Joe Biden

Las sociedades divididas

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Ante lo que parece una inminente victoria electoral, el sábado por la noche Joe Biden pronunció un discurso emblemático en la ciudad de Wilmington, al norte del estado de Delaware en la costa este de Estados Unidos. En su discurso, el candidato demócrata, y prácticamente presidente virtual de aquel país, hizo una petición sumamente relevante. Se dirigió en concreto a los votantes de Trump, pero también lo hizo indirectamente a todo el electorado y población estadounidense. “Démonos los unos a los otros una oportunidad, es hora de dejar de lado la retórica áspera, de bajar la temperatura, de vernos nuevamente, de escucharnos nuevamente”. Es un claro mensaje de conciliación, bienvenido en los tiempos que corren, pero que refleja una crisis coyuntural global.

sociedades divididas
Imagen: Brian Stauffer.

En los últimos años, los reportes periodísticos sobre elecciones nacionales alrededor del mundo incluyen, casi sistemáticamente, la palabra “polarización”. No mienten. Reflejan lo que cuantitativamente expresan las urnas en cada caso, y que se traduce en elecciones usualmente disputadas. Pero también son prueba cualitativa de dinámicas mucho más profundas. Estas elecciones disputadas son el síntoma de sociedades que se han dividido y que han encontrado fundamentos para permanecer así. Que la democracia desnude la diferencia no es novedad, de hecho es el escenario deseable. Y que las sociedades estén divididas, tampoco es nuevo. La diferencia es inherente a la coexistencia en sociedad. Entonces, ¿qué tienen de novedosas las polarizaciones contemporáneas y por qué son preocupantes?

El acento está en la forma. Y aquí, como en otros casos, la forma sí es fondo. La manera contemporánea de canalizar la división supone montarla sobre discursos de odio que no necesitan de argumentos, de racionalidad, y de hecho ni siquiera de verdad. En otras palabras, ésta es una de esas épocas en la que la mentira basada en mentiras es rentable políticamente. No sólo porque se vende como verdad, sino porque se compra como verdad. El contexto público se transforma en un mercado en el que charlatanes venden e incautos compran. En ese contexto, sin embargo, también existen y aparecen mensajes racionales, con menos falacias y más argumentos, pero orillados a competir en el mercado dominado por las mentiras rentables. No se está descubriendo el hilo negro al decir que la rentabilidad política de las mentiras funciona porque está capitalizando rencores acumulados en las últimas décadas.

pais polarizado
Imagen: Ryan García.

Estados Unidos y su elección son escenarios ilustrativos de esto, pero de lejos es el único caso. En México, con sus salvedades y particularidades, el escenario público reproduce prácticamente la misma fórmula. Por eso importa el llamado de Biden. No porque él o su gobierno puedan convertirse en el adalid de la reconciliación, sino porque un líder de ese tamaño, desde esa posición, está convocando a la reconciliación. El éxito del llamado no depende de Biden, pero sí importa que políticos desde la esfera política retomen un camino de mediación y concordia. Después de todo, si en la democracia las divisiones son normales y deseables, también lo es el diálogo y una eficiente contención de odios desde lo público.

La máxima aspiración no consiste en reconciliar, porque no estábamos conciliados antes. En general, venimos y continuamos sobre caminos de desigualdad, menosprecio, racismo, clasismo, violencia e injusticia. Sin embargo, un llamado a darse una oportunidad los unos a los otros, a vernos nuevamente y, sobre todo, a escucharnos nuevamente, es un buen paso en la dirección correcta. Las resistencias están siendo automáticas. Hace falta un vistazo brevísimo a la cuenta de Twitter del todavía presidente Trump. Sin embargo, vale la pena considerar ese camino, sobre todo considerando que el poder alrededor del mundo, la alternativa se pavimenta sobre los odios que han llevado a la peor cara del populismo. Mejor veámonos y escuchémonos unos a otros.


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La noche quedó atrás: El triunfo de Biden y su impacto global

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El triunfo de Joe Biden y Kamala Harris en las elecciones presidenciales de Estados Unidos me hizo recordar la novela: “La noche quedó atrás” (Out of the Night) de Jan Valtin, sobre la derrota del fascismo y la liberación del comunismo. La victoria de Biden-Harris es de la mayor transcendencia para ese país y para el mundo. En estas recientes elecciones estuvo en juego no sólo la presidencia del que sigue siendo el país más poderoso del mundo con aún una fuerte influencia internacional.

En esta elección estuvo en juego el futuro de la democracia, del Estado de derecho, la racionalidad política y la decencia en el quehacer público. Con el triunfo de Biden-Harris se recupera la voz del conocimiento científico, el combate al cambio climático, el poner fin a la destrucción del planeta, a la sobre-explotación de los recursos naturales y la degradación de los ecosistemas.

Asimismo, en esta elección se abre la posibilidad de revisar el modelo de desarrollo global para hacerlo sustentable y así desvincular el progreso, el bienestar y la prosperidad de la destrucción de la naturaleza. De trabajar por el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas de las sociedades sin destruir el medio ambiente y sin continuar rebasando los limites naturales del planeta. También se abre la posibilidad de revisar nuestros esquemas de crecimiento económico para lograr mayor justicia social, erradicar la pobreza y disminuir la desigualdad.

La tarea va a ser compleja. Volver a la razón y a la decencia no va a ser fácil ni en Estados Unidos ni en ningún otro país del mundo. Las sociedades de muchos países están profundamente polarizadas. El populismo, la demagogia delirante, la mentira como principio político operativo, “la verdad alternativa”, el odio, el insulto, la descalificación, la falta de respeto son prácticas corrientes en muchos países. Pero el triunfo de Biden en Estados Unidos es un principio, con impacto internacional, por la influencia de ese país.

Biden y Kamala Harris
Ilustración: Fabio Buonocore (Five Thirty Eight).

Los demócratas vencieron a Trump, que no inventó la polarización en su país, pero que se subió en ella para exacerbarla, a través del diagnóstico fácil, de la mentira y sobre todo del odio racista. Donald Trump es la expresión del neoconservadurismo norteamericano. Es una manifestación de la tradición racista, clasista, nativista de un sector de la sociedad estadounidense. Trump es la expresión del resentimiento de blancos pobres, sin educación universitaria, de fanáticos evangélicos de las áreas rurales del país que, ante su imposibilidad de entender un mundo cambiante y crecientemente complejo, se refugian en dogmas religiosos e ideológicos simples, se apoyan en las teorías de la conspiración para rechazar y condenar lo que no entienden. Pero Trump es sobre todo la expresión de grupos económicos que promueven tendencias libertarias que en realidad únicamente tienen interés en manipular a masas ignorantes para legitimar la mayor concentración del ingreso y de la riqueza de la historia contemporánea tanto en Estados Unidos como a nivel planetario.

Donald Trump representa al grupo político que se apoderó del Partido Republicano, desde la revolución conservadora de Reagan en los años ochenta, que promovió la globalización económica y que después se distanció de la misma en la medida en la que surgió la irrupción de China y la creciente competencia comercial y tecnológica de los países del Asia-Pacífico y de Europa que han desplazado a  Estados Unidos de numerosos mercados.

Biden-Harris encabezan una coalición muy variada de los demócratas que van desde el centro a la extrema izquierda y que tendrá numerosos problemas para lograr consensos. Además, enfrentarán a un poderoso partido Republicano que está lejos de colapsarse, en el que también hay numerosas contradicciones.

Hacia el interior de Estados Unidos, la labor de Biden-Harris es volver a unir a la población, de generar consensos en el centro del espectro político. El lado más positivo de la victoria de Biden-Harris es el de regresar a la racionalidad pública, de escuchar el conocimiento científico en la solución de la problemática, de volver al multilateralismo para la búsqueda de soluciones a los riesgos globales. Así, anunció el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París, lo cual hará posible la meta de evitar un calentamiento del planeta inferior a 1.5° Celsius o de 2° C a lo sumo. De lo contrario el planeta enfrentaría situaciones catastróficas en todos los órdenes. De igual forma, hará que Estados Unidos permanezca dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC), y principalmente volver a intentar rescatar a la economía mundial de la especulación financiera que la domina y la estrangula.

Trump en el abismo
Imagen: The Nwe York Times.

En la relación bilateral de México con Estados Unidos volverán a la agenda, además de las cuestiones financieras, comerciales y de migración, los temas del respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a la libertad de prensa, los derechos humanos, las cuestiones laborales, pero sobre todo la energía y el medio ambiente. Llegó el momento de impulsar gradualmente la transición energética.

Con la derrota de Trump se vence al fascismo post-moderno. La lucha no ha terminado, el aún presidente Donald Trump recurrirá a todas las medidas legales e ilegales, a todo tipo de trampas para revertir la decisión electoral o al menos para crear un ambiente de desestabilización, encono y violencia. Siempre ha recurrido a la mentira, lo volverá a hacer ahora más que nunca.

En un reciente conversatorio sobre las elecciones en Estados Unidos, comenté con Leonardo Curzio si éste es el inicio del fin del populismo, como lo conocemos actualmente. Lo plantee en el sentido de que con frecuencia acontecimientos como estas elecciones en Estados Unidos desencadenan tendencias globales. Curzio considera que no. Yo no estoy tan seguro. Tengo esperanzas de que esto sea el inicio de una ola que afecte a un buen número de autócratas.

“La noche quedó atrás” es el título de esta colaboración. Pero frente a las medidas que está tomando Trump, el título probablemente debía ser “¿La noche quedó atrás?”. Está claro que ésta es una lucha entre los principios democráticos y el fascismo post-moderno.


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Mercado celebra la mejor combinación

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Fuerte avance de los mercados

El escenario que parecía menor probable, surgió con una casi segura victoria mínima del candidato republicano Joe Biden por la presidencia de Estados Unidos; un Congreso dividido será el mejor para el mercado accionario en ese país. No por nada la fuerte recuperación observada la semana pasada en las Bolsas estadounidenses.

Si bien, Trump buscará descalificar el resultado, no se espera que el país entre en “caos” y la decisión definitiva tomará relativamente poco tiempo (días). El argumento de Trump de que no deberían ser contados los votos luego del martes 3 de noviembre (día de las elecciones), pues son “tardíos”, no tienen ningún sentido. Estos votos se llevaron a cabo antes, simplemente se tardan más tiempo en contabilizar. Los mercados han comenzado a reconocer que estarán teniendo “lo mejor de ambos mundos”. A continuación, las implicaciones de un congreso dividido, Biden teniendo que negociar con ellos, y Trump fuera de la presidencia:

Con Congreso dividido

Estímulos: Podrían tardar más en aprobarse y seguramente con un importe menor al que hubiera sucedido con la “Ola Azul” (Presidencia y Congreso en su mayoría Demócrata). Sin embargo, deberán ser aprobados por su importancia. El tema político en el mismo desaparece y ahora adquiere un carácter económico de urgencia.

mercado y joe biden
Imagen: La Jornada.

Alza de impuestos al 28%: La propuesta de Biden de aumentar impuestos corporativos del 21.0% al 28.0%, enfrentará ahora mayor oposición, pudiendo tardar varios meses para su aprobación (si es que se aprueban), o podría negociarse un alza menor.

Regulaciones: De la misma manera, la propuesta de regulaciones más estrictas a sectores como el tecnológico, podría tardar más y/o ser menos agresivas (por ello la fuerte alza de tecnológicas).

Plan de Infraestructura: Por otra parte, Biden seguirá con un agresivo plan de infraestructura que podría crear mayores trabajos y soportar una mayor recuperación económica en el 2021.

Sin Trump

Relación Comercial: Con Biden en la presidencia la tensión comercial disminuye. Antes de este año del COVID-19, los mercados sufrieron mucho con la guerra comercial entre China y Estados Unidos.

Regreso a Tratados Internacionales: Sin Trump, Estados Unidos podría regresar pronto a formar parte de importantes grupos que conforman tratados comerciales, protección de medio ambiente, además de mayor atención a temas de migración y salud.

Todo lo anterior en un contexto de tasas de interés en cero y de cercanía de la vacuna COVID-19… ¡Buenas perspectivas para el 2021!


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México y Estados Unidos. Los desafíos de una nueva relación

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La relación bilateral de México y Estados Unidos podría dar un vuelco a partir de los resultados de las recientes elecciones de aquel país, particularmente por la manera de hacer política del actual presidente y del que, casi con certeza, será su sucesor a partir del 20 de enero próximo.

Y es que son evidentes las posturas diametralmente opuestas de los, hasta hace pocos días, candidatos demócrata y republicano sobre asuntos clave de interés de la nación vecina, pero, sobre todo, el muy particular estilo de gobernar del presidente saliente, irreverente, mordaz, agresivo y proclive a la confrontación, frente a un político de carrera, centrado en la ortodoxia que, a diferencia de su oponente, ofrece una imagen de moderación, conciliadora y con enfoque reflexivo sobre los temas de la mayor relevancia para su país, tanto en lo interno, como en el ambiente global.

Pese a la actitud asumida por el actual mandatario, para impugnar la elección, cosa anunciada desde la campaña, todo apunta a que el demócrata Joe Biden asumirá el cargo como el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos y la Señora Harris como la primera vicepresidente, con un llamado a la unidad del pueblo norteamericano, tan deteriorada por la dinámica de alta conflictividad interna en la que se sumergió el proceso –ciertamente catalizado por el discurso disruptivo del candidato republicano– y más orientado a la concordia internacional.

Biden
Fotografía: Alto Nivel.

El virtual habitante de la Casa Blanca a partir del 20 de enero de 2021, no tiene gran problema en el diseño de su agenda, al menos para los primeros meses de su administración, basta con dar un giro de 180 grados a las posturas que el actual gobierno asumió durante su gestión, a saber: la polarización social interna; el posicionamiento sobre el cambio climático; la ruptura con la Organización Mundial de la Salud; el manejo de la pandemia; el tratamiento de la política migratoria; los derechos humanos y la relación con América Latina y El Caribe, entre los más relevantes.

Claramente, se advierte que el cambio de rumbo en la política del vecino país, ya anunciada desde los primeros discursos, tendrá repercusiones inmediatas en la relación con el gobierno mexicano, en principio, por la identidad mostrada por éste, con las políticas emanadas de Washington en temas bilaterales altamente sensibles, que alcanzaron, por momentos, abiertos tonos de amenaza y ofensa, con las cuales, aún en medio de candentes polémicas, México estuvo de acuerdo.

Es evidente, pese a los señalamientos en contrario, que la relación con el virtual próximo mandatario estadounidense es prácticamente inexistente y forjar un entendimiento, al menos cordial, no será nada fácil. En todo caso, podría esperarse un tratamiento diplomático a secas, basado en la visión, los objetivos e intereses del nuevo gobierno, quizás sin mayor acercamiento o incluso, con abierto desdén.

Trump despedido
Ilustración: Revista Gerente.

Las especulaciones, frente a un errático cálculo político, en cuanto a la futura relación entre ambos mandatarios, ya corren generosas augurando frialdad, en primer término, por la actitud, que se tomó como descortesía elemental, cuando en su visita a Estados Unidos, el presidente mexicano omitió, cuando menos, el saludo protocolario al candidato demócrata. En segundo término, por la cautela asumida ante el resultado electoral, para reconocer y felicitar el triunfo de Biden, en tanto no se resuelvan los procedimientos legales, lo que muchos interpretan como un tácito y esperanzado apoyo al presidente Trump.

Elemental sería suponer que ya la maquinaria diplomática mexicana, en su clásico trabajo prospectivo, tenga diseñados los escenarios y las estrategias consecuentes para acometer los retos que el futuro inmediato depara a nuestro país frente a su principal socio comercial, sempiterno e irremediable vecino, con visiones, no necesariamente convergentes, ante problemas comunes de gran y trascendente envergadura, especialmente para México, en un panorama asimétrico, con crisis económica, alto índice de inseguridad y violencia, con graves problemas de salud y elevada corrupción, que lo ubican en una sensible posición de vulnerabilidad y riesgo de confrontación interna.


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La colita del trumpismo

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En su tercer intento y a los casi 78 años, el demócrata Joe Biden logró convertirse en el presidente número 46 de Estados Unidos, en una de las elecciones más reñidas en la historia de ese país.

Biden se alzó con la victoria cuando contaba con 75,404,182 votos, un 50.7 % del total, mientras el republicano Trump había sumado 70,903,094, un 47.6%. Un cierre de fotografía.  

La diferencia entre Biden y Trump fue mucho más ajustada de lo que predijeron los sondeos, menos de 5 millones de votos, que es nada en un país de más de 300 millones de habitantes. 

El triunfo del binomio Joe BidenKamala Harris dio pauta para que una mujer, por primera vez, ocupe la vicepresidencia del país más poderoso del planeta.

Pero los triunfadores enfrentan un escenario poselectoral inédito en el país de las barras y las estrellas y con retos nada sencillos de resolver.

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Imagen: New Republic.

El primero es que su contrincante no acepta su derrota y, terco como es, hará hasta lo imposible por judicializar la contienda y llevarla hasta la Corte de Estados Unidos.

En este escenario, Trump tiene mayoría en la Corte, pero se ve improbable que llegue hasta esa instancia si no se aportan pruebas contundentes del presunto fraude que alega.

Otro desafío para los demócratas es atemperar al electorado perdedor, evitar manifestaciones que culminen en reyertas y encontronazos violentos siempre factibles en una sociedad armada.

Le urge al candidato electo consolidar la operación cicatriz para reconciliar, lo antes posible, a la sociedad estadounidense, porque terminó partida en dos tras la elección y, mientras subsista el alegato de fraude, seguirá vivo el encono.  

Todo esto hace impredecible el clima de la transición de poderes que, por primera vez, podría no ser pacífica como se ha dado siempre en Estados Unidos, sobre todo, conociendo el temperamento, los desplantes y el estilo Trump de hacer política.

El conflicto poselectoral, pase o no por la Corte de Estados Unidos, tiene que acabar antes del 20 de enero de 2021, fecha que fija la Constitución para que el candidato electo asuma el mando, es decir, hay 71 días para dirimir la controversia.

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Imagen: Joao Fazenda.

Por lo que respecta a México, si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador se precipitó al ir a Estados Unidos en plena campaña electoral, ahora ha actuado con extremada prudencia y, con razón, ha dicho que reconocerá el triunfo del demócrata hasta que sea oficial.

Obrador sabe de la peligrosidad del energúmeno presidente y nadie descarta que, en el lapso que le queda en el poder, cometa alguna locura o atropello contra México.

Además, parece que calcula que con el futuro presidente Biden, con quien ya tuvo contacto en 2012, no haya rencores ni venganzas y, por la plataforma política del demócrata, será viable un acuerdo migratorio que beneficie a los mexicanos y, en general, a la comunidad latina.

Lo cierto es que a pesar de que el estilo Trump: machista, prepotente, racista y supremacista, conecta con buena parte del electorado norteamericano promedio, el republicano cometió errores imperdonables que lo llevaron a perder la reelección y a convertirse en el primer presidente que no la logra en los últimos 28 años. 

El más costoso de todos, sin duda, ha sido el pésimo manejo de la pandemia que tiene a Estados Unidos como el país con mayor número de muertes en el mundo por coronavirus. 

Veremos cómo nos pega la colita del trumpismo, porque, por desgracia, todavía le quedan 71 días para insultar, indultar, golpear y hacer de las suyas.


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Biden, ¿futuro presidente? ¿Trump no logrará ser reelegido?

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No sé bien cómo funciona el sistema, pero la mayoría del pueblo en forma masiva votó NO TRUMP, porque debemos reconocer que Biden ya es un viejo caballo de la política, casi 50 años en ella y en lo personal se me asemeja al veterano y ya muerto Shimon Peres de Israel. Trump por su parte es un viejo, veleta y difícil de digerir. Ambos, prestemos atención, son personas mayores, en contra de la costumbre de tener candidatos más jóvenes, los cuales estimo que vendrán en las próximas elecciones.

En este momento, según la ultima actualización, la ventaja de Biden para convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos parece definitiva ya que 264 de los 270 electores son azules.

Personalmente prefiero a los demócratas, desde siempre, y sin que uno u otro presidente me afecten en algo personal, ya que nunca tuve problemas para visitar ese país y ya son aproximadamente 30 años desde que lo he visitado.

No deja de sorprenderme la cantidad de votos que obtiene Trump, un personaje conflictivo, violento e irrespetuoso. Y, pese a ello, ha logrado que mucho más estadounidenses voten que en el pasado y estoy convencido de que precisamente muchos republicanos no han votado por él (quizás los análisis que hagan los sociólogos y otros científicos demuestren eso).

elecciones
Imagen: Uno TV.

No desmentiré que incluso temo de que Trump gane las elecciones porque considero que aun y cuando en Estados Unidos viven muchísimos ciudadanos de origen africano, hispano e incluso de países del lejano Oriente, es un país racista y Trump, que aun siendo él mismo hijo de inmigrantes, está en la cabeza de los racistas y xenófobos, y como tal ha despertado mucha violencia que se manifestó incluso en las acciones que tomaron los comercios para proteger sus vidrieras en el día de las elecciones. La división en el pueblo es ahora profunda y sin duda es la herramienta utilizada por estos políticos que, declamando democracia, son adalides de las dictaduras y eso se aprecia en muchos países.

A esto se agrega para mí, como una clara manifestación de ignorancia, la alta cantidad de votos latinos a favor de Trump. Los discursos de Trump declarando que votar por los demócratas es entregar el país a los comunistas, a los castrochavistas, a los corruptos, etc.; aparentemente ha convencido a mucha gente y los medios de comunicación ponen el énfasis a los hispanos que provienen de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Sobre el voto judío no tengo información, aunque tiendo a pensar que, por naturaleza, la mayoría votará por el partido demócrata. Ante un acto de vandalismo en un cementerio judío el día anterior a las elecciones se publicó el siguiente mensaje: El Caucus Demócrata Judío de Michigan emitió un comunicado diciendo que estaba “indignado por la profanación”.

“No se equivoquen, este acto atroz se cometió en vísperas de las elecciones de 2020 para enviar un mensaje intimidatorio a los oponentes del presidente, y particularmente a los votantes judíos”, continuó el comunicado. “Pero ha fracasado. La comunidad judía de Grand Rapids no se dejará intimidar por este vil ataque contra Ahavas Israel. En cambio, los judíos de Grand Rapids, el estado de Michigan y todo el país acudirán mañana a las urnas para votar en contra de este presidente”. Y el odio, la violencia y el antisemitismo que tan cruelmente incita “.

Michigan es uno de los estados que Trump desea anular el conteo de votos.

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Imagen: RPP.

Israel es un país que depende mucho de Estados Unidos y hace unos días analicé que todos los presidentes de este país apoyaron a Israel, independientemente del partido político donde escribo: Observamos entonces que todos los líderes israelíes fueron cambiando durante los años y acomodándose a la conveniencia para el Estado de Israel y su pueblo.

Y desde esa perspectiva hemos escuchado al presidente de México, López Obrador, no manifestarse a favor ni en contra de los candidatos. Es decir, un verdadero diplomático. El enfrentamiento de Netanyahu con Obama fue desagradable y en el largo tiempo desconozco qué ventajas brindó a Israel. Siempre consideré que Netanyahu fue utilizado por el Senado Republicano opuesto al Presidente Demócrata. He leído una encuesta en la cual la mayoría de las personas en Israel prefiere a Trump, sin importar la orientación política del encuestado. En la siguiente nota se incluye el siguiente párrafo: Entre las acciones que destacó (Netanyahu) señaló la dura postura de EE. UU. hacia Iránel reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israelel reconocimiento de la soberanía israelí en los Altos del Golán, el respaldo a los los asentamientos en Judea y Samaria y los recientes esfuerzos por la paz entre el Estado judío y el mundo árabe.

La Bolsa de Valores en estos días ha sido el mejor índice de todos, nadie en el mundo de las inversiones lamenta que caiga Trump y están encantados de tener un presidente demócrata, experimentado y un Senado Republicano. Un balance perfecto para un país capitalista.


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El limitado progresismo de Biden

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Si Trump se reeligiera, sería incapaz de encauzar la recuperación post pandemia más allá de la simple gestión de la crisis; Biden por lo menos, tiene clara la necesidad de utilizar capacidades del Estado para afrontar algunos de los grandes problemas de su país, que no por casualidad son casi todos globales.

El mundo, con Estados Unidos todavía a la cabeza en poderío económico, científico, tecnológico y militar, enfrenta situaciones graves, como el colapso simultáneo de la oferta y la demanda, como una concentración de la riqueza fuera de control y la desaparición de millones de empleos; también la democracia y sus instituciones están en crisis en muchos países, como lo está el multilateralismo y por encima de todo, la emergencia climática que amenaza la supervivencia humana.

Biden tiene propuestas interesantes ante algunos de esos problemas, como el empleo y el calentamiento global, pero carece de un planteamiento sistémico como el que economistas e historiadores entre los que destacan Mariana Mazzucato, Joseph Stiglitz, Daron Acemoglu, y otros muchos están discutiendo en varios lugares.

La profundidad de los problemas obliga a refrescar conceptos y considerar reformas profundas para reorientar el sistema capitalista, aun cuando sean o parezcan, por el momento, de escasa viabilidad política. Lo bueno es que, de triunfar, Biden necesitaría, para contrarrestar el peso del trumpismo (resentimiento irracional de millones de excluidos), que se abra, al interior de su gobierno, la discusión sobre cómo hacer transitar su economía del bajo crecimiento al desarrollo.

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Imagen: Granma.

Lo inmediato para Estados Unidos y el resto del mundo industrial, es la recuperación económica; las que han seguido a cada recesión desde hace 40 años, han sido cada vez más lentas y flojas. Para que esta vez sea duradera, se tendrían que sentar bases para un crecimiento incluyente y menos desigual.

Se dice pronto, pero supone revertir la pérdida salarial que han sufrido los trabajadores en todo el mundo durante las últimas cuatro décadas, y elevar sustancialmente la calidad de los servicios públicos, cuya ineficacia evidenció la pandemia. Ello reforzaría la demanda solvente del mercado que es, al final del día, el mejor estímulo al dinamismo de las inversiones productivas.

Pero, además, la política fiscal no sólo tendría que fomentar esas inversiones como hasta ahora, sino incidir en su orientación para que favorezcan el bien común (Mazzucato). La política fiscal sería un instrumento para hacer evidente la asociación entre el Estado, las empresas y los trabajadores, la cual existe, pero sólo ha favorecido los beneficios privados.

 Avanzar en favor del desarrollo implica, ante todo, que el Estado intervenga, no sólo en las crisis sino en su prevención, recuperando capacidades institucionales que se han perdido –en México como en muchos otros países– al caer bajo influencia determinante de grandes corporaciones (Acemoglu).

El neoliberalismo se propuso poner la economía a salvo de influencias políticas, lo que dio lugar a recesiones, desigualdades y desprestigio de la democracia, al grado en que el trumpismo las ha llevado en Estados Unidos; del divisionismo nacional e internacional que ha provocado, Biden tendría que lograr la identificación de intereses propios del capital privado, público y laboral con los del bienestar general, y restablecer la cooperación multilateral para afrontar amenazas globales muy serias.


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¿Fin de la era Trump?

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Estados Unidos se apresta a celebrar su quincuagésima novena elecciones presidenciales este martes 3 de noviembre bajo un formato inédito del uso de mascarillas para la movilidad a los espacios asignados, el distanciamiento social como regla de “oro” para evitar el contagio del virus SARS-CoV-2, y el ejercicio global del sufragio a través del correo tradicional (al respecto diversas cifras revelan que una cifra récord del 76% “serán elegibles para recibir una boleta por correo”). Los protagonistas principales, el republicano Donald Trump y el demócrata Joe Biden se han valido de diversas estrategias que naturalmente han venido subiendo de intensidad y crispaciones sociopolíticas a medida que se acerca la fecha clave. 

Para empezar, me parece que la lógica del distanciamiento social ha venido tomando fuerza desde la prevalencia de la virtualidad y el teletrabajo producto de la Covid-19, debido a los confinamientos obligatorios; pero, además, a raíz de los imaginarios xenófobos que se han venido impulsando desde el pensamiento neocapitalista liderado por el actual inquilino de la Casa Blanca. Al respecto, Pía Taracena Goût, internacionalista de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México y colaboradora de El Semanario Sin Límites, sintetiza que son cuatro los temas centrales en política exterior impulsados por Trump: (1) Tensiones en la relación con China; (2) Tensiones con Irán y su postura en Medio Oriente; (3) El “amor” de Trump por los gobernantes autoritarios; y (3) Las presiones hacia sus Aliados y al sistema Internacional.  

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En disputa por la candidatura, Joe Biden vs. Donald Trump.

Nuevamente las encuestas han venido dando como favorito al contrincante de Trump –primero Hillary Clinton en 2016, ahora Biden–, no obstante, se ha podido observar que estas herramientas a favor de la movilización del pensamiento de la opinión pública han sido indeterminadas en los últimos años en la predeterminación de los candidatos vencedores, al menos en nuestro continente.

Bajo mi punto de vista, la actual pandemia podría ser determinante en la remoción de Trump como presidente de la nación norteamericana, pues ha minimizado la misma, privilegiando un capricho personal –consciente o inconscientemente–, lo cual evidentemente debería “despertar” en la ciudadanía “americana” el desapego de los valores promovidos por el dignatario norteamericano, relativo a potenciar la “vida económica” por sobre la “vida humana”. Ya lo hemos observado en su retórica recurrente de desmeritar –al menos en el espacio público mediático– el trabajo contra diversas infecciones, el trabajo de leyendas como el médico Anthony Fauci.

Lo que sí es cierto es que la democracia global no puede “avanzar” al ritmo requerido si líderes como Trump “coquetean” con ejecutorias –de mandatarios cuestionados por una creciente oposición interna– como las de su homólogo ruso Vladimir Putin. Lo que sí es cierto es que el presidente estadounidense ha sido “ferviente” actor del pensamiento paradójico: ejemplo de ello la relación crispante que sostuvo con el otrora presidente mexicano Enrique Peña Nieto. No obstante, parece “entenderse” en los aspectos básicos de los asuntos “de interés” con Andrés Manuel López Obrador, aunque con ideologías distintas, que interpretan lo acaecido y gestionado por parte de sus administraciones desde lógicas únicas que solamente caben en sus visiones (de ahí los sistemáticos “ataques” a todos aquellos agentes que buscan señalar sus errores y promover otras alternativas de gestión).

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Presidente de México Andrés Manuel López Obrador con su homólogo estadounidense Donald Trump.

En definitiva, para que haya menos dispersión en la gestión de los asuntos globales de interés general, Trump “debe irse”, lógicamente bajo el mandato del soberano estadounidense que tiene la potestad de hacerlo a través de los depósitos asignados para tal fin este noviembre 2020.

Posdata: De acuerdo a datos de The New York Times, la votación por correo en Estados Unidos se remonta a mediados del siglo XIX, “cuando otra crisis nacional impidió que los votantes emitieran sus votos en casa”.


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