psicología

El Ego falso y el Self verdadero: una feraz disyuntiva

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El empleo generalizado del término “ego” tiene una génesis relativamente reciente, pues data de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud que se inició con el siglo XX. Como hemos revisado, el ego freudiano corresponde al yo: la actividad consciente sometida a la influencia tanto de contenidos inconscientes del id o ello, como a restricciones y condicionantes sociales, morales y culturales asumidos por el superego o superyó. La función del ego sería el articular, conciliar y procesar las normas morales y los impulsos o instintos inconscientes de orden fundamentalmente sexual. Freud y sus seguidores postularon un desarrollo del ego a lo largo de la infancia para eventualmente adquirir una adecuada y sana identificación sexual y social.

El término ego fue incorporándose al léxico y al ideario occidental con una acepción distinta que es importante reconocer y ponderar en el contexto de la autoconciencia. Es así que, a diferencia de la doctrina freudiana, el Diccionario Cambridge del inglés define “ego” como “la idea u opinión que tienes de ti mismo, en especial el sentimiento de tu propia importancia y habilidad.” En el lenguaje coloquial contemporáneo la palabra ego usualmente significa una forma distorsionada y exagerada de autoestima: la atención e interés excesivos hacia uno mismo y la apremiante necesidad de ser reconocido. Se dice que alguien tiene “mucho ego” cuando muestra una actitud arrogante, soberbia y desconsiderada por interesarse sólo en su bienestar, promoción y reputación. Diversos estudios han revelado que en efecto, la mayoría de las personas sobrestiman su relevancia y sus conocimientos.

disminuye tu ego
Letrero de “Disminuye tu ego”, obtenido de Wikimedia. El sentido del ego como un enemigo a vencer en la acepción común del término “ego” en la actualidad.

En esta acepción popular, el ego adquiere una connotación negativa al designar la parte o aspecto de la personalidad que se forja mediante condicionamientos adquiridos, como serían las identificaciones, prejuicios, apegos o dependencias que tienden a fortalecerse en detrimento de un self más propio y auténtico. Es posible denominar a esta noción más reciente y generalizada como un ego apócrifo, es decir, inauténtico y falso que tiene cierta relación con la idea del falso yo propuesta por Donald Winnicott hacia 1965 y que se mantuvo dentro del ámbito psicoanalítico como una creación defensiva del infante a su verdadero yo.

Una de las razones de la notoriedad del ego apócrifo fue que, a partir de la década de 1960, esta acepción vino a coincidir con ciertas interpretaciones de doctrinas espirituales incorporadas o adaptadas a la cultura occidental. Por ejemplo, las tradiciones hindúes y budistas toman al ego como una ilusión que es necesario desmontar para llegar a un verdadero autoconocimiento. Lo que las personas creen que son sería un espejismo emanado de la necesidad de definirse en términos aceptables de acuerdo a tendencias propias y a necesidades colectivas. Es así que el planteamiento de un ego ilusorio estructurado por necesidades biológicas básicas y condicionantes sociales, se concibe como una resistencia opositora cuando el individuo emprende el camino de depurar su conciencia y personalidad. De esta forma, el potencial desarrollo de la personalidad dependería de la creciente desarticulación del ego condicionado e ilusorio, una tarea necesaria no sólo en lo que respecta a encarar y desenraizar al ego falso, sino también porque el camino para lograrlo será el tomar conciencia crítica de las motivaciones, deseos, rasgos de carácter, virtudes y defectos de uno mismo.

escultura ego
El proyecto EGO por Laura Klimton, Mike Garlington y Jonny Hirschmugl fue ena escultura de pasta de 7 metros, realizada con trofeos deportivos, iconografía religiosa, armas, cráneos y otros objetos, pintados con espray de color dorado. La escultura fue quemada en 2012 como un símbolo de la destrucción del ego falso.

Me parece detectar que a mediados del siglo pasado surgieron algunos antecedentes de este ego falso y del posible desarrollo de un adecuado autoconocimiento, los cuales pudieron ser factores de su difusión. Por ejemplo, la idea fue expresamente formulada por el matemático y maestro espiritual ruso Peter Ouspensky en su libro “Psicología de la posible evolución del hombre” publicado póstumamente en 1947. Esta obra no tuvo mayor impacto en la psicología académica, pero se difundió entre seguidores e interesados en su doctrina, conocida eventualmente como Cuarto Camino. Una noción semejante se reconoce poco después en la psicología humanista de Abraham Maslow basada en el estudio de personas supuestamente “autorrealizadas.” Su pirámide de necesidades y motivaciones humanas que culmina con la autorrealización sigue siendo popular, aunque ha sido objeto de críticas metodológicas. Maslow propone que esta autorrealización suele alcanzarse o consolidarse mediante “experiencias cumbre” o estados de conciencia ampliada, que revelan a quien las experimenta su verdadera identidad en detrimento de aquella creada por las necesidades fisiológicas, de seguridad y sociales. Diversas aproximaciones subsecuentes, en especial la llamada psicología transpersonal, subrayaron los beneficios trascender la usual sensación de identidad personal para acceder a una realidad de orden superior más significativa, usualmente a través de estados ampliados de conciencia que supuestamente proporcionan un insight a la verdadera naturaleza del ser humano.

La psicologia transpersonal
La psicología transpersonal de los años 70 subrayó la necesidad de superar la estructura del ego, como lo indica este texto de 1980 que recopila contribuciones de sus principales inicadores y proponentes en varios intentos de amalgamar diversas tradiciones espirituales con la psicología clínica y académica.

En una tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid presentada en 1995, el ego se conceptúa como un conglomerado psíquico compuesto de instintos de origen biológico y de condicionantes sociales que cristaliza en una estructura compleja de orden afectivo, cognitivo y volitivo, la cual en buena medida determina las formas en las que las personas razonan, deciden y actúan. Esta tesis plantea que tanto las tendencias instintivas como las adquiridas se contraponen a un verdadero autoconocimiento, a la libertad y desarrollo del ser humano, pues los instintos y demás tendencias biológicas serían pautas rígidas y estereotipadas para la especie y los condicionantes sociales aprendidos serían identificaciones, apegos, dependencias o ataduras a programas, dogmas y expectativas del entorno que se han incorporado al individuo sin haber sido adecuadamente ponderadas y suscritas.

En el capítulo previo hemos revisado la posibilidad de que una labor introspectiva sistemática pueda tener como resultado un conocimiento válido y verdadero de uno mismo. Vimos que si bien el instrumento y la evaluación de tal pretensión es difícil desde el punto de vista del método científico usual, el postulado tiene validez existencial y personal. Al ir descubriendo lo que no es, el sujeto va desentrañando su verdadero yo o su verdadero self. La incorporación al castellano del término Self como una esencia verdadera de la persona, ha sido paralela a la expansión del ego ilusorio como lo hemos definido. Estos dos arquetipos, el Ego y el Self, vendrían a constituir antagonistas enfrentados en una lucha interna entre dos tendencias personificadas.

Bernard Lonergan y el ego
El teólogo jesuita Bernard Lonergan abordó el insight como formas de comprensión repentina que ocurren especialmente en el transcurso de una indagación de autoconocimiento.

Develar información pertinente a uno mismo tiene ciertamente un aspecto cognitivo, el que se refiere al autoconocimiento, pero también requiere de motivaciones, emociones y de insight como actos de comprensión integradores que sobrevienen en el ámbito de la indagación humana. El teólogo jesuita Bernard Lonergan propuso que, además de una autobservación introspectiva sistemática, el autoconocimiento resulta de una articulación de experiencias procesadas por un proyecto personal de desarrollo que se plasma como formas de autorregulación. Más que encontrar su yo verdadero guardado en la profundidad de sí mismo, la persona embarcada en un proyecto de autoconocimiento, va realizando nociones apropiadas de sí misma; va forjando un self en evolución, una apropiación de su autoconciencia.


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La palabra “yo”: abstracción central y avispero semántico

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Cuando era muy pequeño escuchaba en casa hablar en gallego a mi padre con un primo mío, ambos inmigrantes en México. Recuerdo vivamente una ocasión cuando, al percibir con frecuencia la palabra eu, les pregunté qué quería decir. Me respondieron que eu en español era yo. Sin saberlo, había detectado un caso claro y llano de toda lengua natural: la palabra yo (Ich, Je, I, Io, Ja, 我, etc.) es eje, referente y factor constante e indispensable del discurso humano. El asunto que surge ahora es conocer el uso y atisbar el significado de esta voz distintiva de la autoconciencia.

El Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) de la Real Academia Española, ha identificado las palabras más frecuentes en español en 140,000 documentos y textos producidos entre 1975 y 2004 en todos los países hispanoparlantes. Las más frecuentes son voces elementales y constantes del discurso como de, la, que, el, en, y. El infinitivo más frecuente es ser en el lugar 39, seguido por sus derivados: son en el 40, fue en el 43 y era en el 45. En el lugar 51 está mi y en el 56 yo. De esta forma, la expresión más habitual de la lengua podría ser yo soy, fundamento de un sinfín de locuciones de identidad personal, que bien se pueden sintetizar en la rotunda declaración inversa: soy yo.

Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno pintado por Joaquín Sorolla en 1912.

Es importante distinguir dos usos de la palabra “yo” en español: el pronombre que constituye la primera persona en singular, con sus variantes me, mi, conmigo, y el sustantivo que se refiere a una persona individual distinta de sus semejantes. En su libro Del sentimiento trágico de la vida, el filósofo español Miguel de Unamuno expone estos dos usos con característica contundencia: “Y yo, el yo que piensa, quiere y siente, es inmediatamente mi cuerpo vivo con los estados de conciencia que soporta. Es mi cuerpo vivo el que piensa, quiere y siente.” Advierto que el primero es un pronombre que corresponde a la subjetividad del hablante, en tanto que el segundo es un sustantivo (“el yo”), una entidad que el filósofo define en un apto plumazo: un cuerpo consciente. Pero no se trata de cualquier cuerpo humano, sino de uno particular, “mi cuerpo vivo”, el que posee la persona llamada Miguel de Unamuno, algo de su primordial y exclusiva propiedad. En unas cuantas frases este gran pensador de nuestra lengua pone sobre la mesa los platillos que debemos digerir en referencia al yo del discurso: yo pronombre y sujeto, yo sustantivo y objeto, yo posesivo y propietario, yo nombre propio, a los que se sumarán el yo onírico, el yo lírico y varios yoes más, personajes todos de un escenario que remite a Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello publicado en 1925. Espero que estos yoes que indago no queden suspendidos como vagos personajes sin propiedades ni referentes.

yo pirandello
Portada de “Seis personajes en busca de autor”, una alegoría de los varios yoes de Pirandello o bien de posibles facetas de la personalidad humana.

El yo como objeto fue tratado extensamente por Jean Paul Sartre en su primer libro, La trascendencia del Ego de 1936. Para el existencialista francés el yo no es el centro de la conciencia ni tampoco se puede identificar con ella, más bien es un objeto que sólo puede ser analizado como una proyección de la conciencia, como sucede cuando Unamuno dice “el yo que piensa quiere y siente” aunque para Sartre la proyección es esencialmente mundana y social. El problema está en estipular la naturaleza de ese yo, objeto de estudio y análisis. En este asunto se han planteado un continuo de posibilidades que van desde un extremo metafísico o espiritual cuando se considera una esencia perdurable y nuclear de cada persona, como sería la noción religiosa y dualista de alma, un elemento incierto y polémico llamado sujeto, o bien, un ser individual tangible y empírico como lo manifiestan diversos pensadores a partir de Sartre y recientemente varios teóricos desde una cognición situada.

yo ego y sarte
Portada de “La trascendencia del Ego” (1936) de Jean-Paul Sartre, y fotografía de su autor por ese tiempo.

En relación a la diferencia entre el yo usado como pronombre y como sustantivo, Wozniak ha intentado hacer una distinción originalmente planteada por William James, entre dos formas de “yo” en inglés: I y me. La distinción de James se basó en que la primera se refiere al self en tanto sujeto de experiencia, en tanto que el me corresponde al self en tanto objeto. En español a veces usamos el pronombre “mi” sin acento (por mi parte), o el adjetivo posesivo “mí” siempre acentuado (esto es para mí). Wozniak argumenta que la distinción surge de otra más básica: la diferencia tácita entre un yo fenoménico cuando el sujeto relata contenidos de su conciencia, y un yo metafísico que se refiere a lo que es la subjetividad en general. Aquello que se investiga como el yo fenomenológico, el sujeto de la experiencia que siente y piensa, ha sido un pantano filosófico, psicológico y lingüístico que no se puede disipar, en tanto que si se aborda como objeto de la experiencia es más tratable, con lo cual coincide con Sartre.

Una manera empírica de aproximarse al yo es por el camino de la lingüística y la semántica, pues los diversos usos del pronombre en primera persona hasta cierto punto revelan la estructura cognitiva del self. Es así que el pronombre en muchos enunciados se refiere al cuerpo del hablante (ejemplo: yo choqué con la puerta); en otros, al propietario del cuerpo o de sus partes (yo tengo dos manos); al director del movimiento voluntario (yo me encaminé al pueblo). El yo también puede aparecer como el punto de vista (yo pude ver y escuchar el tren), el piloto de atención (yo me fijé en el sonido de la campana) o el protagonista de fantasías y sueños cuando la persona divaga o sueña consigo misma (yo soñé que estaba en la playa). A veces el uso de la palabra parece ser una facultad o nivel de la conciencia capaz de observar el proceso mental, una conciencia de sí mismo (yo me encuentro pensando en ti). En algunas ocasiones el yo del discurso no parece señalar a la persona como una entidad orgánica y viva y su conciencia inherente, sino a un elemento más esencial de esa persona, a pesar de todo lo vago que esto parezca (yo soy un alma).

libro del yo
Portada de Entendiendo “yo” lenguaje y pensamiento, y el autor, José Luis Bermúdez.

El diligente filósofo de la cognición y la autoconciencia, José Luis Bermúdez, considera que los enunciados que utilizan el yo requieren comprender que su significado va más allá de la obvia referencia al hablante del pronombre. Es decir, expresan un pensamiento subyacente y necesario sobre el objeto que es el hablante, y esto requiere que el sujeto tenga en mente de manera implícita, pero efectiva, que es una entidad concreta y ubicada en el espacio y el tiempo de forma singular, en el sentido de situarse a sí mismo y de ejecutar acciones particulares en el mundo, siguiendo un camino literalmente “egocéntrico”. Tal voluntad situada no es una noción subjetiva, que se reduciría hasta a un punto o una imagen abstracta, sino el entendimiento de ser una persona concreta, carnal y consciente que se ubica y se define en y por un intercambio estrecho con el mundo. Esta propuesta esclarece el factor situado, espacio-temporal y activo de toda persona que se define por su ubicación y actividad en el mundo. Sin embargo, no queda igualmente claro si los sentidos más intimistas del vocablo yo también se conforman a esta noción más externa, objetiva y situada de la persona. Sería el caso del “¿dónde estoy?” que expresa una víctima de amnesia general transitoria y que sabe de sí, pero no quién es o dónde está.

Los diversos usos del término se refieren a las funciones y facetas de la autoconciencia que se desglosan en esta serie de ensayos, pero también avalan la noción de un sistema central que las unifica o integra: la persona humana. En efecto, los diversos usos del pronombre “yo” indican que el referente es el individuo que lo pronuncia: una persona viva, consciente de sí e interactiva de quien es posible predicar –y a quien es posible atribuir– estados/procesos de orden biológico, mental, conductual y contextual.

Si yo le hubiera dicho…

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Los últimos meses la acompañan ataques de pánico e ideas suicidas…

La conocí en el área de urgencias del hospital. La doctora quería asegurarse de que no fuera epilepsia. Taquicardia, sudoración en todo el cuerpo, dolores de cabeza agudos y la reciente pérdida de conciencia, convencieron a Lili, de tan sólo doce años, de que se iba a morir. Lloraba, abrazada a su madre. No permitía que la tocaran los médicos.

El área de urgencias no es el mejor lugar para tranquilizar a una niña. En el equipo acordamos darla de alta y verla en el consultorio, fuera del hospital. Resultaría menos amenazante y disminuiría su inquietud. Así que le escribí la siguiente carta invitándole a venir:


Querida Lili:
He pensado mucho en ti en estos días. Me he preguntado cómo estarás con el asunto de la preocupación.
Estar asustada por la angustia no debe resultarte fácil. ¿Te das cuenta de que no todos los niños viven así? ¿Crees que algunos no la sienten NUNCA? Bueno, eso dicen. A TODOS EN ALGÚN MOMENTO NOS ANGUSTIA ALGO.
¿Sabías que una parte del cerebro tiene una alarma que se enciende cuando sientes que hay peligro? Al sonar, nuestro cuerpo reacciona, como ocurre a los animales. Nos manda el mensaje: “defiéndete o corre” y nuestro cuerpo obedece. El corazón se agita, los músculos se ponen tensos y hasta nos puede doler el estómago o vomitamos. Nuestra mente se llena de pensamientos horribles: “¿qué pasa si…?” Luego analizamos si hay peligro de verdad. Si sólo lo imaginamos, la alarma se apaga.
Es útil tener algo de angustia. Avisa si hay peligro para cuidarnos y no meternos en líos. Lo importante es que no se prenda esa alarma todo el tiempo y que sepamos apagarla cuando no sea necesaria.
Probablemente ése es el trabajo que tienes que aprender a hacer. Tienes una cabecita inteligente que funciona como una fábrica de preguntas y va muy rápido.
Lili, no debe ser nada fácil sentirse así todo el tiempo, dejar de hacer lo que quieres porque las preocupaciones abarcan tus pensamientos y tú no puedes hacer nada.
Mencionaste “ansiedad”. Estar asustada de algo que no sabes manejar y te genera preocupaciones. ¿Recuerdas? Me dijiste que era como un monstruo, un dragón que se mete contigo. Puede ser realmente intimidante, porque quiere que te sientas atrapada, y que no seas libre como los otros niños.
Vengo con nuevas ideas, no estás sola Lili, además tus papás y yo somos de tu equipo.
Pronto nos veremos. Saludos.
Fanny.


ataque de ansiedad
Ilustración: Mimi Nizan.

Lili acepta mi invitación: tiene la libertad de escribirme mensajes con el celular cada vez que aparezca el Monstruo.

A ella le encanta vestir overoles de mezclilla, camiseta y tenis de colores luminosos que hacen juego con las ligas que separan su cabellera en dos trenzas tupidas y alborotadas. Su sonrisa franca exhibe sus grandes dientes con brackets, también adornados con ligas de colores. Es una niña chistosa; llena de ingenio y fantasías. Su aspecto alegre no concuerda con su angustiante relato. Es claro que sus días están nublados.

Durante la conversación descubrí que Lili conoce a todos los personajes de las películas infantiles. Recita de memoria los guiones. Le gusta cantar y actuar.

—¡Una actriz! —le dije—. ¡Te sabes las obras que otros escriben con puntos y comas, lo mismo que sus canciones! ¿Has pensado narrar tus propias historias? Las palabras pueden ser divertidas, débiles o intensas y poderosas. Créeme, pueden subir a una persona y hacerla sentir dichosa o bajarla hasta hacerla sentir un gusano.

Después de algunas preguntas inició con su historia. Desde el verano, un chip en la cabeza jalaba al mal humor y a la angustia, cuando aparecieron los pensamientos. Ocurrió semanas después de iniciar el ciclo escolar. Las ideas suicidas invadieron su mente.

Para evitar los cuchillos, dejó de entrar a la cocina de su casa. Por el miedo a tirarse por la ventana, no salía de su cuarto. Inclusive comía en compañía de su madre que le ayudaba a hacer las tareas y esperaba a que se durmiera.

Lili y yo queríamos entender cómo y en qué momento aparecían estas ideas. Después de platicarlo, concluimos que estaban alimentadas por un sinnúmero de películas y pláticas con sus amigas sobre la muerte, los cementerios y las momias.

Las ansiedades fueron cambiando de forma. Iban de las ideas suicidas a la noción  de que era bipolar, término que oyó en la escuela y profundizó en Internet, hasta la sospecha de que era “pan-sexual” por los comentarios de una amiga.

—Me siento atraída por mi amiga y antes los estuve por un niño, eso es ser bisexual. Dicen que son las hormonas, pero que yo recuerde me gusta jugar con niños y niñas desde chiquita.

Ahora insistía en que esta enfermedad era para toda la vida y que nunca más podría ver cuchillos, ventanas abiertas o niñas bisexuales. Se sentía bicho raro en la escuela.

ansiedad y dudas
Ilustración: Dribbble

¿Las cosas volverán a ser como antes?, se preguntaba. Si se trataba de una enfermedad, ¿qué diagnóstico tenía? Todo está cambiando y tengo puras confusiones.

Aprovechando su gusto por la actuación, hicimos el guión de una obra de teatro. Éste era el reparto de personajes:

— El personaje principal: una niña con ansiedad que cada semana tenía una preocupación nueva.
— Ansiedad: atosigadora por naturaleza.
— El coro de amigas: chismosas y bullies.
— Por último, su primo favorito y gran consejero.

Grabamos. Lili, entre risas por su actuación y seriedad por el contenido, transformaba a la niña con ansiedad, a su antojo. Estaba fascinada como escritora y directora de sus palabras. Se mostraba exigente con los personajes:


En el escenario se encuentra la niña, artista principal, rodeada del coro de fieras amigas, coquetas y vestidas al último grito de la moda. Acechan y la obligan a ponerse enormes carteles de madera sobre el cuello con palabras que parecen ser de otro idioma.

Ansiedad:
¿Por qué tienes que cargar nombres que ni entiendes lo que significan?

Coro:
Te llamas Pansexual y no importa que no entiendas. ¡Lo actúas!

Niña:
¿Y qué si no entiendo?

Coro:
No es cosa de entender. Nos dicen qué decir y cómo ser y eso somos.

Ansiedad:
Pero cada semana cambian lo que debemos decir y hacer, yo ya no puedo más. Aunque quiera ser parte, no sé ni por dónde.

Niña:
Eso he hecho. Cantando pedacitos de canciones y de pelis puedo aprender a hacer muchos papeles.

Ansiedad:
¡Me confundo, me asusto, grito, me sudan las manos, me brinca el corazón, no duermo, tengo pesadillas y hasta me desmayo!

Niña:
Cada obra soy yo, mientras la actúo. Después, ¿quién sabe?

Ansiedad:
Cada obra podrías ser tú. Aún mejor, escribirla tú.

Coro:
No podríamos dejar de ver obras y pelis.
No podríamos dejar de hacernos preguntas.
No podríamos dejar de oír a las otras niñas.
¡Estamos atrapadas! ¡Estamos perdidas!

Niña:
No encuentro salida. Por eso me acompaña Ansiedad todos los santos días. Si me dicen que soy tonta, tengo que actuar como tonta. Yo no decido.

Ansiedad:
¡AAAYYYY, NOOOOO! ¿Vas a estar siempre actuando en una obra de teatro o cantando las canciones de moda que te ordenen?

Niña:
Ya seee. Tengo una idea. Ahora puedo hacer lo mismo, pero mejoro mi repertorio, veo mucho teatro y pelis, me vuelvo la directora y productora. Yo escribo las palabras que entiendo y quiero actuar…

Primo:
¿A qué edad eres adulto?

Niña:
A los 25 años.

Primo:
¿Crees entonces que ya tienes la edad para decidir cómo quieres ser?

Niña:
La decisión final la tomo cuando esté grande, no ahorita. ¡Apenas soy una niña! Puedo pensarlo un poquito más.

ansiedades
Ilustración: CargoCollective.

Primo:
A los 12 años, ¿cuál es tu tarea?

Niña:
¿Mi tarea de hoy? Nada, porque no me mandaron. ¡Guau!

Primo:
¡Ya empiezas a bromear! No me refiero a esa tarea.

Niña:
No problem!  No poner letreros de madera en el cuello con sellos de nombres.

Primo:
Sobre todo a ti misma, a esta edad voluble y etérea.

Coro:
¿Por qué no poner etiquetas?

Primo:
Porque no somos personas estáticas, podemos cambiar.

Niña:
Ni siquiera sé qué quiero hacer con mi vida cuando sea grande.

Primo:
¿Y esa idea te sirve o no?

Niña:
Me sirve para recordarme que no hay bueno ni malo. Tienes razón, no somos personas acabadas.

Primo:
¿Cómo?

Niña:
Bueno, hay cosas que desde hoy creo. Soy feminista. No quiero odiar. Soy diferente a esas niñas, pero no es justo que me critiquen, que me excluyan cuando han invitado a todos los del salón.

Primo:
Dame cinco.

Niña:
No soy rara ni bicho. Bueno, no soy fresa como las mala onda. Ellas son populares y las quieren, pero prefiero pensar que, aunque sea diferente, no está tan mal.

Primo:
¿Cómo quieres ser?

Niña:
Las fresas son muy heavy, son de “estereotipos”. Me critican, se burlan de mí. A mí me gusta que me estén consultando. Adoro la ropa de antes: cómoda. Yo no molesto a los que no pueden.

Primo:
Entonces sí sabes qué quieres ser.

Niña:
Todas quieren ser bonitas. Tú sabes, como los famosos. Quieren parecerse a cantantes o modelos. Yo soy yo y me está costando trabajo, me estoy quedando solita. El otro día, en la Feria de Chapultepec, me dio miedo subirme a los juegos, y me abandonaron. Ellas son valientes; yo, todo lo contrario: una ansiosa.

Primo:
Hablemos de valentía. La ansiedad, ¿te mantiene con miedo? Por favor, dibújala.

Niña (mientras la va dibujando):
Se ve intensa. Quiero desaparecerla. Siempre tuve miedo. La rueda de la fortuna va demasiado rápido, sube y baja…

Primo:
A mucha gente le da miedo la feria y siente vértigo. Eso no quiere decir que no sean valientes. ¿Que significa para ti Valentía?

Niña:
Valiente es animarme a decir NO, hacerme preguntas y no asustarme de las respuestas. ¡Animarme a ser diferente!

Primo:
¿Qué le pasa a la ansiedad cuando dices NO?

Niña:
Se me olvida, ya no está.

La obra acaba con la canción de “Hakuna Matata”.


Lili quería presentarla en la escuela. Me preguntó si podría llevársela con todo y sus dibujos.

—Es tuya, puedes escribirla y reescribirla a tu antojo. La diferencia entre los guiones que te sabes de memoria, como las películas que ves, es que no cambian. Tu guión y escenografía sí cambiaron y ahora tienes tu propia conversación. En las obras de teatro y en el día a día se puede improvisar.

Ayer fue la última sesión. Mamá e hija concluyen que la ansiedad trae consigo ideas y preguntas. Es mejor distinguir las que asustan de las que paralizan y provocan síntomas que te afectan. Para las primeras, usarán las estrategias que has aprendido en las sesiones; para las segundas, Lili le pedirá ayuda a su madre.

Mamá y ella van a alimentar al buen humor y a la ligereza. Lo harán con bromas y risas, que ya Lili usaba como parte de su vida. Son eficientes para colocar a la ansiedad en su lugar. Además, cada vez que surjan las críticas y las etiquetas, las dos dirán en voz alta la palabra clave que Lili escogió: “Hakuna Matata”, que las lleva al equilibrio.

hakunamatata
Ilustración: Freepik.

Transcurrieron dos años. Lili regresa, ya sin brackets. Sus colores típicos han cambiado, lo recuerda y se ríe.

—Sufrí mucho —afirma—, pero todo eso quedó atrás. Vengo a decirte que no soy lesbiana. Ahora quisiera averiguar, ¿cómo ser femenina? De nuevo tengo preguntas, aunque ya no me brinca hasta el tope la ansiedad.

Emprendemos el camino de lo femenino con curiosidad.

—Me gusta ser brava, pintarme los ojos de negro y rojo…

Comprendo el peligro de estancarnos en un diagnóstico. El dictamen reforzaría los nombres que ella utilizaba para estimular su ansiedad.

Catalogar su sexualidad, el tipo de ansiedad o el carácter de Lili podría perjudicar su libertad de cuestionarse y elegir. Convencidas, concluimos que las etiquetas y los diagnósticos no son la respuesta.


Preguntas narrativas:

¿A quién le otorgas el poder de poner etiquetas o calificativos que hablen de ti?
¿Alguna vez te han colgado un cartel que diga quién eres o cómo eres, sin tu permiso?
¿Tuviste algún efecto positivo o negativo en tu vida por nombres o calificaciones impuestos por ti o por otros?
¿Alguna vez te han hecho descripciones (opiniones, juicios, alabanzas o críticas) que han contribuido a tu crecimiento y a sentirte mejor persona? ¿Qué trascendencia tuvieron en tu vida?
¿Por qué crees que la terapeuta y Lili llegaron a la conclusión de que las etiquetas no tienen la respuesta? ¿Tú estarías de acuerdo con ellas o no?
¿Qué estrategias usas para distinguir entre ideas y preguntas?
¿Eliges aquellas que contribuyen a tu crecimiento o aquellas que te paralizan y provocan síntomas?


Si tienes algún comentario, duda, o quieres compartir tu historia, escríbeme a: fanny.sonabendw@gmail.com

La autorreflexión precaria y la red basal del cerebro

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La facultad de autorreflexión es un instrumento clave de la mente consciente y hemos visto que sus analistas más dedicados le conceden la mayor importancia para desarrollar un autoconocimiento más certero. Sin embargo, una autorreflexión crítica enfrenta problemas graves, porque la mente humana y su aparato cognoscitivo tienen deficiencias y trabas que impugnan la posibilidad del autoconocimiento como resultado de una introspección incidental. De entrada, los seres humanos tienen impedimentos y restricciones para detectar o para admitir hechos que repulsan su ego, es decir, que cuestionan la identidad asumida y preciada de sí mismos. Es necesario aceptar este inconveniente porque toda representación mental, como las imágenes mentales, las ensoñaciones, las representaciones lingüísticas, los modelos científicos y demás maquetas, parangones o actuaciones, no son duplicados o copias fieles de una realidad estable y trascendente. Toda representación es necesariamente parcial e incompleta y depende de múltiples factores que la limitan y pueden alterarla. Es probable que la representación de sí mismo sea una de las más endebles, pero también es posible que sea de las más perfectibles.

amor propio
La autorreflexión crítica se enfrenta a la sobrevaloración de la propia persona, confundida frecuentemente con el “amor propio” (imagen tomada de Pixabay).

Ahora bien, más allá de que el sujeto minimice, transforme o rechace todo aquello que cuestione su identidad personal asumida, existen otros obstáculos que dificultan una autorreflexión diáfana. En general las personas desconocen en gran medida su vida mental ordinaria y cotidiana; es decir, no están conscientes en todo momento de los pensamientos, imágenes o emociones que transcurren en su mente, aunque pueden tener acceso a ellos. El flujo de contenidos mentales se desarrolla en buena medida por sí mismo, impulsado por motivaciones, deseos, asociaciones y otros procesos que usualmente se encuentran fuera del alcance de la conciencia, transcurren en sus linderos, o no son de lleno explícitos. Sucede además que al hacerse conscientes del flujo de conciencia, del río de información y eventos que transcurre en la mente sin mayor contribución de la voluntad, los contenidos cambian, cesan o desaparecen. En efecto, en el momento en que el sujeto adquiere conciencia de sí mismo, por ejemplo, que está pensando o imaginando tal o cual cosa, este contenido se esfuma o se retiene conscientemente, con lo cual su flujo automático desaparece. Con frecuencia, cuando el sujeto se hace consciente de sus contenidos mentales, puede instalarse una autorreflexión crítica en pensamientos como “¿por qué estoy pensando esto?”, o bien: “esta fantasía me es ajena y abominable, ¿por qué surge en mí?”, o bien: “si sigo por este camino voy a terminar mal”, o bien “debo reflexionar sobre cuestiones relevantes, en vez de perder el tiempo en esto”, o bien: “me fastidia la repetición de esta tonada” y un interminable etcétera. Es importante notar que este tipo de reflexiones son en cierta forma infalibles, ya que el sujeto detecta clara y certeramente que tiene tales y cuales temas en su mente y reacciona a ellos de acuerdo con la representación que tiene de sí mismo, en especial con su paleta asumida de objetivos y valores. Son oportunidades para profundizar en la autorreflexión.

Otra zona nebulosa de la autoconciencia se refiere precisamente a las causas y razones que el sujeto tiene para realizar juicios morales, pues, si bien la persona aduce o recurre a ciertos valores para emitir tales juicios, no siempre puede fundamentar sus razones para sostenerlos. Para lograr justificar sus juicios, a veces recurre a códigos establecidos en su cultura y asumidos como propios, pero la manera como ha estructurado su identidad en referencia a estos códigos o normativas suele permanecer inadvertida o borrosa.

theodor w
Theodor Adorno (1903-1969) y otros miembros de la escuela de Frankfurt promovieron la autorreflexión crítica como instrumento de análisis y juicio de las realidades personales y sociales.

Dada la opacidad de los procesos que intervienen, es necesario aquilatar la auto-observación de la mente para implementar una introspección certera y llegar a procedimientos válidos de autorreflexión. Esto también es necesario para analizar una propuesta central de este libro en el sentido de que el yo corresponde a la autoconciencia o la representación que tiene un individuo de sí mismo, pues implica que esta auto-representación sería incompleta o, peor aún, sesgada o francamente falsa. La autorreflexión será entonces el instrumento exploratorio de esa realidad compleja e inmediata que es la constitución corporal, psicológica, social y moral que conforma la propia identidad. La depuración del instrumento de autorreflexión podrá redundar en una observación más clara y en una reconstrucción más segura. En este sentido es preciso reiterar que la autoconciencia, lejos de constituir un sistema diáfano y ordenado de nociones racionales sobre lo que es el individuo, es un proceso multifacético y dinámico que transcurre en el tiempo y las circunstancias en diferentes niveles de claridad y acceso. No parece existir un núcleo sólido o una identidad esencial con los que el sujeto pueda definirse y por esta causa la introspección autorreflexiva no resulta en el descubrimiento de una naturaleza personal bien definida e inmutable, aunque es posible detectar rasgos vigentes de su personalidad, tendencias, motivaciones o facultades útiles para tomar decisiones favorables e ir depurando la individualidad.

En un libro del 2016, el filósofo de la mente Ted Parent desglosó las opacidades de la mente humana que impiden o dificultan una autorreflexión válida, e intentó formular algunas estrategias para resolverlas. Por ejemplo, para conocer y juzgar aquellos contenidos de la mente que desea evaluar, el sujeto necesita detectar y determinar el pensamiento que debe juzgar o, lo que es lo mismo, saber cuál debe ser el contenido de su juicio. Además de esto debe saber cuál es la actitud que tiene hacia ese pensamiento o contenido, pues múltiples actitudes, como las derivadas del deseo, la duda o la negación, lo empañan o modifican. Este requisito remite a la epojé de la fenomenología de Husserl en el sentido de que el sujeto necesita conocer y marginar o poner entre paréntesis sus opiniones y consideraciones sobre el hecho que pondera para lograr un juicio más certero.

Ted Parent
El filósofo Ted Parent, autor del libro sobre autorreflexión para una mente opaca.

En el terreno específicamente cognoscitivo parece haber dos modelos de la autoconciencia que opera durante la introspección y la autorreflexión: (1) la autoconciencia implica una representación de la propia mente, un desdoblamiento y realización de jerarquía superior que observa y evalúa los propios procesos mentales; (2) existe un modo de procesamiento de la información que monitorea y conduce la reflexión por ciertos cauces de acuerdo a un conjunto de reglas aprendidas y aplicadas como eficientes. La neurociencia proporciona algunos datos sobre cómo el cerebro implementa los procesos de la autorreflexión que favorecen ambos modelos. Por ejemplo, cuando los voluntarios sometidos a estudios de imágenes cerebrales (resonancia magnética o tomografía de positrones) se encuentran sin realizar tarea alguna, relajados y con los ojos cerrados, es decir, cuando se desenganchan del mundo externo y ponen atención al propio flujo de conciencia, se activa una red de zonas cerebrales llamada default mode network en inglés, y que traduzco desde hace tiempo como red basal. Se ha comprobado que dos regiones de la red basal, la corteza prefrontal medial y la corteza parietal medial, se activan específicamente cuando la persona reflexiona sobre sí misma y también forman parte del llamado “cerebro social” involucrado en la representación de otras personas y relaciones del sujeto. La primera es la región más grande de la corteza prefrontal humana, está más profusamente conectada con otras zonas y tiene mayor densidad de espinas dendríticas que su equivalente en otros primates. Estas zonas podrían constituir un nodo fundamental para recibir información y para modular las operaciones cognitivas de otras zonas, con lo cual podrían desempeñar algunas funciones de la autoconciencia operativa, tanto de la reflexiva, como de la ejecutiva.

La corteza medial prefrontal
La corteza medial prefrontal en la parte anteror del cerebro y la corteza posterior del cíngulo en la parte posterior. Estas dos regiones de la red basal del cerebro se activan durante los estados de autorreflexión en humanos (tomada de Wikimedia).

La atención deliberada, concentrada y sostenida

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La atención es una facultad básica y crucial para el funcionamiento de la mente y de la persona. A finales del siglo XIX en su clásico Principios de Psicología decía William James que todos sabemos lo que es la atención; es el tomar posesión de manera selectiva de ciertos contenidos de la conciencia para procesar la información con mayor eficacia y consecuencia, relegando a los demás eventos. Esta operación es característica de la mente, pues, mediante una selección automática, la conciencia solventa sólo una parte del enorme cúmulo de información que procesa el cerebro. Este filtro o cuello de botella muchas veces opera como consecuencia del interés y la curiosidad: la persona atiende a lo que le importa y lo hace impulsada por la novedad y la búsqueda de información. Esto sucede en buena medida de manera automática, porque ciertos estímulos del medio ambiente o del propio cuerpo adquieren relevancia y entonces son seleccionados para ser atendidos y procesados en mayor detalle. Pero en algunas instancias especiales el sujeto de manera voluntaria atiende algunos contenidos de su mente, a ciertos procesos o estímulos. Esta atención deliberada, es decir, generada por el sujeto en tanto agente, concierne centralmente a la autoconciencia y al yo que estamos explorando. Pero para comprender mejor esta faena, antes debemos bosquejar un mapa mínimo de la atención.

atencion y curiosidad
El interés, la curiosidad, la búsqueda de novedad como motivaciones para dirigir la atención.

Empecemos por mencionar que, en relación a la conducta visible, hay dos formas de atención, una manifiesta y otra encubierta. La atención es patente en las reacciones de orientación que presentan los animales no humanos y los humanos en respuesta a un estímulo intenso e inesperado, por ejemplo a un ruido fuerte y cercano. El sujeto muestra un reflejo de sobresalto que orienta su cuerpo y sus sentidos hacia la fuente del estímulo. En otras ocasiones imprevistas o extrañas, se manifiesta la emoción primaria de sorpresa en su rostro por los ojos bien abiertos, la elevación de las cejas, la apertura de la boca y otras conductas que maximizan la entrada de información y exhiben el estado de atención. Muchas de las reacciones cotidanas son de este tipo.

En cambio, la atención encubierta no se muestra en la conducta. Un ejemplo patente es el llamado “efecto fiesta de coctel” que ocurre cuando una persona se encuentra platicando con otra en una fiesta y atiende focalmente a la voz de su interlocutor sobre el ruido imperante, a pesar de ser más intenso que esa voz. Pero el efecto mencionado sucede cuando esta persona oye sin querer a alguien detrás suyo nombrar a alguien significativo para ella y, sin desviar la cabeza o los ojos, coloca su atención en ese discurso y lo escucha sobre el bullicio y sobre su interlocutor. Esta atención encubierta tiene dos mecanismos de operación conocidos en la investigación cognitiva como linterna y zoom, dos metáforas para significar que el sujeto puede colocar su atención como si fuera una linterna para iluminar un sector de su experiencia sin necesidad de movimientos externos. El zoom se refiere a que puede ampliar o reducir el campo de la atención sobre un sector determinado o ampliarlo a varios.

Atencion explicita
Atención explícita o manifiesta en la conducta (foto tomada en el Metropolitan Museum de Nueva York por el autor).

Propongo un ejercicio demostrativo. La lectora de este texto debe fijar sus ojos sobre este asterisco * y, sin desviar su mirada, atender a objetos que se encuentran fuera de esta página en su campo visual pero que no ha percibido previamente para focalizarse en la lectura. Además, una vez localizados esos objetos fuera del foco de su mirada, puede focalizar sobre uno en particular. Inténtelo ahora por unos segundos. Recordemos otro breve ejercicio que ya ensayamos previamente. El lector puede, sin necesidad de mover sus ojos o su cuerpo percibir las sensaciones provenientes de su pie derecho. Inténtelo ahora con los ojos cerrados. Esa información sensorial ya estaba en el cerebro pero no había sido atendida conscientemente. Uno de los requisitos que debe cumplir cualquier hipótesis de la conciencia es explicar cómo sucede esto. Por ejemplo, se puede proponer que, para llegar a ser consciente, la información sensorial pasa de ser procesada en un módulo cerebral, como puede ser en este caso el homúnculo sensorial situado en la corteza parietal, a ser gestionada entre diversos módulos.

Se denomina atención exógena a la que está dirigida por el estímulo o está acoplada a este en un mecanismo que se concibe “de abajo arriba”, es decir, que asciende de la perifieria sensorial del cuerpo hacia el centro operativo constituido por el cerebro. Es una atención centrípeta, rápida, automática, pasiva y guiada por el estímulo. En cambio, se llama atención endógena a la que está dirigida por el agente o por la cognición en un mecanismo descendente “de arriba hacia abajo” desde el cerebro hacia el resto del cuerpo. Es una atención centrífuga, lenta, consciente, controlada, activa y asociada a un procesamiento de información deliberado y estratégico. En el lenguaje habitual se distinguen los dos tipos: en el caso de la atención exógena, se usan los verbos atraer, captar o llamar la atención; en el caso de la atención endógena se aplican los verbos conceder, dedicar, dirigir, poner o prestar atención. Más aún: se usa el verbo oir para percibir un sonido y el verbo escuchar para el acto de aplicar voluntariamente el oído, o bien, ver para percibir luces o formas y mirar para la colocación de la mirada.

atencion endogena
La atención endógena está dirigida por el agente. Es una atención centrífuga, lenta, consciente, controlada, activa y asociada a un procesamiento de información deliberado y estratégico propio de la autoconciencia.

Subrayo que la atención endógena no está guiada por un estímulo situado en el medio ambiente o en el cuerpo, sino por la voluntad del sujeto que la coloca y enfoca donde se le antoja. Es decir: para poder ejercerse apropiadamente, esta atención implica que el sujeto supere el estado de vigilia habitual y reacción automática para acceder a un estado de autoconciencia por cuya facultad el sujeto puede realizar funciones controladas y ejecutivas. Una de ellas implica la habilidad para enfocar y discriminar algo, como sucedió hace un momento cuando la atención se enfocó sobre objetos fuera del centro de la mirada o hacia la sensación propioceptiva del pie. Esta capacidad se denomina concentración, la fijación de la atención en un ítem con exclusión de los demás y puede llegar a ser sostenida cuando la concentración se mantiene por periodos largos de tiempo, ya pasado el efecto inicial y a pesar de una motivación que escasea. Veremos pronto que las técnicas budistas de meditación usan y cultivan esta capacidad que con el tiempo y el entrenamiento desemboca en una absorción mental, la estabilización embebida de una atención penetrante en el objeto hasta llegar al samadhi, el rapto o embeleso de la absorción. En su Compendio de Psicología William James dice:

Y es en esta capacidad de sujetar la atención errante, una y muchas veces, donde se halla la raíz del juicio, del carácter, de la voluntad, nada es compos sui, si no la posee. La educación que perfeccione esta facultad será la educación por excelencia.

La destacada investigadora mexicana de la atención, Marisa Carrasco, ha demostrado con ingeniosas técnicas psicofísicas que cuando la atención se mueve voluntariamente en una escena manteniendo fijos los ojos, la fenomenología de la percepción cambia y se perciben en el objeto atendido de manera encubierta diferencias aparentes en contraste, saturación de color, tamaño, velocidad y otros efectos que no son ilusiones de óptica, sino diferencias verídicas que implican perceptos novedosos determinados por el estado de concentración. Dado que la atención mejora la discriminación de las características del objeto, se puede suponer que esta propiedad favorezca la percepción del mundo, del propio cuerpo y de los propios contenidos mentales, una capacidad evidentemente favorable para el concimiento y la adaptación.

marisa carrasco
Figura empleada por Marisa Carrasco para demostrar que dos círculos que difieren en 6% de contraste, lo cual es visible a simple vista, si se fija la mirada en el cuadro negro central y se pone la atención en el círculo de la izquierda parecen iguales. La atención endógena guiada deliberadamente arroja una mejor discriminación de aquello que se atiende.

Metacognición: pensar sobre el pensar o aprender a pensar

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Metacognición es un término propuesto a finales de los años 70 para indicar el conocimiento que un sujeto tiene de sus propios procesos mentales, idea a veces simplificada como el pensar sobre el pensar. Esta noción involucra una representación mental de la propia representación mental, de allí la aplicación del prefijo meta. Los propugnadores originarios consideraron a esta capacidad una forma de atribución que el sujeto hace sobre sus propias operaciones mentales, pues consistiría en leer y evaluar la propia mente, en especial los procesos psíquicos involucrados en el conocimiento; de tener conocimiento sobre el propio conocimiento.

metacognicion
Figura sobre la metacognición tomada de la página Neuroclass.

Con el tiempo la metacognición se consideró más concretamente una forma de auto-observación y auto-evaluación que opera en especial durante el aprendizaje, el desempeño de tareas y el uso de estrategias. Las operaciones metacognitivas implicarían el monitoreo de la planeación, la comprensión del aprendizaje y el uso de conocimientos prácticos. En este sentido, la metacognición consiste en un tipo de auto-evaluación que posibilita al agente para predecir acertadamente sus tareas cognitivas, por ejemplo, cómo resolver un problema o cómo recordar los datos que almacena en la memoria para emplearlos en una situación particular. Estas tareas implican capacidades para evaluar la validez de lo que el sujeto recuerda, razona, discierne o define, lo cual no sólo involucra razonamientos lógicos y prácticos, sino creencias, sentimientos y otras facultades mentales. El tema ha cobrado mucha actualidad en diversas aproximaciones pedagógicas y de aprendizaje.

pedagogia y metacognicion
La metacognición constituye un tema relevante en la pedagogía porque se aplica en estrategias de aprendizaje; en aprender y enseñar a aprender.

Esta forma de metacognición se logró estimar mediante pruebas psicológicas que miden la precisión en el rendimiento de ciertas tareas y el grado en el que el sujeto está consciente de su éxito o fracaso. De esta manera fue posible estudiar algunos de sus fundamentos cerebrales y se encontró que la corteza prefrontal lateral es crítica en la precisión de juicios de retrospectiva del desempeño, y la corteza prefrontal medial está involucrada en juicios prospectivos. Estas regiones interactúan con el cíngulo y la corteza de la ínsula para organizar juicios del desempeño. Vemos así que el mecanismo central de la metacognición parece ser la evaluación de los propios mecanismos mentales, en especial de los procesos cognitivos que involucran al conocimiento y al conocer. En este caso es importante establecer si la autoevaluación requiere que el sujeto tenga una representación de los procesos que evalúa o bien, se trate de una operación más directa sobre algún tipo de información.

Joëlle Proust, profesora de la Escuela Normal Superior de París, es una autoridad sobre la metacognición y la autoconciencia como propiedades fundamentales de las personas en tanto constituyen agentes cognitivos. En efecto, la doctrina evaluativa que defiende requiere que la metacognición se origine como una función ejecutiva, es decir, que implique una decisión activa por parte del agente para evaluar sus procesos mentales. En este sentido, propone específicamentre que un agente cognitivo debe ser capaz de realizar dos operaciones metacognitivas: (1) el agente evalúa prospectivamente o de antemano si la tarea que enfrenta es o no soluble de acuerdo a sus conocimientos, a las herramientas con las que cuenta y a las circunstancias de espacio y tiempo en las que se encuentra, y (2) el agente evalúa retrospectivamente el éxito o fracaso de las acciones que emprendió y aplicó, lo cual le permite moldear con mayor eficiencia las que requiera utilizar en el futuro.

Joelle Proust
Portada del libro La filosofía de la metacognición. Agencia mental y autoconciencia, de la filósofa francesa Joëlle Proust (2014). A la derecha, la autora.

Con base en evidencias sobre conducta y cognición en animales, sobre el desarrollo de la cognición en infantes humanos y sobre datos de las neurociencias, Proust asienta que los agentes cognitivos pueden perseguir objetivos de conocimiento e información y monitorearlos sin tener una representación de ellos de alto orden, y define a esta forma de actividad mental como procedural metacognition, una metacognición basada en procedimientos. Podemos traducir esta idea como metacognición procesal porque dependería de una actividad o de un proceso en marcha y no del desdoblamiento de una representación. Esto quiere decir que el sujeto juzga si las posibilidades con las que cuenta para atacar un problema y resolver una tarea son verdaderas y eficaces. La identificación de las posibilidades y condiciones necesarias para obtener una meta implica el reconocer los mecanismos para controlar las acciones tanto mentales como motoras. De esta manera Joëlle Proust considera que existen normas epistémicas de alto orden para guiar las decisiones para aplicar el conocimiento y así justifica la metacognición de procedimientos o procesal.

Las personas toman decisiones sobre cómo tener certeza sobre sus propios juicios. Es una forma de calibración metacognitiva que implica tanto operaciones internas del agente como evaluaciones de la situación y circunstancias externas. Tales certezas se convierten en estrategias y son éstas las que disparan ciertas acciones. El sujeto puede decidir si usar la certeza y la estrategia o no de acuerdo a las circunstancias, lo cual involucra el ejercicio de facultades tanto operativas como morales. Comento un ejemplo que ofrece la propia autora. Supongamos que una persona no encuentra la lista de compras al llegar al mercado e intenta aplicar los medios cognitivos necesarios para recordarla en el tiempo presente, pues quiere satisfacer ciertas necesidades hogareñas. La persona emplea normas de precisión, verosimilitud y coherencia que ya están incorporadas en su forma de pensar y de resolver problemas, normas que son metacognitivas pues ya están figuradas en el procedimiento que emplea. En último término, este tipo de cognición depende de un sistema cognitivo fluido destinado a detectar posibilidades epistémicas y cuyo objetivo es constituir guías y normas para la acción eficiente, es una propiedad de la inteligencia dinámica sometida al aprendizaje.

maria ranaten
Esta fotografía de María Rantanen, tomada en 2011, se titula “Metacognition” posiblemente para sugerir la capacidad de la cognición humana para desdoblarse sobre sí misma.

El sujeto adquiere certezas y juicios sobre sus propios procesos mentales y los establece como verdaderos o eficientes en diversos grados, muchas veces de maneras que no son conceptuales, es decir, que no se basan en razonamientos verbales. Los agentes cognitivos pueden equivocarse tanto en la construcción de estas normas como en su aplicación, y este reconocimiento forma parte de la capacidad para resolver múltiples requisitos de la vida diaria y también para tomar decisiones trascendentales. El tener conciencia de haber actuado mentalmente, de haber realizado tales o cuales operaciones cognitivas, posibilita al agente para juzgar sus estrategias y con ello para llegar a tener creencias válidas sobre su agencia mental, lo cual es parte esencial de la metacognición.

Es verosímil plantear que estas estrategias y creencias formen parte de la identidad del sujeto porque las valora como posesiones o caracterísitcas propias y así la metacognición procesal constituye una herramienta de la autoconciencia y un rasgo de individualidad. La metacognición es uno de los sistemas o capacidades propias de la autoconciencia en el sentido de que la autoevaluación es un proceso recursivo o reflexivo. Es posible que el aparato mental humano tenga tanto la capacidad para representar los propios procesos mentales, para pensar sobre el pensar, como también la capacidad de desarrollar esquemas para la aplicación del conocimiento, para aprender a pensar como una destreza de la inteligencia fluida.

Expresión verbal de la propia mente: reparos y requisitos

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Las personas frecuentemente expresan en palabras dichas o escritas lo que sienten, piensan, creen, recuerdan o desean y esto configura una forma de comunicación humana primordial, aunque compleja e insegura. Desde el punto de vista de la ciencia, estos discursos naturales son muestras valiosas del lenguaje utilizado en diversos sectores y poblaciones, pero son muy variables y poco sistemáticos para constituir un registro de lo que acontece en la mente de quien los emite, pues todo depende de qué fidedignas sean tanto la introspección necesaria para elaborarlos como su formulación en palabras y conceptos.

Es posible dudar de la veracidad de la introspección y de su expresión pues quien informa lo que sucede en su mente puede mentir deliberadamente o equivocarse debido a una incapacidad, a una inadecuada comprensión del significado de las palabras o al hecho de que los eventos mentales sean demasiado veloces o poco claros para ser reconocidos y puestos en palabras. Incluso los informes de experiencias tan aparentes como son los sueños, los dolores o las emociones pueden estar sesgados de diversas maneras. En un sentido similar se puede apuntar que uno de los principios de la teoría psicoanalítica es que los individuos muchas veces no tienen acceso a sus verdaderos deseos, creencias, recuerdos, emociones o decisiones por el hecho de ser inconscientes.

mente fotograma
Las personas expresan sus estados mentales frecuentemente en sus encuentros interpersonales. ¿Son estas expresiones verbales registros fidedignos de lo que ocurre en su conciencia? Fotograma de John Gilbert y Greta Garbo en una película de cine mudo.

Otro reto al informe introspectivo concierne a la autoconciencia. En efecto, Thomas Natsoulas, psicólogo emérito de la Universidad de California, argumentó en 1993 que el informe verbal de una experiencia privada, como puede ser un simple dolor de muelas, no podría ocurrir si la persona no posee una “conciencia de segundo orden” de haber experimentado este dolor, donde la conciencia de segundo orden sería la propia descripción de la experiencia. Esta conciencia de segundo orden coincide en alguna forma con la distinción realizada por Karl Jaspers entre la auto-observación, el auto-entendimiento y la auto-manifestación de lo que ocurre en la propia mente, como hemos señalado previamente. Concuerda también con la idea de David Rosenthal de que la autoconciencia consiste en un pensamiento de mayor jerarquía sobre lo que ocurre en la propia mente. Estos análisis implican que el sistema de observación e interpretación de los propios contenidos mentales no es tan directo, inmediato y a prueba de error como se pensaba.

mente contorno
Contorno de una mujer en el contexto de las palabras y el discurso que las personas suelen emplear para expresar su identidad y sus estados mentales. https://bit.ly/38Z5R1q

En los últimos años el filósofo Peter Carruthers ha argumentado que el acceso a la propia mente es interpretativo por naturaleza. Si bien los seres humanos tienen una aproximación privilegiada a sus propias mentes, la interpretación que hacen de sus contenidos puede ser errónea o estar sesgada por condicionantes que el sujeto ha acumulado y adoptado en su vida. Esto ocurre en la percepción habitual, pues las personas ven las cosas de acuerdo a una interpretación del mundo que han adquirido por costumbre. Por ejemplo, ven los relieves de una misma figura como cóncavos o convexos dependiendo si se encuentra o no de cabeza, pues asumen que la luz llega desde arriba. Existe evidencia de que la gente puede confabular respecto a su propia mente, por ejemplo, atribuyéndose pensamientos que nunca pudieron tener, una forma de auto-engaño más elemental que el convencerse a sí mismo de algo que no es verdadero.

Cuando un sujeto escucha e interpreta el discurso de alguien más llega a una representación de su actitud y condición mental porque se enfoca sobre la gramática que utiliza, la prosodia o entonación de su discurso, los gestos y otras conductas que acompañan a su expresión. El observador puede concluir que el otro es sincero o que miente, pero no hace lo mismo cuando valora sus propios procesos y contenidos mentales, pues infiere que no puede estar equivocado al registrar un recuerdo o una creencia propios. Carruthers plantea que el mismo proceso de evaluación opera cuando se trata de mentes ajenas y de la propia mente, de tal forma que el sujeto puede equivocarse respecto a lo que sucede en su propia conciencia.

Peter Carruthers.
Carátula del libro sobre lenguaje, pensamiento y conciencia de Peter Carruthers.

La cuestión es determinar si toda descripción de lo que ocurre en la propia mente implica un acto de interpretación sujeto a errores. Las experiencias originales o primarias, como es el caso de la cualidad lacerante y aversiva de un dolor de muelas, quizá resulten imposibles de conocer fuera de ese mundo privado y prístino de la experiencia personal. Vemos ahora que este proceso primario no se puede poner adecuadamente en palabras tal cual se presenta y esto implica que el conocimiento de la propia mente es un conocimiento muy peculiar. Este ámbito, llamado noesis en la fenomenología “pura” de Husserl, no se puede negar y un observador externo no puede tener acceso directo y fidedigno a ese mundo íntimo, frágil, efímero que es la conciencia de su interlocutor. Pero también es necesario aceptar que por ahora sólo se puede inferir el proceso y el contenido consciente de una persona por sus informes verbales, y debido a esto se hace necesario examinar sus características y depurar su análisis y tratamiento. Se trata de un procedimiento indirecto que no es del todo ajeno a la ciencia; por ejemplo, los científicos infieren y modelan a los hoyos negros, los quarks subatómicos, la energía oscura, la información o incluso una cultura por sus efectos, pues se trata de sucesos o eventos inaccesibles a la observación directa.

Para determinar si los informes introspectivos en primera persona proporcionan información pertinente y válida sobre los procesos conscientes y sobre la autoconciencia, es necesario cumplir varios requisitos difíciles. Así, hay que discernir las diferentes formas en las que se formulan los informes introspectivos, también hay que contar con criterios definidos para elegir aquellos informes verbales que puedan considerarse más fidedignos y finalmente tener un procedimiento adecuado para extraer de estos textos la información pertinente para contabilizar, analizar y valorar los estados mentales involucrados en su elaboración.

unamuno
El Diario íntimo de Miguel de Unamuno es un ejemplo notable de la expresión verbal directa y sincera de lo que ocurre en la mente de una persona, un texto fenomenológico que se ha usado para inferir procesos conscientes y la estructura temporal de la conciencia (Díaz, 2007 y 2013).

Desde hace tiempo hemos propuesto un método narrativo para el análisis de los informes en primera persona que convoca a disciplinas académicas de orden cognitivo, narrativo, neurobiológico, psicológico, lingüístico y filosófico. Este método plantea criterios para la producción, selección y transcripción de textos que describen experiencias subjetivas y con ello para interpretar y representar la estructura y dinámica de la conciencia. Los supuestos centrales de este programa son los siguientes: (1) las expresiones orales o escritas de procesos conscientes pueden ser obtenidos, seleccionados y analizados de tal forma que satisfagan progresivamente varios requerimientos de un método científico en evolución, (2) ciertos tipos de narrativas denominadas textos fenomenológicos, como son las transcripciones de informes introspectivos obtenidos en entrevistas médicas, psiquiátricas o psicoterapéuticas, así como diarios o monólogos interiores en la literatura, constituyen expresiones privilegiadas de procesos conscientes; y (3) un análisis sistemático de estos textos permite establecer modelos tentativos de los contenidos y las formas de los procesos conscientes. Conforme avancen los recursos metodológicos será posible depurar la introspección y el método narrativo para comprender mejor los procesos conscientes y la autoconciencia necesaria para detectarlos y expresarlos.

¿Cuál es el problema con la literatura del IQ?

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Me aterra que la corrección política y la reacción a la misma, de uno y otro lado, nos orillen a pensar siempre con la tripa y se esfume el pensamiento crítico. Entonces, para abrir un espacio a la razón, polemizo desde el centro contra todos. Es divertido. Hoy regreso a los temas de Charles Murray, las pruebas de IQ, y el eugenismo.

Las huestes del outrage culture—corriendo siempre histéricas a censurar cualquier reto a la corrección política—odian al politólogo Charles Murray por su famoso y controvertido libro The Bell Curve, donde defiende la validez de las pruebas de IQ. En Middlebury College, lo atacaron con violencia. Luego de esto, Sam Harris, cuyos podcasts son famosos, invitó a Murray para una entrevista.

Yo felicité a Harris, en otro artículo, por defender la libertad expresiva de Murray; empero, le reproché haber defendido lo expresado. Pues el acoso sufrido por Murray no conlleva, para sus ideas, un sello de acierto, aunque Harris, por ‘hacer equipo’ con otro opositor de la corrección política, así lo quiera. La corrección siempre yerra cuando censura una expresión, cierto, pero ello no le impide, en ocasiones, estar denostando algo realmente infame—ojo—.

Según su propio testimonio, Harris no sabía mucho de IQ; convenía entonces informarse previo a la entrevista, y no correr a afirmar, como hizo, que Murray acierta en todo y sus enemigos en nada. Pues las pruebas de IQ que Harris, con su gran alcance, ahora tanto ha prestigiado, fueron herramienta clave del movimiento eugenista, precursor y padrino del nazismo alemán. De haberlo sabido Harris, ¿habría variado la entrevista? Posiblemente. Harris es judío.

“Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla,” dijo Jorge Santayana. Qué razón tenía. El corolario es que honrar aquel ‘¡Nunca Jamás!’ de la educación sobre Shoá (el Holocausto) nos obliga a investigar las causas. Haré aquí, por tanto, el trabajo que Harris abdicó.

No se logra mi objetivo observando que ‘eugenistas y nazis son malos’ y que ‘usaban exámenes de IQ’. Pues también usaban pistolas, y ésas, como tecnología, funcionan. Entonces, al margen del vínculo entre estos nefastos movimientos y la literatura del IQ, se vale preguntar: ¿hay en ella un problema científico?

Vayamos al origen. En la entrevista, Murray afirma:

(min. 31:52) CHARLES MURRAY: Puede defenderse que tenemos una muy buena demostración de este factor de inteligencia general. De hecho, esto empezó con Charles Spearman al principio del siglo XX. Era un psicólogo brillante, que se dio cuenta que no importaba de qué se tratara una prueba—fuera ésta de historia británica o de algebra, o de cómo componer un coche, o de lo que fuera la prueba (siempre y cuando se tratara de algo en el cerebro)—el puntaje de la prueba estaba siempre correlacionado. Ése fue su primer descubrimiento.

La ‘inteligencia’, para Murray, es una cantidad. Y tiene un efecto general: si tienes más, haces todo mejor; menos, todo peor.

Cualquier no psicólogo que no haya pasado la vida de noche tendrá derecho a asombrarse. Pues sabemos que el matemático se pierde en el supermercado, no sabe cambiar una llanta (menos “cómo componer un coche”), y se asfixia con cualquier reto social. Es un lugar común de nuestra cultura contemporánea—y no por coincidencia—que cuando aflora mucho la inteligencia técnica en algún área se atrofia lo demás, y queda uno indefenso fuera de su ecología especializada. Contra esta experiencia, propiedad de todos, Murray afirma que, si eres ‘inteligente’, lo eres en todo.

Los psicólogos han estado siempre obcecados con esto. En el siglo XIX, se pusieron a medir cráneos para ver si a mayor volumen de aquel líquido paninfluyente, la ‘inteligencia’, mejoraba también la puntuación en cualquier prueba de desempeño mental. La craniometría no prosperó como método académico; la psicometría sí. Nos dice Murray que fue Charles Spearman, “psicólogo brillante”, quien encaminara a la psicometría con su presunto descubrimiento: cuando la puntuación es alta en un área de desempeño, lo es en todas, y cuando es baja en una, baja en todas. Las pruebas están ‘correlacionadas’.

Hacer loas a Spearman, entre psicólogos, es tradicional. Por ejemplo, Robert Sternberg, promovido por el New York Times como “profesor de psicología en Yale, …muy reconocido como experto en la medición de la inteligencia”, emite la siguiente opinión:

“hay un hallazgo fundamental en la psicología que ha sido replicado mejor que cualquier otro en el campo: las calificaciones en todos los exámenes de habilidades cognitivas tienden a correlacionarse positivamente unas con otras. Observado primero por Spearman (1904)…”

Tiene tanto prestigio, entre psicólogos, este presunto hallazgo, que la distinción al “trabajo sobresaliente en psicología” de la British Psychological Society se llama Medalla Spearman.

¿Y quién era este Charles Spearman? Su biografía contiene algunas sorpresas.

La primera es que el psicólogo francés Alfredo Binet lo consideraba un peligroso charlatán, y publicó un artículo entero en 1905, intitulado ‘Análisis de C.E. Spearman’, nada más para burlarse de Spearman y su estudio de 1904—ése que presumen Murray, Sternberg, y una gran manada de psicólogos como una “muy buena demostración de este factor de inteligencia general”, el “hallazgo fundamental en la psicología”— .

La tentación natural, con tantas porras a Spearman, sería suponer que Binet debió estar equivocado. El problema es que la metodología base que todo mundo emplea para medir ‘inteligencia’ es la escala desarrollada por Alfredo Binet y Teodoro Simón. El gran genio aquí es Alfredo Binet.

¿De qué van sus objeciones contra Spearman?

Si bien muchos iban tras la pista de aquella ‘inteligencia general’ en la cual fervientemente creían, nadie encontraba las correlaciones de desempeño mental que la exhibirían. Spearman, observa Binet con ironía, atribuye este fracaso a la incompetencia universal de sus pares, cuyos presuntos errores enumera. Pero Spearman, dice Binet, “cree haber evitado estos errores”.

“El autor … presenta estudios consistentes con la búsqueda de una relación entre la inteligencia general, evaluada subjetivamente por los maestros con base a las actividades del niño, y la forma en que el niño reacciona a experiencias meramente sensorias; y encuentra que la correlación es tan grande que es igual a 1. [Spearman] califica su conclusión de profundamente importante. Quizá. Pero a nosotros nos parece profundamente asombrosa dado que los experimentos sensorios del autor son defectivos, y dada la forma como valoró—o ya sea obtuvo valoraciones de—la inteligencia general” [cursivas de Binet].

Esto chorrea de sarcasmo. Veamos por qué.

No existe ni tarea ni habilidad general; todas las tareas y habilidades son específicas. Por eso la existencia de la presunta ‘inteligencia general’—ésa que nos haría listos o tontos para todo—no puede demostrarse midiendo una sola tarea. Si existe, podremos inferirla, como dice Sternberg, cuando encontremos que “las calificaciones en todos los exámenes de habilidades cognitivas tienden a correlacionarse positivamente unas con otras”.

Pero no hay “habilidades cognitivas” en el estudio de Charles Spearman. Robert Sternberg piensa que sí. Y Charles Murray proporciona ejemplos de las presuntas “habilidades cognitivas” que Spearman habría encontrado correlacionadas: “historia británica”, “algebra”, “cómo componer un coche”. ¿Acaso leyeron el estudio de Spearman? No tiene esa estructura.

Lo que tiene Spearman son correlaciones entre, por un lado, reacciones a “experiencias meramente sensorias”, y, por el otro, lo que llama ‘inteligencia general’, cuyos valores obtuvo (esto es increíble) dejando que fuera “evaluada subjetivamente por los maestros”. (Luego intituló su estudio ‘La Inteligencia General, Concebida y Medida con Objetividad’. Tímido no era…).

IQ, coeficientes e inteligencia
Imagen: regarding365.

Aunque una caridad infinita le perdonara esto, el problema lógico, filosófico, no se esfuma. Y ese problema es que la ‘inteligencia general’ aparece en el estudio de Spearman como variable operativa. Es decir que Spearman presupone—en el diseño mismo de su estudio—la existencia de la ‘inteligencia general’, y por lo tanto su estudio no puede, por principio, demostrar su existencia (igual que una palabra no puede, por principio, definirse a sí misma).

Para que se entienda mejor, con el mismo diseño yo puedo ‘demostrar’ la existencia de la telepatía. Pido a los maestros que me den su adivinanza subjetiva—un valor numérico—para la ‘capacidad telepática’ de cada niño, y luego reporto correlaciones de estos números con sus reacciones a las mismas “experiencias meramente sensorias”. Absurdo.

Lo más divertido es el resultado que reporta Spearman. Si bien era imposible para su estudio—fueran cuales fueren las correlaciones encontradas—demostrar la existencia de la ‘inteligencia general’, quiso impresionarnos con “[una] correlación… tan grande que es igual a 1”. Dicha correlación es, sin duda, como dice Binet, “profundamente asombrosa,” pues una correlación “igual a 1” es perfecta—e imposible—. Ni en la más exacta de las ciencias, la física, se obtiene jamás una correlación “igual a 1”.

Este payaso es el “psicólogo brillante” y su payasada el presunto “hallazgo fundamental en la psicología”—la presunta demostración de una ‘inteligencia general’—. Da vergüenza. Que los psicólogos de hoy presuman tanto este estudio de Spearman no puede más que fundamentar una sospecha sobre la psicología de la inteligencia como subdisciplina.

El psicólogo Raymond Fancher, autor de una historia muy completa sobre la psicología de la ‘inteligencia’, comenta (p. 96) que “de haber vivido más años”—moriría en 1911—, “Binet habría encontrado justificación para sus dudas [sobre Spearman]”. (No me parece, empero, que Binet haya expresado dudas.) “Aunque no podemos explicar la razón de los extraños errores en los cálculos originales de Spearman,” continúa Fancher, “parecen sugerir que tenía una tendencia a ver lo que quería ver en sus datos, a veces muy a costa de lo que ahí realmente había”.

inteligencia
Imagen: hipertextual.

Quizá Fancher haya tirado la toalla con demasiada prisa. Yo pienso que sí podemos explicar “la razón de los extraños errores de Spearman”. En la Enciclopedia de la Medición Social, Peter Schönemann (p.194), experto en medición y muy crítico de la psicometría, observa un aspecto de la ideología de Spearman que nos suple con la hipótesis obvia:

“[Charles] Spearman dejó bien claro en qué radicaba, según él, la relevancia de su supuesto descubrimiento: ‘Los ciudadanos, en vez de escoger sus carreras al azar casi ciego, seguirán solo aquellas profesiones que estén adecuadas a sus capacidades. Puede concebirse inclusive el establecimiento de un índice mínimo [de ‘inteligencia general’] para tener derecho al voto parlamentario, y sobre todo para el derecho a reproducirse’”.

¿De dónde le llegaban estas ideas a Spearman? Fancher (p.171) explica que era “un protegido de [William] McDougall”, quien “conocía y admiraba al ya viejo Francis Galton, y apoyaba fuertemente al movimiento eugenista”. Galton es el fundador del eugenismo; McDougall, siguiendo sus pasos, se distinguió como teórico de la supuesta raza ‘aria’ o ‘nórdica’ superior, la misma teoría que, junto con el antisemitismo, después sería la columna vertebral del movimiento nazi. Como explica el sociólogo Nicholas Pastore (p.148), McDougal “alegaba que la raza inglesa, predominantemente nórdica, era la mejor,” es decir, que la mejor sangre alemana era la anglosajona. Además, “parece haber sido antisemita.”

Con este contexto por trasfondo, me aventuro a proponer una hipótesis.

Spearman no se interesaba tanto en la investigación científica de la mente. Le interesaba más convencer al público de que realmente existía una sustancia única y general llamada ‘inteligencia,’ fácilmente medible con una prueba que sólo él sabía diseñar y administrar, para con ello justificar restricciones a la reproducción y participación política de quienes no aprobaba—de los ‘no nórdicos’—. Pues eso precisamente buscaba Francis Galton, el héroe de McDougall, de Spearman, y de otros ‘psicólogos’ de la ‘inteligencia.’

Dicha hipótesis sin problema alguno explica las payasadas pseudocientíficas de Spearman.

En mi siguiente entrega examinaré las metas del movimiento eugenista, que después sería el nazismo, y explicaré cómo dichas metas corrompieron por completo la investigación de la ‘inteligencia’ (hasta nuestros días).

Hasta la próxima.


Francisco Gil-White es catedrático del ITAM y autor del libro El Eugenismo: El Movimiento que Parió al Nazismo Alemán (de venta en Amazon).


Referencias
~ Binet, A. (1905). Analyse de C.E. Spearman, ‘The Proof and Measurement of Association between Two Things’ and ‘General Intelligence Objectively Determined and Measured,’ L’année Psychologique, 11, 623-624.
~ Fancher, R. (1985). The intelligence men: Makers of the IQ controversy. New York: Norton.
~ Pastore, N. (1944). A Social Approach to William McDougall. Social Forces, 23, 148-152.
~ Schönemann, P.H. (2005) Psychometrics of Intelligence.  K. Kemp-Leonard (ed.)  Encyclopedia of Social Measurement, 3, 193-201.
~ Spearman, C. (1904). General intelligence, objectively determined and measured. American Journal of Psychology, 15, 201-293.
~ Sternberg, R. J., & Pardo, J. (1998). Intelligence as a unifying theme for teaching cognitive psychology. Teaching of Psychology, 25(4), 293-296.