crisis mundial

Una era de catástrofes

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En la era del cambio climático afloran escenarios adversos para la humidad y los ecosistemas en general.

La Organización Meteorológica Mundial –OMM, agencia de la ONU especializada en el tiempo, clima y agua– que le ha estado tomando el pulso al planeta a través de los modelos climáticos, prevé un aumento de la temperatura media en la mayoría de las regiones terrestres –regionales, nacionales y mundiales–, y oceánicas, con lluvias intensas, pero también en algunas regiones con serios déficits de precipitaciones.

Petteri Taalas, secretario general de la OMM, lo sintetiza: “Si bien la pandemia del COVID-19 ha generado una profunda crisis sanitaria y económica a escala internacional de la que la tardaremos años en recuperarnos, es fundamental recordar que el cambio climático seguirá representando una amenaza constante y creciente para la vida humana, los ecosistemas, las economías y las sociedades durante los siglos venideros. La recuperación de la pandemia de COVID-19 es una oportunidad para tomar un camino más sostenible hacia la resiliencia y la adaptación frente al cambio climático antropógeno”.

De acuerdo con este organismo los extremos climáticos, en los últimos 50 años, han originado más de 11,000 desastres, han provocado 2 millones de víctimas mortales y en el terreno de pérdidas económicas se estiman en 3.6 billones de dólares. 

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Imagen: The Issue.

La información científica de la OMM revela que la energía que emite el Sol no ha aumentado en los últimos 30 años, sino que los cambios que hoy se registran con altas temperaturas se debe al calentamiento global generado por los gases de efecto invernadero, como son el bióxido de carbono y el metano, entre otros.

La intensa y constante quema de combustibles fósiles –petróleo, carbón, gas natural y gas licuado de petróleo–, que son hasta ahora la principal fuente de energía en el planeta, han provocado el ascenso sistemático de las temperaturas en el mundo, y con ello los peligros vinculados al clima son más impactantes.

A estas proyecciones se suman investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, quienes prevén que debido a esa constante quema de combustibles fósiles en el mundo, las temperaturas podrán alcanzar un aumento global promedio de entre 3 y 5 grados Celsius en los próximos 50 años, lo cual sería catastrófico para la biodiversidad. Por ahora, los reportes científicos indican un aumento promedio de 1 grado y con claras tendencias a alcanzar a mediano plazo 1.5 grados °C.

La velocidad con la que sube la temperatura a nivel global está imponiendo cada vez mayores retos a la humanidad como lo es en la forma de adaptación a las consecuencias del calentamiento global.

Para la OMM, nuevos récords de calor afloran como el ocurrido en el hemisferio norte (donde se han registrado las temperaturas récord más bajas con -89 grados °C), cuando el 20 de junio pasado se monitoreó una temperatura de 38 grados °C, cuya ola de calor también impactó a Siberia. Aún los expertos siguen las investigaciones para verificar si se trató de la temperatura más elevada en el círculo polar ártico.

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Imagen: Behance.

Y otros datos sorprendentes del mismo organismo indican que en 2018, aproximadamente 108 millones de personas en el mundo solicitaron ayuda del sistema humanitario internacional debido a los daños generados por tormentas, crecidas de mares y ríos, sequías e incendios forestales. Y, además, estiman que hacia el 2030 la cifra de afectados podría aumentar en casi 50%, y el costo asociado alcanzaría los 20,000 millones de dólares anuales.

Otros investigadores desarrollan la hipótesis de que el deshielo en los casquetes polares podrían liberar algunos virus letales, que desconoce la humanidad, y que han estado atrapados por miles de años en el hielo. Además, ese capas de suelo congelado (permafrost que ocupa un 25% de la superficie de la Tierra) concentran gases de efecto invernadero como el metano y el dióxido de carbono.

Lo lamentable, en el caso mexicano, es que con toda esta evidencia científica las autoridades del gobierno federal decidan aún seguir apostando al uso del carbón, combustóleo y gas natural para producir energía eléctrica, y han congelado el uso de las energías limpias como la eólica y solar. Se han cerrado a las inversiones privadas, nacionales y extranjeras, con el argumento de privilegiar a las empresas públicas, pero al caer en esta política no hacen más que elevar la contaminación atmosférica, atentar contra el ambiente y seguir coadyuvando con el calentamiento global.

México es altamente vulnerable al cambio climático, principalmente con el tema del agua. En nuestra última columna reseñé que 26 estados del país han padecido extremas sequías, y en seis estados en los que históricamente llovía mucho, ahora alcanzan el 50% de su patrón de lluvias.

Es hora de rectificar las políticas ambientales, los errores de un gobierno de 6 años impactarán por décadas a los ecosistemas.

El retroceso ambiental en el país es grave. Que la humanidad tome nota.


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Tener contingencia y no crisis en 2020

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La diferencia entre una contingencia y una crisis es que estabas preparado para la primera y no lo estabas para la segunda. Cuando contamos con buena información y con previsiones para diversos escenarios de riesgo, entonces una situación inesperada, por grave que sea, se puede mantener como una contingencia, es decir, un periodo específico de emergencia en el que se siguen varios pasos para tener bajo control el evento no programado que nos afecta.

Una crisis, por el contrario, nos toma por sorpresa, sabemos cuándo inicia, pero no cuándo termina, porque no tuvimos forma de prepararnos para enfrentar su aparición y tampoco contábamos con una secuencia de acciones que permitieran mitigar sus consecuencias.

Nadie es culpable de la causa de una crisis natural, aunque hay muchas que nosotros los humanos provocamos sin ninguna ayuda. En el caso que nos mantiene a sana distancia, en casa si es posible, y a la espera de un cambio en los semáforos epidemiológicos (además de una vacuna en tiempo récord), fue una cepa desconocida de un virus que provoca una enfermedad para la cual no hay tratamiento efectivo todavía.

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Ilustración: Tokokoo.

A ese desconocimiento sobre el comportamiento de este tipo de coronavirus debemos sumarle que México es un país con una población especialmente susceptible a los daños que provoca la enfermedad COVID-19 por los altos índices de obesidad y diabetes que padecemos. Por si esto fuera poco, el sistema de salud pública, y también el privado, tampoco estaba listo para una pandemia inédita que detuvo por meses al planeta entero.

Las naciones que han logrado salir con menos daños de estas condiciones han sido las que sí contaban con protocolos y medidas ya ensayadas para transformar rápidamente una crisis en una contingencia que durara el menor tiempo posible.

Otros países, como el nuestro, tuvieron que reconvertir la mayoría de sus áreas médicas en unidades de atención, adquirir con velocidad los insumos necesarios y adaptar las carencias para que hubiera suficiente espacio para atender a las personas contagiadas. No había nada que pudiera preparar al sistema sanitario mexicano para un virus de este tipo y menos con tan poco tiempo.

Coincido en que se aprovecharon algunos meses previos al decreto de pandemia para resistir el impacto del coronavirus en la República. Fue un lapso valioso, sin duda, pero que ha cobrado muchas vidas en el proceso de descenso, el cual no se ve que sea pronto y podría extenderse hasta octubre, lo que significa que 2020 será un año de confinamiento, caída económica y riesgo de salud para todos; en resumen, una crisis.

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Ilustración: Ileana Soon.

Hemos perdido tiempo valioso politizando la crisis, en lugar de discutir las formas en que debemos mejorar el sistema de salud pública, al tiempo que adaptamos el sistema privado para poder contar con planes y pasos eficaces que la conviertan en una contingencia, porque hemos llegado a acuerdos para establecer procedimientos, ensayos, programas y estrategias que se traduzcan en una cultura de prevención que funcione.

Pasan las semanas, y la pandemia se extiende, con señales lentas de que ceda, y deberíamos estar organizándonos desde nuestras casas para dar los pasos necesarios que nos permitan estar listos para lo que venga en el futuro inmediato.

Para ilustrar lo que escribo tomo como ejemplo el simple hecho de ponerse bien un cubrebocas, una medida que nos cuesta mucho trabajo adoptar, aunque queda clara su función, su utilidad y sus beneficios.

Pero no es la única. No salir más que a lo indispensable, mantener la sana distancia, no hacer reuniones, y usar gel antibacterial, también son decisiones que generan resistencia, lo que agrave la crisis, porque no hay voluntad social suficiente para convertirla en una contingencia.

En este momento creo que hemos pasado la etapa en la que los gobiernos nos tienen que decir cómo cuidarnos, ante la avalancha de información que hemos recibido acerca del virus y de la enfermedad, y estamos ante la posibilidad de que, juntos, podamos transformar esta crisis generalizada en la primera contingencia civil de nuestra historia.


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Estado actual de la pandemia de COVID-19

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Vivimos un momento único, nadie podría recordar una crisis tan generalizada, tan grave, con particularidades tan sui generis como la que nos ha venido a ocasionar la infección del nuevo virus el SARS-CoV-2. Probablemente la última ocasión parecida fue la de la gripe española que sucedió en los años 1918-1920, que también adquirió condiciones pandémicas y muchos enfermos y muertos alrededor del mundo. Las condiciones del mundo en ese momento no permitieron muchas acciones ni preventivas y menos terapéuticas, y podríamos decir que se autolimitó para tener desde entonces características endémicas, con diferentes variables en intensidad según la época del año y la región en que van sucediendo los casos.

En 2009 apareció una nueva pandemia por una mutación del virus de la gripe, pero que afortunadamente fue atajada con rapidez gracias a medidas preventivas bien utilizadas y la posibilidad de variantes en la vacunación que incluyeron la cepa que la ocasionaban. En los años 80 apareció una enfermedad que adquirió distribución pandémica, el SIDA, que además tenía como similitud que era ocasionada por un virus, el VIH, aunque al principio no lo sabíamos; la carrera con el VIH y contra el SIDA fue rápida y exitosa, se conoció el agente causal, sus medios de transmisión, e incluso se ha llegado a descubrir tratamientos que permiten a los enfermos vivir muchos años con una enfermedad asintomática y crónica, establecer programas preventivos y aunque existen áreas de nuestro mundo en donde significa un grave problema de salud, en Occidente podríamos decir que es un problema muy acotado –por cierto, con los estudios sobre su tratamiento se han descubierto muchos antivirales, cosa que no había sucedido antes–.

El Ébola (EVE) es una fiebre hemorrágica de origen viral que sucede cada tanto en algunos países de África, nunca ha pasado de graves epidemias locales a convertirse en pandemia. Recientemente ya habían aparecido algunas infecciones respiratorias graves ocasionadas por virus nuevos, pero afortunadamente, aunque tuvieron un periodo de extensión, luego se acotaron y prácticamente desaparecieron sin ocasionar un problema de salud grave y menos mundial. Pero a fines de 2019 apareció una enfermedad por un coronavirus que hasta ese momento era desconocido y que no había causado enfermedad en el humano, apareció en una provincia de China; los chinos se percataron después de unos días de la severidad de la enfermedad y de sus nuevas características.

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Ilustración: Mark Long.

En el resto del mundo al principio hubo una reacción de escepticismo, aunque cuando aparecieron los nuevos casos y se apreció tanto su rapidez de difusión como la severidad, hubo una respuesta acelerada de intensidad y características diferentes en cada país y continente, todo causado porque no se conocía. Aún hay muchas cosas que no se saben, como el agente causal y tampoco la enfermedad que ocasionaba. El padecimiento se nombró COVID-19 por las siglas de coronavirus disease del año 2019.

En México la epidemia ha sido devastadora; ha suscitado muchos enfermos, muertos, y ha tenido gravísimas consecuencias económicas, sociales y políticas. Ya he propuesto anteriormente llamarle sindemia porque la enfermedad no tiene sólo consecuencias sanitarias, y este concepto podría permitir afrontar todos sus aspectos simultáneamente, sin privilegiar uno sobre otro. Decíamos que en cada país la respuesta ha sido diferente, incluso con diferencias marcadas en el mismo continente y a veces aún en naciones vecinas. Observar lo que ha venido sucediendo en otros sitios y las diferentes respuestas que se han tenido, puede permitir hacer variaciones que podrán mejorar nuestra situación.

La gestión de la epidemia en México ha sido muy particular, incluso con aspectos o situaciones polémicas. El vocero de la Secretaría de Salud, el Dr. López-Gatell, e incluso el Sr. presidente López Obrador, han comentado que no se pueden hacer comparaciones con otros países porque son diferentes en número de habitantes –entre las cosas más notables–. Pero creo que sí es viable hacer comparaciones claras si realizamos indicadores epidemiológicos muy simples, como puede ser el número de casos por diez mil habitantes, el número de muertos por millón de habitantes y la letalidad –porcentaje de muertos por número de casos–; eso nos permite hacer comparaciones, con la salvedad de que la información pudiera no ser absolutamente precisa, pero también pudiéramos asumir que los errores son similares en casi todos los sitios.

Tiene la ventaja que puede realizarse por periodos de tiempo, ahora les muestro lo acontecido del 28 de junio al 12 de julio, último día con datos completos en la plataforma que utilicé como fuente datosmacro.expansion.com, una página fundamentalmente económica pero que durante la pandemia ha mantenido actualizados los datos acerca de la incidencia y la mortalidad por COVID-19. Realicé el ejercicio para intentar saber dónde estamos y quizá predecir hacia dónde vamos.  

En las tablas y gráficos que elaboré y ahora les muestro, podemos realizar observaciones interesantes y quizá sacar conclusiones válidas. Los países de Europa, Asia y América que escogí fue porque cuentan con datos a lo largo de toda la pandemia; me parece, siempre subjetivo, que muestran realidades que pueden ser dignas de comparación con nosotros y algunos de ellos son los países en donde la pandemia ha tenido mayores consecuencias.

Podemos observar que en China y Corea del Sur la epidemia está contenida, con una letalidad de 0 para China y menor de 1 para Corea del Sur, con un número de casos por cien mil habitantes y muertos por millón muy bajos. Al parecer no han bajado la defensa y siguen realizando búsqueda de casos y pruebas diagnósticas, pero de momento están solucionando un grave problema, se puede criticar el número de pruebas que realizan, diciendo que son muchas y costosas, o que sus medidas de aislamiento fueron tiránicas, pero obtuvieron resultados. En la India e Irán el problema se ha incrementado, aunque con menor intensidad a lo que algunos habíamos podido predecir, dados sus índices de pobreza y la fragilidad de sus sistemas sanitarios.

Un buen punto de comparación son los datos de Suecia y Noruega, en el primer país las medidas sanitarias fueron recomendadas pero voluntarias y el número de pruebas muy bajo, en Noruega el aislamiento fue obligatorio y vigilado, y la búsqueda de casos intensa e intencionada, las diferencias son notables; noticias recientes nos informa que Suecia ha sido aislada por sus vecinos cerrándole las fronteras. En Italia y España, que al parecer tomaron medidas tardías ante la pandemia, se ha ido logrando un control de la COVID-19 y están enfrentado casos después de la reapertura de las medidas sanitarias que, por cierto, con muchas críticas y dificultades fueron levantándose cuando existía un control de la enfermedad.

Portugal, que había tenido una gestión muy exitosa en la fase inicial, al parecer ha tenido una recaída, y ha sido interpretado como un levantamiento temprano del confinamiento, pero sus resultados no son malos. El Reino Unido no ha podido disminuir la mortalidad por millón de habitantes, aunque si la frecuencia de casos por cien mil habitantes, su letalidad a pesar de la excelencia del sistema de salud, es la más alta de la zona, ha sido todo atribuido a las medidas tardías tomadas al inicio de la crisis.

En América existen particularidades muy interesantes. Desde luego destaca que en Estados Unidos la pandemia ha ocasionado graves consecuencias; el número de casos por cien mil habitantes sigue siendo muy elevado, y que gracias a que tiene una letalidad muy baja, origina que el número de muertos no sea tan alto. Sabemos que hay estados en la Unión Americana que han conseguido mejorar la incidencia y la mortalidad, pero otros, debido a una inconsistencia a las medidas sanitarias, tienen una casuística muy mala. Los casos de Chile, Perú y Bolivia son tan malos que se ven parcialmente paliados porque tienen una letalidad baja.

El caso de México es alarmante, tenemos un número de muertos por millón muy alto, el más alto de la región, y entre los países que comparamos sólo detrás del Reino Unido. Un problema que no sabemos cómo evolucionará, es la relajación de las medidas sanitarias cuando se notifican un número de casos de contagio diariamente muy alto y una letalidad elevada. Me parece que el gobierno optó por la economía, en un falso dilema salud-economía, y levantó las medidas sanitarias precozmente. Así como la instalación de las medidas preventivas fue tibiamente impulsada, con la invitación al confinamiento y la supresión de actividades industriales; aunque con pobre respaldo desde la imagen gubernamental, el presidente y muchos de los ministros no las siguieron, la reapertura –insisto, precozmente instalada–, ha sido fuertemente impulsada; basta con ver comer en un famoso restaurante al titular del poder ejecutivo.

La respuesta de la sociedad ante las medidas sanitarias fue heterogénea, un grupo, quizá mayoritario, se confinó estrechamente, pero otro no lo hizo nunca y como era voluntario esto no tuvo consecuencia. La reapertura hecha con una frecuencia tan alta de casos por cien mil habitantes y una mortalidad por millón de habitantes tan alta tendrá consecuencias.

Emito mi opinión acerca de un marcador de la evolución de la pandemia y sobre el que se pretende tomar decisiones, y a partir del porcentaje de camas disponibles para atender a los pacientes con COVID-19. Desde luego, es un marcador fundamental para saber la capacidad de respuesta del sistema de salud, de manera que si hay cada vez más casos, más muertos y mayor letalidad, no puede tomarse en cuenta. Sería tanto como permitir una mayor velocidad en las carreteras porque los hospitales tienen camas disponibles para atender a los heridos, a los muertos ya no, producto de los accidentes automovilísticos.

 Por último, aprovecho la ocasión para recomendar un documento espléndido, “La pandemia en México: Dimensión de la tragedia”, producto de una nueva organización civil, Signos Vitales. El pulso de México, cuyo Comité Ejecutivo y Comité Asesor está constituido por brillantes profesionales de la política, la comunicación, la economía y la investigación. Tiene una visión crítica muy amplia y sustentada, y puede darnos una panorámica realista, aunque no estemos de acuerdo en todo.


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Recesión económica en tiempos de guerra ‘pandémica’

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Recesión económica mundial por covid-19 la peor desde la Segunda Guerra Mundial

Los estragos de la pandemia del covid-19 son generalizados y no sólo afectan la condición física de la humanidad, sino que ha tenido consecuencias catastróficas en las actividades productivas, llevando al mundo a un nivel de recesión económica sin precedentes, peor que la registrada en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

El oscuro panorama de la economía mundial para el 2020 fue revelado el lunes 8 de junio por el Banco Mundial augurando una caída Producto Interno Bruto (PIB) global se reducirá un 5,2 por ciento este año. El descenso responde a la suspensión de actividades que se adoptó para contener el avance de la pandemia a nivel internacional.

Según la edición de junio de 2020 del informe Perspectivas Económicas Mundiales de la institución financiera, esta disminución sería “la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial”. Además, los expertos señalaron que es “la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita”.

En este sentido, se vaticina que el ingreso que recibe, en promedio, cada uno de los habitantes de un país bajaría un 3.6 por ciento, lo que empujaría a millones de personas a la pobreza extrema durante este año. “Esta es una perspectiva profundamente aleccionadora, con la posibilidad de que la crisis deje cicatrices duraderas y plantee importantes desafíos mundiales”, señaló la vicepresidenta de Crecimiento Equitativo del organismo, Ceyla Pazarbasioglu.

Por otra parte, el Banco Mundial prevé que la actividad de las economías avanzadas se contraerá un 7 por ciento en 2020. Asimismo, se espera que los mercados emergentes y las economías en desarrollo se contraigan un 2.5 por ciento durante este periodo, reflejando “su primera contracción como grupo en al menos 60 años”.

Asimismo, la institución internacional advirtió que América Latina, Europa y Asia Central enfrentan riesgos de “efectos indirectos globales” debido a la gran dependencia del comercio, el turismo y los productos básicos.

¿Cuándo va a mejorar la economía mundial?

De acuerdo a las previsiones del Banco Mundial, “las repercusiones negativas” a nivel global “perderán intensidad durante la segunda mitad del año”. El informe considera que el crecimiento económico repuntaría un 4.2 por ciento en 2021.

Sin embargo, la institución aclaró que “las perspectivas son sumamente inciertas y predominan los riesgos de que la situación empeore”, tomando en cuenta la posibilidad de que el brote de covid-19 continúe por más tiempo. Bajo esta premisa, la economía mundial incluso podría contraerse hasta un 8 por ciento este año.

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Aceptar para transformar

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Soltar en estos tiempos es vital para nosotros como seres humanos y como empresarios. No podemos volver al mundo al que estábamos acostumbrados, porque ya no es el mismo. Tenemos que transformarnos para entrar en la “nueva normalidad” y sólo lo lograremos si lo aceptamos de una vez.

Dicen que el mundo nos afecta a todos para bien o para mal. Cuando lo hace de modo positivo, solemos decir que estamos bajo una racha de “buena suerte”, en donde todo aparentemente sale como queremos y esperamos: somos felices. En un polo opuesto, con una racha “negativa” encontramos dolor y sufrimiento, problemas, complicaciones gratuitas, eventos desafortunados.  Solemos creer que durante esos momentos tenemos una especie de nube lloviendo sobre nuestras cabezas y por lo mismo dejamos de ver lo positivo de esas circunstancias.

Carl Gustav Jung, uno de los padres de la psicología moderna, sabía de lo que hablaba cuando dijo que el ser humano invariablemente es transformado cuando se enfrenta a UN PROBLEMA. Así, mientras Einstein hablaba de la crisis como una bendición en la vida, Jung también creía que, al superar el obstáculo, saldríamos irremediablemente más fuertes de él.

“Lo que aceptas te transforma; lo que niegas te somete”.

aceptar el cambio
Ilustración: MIT Review.

Jung fue reconocido por sus estudios realizados en el campo de la mente y su interpretación. De hecho, admitía la creencia de que existía algo más entre los seres humanos, más allá del simple destino. Él defendía la idea de que todos los seres humanos habíamos llegado al mundo por y para algo; también decía que había una especie de fuerza cósmica gracias a la cual conoceríamos a muchas personas a lo largo de nuestra vida, y cada una de ellas tendría un propósito o una misión especial para enseñarnos a soltar y a ser más asertivos.

Aunque el campo de la psicología es uno de los campos que más se pueden refutar por la misma condición variable de los humanos –no es una ciencia exacta como las matemáticas, en la que en todas partes del mundo si quieres sumar 1 + 1 son 2), Jung daba cátedras sobre la aceptación de las experiencias negativas como catalizadores o transformadores de seres humanos. Explicaba también que estas vivencias negativas debían ser analizadas y aceptadas. Mientras más rápido comprendiéramos esto, más rápido seríamos capaces de salir adelante.

Como empresarios, hemos tenido unos de los momentos más críticos de nuestra historia. Por todas partes han caído negocios enteros, con tradición, negocios que considerábamos íntegros. Hemos visto videos en redes sociales de directores llorando por no tener dinero para pagarles a sus colaboradores, empleadores que tienen que despedir gente, locales vaciándose, anuncios de “SE VENDE” O “SE TRASPASA”.  Y en sí, cualquier número de noticias trágicas. La pregunta aquí sería: ¿Qué estamos aprendiendo en estos momentos y cómo saldremos adelante?

transformar el mundo
Ilustración: Hugo Herrera.

Con estas lecciones, según las conjeturas del psicólogo experto en el tema, nosotros deberíamos encontrarnos ya en el punto de la aceptación –cualquiera que sea nuestra situación–; ya que hemos vivido momentos complicados desde hace semanas. Según Jung, si algo negativo nos ocurre y somos lo suficientemente capaces de no interferir demasiado –de aceptar y movernos hacia un lugar seguro, con acciones pensadas y estratégicas–, estas situaciones se volverán impermanentes, o mejor dicho: pasajeras. Si nos replanteamos nuestras estrategias y aceptamos lo que viene; entonces, sin duda, tendremos un regreso más planeado y exitoso. Por ende, estaremos transformados en nuevos seres humanos, que aprendimos de la pérdida a no aferrarnos, a soltar lo que no podíamos sostener y a superar el mal trago para volvernos mejores empresarios.

Aceptando y transformando nuestro entorno en el menor tiempo posible nos hará mejores empresarios y mejores personas, sólo así estaremos listos para esta nueva era: La Era Post COVID 19.


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Demandar a China

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A la memoria de Héctor Fix Fierro,
jurista imparable, persona impecable.

Cuando una persona hace uso de mecanismos, instrumentos, aparatos o substancias peligrosas por sí mismos, por la velocidad que desarrollen, por su naturaleza explosiva o inflamable, por la energía de la corriente eléctrica que conduzcan o por otras causas análogas, está obligada a responder del daño que cause, aunque no obre ilícitamente, a no ser que demuestre que ese daño se produjo por culpa o negligencia inexcusable de la víctima.
                                                                            Art. 1913, Código Civil Federal.

A unos nos han robado tiempo, a otros normalidad, a muchos más empleos y negocios, a los más agraviados vida y salud de los cercanos, a casi todos ingresos, y a la sociedad entera tranquilidad. Hemos perdido amigos, familia, relaciones entrañables, nos han dejado mentes notables, hemos dejado de tener muchas cosas. Algunos han perdido todo.

Y sin embargo, extrañamente, los abogados subimos los hombros un poco, y luego, los dejamos caer.

denunciar a china
Imagen: Foreign Policy

En el estado de perplejidad que la pandemia nos ha inoculado, no acertamos aún a mirar el bosque. En las inusitadas consecuencias jurídicas que la emergencia ha provocado, nos hemos orientado a resolver, por mediación o litigio, rompimientos de contratos, incumplimientos diversos, despidos laborales, delitos emergentes; en fin, una larga secuela de casos que reclaman tratamiento legal para encontrar resarcimiento o reacomodo.

En esta montaña de desconcierto, nadie está volteando a mirar a China, que es el responsable directo de las calamidades y que debe responder jurídicamente por los daños causados. Esto no es causa de la naturaleza, ni de la fuerza mayor de un terremoto irresistible. No es un act of God convertido en tsunami o en incendio.

Dejemos de lado la polémica sobre el origen del coronavirus causante del COVID-19. Supongamos que no tiene origen en la manipulación de un laboratorio, sino que es de origen natural. Aun así, existe una responsabilidad de dimensiones históricas, en haber hecho un manejo tan inadecuado de la información que surgió sobre los primeros casos. Ocultamiento, confabulación, negligencia y mentira son los adjetivos más suaves que se usan para calificar el comportamiento que las autoridades de la Provincia de Wuhan –y las del gobierno chino– asumieron respecto del surgimiento de la incipiente epidemia. En ese proceso, muchos señalamientos apuntan a la complicidad de la OMS, que ha hecho un manejo desaseado e inexplicable de la emergencia.

Preguntas tan simples como “¿por qué se impidió a ciudadanos de Wuhan viajar a las grandes ciudades chinas, pero no a otros países?”, llenan de incertidumbre y alimentan la sospecha.

denunciar a china
Ilustración: Marta Monteiro.

En un escenario de este tipo, llama la atención la baja respuesta que no sólo México, sino el mundo entero, ha dado a la pandemia desde lo jurídico. Salvo algunos amagos del presidente Trump, que pasan más por sanciones económicas de revancha, hay un claro bajo perfil en las demás naciones.

Lo sorprendente, es que existe una amplia variedad de tratados internacionales y leyes internas que compelen a los gobiernos a actuar en defensa de los intereses de sus ciudadanos. La gama de acciones va desde una simple solicitud de extrañamiento al gobierno responsable, hasta paneles internacionales en la OMC (Organización Mundial del Comercio) para demandar resarcimientos de daños.

Estamos prestos a reclamar a España por la conquista, acaecida hace más de cinco siglos, pero no acertamos a preguntarle a China sobre su responsabilidad en estos eventos, que están comprometiendo la viabilidad de nuestro sistema de salud, colapsando nuestra economía y sacando de cauce la vida de miles de compatriotas.

¿No es tiempo de exigir explicaciones? ¿No es tiempo de preguntar? ¿Tendremos que promover amparos ante la omisión de nuestro gobierno de proteger a sus ciudadanos?


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El doloroso proceso de reapertura económica

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Crisis durante la reactivación económica después del coronavirus

El FMI anticipa una fuerte crisis durante la reactivación económica después de la pandemia del coronavirus, con quiebras de empresas y desempleo.

Una fuerte crisis se avecina durante la reactivación económica después del coronavirus covid-19, a las empresas se les dificultará reanudar la actividad económica, reencender las máquinas y mantener el ritmo de producción para una recuperación exitosa.

Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), alertó que en esta etapa de reapertura económica global se anticipan quiebras de las empresas que no lograron resistir, y por lo tanto, desempleo, lo que se traducirá en afectaciones para el sector financiero.

“Las implicaciones sobre el sector financiero llegarán. Vamos a ver problemas de reestructuras corporativas importantes en el sector turismo, la aviación, automotriz, etc. Puede empezar a tocar a instituciones financieras muy orientadas al crédito al consumo, a la evolución de la nómina”, dijo en el marco de una videoconferencia organizada por Área 9 Academia y la Universidad de Columbia.

Esas instituciones financieras bancarias y no bancarias, muy orientadas a este tipo de créditos, van a ir teniendo ciertos problemas y esto va ir afectando la evolución económica en la etapa de recuperación y la va hacer más lenta, muy probablemente, de lo que habíamos anticipado en una primera instancia”, advirtió.

En el caso de México, Werner apuntó que otro de los grandes retos que enfrentará la economía local es la reconstrucción de la confianza para los inversionistas.

“Los riesgos de distorsión de las cadenas globales de valor con la pandemia, revalora la cercanía geográfica y eso es benéfico para México, pero para capitalizarlo tiene que reducir la incertidumbre”, dijo.

Detalló que en la estabilidad macroeconómica, el sesgo político de los gobiernos en curso no la alteran; sin embargo, en la parte microeconómica, “hemos visto dudas que han generado cambios sobre los inversionistas, que es parte de esta incertidumbre regulatoria. Cuando tienes instituciones sólidas da más certidumbre y es una parte que hay que reforzar”, dijo el funcionario.

Situación delicada durante la reactivación económica después del coronavirus

En una videoconferencia organizada por la Confederación Nacional de Cámaras Industriales (Concamin), José Luis de la Cruz, presidente de la Comisión de Estudios Económicos del organismo, señaló que el escenario inmediato de la reapertura de la economía, programada para arrancar de forma gradual a partir del 17 de mayo, es el de un debilitamiento en la demanda de productos y servicios en el mercado interno e internacional, y se fundamenta en una frágil confianza para los siguientes meses.

“Es el primer indicador que está mostrando el grado de afectación económica que en las manufacturas se observó”, dijo.

En abril, el Indicador de Pedidos Manufactureros en México se ubicó en 42.7 puntos, el más bajo desde que se tiene registro en 2004, e hiló tres meses consecutivos debajo del umbral de los 50 puntos.

“Si no hay confianza en la inversión, evidentemente la generación de empleo, y el crecimiento económico asociado a ello, también se debilita”, dijo De la Cruz.

En el evento organizado por la Concamin, representantes de diferentes sectores confirmaron el difícil panorama económico.

A la primera semana de mayo, la industria de la aviación tenía en tierra al 80 por ciento de su flota y las pérdidas estimadas para este año alcanzan los 5 mil 300 millones de dólares, según la Cámara Nacional de Aerotransportes (Canaero).

Con el COVID-19, el 80 por ciento de los restaurantes del país están cerrados y más de 30 mil lo hicieron manera definitiva, ya que solo 10 por ciento está adaptado para el servicio de entregas o de listo para recoger; la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) estima que este año el PIB restaurantero caerá 30 por ciento, equivalente a entre 90 y 100 mil millones de pesos.

Por su parte, en los sectores de calzado y textil, el 70 por ciento de las empresas reportan caídas en sus ventas de entre 80 y 100 por ciento, y más de la mitad no están cobrando; en la industria del vestido, las ventas han caído en 95 por ciento, mientras que 95 por ciento de las empresas sufrió contracción del 100 por ciento en su cobranza, según datos de la Cámara Nacional de la Industria Textil (Canintex).

La industria de la construcción, con un impacto en 185 ramas de las 262 que tiene registradas el INEGI, llegó a la pandemia con un decrecimiento importante junto con toda su cadena productiva y a principios de mayo, al menos mil empresas de la construcción ya enfrentan serios problemas.

“Muy seguramente muchas de ellas ya no pueden sostener sus plantillas de trabajadores, estamos en una situación muy complicada”, dijo Eduardo Ramírez Leal, presidente de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC).

El impacto en el sector minero de mediados de marzo a mediados de abril, fue una caída de 47 mil 300 empleos y dos meses cerradas sus operaciones significa una caída de 2 mil millones de dólares en generación de divisas.

En el sector del autotransporte de carga, casi 58 por ciento de las microempresas redujeron su ingreso entre 91 y 100 por ciento, mientras que las pequeñas empresas lo contrajeron entre 71 y 80 por ciento, con datos al 15 de abril; además de que haber sido víctimas del asalto en carreteras.

Con información de Bloomberg

Tiempo de cuarentena

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Según la Real Academia Española, el término cuarentena no necesariamente hace referencia a cuarenta días en sentido estricto. Designa un periodo de tiempo en que, por razones de prevención, se mantiene aislamiento; probablemente, la cuarentena, en origen, sí duró cuarenta días en recuerdo de los que pasó y ayunó Cristo en el desierto. En el texto bíblico, son numerosas las referencias a los cuarenta días, más como un tiempo de prueba que como un retiro preventivo. En el Génesis (7:17), por ejemplo, se relata que Dios hizo que lloviera cuarenta días y cuarenta noches; en el Éxodo, donde se relata la salida del cautiverio del pueblo judío, se menciona que Moisés entró en una nube y que fueron cuarenta días y cuarenta noches las que permaneció en el Monte Sinaí (Ex. 24:18); Jonás recorrió la ciudad de Nínive y proclamó que dentro de cuarenta días, la ciudad sería arrasada (Jonás, 3:4). Todas las menciones a los cuarenta días, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, refieren a un periodo de probación, de desafío, de resistencia.

Atendamos entonces al tiempo, que es un no tiempo, de los relatos fundacionales: 40 días o 40 años designan una cantidad necesaria para probar que alguien es capaz de hacer frente a una o varias pruebas arduas. Aunque nuestro confinamiento relativo y semivoluntario es una prueba difícil, otros países se las han visto peores. Si queremos ver este tiempo como tiempo de productividad, considero que habremos caído en un grave error. Porque las pruebas no nos permiten la productividad en los términos en los que la demanda el capitalismo de la modernidad. No basta con ver el meme –por cierto, nada inspiracional– de “el que no salga de la cuarentena con un nuevo proyecto, un libro leído o sabiendo un idioma… bla, bla, bla” para ponerse los pantalones y comenzar la acción. Yo soy de las que ingenuamente pensó en el tiempo que tenía por delante como el ideal para escribir artículos, terminar todas esas lecturas pendientes, arreglar los clósets y ponerme a dieta. En realidad, el pensamiento de un tiempo indefinido que pasaría en un lugar indefinido me tenía bastante angustiada.

cuarentena y angustia
Ilustración: Sebastiano Monti.

Tampoco se trata de un tiempo de ocio, es decir, de un tiempo que podemos dedicar, por suspensión voluntaria de labores, a otras que no realizamos como actividad productiva. No es un tiempo para especular tranquilamente, porque lo último que tenemos es tranquilidad. Este tiempo es un tiempo de excepción y, a diferencia de cuando vivimos un desastre, un atentado o un cataclismo, este tiempo no tiene una duración que se marque a partir de una crisis, pues no sabemos en qué momento enfrentaremos la verdadera crisis.

Fernand Braudel en La historia y las ciencias sociales hablaba del acontecimiento como algo éclatant, brillante, como un fulgor que, de pronto, se extingue pero deja trazas de haberse encendido y es entonces cuando los historiadores despejan el humo para asomarse a conjeturar qué fue lo que sucedió allí. En este caso, no hay un acontecimiento fulgurante: tenemos una epidemia que, al cabo de los meses, se convirtió en pandemia y un cúmulo de teorías en torno a ella. Tenemos una construcción diaria de un proceso que, en cada país, va tomando proporciones distintas, que se politiza, que se extrema y que causa pánico en muchos.

El enemigo es, en ocasiones, una pequeña esfera crestada, presumiblemente de color verde, que se ha hecho ver a fuerza de los mass media y de la imaginación popular. Otras veces, el enemigo es el que tiene que salir a la calle a trabajar y representa un riesgo de contagio. Otras, es la autoridad sanitaria, de cuyos números se duda porque hay razones para hacerlo. En esa construcción diaria de la pandemia, hay días en que el protagonista es el virus, otros en que los villanos son quienes agreden al personal médico y otros los “irresponsables” (algunos sí, desde luego) que salen a la calle y que ponen en riesgo el encierro que “yo religiosamente he llevado”.

aislamiento y cuarentena
Ilustración: Tea Jurisic.

Vean cómo en estas narrativas, el verdadero protagonista soy yo y mi entorno amenazado, lo cual revela que en nuestro país no existe el concepto de responsabilidad social, no al menos como en otros ámbitos. Vean cómo en estas narrativas, lo que está en juego es la calidad del montaje para producir emociones, generar obediencia o bien, rechazo abierto a las medidas, ya por ignorancia, ya por negación, ya por ambas.

 ¿Y qué pasa después de la cuarentena? No sé; no sé lo que pasa al franquear esa barrera, porque cabalmente, y como la estemos llevando, nadie puede cantar victoria todavía. Sabremos que tuvimos relativo éxito una vez que las autoridades sanitarias declaren que podemos volver poco a poco a salir, y conste que no digo a nuestra vida normal, porque eso ya es diferente y la vida que teníamos antes no volverá. Después de los cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que había construido por instrucción divina; una paloma le trajo una vara de olivo. Tuvo que esperar varios días más hasta entender que el agua que inundaba la tierra se había secado y podía salir. Se tardó, pero hubo un después. Tras los cuarenta días que Moisés permaneciera oculto a la vista de su pueblo, bajó con las tablas de los mandamientos y un rostro tan resplandeciente que Aarón y los suyos tuvieron miedo de que se les aproximara. No era el mismo, pero hubo un después.

Lo que sabemos es que la vida no va a ser igual. Que muchas de nuestras prácticas sociales y en privado se van a modificar; que tendremos que construir sobre una economía en contracción, pero que eso es, a la vez, una oportunidad. A cada quien le llegará, a su tiempo, su paloma con una vara de olivo: nadie tiene que hacerse vegano, ni yogui, ni bajar 10 kg, ni obtener un grado en línea en esta cuarentena. Tampoco es obligación hornear pasteles ni hacer mandalas. Hay que resistir y sobrevivir de la mejor manera que podamos, con lo que tenemos y quienes tenemos a la mano, y esperar el fin de la prueba. Habrá un después.


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