Como se había previsto, cuando menos por algunos, la pandemia por COVID-19 se ha convertido en un gran problema no sólo de salud, sino también económico, político y social. Debido a que se ha enfrentado en diferentes países, su manifestación ha sido diversa y los resultados también, incluso contrastantes.
En China, donde surgió la enfermedad, rápidamente se tomaron medidas sanitarias drásticas, aislando a toda la zona geográfica de la provincia de Wuhan donde se desarrollaba la entonces sólo epidemia. Hay que destacar que COVID-19, como fue nombrada por la OMS la nueva enfermedad, era desconocida y las medidas tomadas estuvieron basadas en experiencias anteriores que, aunque tenían algún parecido, ahora se sabe, realmente tenía diferencias particulares, especialmente establecidas por su rápida difusión y su fácil contagio entre los individuos.
Vistos a posteriori y, comparado con otros países, los resultados fueron muy buenos. Aunque a lo largo de los días nos hemos enterado que la cuarentena en Wuhan fue llevada a cabo con métodos demasiados drásticos, que algunos podemos considerar crueles, el caso es que ante un problema más desconocido que ahora, se pudo controlar de manera exitosa y no se difundió al resto de China; Wuhan tiene cerca de 80 millones de habitantes, China tiene más de 1,400 millones. Hubiera resultado una tragedia universal, ahora tienen unos cuantos casos nuevos diariamente y la mortalidad se ha abatido hasta llegar a ser de cero durante varios días.
Entre el inicio de la epidemia y la declinación actual transcurrieron unas 10 o 12 semanas, según establezcamos la fecha de comienzo de los trabajos sanitarios; en China hasta el momento han tenido alrededor de 82,000 casos con poco más de 3,000 fallecimientos. En Corea del Sur se tomaron medidas parecidas, aunque menos autoritarias, diferenciándose en que la búsqueda de casos fue primordial; se hicieron muchas pruebas de diagnóstico, casi de detección, para aislar a los pacientes ya fueran asintomáticos, o tuvieran síntomas leves, mucho más se hizo con los que tenían cuadros graves. Con ello consiguieron realizar un control de la difusión en un periodo aún más corto. La diferencia es que Corea estableció tempranamente las medidas de confinamiento y realizó un gran número de pruebas de búsqueda del diagnóstico, lo que fue criticado inicialmente inclusive por la OMS.
En Italia y en España el problema fue, cuando menos inicialmente, menospreciado. De España recibimos noticias más claras y profundas, durante muchos días vimos cómo el encargado de riesgos sanitarios como el Ministro de Salud, mandaban mensajes sólo tranquilizadores sin establecer mayores medidas sanitarias; despreciaban la realización de pruebas diagnósticas, dejándolas sólo para cuando el paciente tenía evidencia clara de la enfermedad. No súbitamente, pero al cabo de unas semanas se encontraron con una emergencia que hasta el momento ha ocasionado más de 42,000 casos y han acontecido alrededor de 3,500 fallecimientos.
Situación que ha rebasado plenamente a su sistema de salud. Han tenido que realizar de manera apresurada instalaciones hospitalarias y habilitar hoteles para internar pacientes no graves. La necesidad de camas de terapia intensiva es altísima y no se cuenta con el equipamiento necesario, especialmente en lo relativo a ventiladores. Han cambiado su punto de vista acerca de las pruebas diagnósticas y ahora se están realizando mucho más abiertamente; el martes 17 se comentaba que habían sido adquiridas 60,000 y pronto lo harán con muchas más. España tiene actualmente unos 46 millones de habitantes. A la fecha no avizoran un pronto abatimiento del número de casos; ayer miércoles ampliaron el distanciamiento social absoluto hasta el 14 de abril.
En Italia ha sucedido algo parecido, y con alrededor de 59 millones de habitantes han tenido 64,000 casos de COVID-19 que han ocasionado más de 6,000 fallecimientos. El sistema de salud está plenamente rebasado en todos sus niveles y el control de la epidemia no se ve cercano, a pesar de que ya tienen establecidas cuarentenas estrictas y la disminución de la actividad económica. En Estados Unidos la epidemia se ha desarrollado por zonas y Nueva York y California son de las más afectadas. Hasta ahora han sucedido cerca de 50,000 casos y 600 fallecimientos; todo esto en país con unos 326 millones de habitantes, en el que las ciudades y los estados más afectados están sumamente preocupados por los recursos necesarios para enfrentar los casos del COVID-19.
En otros países se establecieron medidas sanitarias más intensas y precoces como el caso de Francia que tiene 65 millones de habitantes y en donde se han presentado 20,000 casos y 862 fallecimientos, en Alemania que tiene 82 millones de habitantes han acontecido unos 29,000 casos con 123 muertes. En Suiza con 9 millones, cerca de 8,000 casos y 120 muertes. En estos últimos países la epidemia parece encontrarse estabilizada. En India han sucedido sólo 482 casos de COVID-19 y 9 fallecimientos, en India viven 1,354 millones de habitantes y su sistema de salud es sumamente precario, así que todos los habitantes del planeta debemos desear que no se extienda el virus.
En México la respuesta ante la pandemia ha sido ambigua, poco clara y, quizá, tomando en cuenta otros aspectos además de los sanitarios, mientras algunos gobiernos estatales han establecido ya medidas de confinamiento, como Jalisco, Nuevo León, e incluso en la Ciudad de México –aunque tímidamente–, otros como Puebla minimizan el problema, los líderes gubernamentales desprecian la magnitud de la epidemia al mencionar que sólo le sucede a los fifís. Nuestro presidente también ha subestimado claramente la magnitud del problema, diciendo que no era necesario el aislamiento social; el domingo pasado llegó a recomendar que sacaran a comer a sus familias para fortalecer la economía. Convocó a reuniones no multitudinarias, aunque sí muy numerosas con motivo de la conmemoración de la Expropiación Petrolera y el aniversario del natalicio de Benito Juárez, en donde repartió saludos de mano, abrazos e incluso besos.
El presidente, incluso, llegó a recomendar el uso de exvotos y amuletos en contra del COVID-19. El Dr. Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, me parece a mí que ha tenido que moverse entre lo que sabe y lo que piensa sobre la pandemia su jefe, el Presidente de la República, llevándolo a cometer errores evidentes como el descalificar a su superior como medio de difusión en todo lo relacionado al COVID-19. No ha podido explicar claramente su oposición a usar más ampliamente las pruebas diagnósticas y su obstrucción a que laboratorios privados las realicen, lo mismo que a utilizar de manera considerable las medidas de distanciamiento social. Tampoco ha dado explicaciones acerca de las soluciones que podrían plantearse ante las necesidades de internamiento de los enfermos de COVID-19, especialmente lo relativo a los requerimientos de camas de terapia intensiva con respiradores o ventiladores que podrían rondar entre 1,000 y 2,000 en el clímax de la epidemia.
Para colmo, acabo de escuchar una plática de la experta de la Universidad de Texas en Houston, la Dra. Laila Woc-Colburn, quien nos hizo saber que de los tratamientos hasta ahora propuestos o realizados, ninguno ha mostrado buenos resultados. Nos hizo saber que están en marcha estudios con Remdesivir, Tocilizumab, Favi Parir, y que los realizados con hidroxicloroquina y azitromicina no han mostrado resultados confiables; hay uno en marcha del uso como preventivo de cloroquina e hidroxicloroquina. Sin embargo, la cloroquina como tratamiento no ha mostrado buenos resultados. La Dra. Woc-Colburn nos informó que existe un programa llamado Solidarity, el cual reúne o trata de reunir ordenadamente todos los tratamientos en marcha.
La pandemia está aquí y veremos cuál es la mejor manera de enfrentarla, y al ser precisamente una pandemia, las medidas afectan a todos. Me parece a mí que la OMS no ha tomado el suficiente liderazgo que una situación como la actual le debería obligar a afrontar.
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