El aumento del número de mujeres en la fuerza de trabajo y su incremento en la matrícula universitaria, constituyen uno de los cambios sociales sin precedentes que transformaron radicalmente las sociedades a partir de la segunda mitad del siglo XX. Como lo ha mostrado la OIT (2019), más del 40% de los puestos laborales en el mundo están ocupados por mujeres.
En México, los cálculos con base en datos del INEGI, muestran que durante las últimas cuatro décadas, la participación de las mujeres en el trabajo extra-doméstico ha aumentado significativamente pasando del 21% en 1970 al 40% en 2019 y su participación es aún mayor en las zonas urbanas del país. El porcentaje de mujeres llega a superar al de los hombres en algunos giros como los de servicios sociales (68%), en hoteles y restaurantes (60%), sectores que han sido especialmente sensibles a la situación de confinamiento derivada de la pandemia.
Lo mismo ocurre en el ámbito de la educación, donde las mujeres son propietarias de escuelas particulares que han vivido una situación crítica durante esta etapa. Como se sabe, much@s estudiantes se han cambiado a la educación pública y los ingresos de varios colegios ni siquiera alcanza para pagar a las maestras. En el caso de las guarderías, ya habían tenido que enfrentar dificultades previas debido a la decisión del actual gobierno de cortarles los subsidios directos.
Lo anterior es también válido para otras empresas cuyas propietarias son mujeres. La mayoría de éstas son de tamaño “micro” y se desarrollan en los sectores “femeninos” de la economía con márgenes reducidos de beneficios y menores disponibilidades de crecimiento, por lo cual, no cuentan con los recursos financieros para superar la situación actual.
De allí, que, según un estudio de McKinsey, las mujeres son 1.8% más vulnerables de perder sus empleos durante esta crisis. A las inequidades en el mundo laboral, se suman las diferencias en las responsabilidades no retribuidas asumidas por las mujeres en el cuidado doméstico. Según datos del INEGI (2014), las mujeres mayores de 12 años en México dedicaban hasta 30 horas semanales a las tareas familiares y del hogar, mientras que entre los varones este número se reducía a tan sólo diez.
Así, la creciente importancia de las mujeres en la fuerza laboral, y la existencia de pautas más co-participativas en el sustento familiar no han ido acompañadas de las consecuentes transformaciones en las tareas domésticas. Como lo ha señalado Marcela Lagarde, el liderazgo más difícil es el cotidiano, ya que las mujeres tienen que realizar malabares para liderar de forma simultánea a la familia, la casa, la pareja, el trabajo, e incluso atender a los parientes del esposo. Según un estudio comparativo aplicado en veintiún países realizado por Nielsen y Vargas en el 2011, el 54% de las mexicanas afirmaron, que, debido a sus múltiples responsabilidades, siempre “viven bajo presión”.
En las actuales condiciones de pandemia esa situación se ha agravado ya que, con el confinamiento, las cargas domesticas y familiares se han incrementado notoriamente llegando hasta las 50 horas de trabajo semanales. Las mujeres han tenido que desempeñarse simultáneamente como madres, amas de casa, trabajadoras, acompañantes de las tareas escolares de sus hijos cuidadoras de los enfermos(as) y de los adultos de la tercera edad.
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