaen. Un recuerdo tiende a perderse cuando no se reactiva y es posible que los remotos sean más indelebles porque han sido más reactivados: la repetición del recuerdo entraña una rehabilitación de la huella.

hector abad
Este libro de Héctor Abad versa sobre el asesinato de su padre en Colombia. Al ser balaceado tenía 65 años y en el bolsillo del pantalón llevaba el soneto de Borges, “Epitafio” cuyo primer endecasílabo dice: “Ya somos el olvido que seremos…” (Fotografía tomada de: Wikipedia).

Ahora bien, estas fallas y sesgos no invalidan la utilidad de la memoria. Aunque la información recuperada no sea exacta en comparación con el estímulo o la experiencia originales, el recuerdo debe ser lo suficientemente eficaz para que sea adaptativo y pueda ayudar para promover decisiones y conductas apropiadas; es decir, debe existir una cuota operativa y útil en el sistema de consolidación, almacén y recolección. El error de base no es tanto el de la inexactitud memoria, sino la falacia teórica que le exige el ser “objetiva” y fiel a la “realidad”, una fórmula que asume una separación terminante entre lo objetivo lo subjetivo, entre la realidad externa y la interna, entre lo físico y lo psicológico. La problemática idea de que toda memoria es falsa porque no es posible recuperar las experiencias pasadas en plena viveza y en todo detalle, puede además desembocar en un nihilismo sobre la identidad de la persona, pero esto no es una deducción convincente. Los ajustes que se producen en la recuperación y reconsolidación no necesariamente invalidan el recuerdo, incluso lo pueden enriquecer cuando se le ubica en tiempo y lugar, cuando se identifican los personajes recordados y sus relaciones, o cuando se le encuentran nuevos significados.

Notemos esta característica esencial del recuerdo: su recuperación a la conciencia ocurre en un marco cognitivo más cercano a la imaginación y a los sueños que a la percepción. Por ejemplo, un recuerdo episódico, como es una escena inolvidable de la propia existencia y que se puede evocar en este momento, surge en un formato imaginativo polisensorial –visual, auditivo, táctil, cinético– probablemente acompañado por emociones y consideraciones que proceden en el periodo mismo de recordar. Esta actividad es propia del pensamiento y como tal es ingrediente del conocimiento. Además, hay que distinguir la fidelidad de la memoria de la identidad personal fincada en las evocaciones de la vida.

¿Somos realmente nuestros recuerdos?

borges
Jorge Luis Borges (Fotografía tomada de: Zenda).

Las veredas del pasado no se remontan, ni es posible bañarse dos veces en las mismas aguas de un río, sea el Caístro de Esmirna o el Usumacinta de Mesoamérica. La experiencia no se almacena como una grabación o reflejo de la realidad externa, porque esta “realidad”, como sea que se conciba, no es totalmente accesible. Sólo una parte reducida de las energías del mundo y del cuerpo es asequible a la percepción; de ella sólo se procesa la fracción que se atiende y emociona; de esta sólo algunos estímulos salientes o secciones significativas de la vivencia se consolidan. Y esto sólo concierne a la incorporación, porque la recuperación implica una actualización que se realiza entre obstáculos de olvido, tergiversación y falsos recuerdos. El recuerdo no es reproducción o evocación fiel y fija del pasado porque en cada remembranza ocurre una recreación, una reconstrucción, una figuración.

La memoria es una iota de lo existente, pero por su contenido es indispensable para actuar en el mundo y para definir la identidad personal, en especial si se reflexionan y depuran los recuerdos. Dado que los recuerdos son parte de nuestra identidad, su tratamiento y depuración son recursos determinantes para realizarla progresivamente. Si la persona pretende conocerse a sí misma, le será necesario analizar y depurar este anclaje de la identidad en la memoria. Hacia la mitad del El elogio de la sombra, Jorge Luis Borges, un Virgilio de este délfico empeño, lo expresa de manera franca y honda:

Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy


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La construcción de la memoria y del mundo conocido

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Más que duplicados de experiencias pasadas, los recuerdos son recreaciones que, si bien no conservan la nitidez y el detalle del evento original, suelen ganar en conocimiento y relevancia. Una forma automática de recuperación es la ecforia, término poco usado para identificar un suceso frecuente. A parte de acuñar el término de engrama a principios del siglo XX, Richard Semon subrayó el papel de las claves sensoriales para recuperar información almacenada en la memoria y denominó ecforia a este evento. El ejemplo paradigmático es el recuerdo de Marcel, el protagonista de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, cuando el sabor de una magdalena le evoca una escena infantil que da origen al relato. Semon teorizó sobre la existencia de engramas latentes en el cerebro que se recuperan de improviso cuando ocurre el mismo estímulo sensorial que les dio origen.

La ecforia ha permitido recientemente estudiar los fundamentos neuronales de la reactivación del engrama en animales de experimentación. Dado que muchos engramas se conforman por claves ambientales externas y estados internos, la recuperación sucede cuando las claves implicadas en la conformación de la red correspondiente al engrama aparecen de nuevo como estímulos. Algunas técnicas actuales de la neurociencia han permitido identificar los ensambles neuronales que constituyen los engramas de ciertas memorias en roedores de laboratorio. Con estas técnicas se logra marcar poblaciones de neuronas que están activas durante la codificación en la memoria, se modulan una vez establecido el engrama y es posible sondear cómo se reactivan durante el proceso de recordar. Esta línea de investigación ha confirmado que un engrama se forma por la facilitación de las sinapsis que conectan una red de neuronas y por la formación de otras nuevas que engarzan y consolidan la red.

mnemosyne memoria
Mnemosyne (1881) del pintor prerrafaelita Gabriel Dante Rossetti, representa a la musa de la memoria y madre de las 9 musas de las artes. En su mano derecha tiene una fuente de luz y en la izquierda una linterna de aceite que ilumina una flor de pensamiento, símbolo del recuerdo.

En estos y otros casos similares, la memoria constituye una facultad sensitiva porque almacena datos sensoriales de origen externo, pero también puede ser una facultad imaginativa cuando recoge figuraciones de origen interno. En efecto, las evocaciones sensoriales, las escenas del pasado, las ensoñaciones o las fantasías retenidas, reaparecen en el recuerdo como representaciones visuales, auditivas, táctiles o de sabores, pero elaboradas de varias formas. Para empezar, la experiencia memorizada adquiere consolidación y plenitud gracias a una integración de modalidades sensoriales e imaginativas que en la antigüedad se conocía como “sentido común” y que tiene una base en los sistemas de integración sensorial: las áreas y mecanismos cerebrales que conectan y asocian a las zonas que reciben y conciertan la información de cada uno de los sentidos. Esta elaboración acomoda, almacena y recupera la información de manera sistemática y no se restringe a combinar de manera congruente los datos y cualidades de los sentidos, sino que los confecciona con ingredientes cognitivos para integrarse en la memoria.

neuronas de memoria
Con técnicas como la optogenética se logran visualizar las neuronas involucradas en la codificación de una memoria y verificar cómo se reactivan para dar lugar al recuerdo (imagen tomada de: El Tiempo).

Además de la ecforia que recupera escenas del pasado cuando el sujeto percibe un estímulo similar al que precipitó la memoria original, en muchas ocasiones la persona volitivamente busca y recupera un dato, un personaje o una escena de su pasado en los archivos de su memoria. Ciertas evidencias de la conducta y de la fisiología neuronal sugieren que los recuerdos pueden ser recuperados mediante el escaneo de un mapa o representación que se encuentra comprimido en el tiempo. De vez en cuando el esfuerzo para recordar el nombre de un lugar o de una persona no tiene éxito, a pesar de que el sujeto tiene la seguridad de que la información está allí. Éste es el fenómeno de “punta de la lengua,” que suele remediarse cuando ya no se aplica el esfuerzo. Este tipo de experiencias indica que los engramas difieren en accesibilidad, lo cual refleja cambios en la organización de la red neuronal: se trata de engramas no siempre disponibles, a veces denominados silenciosos o latentes, como lo hizo el propio Semon.

Es importante definir a las reminiscencias como aquellos recuerdos que no son simples recuperaciones de datos sensoriales, sino que incluyen un sentido del tiempo, de la distancia, del movimiento y de otras categorías cognoscitivas. Santo Tomás denominó experimentum a la combinación de los elementos de la memoria en un esquema de organización cognitiva superior que ya es propia del conocimiento. Esto implica que en el dominio del conocimiento personal hay algo más que un catálogo de memorias, recuerdos y datos: hay una organización de elementos en un discernimiento organizado que al ser puesto en práctica mediante la inteligencia permite al ser humano adaptarse y sobrevivir. En este mismo contexto del conocimiento y del experimentum, se puede decir que la visión y el concepto que tiene un sujeto de sí mismo y del mundo no sólo están influidos por lo que recuerda y discierne de su vida pasada sino también por cómo recuerda los eventos vividos y cómo utiliza esa información.

jardin del etten
Memoria del jardín de Etten (1888) de Vincent van Gogh, depositado en el Museo Hermitage. Representa a su madre y su hermana al frente y una campesina atrás cargando flores en un camino, una escena recreada por el pintor unos años después de su estancia en Etten. Es un lienzo simbolista porque desde la imaginación y la memoria recrea una experiencia más significativa que un retrato de la naturaleza o que un recuerdo fotográfico de una escena.

Las opiniones, las creencias y los objetivos que tiene una persona influyen en cuáles recuerdos recupera de su vida pasada y en cierta medida en cómo se presentan. Mahr y Csibra propusieron que la memoria episódica implica una actitud epistémica de conocimiento hacia los eventos que se registran, y se recuerdan de tal forma que los contenidos de los recuerdos episódicos se suelen reconstruir de acuerdo a justificaciones explícitas de ciertas creencias. Esta operación supone una capacidad generativa o creativa de la recolección en el sentido de que lo recordado se acomoda a lo que se cree y esto permite representar y comunicar las razones que justifican tanto las creencias como los recuerdos. La manera como la persona se construye a través del tiempo está al servicio de crear una imagen coherente de sí misma, que suele ser favorable y propicia. Como dice el dicho “recuerdas lo que te conviene,” al que cabe agregar: “y como te conviene.” Ahora bien, este acomodo tiene límites, porque el conocimiento y la conciencia de la propia historia implican asegurar lo que ocurrió en el pasado, y para sostener esta autoridad el sujeto justifica sus recuerdos en el ámbito público por la referencia explícita a eventos pasados, que pueden ser comprobados o refutados por otros y por fuentes externas.

mi primer recuerdo
“My first memory”. La autora dibuja su primer recuerdo en el que observa un tren eléctrico a los 3 o 4 años. Nótese que la imagen incluye a la niña que observa la escena, una perspectiva desde fuera del cuerpo. Muchos recuerdos incluyen al sujeto y ponen en evidencia la creatividad imaginativa de la memoria más que la reproducción de una experiencia (imagen tomada de: SketchPort).

No se ha estudiado con suficiente amplitud el papel que juega la imaginación en la memoria. Una de las formas de enfocar este tema es considerar los dos tipos de recuerdos que mencionamos arriba: aquellos que se refieren a vivencias externas, o sea experiencias de la persona en el mundo, y aquellos que se originan como vivencias internas, como pueden ser las fantasías o los sueños que se almacenan en la memoria episódica. Se puede pensar que la persona distingue claramente unos de otros, pero no siempre es así. En la recuperación de los primeros recuerdos, muchas personas admiten que no pueden distinguir entre lo que ocurrió, de fantasías que pudieron agregarse o del papel que puede haber jugado una foto o un relato familiar. La noción misma de “realidad” está en juego, aunque las fuentes internas de memoria no dejan de ser realidades verificadas en su aparato mental. Esto lleva a considerar no sólo el papel que juega la imaginación en la memoria de cada individuo, sino el que juega el imaginario social en la construcción de la historia.


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En busca del engrama: huella y mecanismo del recuerdo

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Las huellas son vestigios de ciertos eventos y procesos que se imprimen sobre materiales y objetos muy diversos como marcas temporales. Los estratos geológicos, los círculos concéntricos en troncos de los árboles o las impresiones de pies en el suelo son indicios o señales del pasado. Varias ciencias físicas, como la cosmología y la geología, o ciencias humanas como la arqueología y la historia, dependen crucialmente de la detección e interpretación de pistas para detectar y formular la génesis de su objeto de estudio. De forma análoga, las experiencias vividas se incorporan en los organismos y moldean su morfología y su acción dentro de las configuraciones y capacidades que han recibido por evolución y herencia.

El cerebro y el comportamiento, dotados de una estructura morfológica y de una facultad funcional y expresiva por la evolución de la especie y la amalgama de los gametos paterno y materno en el cigoto, sufren durante el desarrollo del organismo una modulación por las experiencias, los aprendizajes, las prácticas y demás vivencias para ir conformando a un individuo particular. La evolución, la herencia y el aprendizaje confluyen de tal manera que el cerebro viene genéticamente programado para aprender y cada enseñanza modifica su expresión genética y moldea su identidad morfológica y funcional. Pues bien: ¿cuál es la huella que deja la experiencia pasada en un organismo y se manifiesta en las funciones de su memoria cruciales para definir su identidad?

huella material
La memoria requiere de una huella material y las huellas en la naturaleza reseñan la historia del espécimen por el tiempo que duren.

A finales del siglo XIX la posibilidad de cambios del cerebro en respuesta al medio fue prevista por Ramón y Cajal en términos morfológicos y por William James en términos funcionales. En ambos se plantea la noción pionera de este órgano como un sistema maleable que se organiza en función del tiempo. El término de “engrama” fue sugerido en 1904 por el naturalista alemán Richard Semon, quien tomó del griego la palabra gramma (letra) para denominar a la huella de una memoria que se inscribe en “la sustancia irritable del cerebro.” A partir de entonces las ciencias del cerebro se han abocado a identificar qué es y dónde está el engrama o huella cerebral de un ítem particular de información almacenada. El empeño tiene un incentivo transcendental, porque el recuerdo, un evento psicológico, tiene necesariamente una base o contraparte neurofisiológica, un evento físico. Se trata de un tema nodal del milenario problema mente-cuerpo que, aunque presenta grandes desafíos, es analizable por la psicofisiología y por la neurociencia cognitiva.

engrama
Karl Lashley hacia 1940 y a la derecha aparece una alegoría de la búsqueda del engrama en el cerebro en la revista Discover. Nótese que en la figura un observador (el yo del sujeto) se asoma a una ventana para recuperar una escena de su pasado, un recuerdo. Veremos que esta idea de sentido común no es correcta (tomado de: Discover Magazine).

En los años 30 y 40 dos investigadores de tradiciones muy distintas generaron informaciones aparentemente contradictorias sobre la localidad de las memorias. Después de realizar múltiples ablaciones quirúrgicas de partes del cerebro de ratas para analizar su papel en el aprendizaje de un laberinto, en su libro de 1939, “En busca del engrama,” el psicólogo Karl Lashley refirió que la memoria del laberinto podía tener una extensa representación porque obtenía una reducción del aprendizaje proporcional a la cantidad de tejido destruida. Otras teorías y evidencias posteriores favorecieron que la memoria está distribuida en el cerebro.

Por ejemplo, desde los años 70, Mark Rosenzweig y sus colaboradores mostraron que, si se comparan los cerebros de ratas que viven solitarias con los de otras que conviven en grupos, con acceso a ruedas de ejercicio y otros aditamentos en un “ambiente enriquecido,” estas últimas desarrollan cerebros más pesados, cortezas sensoriales y motoras más gruesas, mayor número de sinapsis y mayor concentración de algunos neurotransmisores en comparación con las solitarias. Por su parte, la hipótesis holográfica de Karl Pribram, un discípulo de Lashley, sugirió en 1986 que la memoria se representa en el cerebro como en los hologramas, donde cada parte puede codificar la información de la totalidad

Ahora bien, las primeras evidencias experimentales sobre la localización cerebral de los recuerdos fueron obtenidas por el neurocirujano canadiense Wilder Penfield, al estimular diversas partes del cerebro humano con electrodos puntuales en la década de los años 40. Ya hemos mencionado que estas investigaciones definieron los mapas u homúnculos sensorial y motor del cuerpo en los lóbulos parietal y frontal respectivamente, pero, además, la estimulación de puntos específicos del lóbulo temporal provocaba recuerdos muy vívidos de experiencias previas, como si se reactivara una huella localizada precisamente en el sector estimulado. Los estudios posteriores de neurociencia cognitiva y las evidencias de neuropsicología obtenidas en pacientes que sufren lesiones localizadas del cerebro, indican que la memoria episódica depende crucialmente de las estructuras mediales del lóbulo temporal del cerebro que incluyen al hipocampo. Pero también se sabe que el lóbulo frontal del cerebro interviene en la adquisición, la codificación y la recuperación voluntaria de experiencias pasadas y su ubicación en el tiempo.

hebb y huella
El principio de Hebb de que las neuronas utilizadas en el aprendizaje refuerzan sus conexiones para formar la red neuronal del engrama de la memoria se explica en esta figura como una analogía: la cara de la montaña sometida a lluvias profundiza sus surcos y cambia su estructura. La lluvia sería la experiencia y los surcos los engramas que imprime en el cerebro (tomado de: Neuroquotient).

Hoy día es posible mantener que la memoria requiere tanto sitios específicos como redes distribuidas para funcionar adecuadamente y para ello es ilustrativo referirse a la evidencia más convincente sobre su base neuronal. En la segunda mitad del siglo XX se fue acreditando la hipótesis de la facilitación sináptica propuesta inicialmente por Cajal y especificada por Donald Hebb a mediados del siglo. La hipótesis propone que al aprender algo se refuerzan los contactos o sinapsis entre las neuronas utilizadas en la tarea y la huella física de recuerdos específicos, la cual se comprende como una red de neuronas que se enlazan y acoplan mediante el fortalecimiento de las sinapsis que las conectan. El adagio científico de este fenómeno es el siguiente: “las neuronas que disparan juntas se conectan juntas.” Usando a un gran molusco marino, el psiquiatra y Premio Nobel, Eric Kandel, ha comprobado que, en efecto, el aprendizaje facilita conexiones nerviosas y promueve nuevas, además de estipular los mecanismos neuroquímicos involucrados. El aprendizaje establece nuevas redes en el cerebro porque las neuronas que se activan durante la tarea tienden a conectarse entre sí formando un sistema funcional.

kandel
El Premio Nobel Eric Kandel y su libro “En busca de la memoria”, una autobiografía cuyo tema central es su vida dedicada a la investigación del fundamento neuronal de la memoria.

A lo largo del siglo XX la investigación neurobiológica de la memoria ha ido descubriendo las zonas, módulos o redes del cerebro que se involucran para consolidar, almacenar, recuperar o perder información. Las extensas investigaciones realizadas han mostrado que el aprendizaje y la memoria afectan todos los niveles de operación del cerebro, desde sus fundamentos moleculares y celulares hasta las redes neuronales, diversos módulos, en especial el hipocampo, y gran parte del cerebro. Con la experiencia el cerebro se enriquece tanto morfológica como funcionalmente, es decir, se vuelve más eficiente y, a su vez, el cambio conductual resultante de esa adquisición favorece sus actividades cognitivas.

La memoria se concibe ahora como una modificación plástica del cerebro en todos los niveles y aspectos de la operación cerebral. El engrama estaría constituido por la actividad de una red de neuronas que se conforma con el aprendizaje mediante la facilitación de sus sinapsis. La evidencia aclara algo del cómo se imprime una huella, pero no especifica precisamente el dónde ni qué tan precisa es la red en cuestión. Esto no está plenamente resuelto, pero la investigación con ese objetivo ha tenido grandes avances, como veremos a continuación.


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¿Cómo entendemos la relación entre el yo que persiste como identidad personal a lo largo de la vida, el yo que evoca y recrea un recuerdo de esa vida, y el yo que ordena y narra su autobiografía? ¿Son varios yoes o uno sólo? ¿Acaso son espejismos? Cualquier respuesta que se aventure implica necesariamente al tiempo, tanto a la flecha del tiempo objetivo del cosmos físico y del reloj, como al tiempo subjetivo que la persona percibe como el fluir de su conciencia y la fugacidad de su existir. Y cualquier respuesta concierne también a la memoria, una función no sólo ligada al tiempo, sino propiamente temporal. El yo, el tiempo y la memoria son facetas de un proceso enigmático que no podemos evadir.

memoria y tiempo
En el conocido lienzo surrealista de Salvador Dalí, “La persistencia de la memoria” (1931), que liga la memoria con el tiempo del reloj, puede colegirse la deformación del tiempo y de ciertos contenidos en la memoria, como la criatura en el suelo y los relojes derretidos que marcan tiempos escurridizos, en tanto otros, como la roca o la mesa, se conservan.

La compenetración entre el yo, el tiempo y la memoria surge en todos los niveles de análisis. Por ejemplo, el modelo cognitivo actual de la memoria de trabajo, la que opera en el tiempo presente para actuar en el mundo y gestionar todo tipo de tareas, implica una “central ejecutiva” dependiente del lóbulo frontal del cerebro, una facultad de la autoconciencia y de la voluntad que coordina a varias regiones cerebrales para acceder a los archivos de la memoria. Este modelo psicobiológico ayuda a comprender cómo una instancia o función cerebral ejecutiva puede acceder a la información almacenada en los sistemas de la memoria para actualizar y emplear múltiples datos en la solución de problemas, o para reflexionar sobre posibles escenarios y tomar decisiones adecuadas en muchos momentos.

El proceso vital de cada ser humano le permite articular una identidad personal coherente a lo largo del tiempo y que deriva de la continuidad de su cuerpo y su conciencia, de sus recuerdos y la narración que realiza de su propia historia. Esta continuidad relatada corresponde a lo que Paul Ricoeur llama ipsiedad, la sensación de ser la misma persona a lo largo del tiempo, la cual se complementa y refuerza por la alteridad: la percepción de los otros como otros yo, a la vez distintos y semejantes de uno mismo. Este self o ser fenoménico constituiría un común denominador para todas las formas de conciencia en las que un sujeto se percibe o se siente a sí mismo como una entidad particular que constituye su propio ser. Ahora bien, a pesar de la continuidad aparente, no se puede concluir que este ser fenoménico sea una esencia estable o inmutable, similar al tradicional concepto religioso de alma, sino, más apropiadamente, a un proceso que se define por su continuidad temporal, como una pieza musical se define por su secuencia sonora y, como acontece con la persona que la interpreta, conlleva aspectos físicos, conductuales, mentales y ambientales. La experiencia subjetiva de ser el mismo a lo largo del tiempo constituye una unidad espaciotemporal en la forma de un proceso pautado. Esta unidad a lo largo del tiempo tiene un fundamento somático porque el cuerpo humano mantiene una continuidad morfológica y funcional a pesar de que sufre cambios moleculares y celulares.

paul ricoeur
Paul Ricoeur hacia 1990.

Mark Rowlands, filósofo galés de la mente y de la ética, actualmente en la Universidad de Miami, publicó en 2011 un libro sobre el self y la memoria desde una perspectiva fenomenológica. El yo involucrado en la memoria no es tratado como una entidad metafísica, sino como una experiencia mental: la forma como los humanos sienten su propio ser como algo más que la suma de sus creencias, valores, actitudes, deseos o recuerdos. En el caso de la memoria episódica y autobiográfica, más que la evocación de actos, lugares y personajes, le parece fundamental el hecho mismo de recordar, porque el pasado se presenta en un nuevo marco de referencia: la persona recupera algo que vivió, pero bajo las circunstancias del presente y lo reconstruye e interpreta de acuerdo con ellas. Por otra parte, Rowlands propone una hipótesis psicosomática sugerente: si bien los recuerdos juegan un papel importante en la identidad personal, sostiene que la merma de la memoria episódica, como acontece en la enfermedad de Alzheimer, no elimina por completo la identidad personal porque estas memorias, que llama “rilkeanas,” se han incorporado a la persona y tienen consecuencias afectivas y comportamentales, aunque ya no tengan el contenido cognoscitivo de un recuerdo y se haya quebrantado su recuperación a la conciencia.

mark rowlands
El filósofo de la mente y de la ética Mark Rowlands. Portada de su libro sobre la memoria y el yo (self), y a la derecha en compañía de un lobo, pues es un experto sobre la mente animal y la ética hacia otras especies.

Vale la pena analizar la liga temporal de la memoria y la identidad personal en referencia al concepto de duración de Henri Bergson. Según este filósofo y Premio Nobel francés, el tiempo subjetivo no es una noción de movimiento o de cambio en los objetos que se perciben ni de causa y de historia detectadas por la razón, sino que es la intuición directa de un flujo irreversible: la sucesión de cambios y la duración de los eventos tal y como es experimentada. En otras palabras: dado que un proceso consciente es siempre una sucesión de estados particulares caracterizado por transformaciones fisiológicas y fenomenológicas, este desarrollo provee de una intuición directa de tiempo y duración. La experiencia mental no sólo es de cambios en el mundo o en el propio cuerpo, sino que es una experiencia cambiante en sí misma: una experiencia del tiempo. El yo duradero es un proceso que se conforma como una unidad que se mantiene en el tiempo.

proust
El célebre episodio de “La magdalena de Proust” no sólo implica que el sabor de una magdalena remite al narrador a un recuerdo de su infancia, sino también al yo que vivió esa experiencia (obtenido de: Continuidad de los Libros).

El politólogo argentino Gastón Souroujon argumenta que la relación entre la memoria y la identidad personal está planteada en la monumental novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust pues, en afinidad con el pensamiento de su contemporáneo Bergson, la narración implica a una pluralidad de yoes que escapan a la voluntad y se van sucediendo a lo largo de la vida de una persona. Esta idea coincide con la de Martin Conway de que existen entidades como esquemas, scripts, yoes imaginarios, valores y demás instancias cognoscitivas referentes a uno mismo que cambian con el tiempo. Se reviven estos yoes del pasado cuando ciertas sensaciones o estímulos sensoriales despiertan el recuerdo, como sucede de manera célebre con el sabor de la magdalena que remite al narrador a su infancia para resucitar la vivencia de un yo pasado. En cada recuerdo se recobra en tiempo presente un yo particular y efímero con una marca temporal que es central para definir la identidad personal. Tal identidad no sería una sucesión de yoes inconexos porque, de acuerdo a Souroujon, el tiempo perdido entre los recuerdos es recobrado mediante una reconstrucción narrativa de la identidad que dota de sentido y unidad a las sensaciones redescubiertas por la memoria. Proust vendría a ser un pionero de la idea de que la identidad personal es de índole narrativa y vendría a ser la historia de su vida que organiza el propio sujeto que la ha vivido.

El más conocido de los pensadores modernos que preconiza la naturaleza narrativa de la identidad personal es Paul Ricoeur, quien, en algún momento señala que si a alguien se le pregunta quién es, responde con historias de su vida. Y además agrega una propuesta ontológica: El tiempo narrado es como un puente tendido sobre el abismo que la especulación abre continuamente entre el tiempo fenomenológico y el tiempo cosmológico. Esta identidad narrativa del sujeto individual es indudable, pero no aclara la naturaleza de quien narra. La respuesta más razonable que podemos dar a este enigma es: la persona.


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A primera vista la memoria episódica podría considerarse un almacén o un archivo de eventos en los que la persona estuvo presente o, mejor dicho, que la persona vivió. Las impresiones nítidas de cada evento comprenderían acciones propias y ajenas, información del sitio, la época y la duración: el archivo incluiría lo que pasó, dónde pasó, cuánto duró y cuándo pasó. De esta manera, el recuerdo sería como un viaje al pasado para experimentar de nuevo eventos específicos gracias a la autoconciencia porque la persona está segura de ser la misma que vivió eso que recuerda. Una memoria episódica óptima parecería operar como un flashback cinematográfico o una grabadora de experiencias que el sujeto puede rebobinar para recuperar cualquiera de ellas. Pero esta descripción ideal no es apropiada para caracterizar la estructura y el trabajo la memoria, ni tampoco permite concluir que el cúmulo de los recuerdos constituya por sí mismo la identidad personal, como se ha sostenido en el pasado. Podríamos acaso considerar a los recuerdos como fotografías de escenas de nuestra vida y a la memoria episódica como el álbum que las rotula, las ordena y las comenta. Pero la semejanza tampoco es adecuada porque las fotos pueden ser vistas sin una interpretación personal, mientras que el valor, la referencia y el modo de presentación del recuerdo están intrínsecamente ligados en la memoria episódica: una cara recordada no sólo es la de alguien, sino que se evoca por algo y algo significa.

casablanca
En el flashback cinematográfico el personaje recupera con precisión un evento de su pasado, como acontece en Casablanca (1943) con el recuerdo de Rick (Humphrey Bogart) de su romance parisino con Elsa (Ingrid Bergman). ¿Funciona así la memoria episódica? La respuesta es no.

A través del tiempo se ha reiterado que la identidad de una persona es la suma de sus recuerdos organizados en su autobografía: “somos nuestra memoria”. El tema remite a la última década del siglo XVII cuando el gran empirista inglés John Locke reafirmó que la identidad personal es la continuidad de la conciencia que el individuo tiene de su vida pasada:

(Una persona) es, me parece, un ser pensante inteligente dotado de razón y reflexión, y que puede considerarse a sí mismo como el mismo, como una misma cosa pensante en diferentes tiempo y lugares; lo que tan solo hace en virtud de tener conciencia…

Las ciencias cognitivas actuales ciertamente reconocen que el sentido de ser uno mismo a través de su vida (el self en inglés) y la memoria episódica o autobiográfica están fuertemente entrelazados en su desarrollo y en sus manifestaciones. Sin embargo, la relación entre estas instancias varía de acuerdo al enfoque utilizado. Por ejemplo, el neuropsicólogo portugués Antonio Damasio propone que el self puede desglosarse en tres niveles de operación. El más básico y simple es un protoself interoceptivo de índole fisiológica y depende de la homeostasis o equilibrio funcional de los organismos. El siguiente es un core self, un yo nuclear que ostentan los animales móviles y encefalizados y les permite de manera tácita y no verbal advertir y reaccionar a su entorno como entidades particulares. Finalmente, Damasio estipula un self extendido, propiamente humano, que requiere memoria autobiográfica e identidad personal y subsiste a pesar de que el cuerpo y la mente cambian constantemente de constitución.

memoria episodica
El neuropsicólogo Antonio Damasio y su libro sobre la construcción del yo (self) por el cerebro.

Por su parte, Martin Conway de la Universidad de Bristol distingue la memoria episódica de la autobiográfica. La primera retiene por minutos a horas conocimientos bastante detallados de orden sensorial y perceptual en la experiencia reciente, como lo acontecido el día anterior. En cambio, la memoria autobiográfica guarda conocimientos por semanas, meses, años o durante toda la vida y toma como referente clave al self de la experiencia, identificado por Conway como el “Yo” con mayúscula. También Levine considera la memoria autobiográfica como una forma avanzada de conciencia que identifica al propio yo como algo continuo a través de la vida. Esta recolección autobiográfica implicaría una red neuronal ampliamente distribuida en los lóbulos frontal temporal y parietal del cerebro, en tanto que la corteza frontal anteromedial posee las conexiones necesarias para integrar la información sensorial de la memoria episódica con la que identifica a la propia persona. El surgimiento de la memoria autobiográfica alrededor de los tres o cuatro años de edad coincide con cambios dramáticos en la conexión del lóbulo frontal y da una explicación neurobiológica a la amnesia infantil, el hecho de que los humanos no guardan recuerdos previos a esa edad.

El neuropsicólogo estonio-canadiense Endel Tulving, quien en los años 70 delineó a la memoria episódica como diferente de la memoria semántica, llamó conciencia autonoética al saber que uno o una es la misma persona que se recuerda en el pasado, se experimenta en el presente y se proyecta hacia el futuro. Posteriormente, Gardiner identificó a la memoria episódica con la conciencia autonoética, definida como el conocimiento explicable de uno mismo, como sucede cuando alguien narra eventos de su propia vida en primera persona y deriva conclusiones y creencias. En suma, se ha propuesto que los atributos fundamentales de la memoria episódica son el self, la conciencia autonoética y la sensación subjetiva del tiempo.

memoria episodica Endel Tulving
Portada de la prestigiosa revista Neuron de mayo de 1998 en la que aparece Endel Tulving con un corte en su cerebro para ilustrar que la memoria episódica no verbal y la semántica o verbal utilizan dos sistemas neuronales diferentes.

En todo recuerdo de su vida la persona se representa a sí misma asumiendo una perspectiva en primera persona, pues usa el pronombre “yo” seguido de un verbo en tiempo imperfecto: “yo estaba en…” La narración o testimonio en primera persona hace posible estudiar la subjetividad, el aspecto más íntimo y elusivo de la conciencia, porque los sucesos narrados de manera sistemática pueden ser valorados y analizados objetivamente como textos fenomenológicos. Este yo de los recuerdos se presenta de varias maneras; el sujeto puede evocar la escena desde su punto de vista en aquel momento, pero también puede recrear la escena desde otros ángulos, viéndose a sí mismo desde otros puntos o fluctuando entre ellos. Lin denomina a esta instancia como “la presencia fenoménica del Self” y le interesa analizar cómo se identifica el sujeto que recuerda una escena con el yo revivido en su recuerdo. Para puntualizar este acceso se basa en algo que Thomas Metzinger denomina unidad fenoménica de identificación, la experiencia consciente que considera primordial del self, pues da al sujeto la firme sensación de ser el mismo a través del tiempo. Este yo revivido como personaje principal de todos los recuerdos personales y, de la autobiografía que los ordena, podría considerarse un yo acreditado en el sentido que cuando recuerda, repasa o relata su pasado, la persona se identifica a sí misma, aunque esto no significa que el contenido del recuerdo sea del todo veraz.

Thomas Metzinger
En “El túnel del yo” Thomas Metzinger argumenta que el yo no es una cosa, una sustancia o una esencia, sino un proceso con un fundamento cerebral mutable.

Cuando se apega a los hechos tal y como el sujeto los recuerda, la narración constituye una declaración o un testimonio. Dado que la certidumbre cognitiva no garantiza la verdad objetiva, para esclarecer esta última, sea en la jurisprudencia o en el análisis de fuentes históricas, se aplican requisitos de validez como la credibilidad del testigo, la corroboración independiente y la refutación de hipótesis. Derivamos muchas creencias de lo que los demás nos cuentan de su experiencia y es crucial evaluar tanto de los testimonios ajenos como las creencias que nos ocasionan. Ésta es una de las múltiples espirales en las que confluyen la persona individual con la sociedad y sus valores en términos de memoria, veracidad y evidencia.


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