psicología

Relaciones afectivas: el apego y la demanda del amor

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En el contexto de las relaciones interpersonales destaca por su importancia la relación que un individuo establece con la o las personas que le son más próximas, significativas y queridas. El tema es de enorme amplitud y profundidad. Se trata del amor y sus facetas de apego, compromiso, entrega, pasión, sensualidad, celos, revancha y tantas otras manifestaciones del vínculo afectivo primordial. El inabarcable e insaciable tema ha sido de interés y ocupación permanente para todas las actividades creativas que van desde las ciencias relacionadas a la reproducción de la especie y la sexualidad humana, hasta un vasto sector de las artes universales y la música popular como el bolero, sin olvidar, desde luego, las teorías derivadas o afines al psicoanálisis.

Para los objetivos de un proyecto sobre autoconciencia como el presente será importante vislumbrar de qué manera la conciencia de sí interviene en el vínculo afectivo y es agitada por éste. Pero aún esta empresa resulta demasiado imprecisa y extensa, por lo que ahora sólo abordaré algunas facetas académicas de interés interdisciplinario. No pretendo trazar un paisaje general del tema del amor pues va mucho más allá de mi limitada perspectiva, aunque reviste una importancia existencial central en mi vida, como para la mayoría de los seres humanos.

relaciones afectivas apego
Portadas del libro sobre John Bowlby de Frank van der Horst y de la edición castellana sobre el apego por la editorial Paidós.

Empiezo por el apego primordial. La “teoría del apego” fue desarrollada por los años 60 por John Bowlby, un psicoanalista inglés interesado en la ciencia de la etología, quien se planteó la necesidad de estudiar algunas nociones freudianas y en kleinianas con técnicas de las ciencias de la conducta. Asumió el audaz reto de abordar algunos planteamientos psicoanalíticos como hipótesis de prueba y consideró que el caso más viable era la relación entre la madre y su bebé que fuera destacada como un evento clave del desarrollo humano por Freud y sus seguidores con base en inferencias derivadas de observaciones clínicas en adultos. Bowlby realizó registros sistemáticos de la relación madre-infante en ambientes relativamente controlados, como los de un pabellón pediátrico. Sus extensos estudios establecieron, entre otros hallazgos, la ansiedad de separación, el patente estrés que muestran los bebés privados por periodos prolongados de la presencia de su figura de seguridad, usualmente de la madre. Estos estudios se relacionaron con una célebre investigación realizada en macacos de laboratorio por Harry Harlow que consistió en separar experimentalmente a crías de sus madres, lo cual llevaba a conductas de estrés, agitación y finalmente a una manifestación de depresión y desesperanza que podían ser parcialmente neutralizadas con muñecos sustitutos de la madre. El tema de las conductas de apego y separación, así como sus consecuencias en el comportamiento, el funcionamiento neuroendócrino y la maduración nerviosa se convirtió en un amplio terreno de investigación psicobiológica.

Harry Harlow apego
Harry Harlow con uno de los macacos infantes separados de sus madres y apegados a una muñeca sustituta (fotografía tomada de: Twitter).

Bowlby desarrolló la teoría de que los seres humanos nacen con un sistema innato de apego cuya función es promover una proximidad entre el bebé y su guardián(a) que garantice su sobrevida, sobre todo en condiciones de necesidad y estrés. Los infantes se apegan a sus proveedores de cuidados como figuras primarias de adhesión y vínculo, pero estos últimos varían en su comportamiento hacia el infante, principalmente en el caso de los humanos. Si la figura proveedora de cuidado y afecto es segura y confiable, el vínculo establecido da seguridad al infante para enfrentar los retos del desarrollo, y más en el ámbito de las interacciones y relaciones interpersonales. Pero si la figura de apego es inconsistente o está ausente, los infantes desarrollan un apego inestable, lo cual deriva en problemas de vinculación afectiva. Más adelante aparecieron evidencias de que, en efecto, las cualidades de seguridad o inseguridad desarrolladas durante el apego afectan a las auto-representaciones e influyen en las relaciones afectivas de adolescentes y adultos. La manera como los individuos se vinculan con compañeros escolares, amistades, novios, parejas sentimentales o sexuales y eventualmente con sus propios hijos e hijas, está influida por los diferentes estilos de apego.

Los compromisos adquiridos por una persona forman parte de su red de creencias y de sus ligas con el mundo, en especial con el entorno social y cultural. Los compromisos explícitos son declaraciones sobre conductas y sentimientos continuados y dirigidos. La palabra compromiso evoca una intención recia, enfocada y duradera, usualmente acompañada de un propósito y un plan de acción, así como de una declaración verbal y formal sobre el vínculo que se propone establecer y se pacta explícitamente con una persona, ideología o creencia. Este tipo de declaraciones suelen estar cultural y ritualmente formalizadas, sea en forma de votos religiosos, juramentos civiles o promesas verbales directas. Sin embargo, en muchas ocasiones los involucrados rompen su compromiso o lo profieren sin plena convicción, como sucede de manera bastante frecuente en el matrimonio o en los votos religiosos de castidad o de obediencia. Es posible que, si bien el deseo y la intención son genuinos en el momento que los compromisos se profieren, quienes los toman desconocen los requisitos cognitivos y emocionales involucrados en la consecución de los objetivos que prometen.

matrimonio relaciones afectivas apego
El matrimonio, compromiso ritual y ceremonial de múltiples culturas (fotografías tomadas de: Pxfuel).

Una de las necesidades primordiales de la mayoría de las personas es el tener relaciones íntimas que contribuyan a su existencia más plena. Decía Doris Lessing en El cuaderno dorado: “Todo el mundo piensa esto: ‘yo deseo que haya una sola persona con la que pueda hablar y que realmente me comprenda y sea amable conmigo.’ Esto es lo que la gente realmente quiere, si dicen la verdad.” Idealmente una relación satisfactoria implica la interacción de dos seres humanos independientes y maduros deseosos de compartir cariño, goce, cuidado y apoyo. Para que la relación sea viable en este sentido, parece indispensable que cada miembro de la pareja perciba con claridad al otro y renuncie a la expectativa de que éste satisfaga todos los objetivos de su propia vida. Sin embargo, la situación ideal es muy difícil de alcanzar y dista de ser una realidad para la mayoría de las parejas establecidas, cuyos integrantes deben practicar acomodos difíciles que requieren de autocrítica, adaptación del propio yo, negociación y buena voluntad. Esto hace de la relación de pareja y matrimonial un terreno de convivencia espinoso, pero que presenta oportunidades inéditas de crecimiento y maduración personal.

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Portadas de los libros del científico evolucionista Robin Dunbar y la escritora y Premio Nobel de Literatura Doris Lessing, sobre las dificultades, retos y oportunidades del amor de pareja.

El conocido biólogo evolucionista, primatólogo y neurocientífico social Robin Dunbar ha propuesto el valor evolutivo y adaptativo que tiene la pareja humana precisamente por las demandas que instituyeron las relaciones diádicas para la conciencia y la autoconciencia durante el desarrollo evolutivo del cerebro en los homínidos. En buena parte de su extensa obra, la citada Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura, ha explorado el valor de esta ancestral convivencia y confrontación de poder, en la cual el hombre intenta detentar el mando, pero la mujer aventaja en perspicacia.


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En la autoimagen corporal de una persona se distingue la apariencia de su rostro, la parte del cuerpo más expuesta a la vista de los otros. Además de los rasgos faciales individuales, tal apariencia entraña una valoración estética, uno de los atributos más relevantes de la conciencia de sí y que engendra consecuencias sustanciales sobre las actitudes, percepciones, experiencias y comportamientos sociales de la persona.

La valoración estética del rostro constituye una de las motivaciones más básicas y arcaicas de la especie humana porque soporta una gran carga simbólica: “el mal y el bien en la cara se ven”. Es así que desde Cicerón se supone que “el rostro es el espejo del alma” y a lo largo de la historia y lo ancho de la geografía ha ocurrido una equiparación entre la belleza y la bondad, o entre la fealdad y la maldad, que inunda mitos, narraciones o artes visuales y aún impacta la vida social. En efecto, se conoce que, independientemente de su bondad o inteligencia, las personas hermosas (del latín fermoso: bien formado), tienen mejores evaluaciones, desempeños y remuneraciones en la vida laboral. Para los actores y particularmente para las actrices, el atractivo físico es determinante de su contratación, publicidad y del éxito de las películas que protagonizan, además de convertirles en compendios de belleza y focos de admiración o aún adoración para ciertos miembros de la población, sobre todo los más jóvenes.

hermosura del rostro
La actriz Hedy Lamarr, considerada epítome de la belleza femenina, en 1944 (Wikipedia). El actor Marlon Brando hacia 1955, considerado epítome de belleza masculina. (Wikipedia).

Los incontables concursos de belleza, la profusión de cosméticos, o la creciente importancia de la cirugía plástica y la ortodoncia atestiguan el valor social que tienen la belleza del cuerpo y en especial del rostro. Sin embargo, esta sobrevaloración tiene fuertes detractores en algunos colectivos, académicos, feministas y religiosos. La polémica implica condiciones y consecuencias muy profundas para la autoconciencia porque la valoración del propio rostro, siempre graduada en comparación con la de otros y en referencia a ellos, impacta la imagen corporal, la actitud social y las interacciones del sujeto.

Un punto central y relevante en este tema es el modelo o estándar de belleza facial contra el que se compara la representación de un rostro, tanto el propio como el ajeno. En este sentido es ilustrativo examinar si, como afirmaron entre otros David Hume y Oscar Wilde, “la belleza está en el ojo del observador”. Este dicho proclama que la belleza no es un factor objetivo situado en el mundo externo, sino que es un hecho subjetivo prescrito por la valoración del observador. Si esta noción fuera verídica en el caso del rostro, estaría supeditada a un modelo asumido e implícito de belleza facial. Para puntualizar esto, es importante referir que desde Francis Galton en el siglo XIX se ha realizado una investigación muy extensa de los rasgos que se consideran atractivos en un rostro humano mediante técnicas fotográficas y computacionales.

Los rostros promedio se consideran más hermosos que los que les dieron origen y mientras más rostros se promedien más atractiva resulta el resultado. Ejemplos del prototipo femenino (izquierda), del prototipo masculino (centro) y del andrógino (derecha) (fotografías tomadas de: Plos One).

Los tres rasgos más estudiados y establecidos de belleza facial son el promedio, la simetría y el dimorfismo sexual. El promedio se refiere a que se califican como más atractivas las caras que resultan del mayor número de rostros equiparados. Este efecto se demuestra al realizar una síntesis de fotos reales en un rostro promedio o cara quimérica que elimina las diferencias individuales y conserva las generales. La simetría se refiere a la similitud que tienen la parte derecha e izquierda del rostro cuando se divide en dos mitades por la línea media. Al realizar caras compuestas de los dos lados derechos y de los dos izquierdos se hace patente que los rostros asimétricos son menos atractivos que los simétricos. El dimorfismo sexual consiste en las diferencias entre el rostro masculino y el femenino y que se revela en las caras quiméricas de hombres y mujeres. Si bien las caras promediadas resultan más atractivas que cualquiera de las iniciales y verídicas, la faz resultante resulta aún más atractiva si se exageran los atributos más femeninos o masculinos. Estos tres rasgos de belleza y atracción se han tomado como indicadores biológicos y en especial hormonales que se asocian a una mayor fertilidad, potencial reproductivo y de crianza. Es posible que existan otros factores adjuntos.

Einstein y Marilyn
Imágenes de Einstein y Marylin Monroe (originales arriba al centro) compuestas de dos mitades o hemifacies derechas (abajo a la izquierda) y dos mitades o hemifacies izquierdas (abajo derecha). Las mitades derechas resultan más parecidas al original y la diferencia expresa la asimetría del rostro, que es uno de los factores objetivos de su atractivo (tomadas de: Faraday).

Pero no todo es innato y genético en el modelo de rostro ideal, pues éste se modifica durante el crecimiento de acuerdo con la experiencia de cada individuo en relación al tipo de personas y rostros que encuentra en su vida y a los parámetros estéticos prevalentes de su cultura y que hoy en día se presentan profusamente en revistas de modas, anuncios comerciales, la televisión o las películas “románticas”. De esta manera, la exposición del individuo a su hábitat humano durante el desarrollo puede reforzar o corregir el modelo de rostro atractivo. En suma: la efigie ideal parece tener elementos universales e individuales que inclinan a cada persona hacia cierto prototipo de rostro como epítome de belleza, lo cual seguramente tiene consecuencias en el enamoramiento y la selección de pareja sexual o parental. Puede parecer una exageración y una simplificación decir, como lo afirmó Milan Kundera, que cuando uno está enamorado, está enamorado de un rostro, pero si bien La Bella se enamora de la personalidad de La Bestia, satisface que al final de la fábula se rompa el hechizo y ésta se convierta en un hermoso príncipe. Ambos resultan bellos… y buenos además.

El cotejo frecuente que hace una persona de su fisonomía en relación a la de los demás afecta la representación que tiene de sí misma: entre guapos uno se siente feo y entre feos, guapo. Algunas investigaciones han mostrado que si se les solicita a miembros de parejas de larga duración que seleccionen las fotos de múltiples rostros que les parezcan más atractivas, el promedio de ellos es similar al rostro de la pareja. Más aún: las personas eligen como más atractivos los rostros que se asemejan más a sí mismos. Esto implica una forma de homogamia que se expresa en el aforismo “like mate with like” (lo similar se aparea con lo similar) y que funciona en muchas especies animales, incluyendo en alguna medida a la humana. Los biólogos evolutivos han determinado que la consanguinidad humana juega un papel importante en la evolución porque cuando ésta es muy elevada, como en el caso de hermanos, o cuando es muy lejana, hay menos descendencia que cuando hay una consanguinidad moderada.

memoria del rostro
Fotografía (izquierda), autorretrato de memoria (centro) y autorretrato con espejo (derecha) de un estudiante de arte. En los dibujos se aprecia una exageración del tamaño de los ojos y labios así como una línea mandibular más estilizada (tomadas de: Research Gate).

Hay evidencia experimental de que la mayoría de las personas mantienen una imagen de su propia apariencia, en especial de su cara, más bella que la verídica, lo cual explicaría la creencia de que uno no es muy fotogénico, porque al verse en una foto considera que la imagen no le favorece ni le hace justicia. El reconocimiento de la propia cara es mejor cuando se compara con imágenes discretamente modificadas para exponerla con ojos más grandes, narices más pequeñas y apariencias más atractivas. Esto concuerda con las observaciones de que los autorretratos dibujados de memoria suelen ser más atractivos que las caras originales y verídicas, precisamente porque acentúan estos rasgos. La discrepancia entre los rasgos reales e idealizados implica que la representación del propio rostro es más atractiva que la verídica en la mayoría de las personas y probablemente redunda en un ego más aceptable y una mayor asertividad social. Y así, seguimos documentando que las personas tienden a concebir una imagen más seductora de sí y para sí. “Muy bien, míster DeMille, estoy lista para mi closeup.”

close up
“De acuerdo, señor DeMille, estoy lista para mi closeup.” Famosa frase de Norma Desmond (actuada por Gloria Swanson) en la película Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). La imagen es un fotograma de la pose del personaje una vez que dice la frase (fotografía tomada de Wikimedia).

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La energía que invierten en ejercicios, dietas, atuendos, peluquerías, cosméticos o maquillajes revela la importancia que las personas otorgan a su aspecto, elegancia e identidad públicas. La apariencia personal es una cualidad recursiva y referencial; es recursiva porque constituye la imagen o representación de la propia figura, facha o semblante, y es referencial porque, en ese teatro imaginario o “gran simulacro” del aspecto externo, el sujeto conjetura tácitamente cómo lo perciben y juzgan los demás, y actúa en consecuencia: “El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores”, dictaminó Shakespeare en Como gustéis. De hecho, uno de los sentidos del término autoconsciente en el habla popular y cotidiana se refiere específicamente a cómo supone una persona que los demás perciben y juzgan su aspecto, su personalidad o sus capacidades. A pesar de que estas atribuciones no siempre se justifican por la conducta o el discurso de los otros y son más bien imaginarias y proyectivas, tienen un peso inusitado en la vida de casi todos nosotros.

El reconocimiento y la representación de la propia cara es un parámetro dominante del autorreconocimiento, de la imagen corporal y de la identidad e identificación propias, tal y como se acredita oficialmente en credenciales, pasaportes, diplomas o licencias de conducir. Los rasgos faciales permiten el reconocimiento tanto de la persona para sí misma como para los demás y son muy significativos no sólo por permitir su identificación, sino también por su valoración estética. De esta manera, la fisonomía del rostro y su adivinada belleza o fealdad juegan un papel fundamental en la autoimagen y, como consecuencia, en la actitud y comportamiento de la persona en su ámbito social.

rostro de dali
Los rasgos y actitudes faciales son la señal más inmediata y contundente de identidad de una persona. Autorretrato de Salvador Dalí (tomado de Pxfuel).

La cara tiene un significado muy especial para la gente. Una de las primeras acciones que las personas suelen realizar tras despertar en la mañana es mirarse al espejo, apreciar cómo se encuentran y proceder a “arreglarse”, o sea… a reparar los desperfectos. El reconocimiento no sólo sucede por vía visual, pues el sujeto siente su rostro y al tocarlo comprueba que concuerdan su tacto y su vista. Ese rostro actualizado por la anuencia de varios sentidos con la memoria es componente fundamental de la identidad propia que, lejos de ser fija, se recalibra con el tiempo, la edad y las circunstancias. Aunque aún no se conoce bien cómo los individuos representan su propia cara, la investigación científica ha confirmado la importancia del propio rostro y establecido algunos de sus fundamentos. Es así que, mediante técnicas computacionales ha sido posible manipular los rasgos faciales en imágenes verídicas y modificadas, lo cual permite establecer algunos elementos de la representación del propio rostro.

rasgos
Cambios en los rasgos de la cara en relación a la imagen original o “verídica” a la izquierda. Los cambios aplicados a los ojos, boca o nariz y a los tres en conjunto (EMN) generan rostros ligeramente distintos con los cuales el sujeto puede identificarse o compararse (figura tomada de Felisberti y Musholt, 2014).

Las personas reconocen con mayor celeridad su propia cara que las caras ajenas y el reconocimiento es más rápido en individuos de culturas occidentales en comparación con orientales, lo cual se interpreta en términos de la importancia concedida al individuo en relación al grupo social. La percepción de la propia cara difiere de las ajenas porque el sujeto puede ver directamente los rostros de los demás, en tanto que sólo puede visualizar el suyo de manera indirecta. Se sabe que el procesamiento cognoscitivo y cerebral de la propia cara y de las otras son procesos separados. En un estudio de imágenes cerebrales se comparó la actividad cerebral de sujetos en tres condiciones: el reconocimiento de la propia cara, el reconcocimiento de rostros familiares y la percepción de caras desconocidas. La exposición a caras desconocidas activó la base del lóbulo occipital confirmando que ésta es un área involucrada en el reconocimiento del rostro humano en general. El reconocimiento de una cara familiar comparado con el de desconocidos involucró a las zonas mediales del cerebro y el lóbulo de la ínsula. Finalmente, la exposición a la propia cara en comparación con las caras familiares activó la circunvolución superior derecha y la medial del lóbulo frontal.

Motoaki Sugiura
Motoaki Sugiura y su esquema de tres sistemas o esquemas que intervienen en la construcción de un self social y las tres redes neuronales que los implementan.

Con base en una extensa experiencia con imágenes cerebrales obtenidas en sujetos sometidos a tareas de reconocimiento del propio rostro y en una valoración de la literatura disponible, Motoaki Sugiura de la Universidad Tohoku en Sendai ha llegado a una conclusión relevante. Las imágenes cerebrales orillan a abandonar el concepto de un self unitario y apoyan la idea de que hay varias categorías de identidad, autorreconocimiento, autoimagen o relación con los otros, cada una de ellas fundamentada en un proceso neuronal distinto. Sugiere entonces que tres sistemas distintos intervienen en la representación del self y estos se pueden aplicar al reconocimiento de la propia cara. Uno de ellos es el reconocimiento de la propia fisonomía, lo cual activa partes de las cortezas motoras y sensoriales como expresión de una comparación entre lo que el sujeto percibe y el esquema de su cara en la memoria. Un segundo sistema de reconocimiento toma la apariencia del propio rostro en referencia a su papel interpersonal. El tercer sistema es el de valoración social y opera cuando las personas se percatan del efecto que tiene su presencia y su apariencia sobre los otros, lo cual constituye una parte importante de su autoconciencia social. Sugiura concede relevancia no sólo a las zonas del cerebro que se activan, sino a aquellas regiones que se desactivan o inhiben en el reconocimiento, y apunta que múltiples estudios de activación regional del cerebro han mostrado que la corteza del hemisferio derecho está involucrada en el el reconocimiento de la propia cara cuando ésta se distingue de las caras ajenas. Sin embargo, no hay un área única o especializada en el reconocimiento del propio rostro, sino que, dependiendo del contexto y del objetivo, diversos sistemas se enganchan para realizar la tarea requerida.

Ruborizarse
Ruborizarse es una reacción autonómica que ocurre durante emociones de vergüenza o culpa y de exposición no deseada, por lo que suele ocultarse con las manos. Implica la existencia de un yo social (figuras tomadas de Wikipedia y Sipse).

Me parece relevante mencionar una afección transitoria del rostro que requiere y expresa de manera automática la existencia de un yo social. A partir de los 5 años de edad la mayoría de los personas de ambos sexos se sonrojan en público en circunstancias de exposición indeseada al experimentar emociones sociales como vergüenza, culpa o modestia. En La expresión de las emociones en el hombre y los animales de 1872, Charles Darwin consideró que ruborizarse es la más humana de las expresiones de la emoción:

Lo que precipita el sonrojo no es un simple acto de reflexionar sobre nuestra propia apariencia, sino de pensar sobre lo que los otros piensan de nosotros: En la soledad absoluta la persona más sensible sería indiferente a su propia apariencia. Sentimos la culpa o la desaprobación mucho más que la aprobación y, en consecuencia, los comentarios derogatorios o el ridículo, sea de nuestra apariencia o conducta, causa nuestro sonrojo mucho más que el halago.

Esta vasodilatación facial transitoria acontece cuando la persona se angustia por dar una impresión negativa, pero también, como lo observó Darwin, puede presentarse cuando se le adula. Es una afección involuntaria cuando cae sobre el individuo una atención no deseada y se acompaña de sensaciones de sofoco, incomodidad, vulnerabilidad y amenaza tan severas que algunos desarrollan eritrofobia. “El que se ruboriza, ya es culpable: la verdadera inocencia no siente vergüenza por nada” decía Rousseau; sin embargo, el sonrojo se valora positivamente como signo atractivo de calidez y sinceridad. Los científicos deberíamos ruborizarnos al no conocer mejor su función adaptativa o su precisa conexión con la autoconciencia.


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Malabarismos optimistas

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La psicología del optimismo es interesante. Se trata de una actitud, las más de las veces consciente, que utiliza cualquier subterfugio lógico para construir una salida positiva frente a una dificultad, por más difícil que sea el escenario que se enfrenta. 

Por sí mismo, ser optimista no constituye un problema mayor, por el contrario, ser una persona entusiasta ayuda a ser proactivo, a tener fuerza y hasta coraje para encarar situaciones y pérdidas mayores. Sin embargo, hay ocasiones en que la lógica del “vaso medio lleno” se transforma en una negación de la realidad, una herramienta adaptativa antes que una auténtica posición reflexiva. Es así como, el conjunto de bienintencionados intentos por afrontar un momento de profunda precariedad social, política, económica y sanitaria, como la que enfrentamos hoy, la mayoría de quienes vivimos en nuestro planeta, puede convertirse en un peligroso juego que, antes que superar dichas situaciones, termine por agravarlas severamente.

optimismo o mediocridad
Imagen: Pinterest.

Al igual que el “buenismo”, con su tolerancia y benevolencia hacia conductas inadecuadas y la consiguiente falta de rigor intelectual para analizar los hechos producto de éstas; el creer que las pulsiones desiderativas son suficientes para cambiar el devenir de una situación, constituye una posición psíquica adolescente. La necesidad, el deseo, las ansias, sin esfuerzo y sacrificio, rara vez logran el resultado deseado.   

Latinoamérica, históricamente ha pasado anhelando y fantaseado lo que queremos que ocurra o deje de acontecer, pero rara vez nos hemos tomado en serio a nosotros mismos. Por lo general, de México a Chile, pasando por Argentina, el Perú, Venezuela o Cuba, todos nosotros nos hemos dejado encandilar por soluciones cortoplacistas, por caudillos, guerrilleros heroicos, movimientos sociales efervescentes y recetas varias sean estas socialistas, nacionalistas o libre mercantilistas.

Desde siempre, nos hemos llenado de espejismos optimistas y hemos buscado rendijas de esperanza en los pequeños porcentajes de luz que, nuestras precariedades endémicas, nos muestran, cada cierto tiempo, encandilándonos y haciéndonos creer una y otra vez, en Papá Noel, los reyes magos, Santa Claus, o cualquiera de los arquetipos del facilismo que, como niños, buscamos para, por “arte de magia”, cambiar nuestra realidad y futuro.

No se trata de no tener fe o esperanza, muy por el contrario, las utopías, personales y colectivas nos son esenciales para alcanzar nuevas etapas de crecimiento y desarrollo.  Pero la visión, los sueños, que como individuos y sociedades podamos tener deben estar cimentadas sobre la realidad, no sobre la meta a la que queremos llegar. 

optimismo en pandemia
Ilustración: Morph Art.

Hoy por hoy y en particular, mañana, cuando la primera ola de la pandemia comience su retirada de nuestro continente, nos encontraremos frente a un desafío de proporciones gigantescas. Todo lo que construimos durante las últimas décadas estará amenazado, no sólo por la gran crisis económica que experimentaremos, sino por una nueva epidemia: el populismo. Sea éste de izquierda o de derecha, nos ofrecerá y prometerá soluciones simplistas, superficiales, cortoplacistas. Lleno de consignas y “fuegos de artificio”, la retórica populista utilizará la rabia, la frustración y el miedo de los millones de desempleados y ciudadanos empobrecidos de nuestras naciones, para ofrecer optimismo y esperanza fácil.  

Como tantas veces en nuestra historia, pocos líderes políticos hablarán de “sudor y lágrimas”, de esfuerzo colectivo, de planificación, de reflexión, ni mucho menos de grandes acuerdos nacionales. 

Nuestros países, con sus distintas idiosincrasias, culturas, estado de desarrollo basal y propia historia, tendrán en el corto plazo la oportunidad de elegir, cada uno, a su ritmo y manera, si quieren seguir viviendo en la eterna promesa del optimismo y su comodidad inherente, o se toman en serio su destino, rechazan la oferta populista y aceptan que el futuro se sueña, diseña y construye. Improvisar para la urgencia o planificar para lo importante, el camino inevitablemente se abre en dos.

El optimismo, si quiere cimentarse sobre bases sólidas, necesariamente, debe desconfiar de sí mismo. 


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Anatomía de la reflexión sobre uno mismo y los demás

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He venido repasando que la investigación cerebral proporciona información relevante para el mejor entendimiento de la conciencia de uno mismo y de los otros. En esta ocasión bordaré sobre este tema a partir de un artículo publicado en 2013 por Joseph Moran, William Kelley y Todd Heatherton sobre los fundamentos cerebrales de la autorreflexión y la reflexión sobre los prójimos cercanos. Estos investigadores argumentan que la investigación actual proporciona conocimientos necesarios para saber cómo el cerebro implementa los procesos psicológicos de la autorreflexión y para elaborar nuevas formas de analizar esta fascinante función.

Los autores destacan inicialmente dos hallazgos; el primero se refiere a una red cerebral conocida en inglés como default mode network, que traduzco como red basal, y el segundo a un grupo de estructuras de esa red que se activan cuando las personas se encuentran reflexionando sobre sí mismas y sus características de personalidad, pero no cuando piensan de manera general e inespecífica sobre el yo o la autoestima. Las áreas del cerebro que se activan sólo durante la autorreflexión son la corteza prefrontal medial y la corteza parietal medial, dos zonas que se encuentran frente a frente en la cara interna de los dos hemisferios cerebrales y se conocen en conjunto como estructuras corticales mediales.

He relatado anteriormente que la red basal del cerebro se descubrió cuando los voluntarios sometidos a estudios de imágenes cerebrales obtenidas por resonancia magnética o tomografía de positrones se encontraban sin realizar ninguna tarea, relajados y con los ojos cerrados. Es decir, la red basal se activa cuando el sujeto se desengancha del mundo externo y se encuentra ensimismado en sus pensamientos, que muchas veces versan sobre sí mismo o sus allegados. Varios meta-análisis que tomaron en cuenta muchos experimentos similares y comparables han confirmado que las zonas de la red basal se enlazan cuando el sujeto pone atención al propio flujo de conciencia.

cognicion social
Portada del libro “Cognición social. De las neuronas a la cultura” de Susan Fiske y Shelley Taylor (imagen tomada de: Cairn).

La anatomía de estas zonas es muy interesante. La corteza prefrontal medial es la región más grande de la corteza prefrontal humana y está más profusamente conectada con otras zonas que la equivalente en los primates superiores. Tiene además la mayor densidad de espinas dendríticas, los puntos de contacto sináptico ubicadas en las ramas de las neuronas que reciben la información de otras neuronas. Esta profusa conectividad indica que la región y sus concurrentes procesan una compleja información asociativa. En conjunto estas regiones forman parte del “cerebro social,” una red de módulos involucrados en la representación de las personas que forman parte del entorno y sus relaciones con el sujeto. Se supone que estas zonas constituyen el fundamento de una representación social que sería decisiva en la selección de los humanos modernos. Este sustrato común entre los fundamentos anatómicos y fisiológicos de la autorreflexión y la reflexión social viene a empatar con la interdependencia entre la identidad personal y la identidad de los otros, o en términos de Lévinas o Ricoeur entre la ipsiedad (la noción de ser uno mismo en el tiempo) y la otredad o alteridad (la noción del otro).

corteza prefrontal
Localización anatómica de la corteza prefrontal medial y la corteza anterior del cíngulo en la superficie interna del lóbulo derecho del cerebro. La corteza posterior del cíngulo se encuentra inmediatamente atrás de la anterior. Estas regiones y sus homólogas del hemisferio izquierdo son cruciales para los procesos de la conciencia propia y la conciencia sobre los otros (imagen tomada de: Science Magazine).

Por su parte, la corteza posterior del cíngulo, que también forma parte de la red basal, está muy interconectada con la corteza prefrontal medial, dentro de cada uno de los dos hemisferios cerebrales y también entre ellos. Esta zona también es mucho mayor en los humanos en relación a otras especies de primates y se supone que esta ventaja permite integrar la información exterior e interior que constituye una parte de la actividad mental del ser humano. Es así que las neuronas de la corteza del cíngulo posterior reciben una extensa información de las zonas visuales, participan en el procesamiento de memorias autobiográficas, en la formulación de planes a futuro y la navegación en el medio, cuatro tareas propias de la autoconciencia, pero de diferentes contenidos y objetivos.

Las características anatómicas y fisiológicas de estas dos zonas parecen idóneas para realizar actos de introspección, en especial cuando el sujeto se desentiende de la información proveniente del medio ambiente. Los autores justifican esta propuesta con varios resultados de imágenes cerebrales en el sentido que las estructuras mencionadas entran en actividad precisamente cuando el sujeto reflexiona sobre sí mismo. Argumentan además que el conjunto de estas zonas reúne condiciones para retener y actualizar información sobre uno mismo de manera flexible y confiable, así como determinar lo que es propio y ajeno.

neurociencia
En la portada del Manual Oxford de Neurociencia Cognitiva aparece una figura que sugiere el intercambio de mecanismos cognoscitivos entre sujetos (imagen tomada de: Global).

Un tema difícil que evocan estas investigaciones es si el Self, en tanto representación central y estable de uno mismo, requiere un mecanismo neurológico especial dada su propiedad especular o recursiva. Si esta propiedad es realmente especular, debería tener un fundamento nervioso extraordinario o al menos muy peculiar por medio del cual la representación pueda ser a su vez representada. La alternativa a este mecanismo sería una función neural potente pero ordinaria en el sentido de que las estructuras funcionen dentro de los parámetros usuales para llegar a ser recursivas, como lo es cualquier mecanismo nervioso de retroalimentación. A favor de la primera posibilidad se ha propuesto que la corteza medial prefrontal constituye un nodo (hub en inglés) que congrega información altamente procesada en otras áreas cerebrales.

Diríase que funciona como un panóptico, un punto desde el cual pueden monitorearse un conjunto de módulos o de procesos separados. A favor de la segunda opción se afirma que estas zonas cruciales de la corteza cerebral pueden actuar en conjunto de manera metacognitiva para guiar y decidir ciertos procesos de pensamiento de acuerdo con un conjunto de reglas, como lo postula Joëlle Proust y he analizado antes en la sección sobre metacognición. Moran, Kelley y Heatherton favorecen esta misma posibilidad consistente en una operación neuropsicológica recurrente muy avanzada. De esta forma, las estructuras corticales mediales pueden representar información social sea en forma general, pero también de manera selectiva cuando procesan datos, hechos o asuntos referentes al propio yo.

reflexion sobre uno mismo
El filósofo y fenomenólogo danés Dan Zahavi en 2014 (fotografía tomada de Wikipedia). Portada de su libro “Autoconciencia y alteridad. Una investigación fenomenológica” (1999).

Es muy revelador anotar que la reflexión sobre familiares cercanos activa la corteza prefrontal medial igual que cuando el sujeto reflexiona sobre sí mismo. La variable más importante para activar esta área y a la red neural que la tiene como núcleo, es la cercanía afectiva, el grado de cariño que siente el sujeto por estos individuos. Por lo demás, las investigaciones sobre la autoreflexión han mostrado que la zona ventral de la corteza prefrontal medial se activa en individuos de diferentes culturas cuando el sujeto reflexiona sobre sí mismo y sobre familiares próximos, y esto no sucede en igual magnitud en las culturas occidentales, donde el individuo tiene un sitio más independiente. En suma, los autores defienden que las cortezas mediales constituyen la región más central y decisiva del cerebro para la autorreflexión y la reflexión sobre las personas queridas, porque su anatomía, función y conectividad se asocia a un procesamiento de información social. Como podemos constatar, la representación de uno mismo se liga con la de los demás tanto desde el punto de vista neuroanatómico como cognitivo.


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Aceptar para transformar

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Soltar en estos tiempos es vital para nosotros como seres humanos y como empresarios. No podemos volver al mundo al que estábamos acostumbrados, porque ya no es el mismo. Tenemos que transformarnos para entrar en la “nueva normalidad” y sólo lo lograremos si lo aceptamos de una vez.

Dicen que el mundo nos afecta a todos para bien o para mal. Cuando lo hace de modo positivo, solemos decir que estamos bajo una racha de “buena suerte”, en donde todo aparentemente sale como queremos y esperamos: somos felices. En un polo opuesto, con una racha “negativa” encontramos dolor y sufrimiento, problemas, complicaciones gratuitas, eventos desafortunados.  Solemos creer que durante esos momentos tenemos una especie de nube lloviendo sobre nuestras cabezas y por lo mismo dejamos de ver lo positivo de esas circunstancias.

Carl Gustav Jung, uno de los padres de la psicología moderna, sabía de lo que hablaba cuando dijo que el ser humano invariablemente es transformado cuando se enfrenta a UN PROBLEMA. Así, mientras Einstein hablaba de la crisis como una bendición en la vida, Jung también creía que, al superar el obstáculo, saldríamos irremediablemente más fuertes de él.

“Lo que aceptas te transforma; lo que niegas te somete”.

aceptar el cambio
Ilustración: MIT Review.

Jung fue reconocido por sus estudios realizados en el campo de la mente y su interpretación. De hecho, admitía la creencia de que existía algo más entre los seres humanos, más allá del simple destino. Él defendía la idea de que todos los seres humanos habíamos llegado al mundo por y para algo; también decía que había una especie de fuerza cósmica gracias a la cual conoceríamos a muchas personas a lo largo de nuestra vida, y cada una de ellas tendría un propósito o una misión especial para enseñarnos a soltar y a ser más asertivos.

Aunque el campo de la psicología es uno de los campos que más se pueden refutar por la misma condición variable de los humanos –no es una ciencia exacta como las matemáticas, en la que en todas partes del mundo si quieres sumar 1 + 1 son 2), Jung daba cátedras sobre la aceptación de las experiencias negativas como catalizadores o transformadores de seres humanos. Explicaba también que estas vivencias negativas debían ser analizadas y aceptadas. Mientras más rápido comprendiéramos esto, más rápido seríamos capaces de salir adelante.

Como empresarios, hemos tenido unos de los momentos más críticos de nuestra historia. Por todas partes han caído negocios enteros, con tradición, negocios que considerábamos íntegros. Hemos visto videos en redes sociales de directores llorando por no tener dinero para pagarles a sus colaboradores, empleadores que tienen que despedir gente, locales vaciándose, anuncios de “SE VENDE” O “SE TRASPASA”.  Y en sí, cualquier número de noticias trágicas. La pregunta aquí sería: ¿Qué estamos aprendiendo en estos momentos y cómo saldremos adelante?

transformar el mundo
Ilustración: Hugo Herrera.

Con estas lecciones, según las conjeturas del psicólogo experto en el tema, nosotros deberíamos encontrarnos ya en el punto de la aceptación –cualquiera que sea nuestra situación–; ya que hemos vivido momentos complicados desde hace semanas. Según Jung, si algo negativo nos ocurre y somos lo suficientemente capaces de no interferir demasiado –de aceptar y movernos hacia un lugar seguro, con acciones pensadas y estratégicas–, estas situaciones se volverán impermanentes, o mejor dicho: pasajeras. Si nos replanteamos nuestras estrategias y aceptamos lo que viene; entonces, sin duda, tendremos un regreso más planeado y exitoso. Por ende, estaremos transformados en nuevos seres humanos, que aprendimos de la pérdida a no aferrarnos, a soltar lo que no podíamos sostener y a superar el mal trago para volvernos mejores empresarios.

Aceptando y transformando nuestro entorno en el menor tiempo posible nos hará mejores empresarios y mejores personas, sólo así estaremos listos para esta nueva era: La Era Post COVID 19.


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Yo-Tú: el Sí mismo, el Otro y la intersubjetividad

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La ligadura entre la conciencia que un sujeto posee de sí mismo y la que tiene de los otros fue extensamente examinada durante el siglo XX en la tradición fenomenológica y existencial de la filosofía europea. Los términos de “otredad” o “alteridad” se aplicaron en esta escuela a la representación que una persona llega a adquirir sobre sus prójimos y que se manifiesta en las conductas que emprende y las relaciones que establece con ellos. En esta ocasión revisaremos a tres pensadores que aportaron reflexiones profundas e imprescindibles en referencia a la alteridad en relación con la autoconciencia; son ellos Martin Buber, Emmanuel Lévinas y Paul Ricoeur.

yo y tu
Portada del libro Yo y Tú de Martin Buber traducido al castellano (imagen tomada de Amazon).

El pensamiento humanista de Martin Buber (1878-1965) se ha denominado filosofía del diálogo o del yo-tú porque este filósofo y teólogo austriaco-israelí no concebía un yo separado, sino siempre en relación con el prójimo, con el tú. En Yo y tú, de 1923, Buber propuso que la alteridad presenta tres facetas: (1) el tú como persona concreta, la representación que un sujeto hace de otro, establecida fundamentalmente a través del diálogo, (2) el tú en referencia a los objetos que adquieren significancia para el sujeto, y (3) el Tú como deidad: la relación que establece un creyente con lo sagrado y con Dios, la otredad más radical. Estas formas de relación con el otro hacen que el yo nunca se encuentre sólo, aunque la persona pueda estar sin compañía en muchos momentos. La relación interpersonal se basa en una personificación del otro y para que se desarrollen los lazos y las acciones de comprensión, apoyo y compromiso es necesario que se establezca una confianza. De esta forma Buber establece una ética del amor basada en una relación auténtica entre personas y afirma que, cuando cumple con estos requisitos de mutualidad y confianza, la relación yo-tú es de hecho generadora del yo. Interpreto esta idea en el sentido de que la autoconciencia requiere de alteridad y mutualidad para alcanzar una disposición más acabada.

tiempo y el otro
El tiempo y el otro de Emmanuel Lévinas y el autor hacia 1975 (tomado de: Instituto de Filosofía).

Para el filósofo franco-lituano Emmanuel Lévinas (1906-1995) la alteridad no sólo involucra la atribución de estados mentales a los otros, sino también la aptitud y disposición para ponerse en el lugar del prójimo en una experiencia de empatía. Hay en este pensador una reflexión muy actual en términos de las ciencias cognitivas y es la que se refiere al rostro, porque la cara del prójimo se presenta como una forma específica y concreta de alteridad. Esto quiere decir que la cara manifiesta de manera contundente la identidad de alguien, no sólo por su presencia sino también como acto, porque la subjetividad o la interioridad del otro se manifiestan en su semblante, tanto en los rasgos que lo identifican, como por los gestos y las voces que manifiestan sus actitudes, emociones y otros estados internos. Lévinas califica de inmediatez a esta presencia cara a cara por la cual el otro se presenta de forma contundente, directa y real. La investigación contemporánea sobre la expresión de la emoción en el gesto facial y la voz otorgan una validez empírica a esa inmediatez. Por ejemplo, en una revisión original y convincente del 2012, Diana Sidtis y Jody Kreiman de la Universidad de Nueva York han demostrado que la voz humana constituye una encarnación del self en el contexto social porque la voz contribuye a la percepción, la expresión y el intercambio de estados subjetivos entre personas.

alteridad de si mismo
La alteridad se ha convertido en un tema de interés para diversas disiciplinas y manifestaciones de la cultura, como los estudios sobre el género, la raza, las clases sociales y los derechos humanos. Estos carteles sobre expresiones múltiples del rostro son del artista franco-canadiense Michel Desroches (tomado de: ArtMuseum).

Los analistas de Lévinas coinciden en calificar su postura ante la alteridad como una ética fundamental en el sentido de que el yo no sólo se define en similitud y oposición con el tú o con el otro, sino “para-con-el-otro”, en especial una vez establecido el vínculo. Lejos de situarse de manera lejana o pasiva, el sujeto responde ante su prójimo y, con ello, adquiere responsabilidad ante su presencia y su ser. La relación mutua entre dos agentes morales es el fundamento de una experiencia del otro que orilla a comportarse éticamente. Esta relación obligada no sólo se erige por la interacción entre las subjetividades de dos personas, sino por la red intersubjetiva de los sujetos que conviven en comunicación.

Por su parte, Paul Ricoeur (1913-2005) considera que el significado del ser, este término tan central como opaco y polémico de la metafísica, no implica una esencia separada y única de cada individuo (que en estos escritos suelo referir como el self), pues se gesta en relación obligada con el otro. Para este importante pensador francés, a quien he citado en varias secciones, el sentido de ser uno mismo como individuo único y diferente constituye la ipsiedad o mismidad, pero ésta implica a la otredad: uno no puede definirse sin otro. En su libro titulado “Sí mismo como otro” sostiene que, si bien la alteridad pertenece a la constitución ontológica de la ipsiedad, esta relación íntima del yo con el tú no se corrobora en el sentir, pues cada persona siente directamente su cuerpo, pero no el cuerpo del otro. Además, la persona puede reclamar la pertenencia y la responsabilidad de sus actos en el mundo, pero no de las acciones ajenas. En vista de esta dinámica corporal tan individual, ¿cómo afirmar que la identidad propia y la conciencia de los otros, es decir, la autoconciencia y la alteridad, se encuentran vinculadas de forma tan estrecha?

si mismo como otro
Portada de “Sí mismo como otro” de Paul Ricoeur, traducido al castellano, y el autor dibujado para Deviant Art.

Uno de los argumentos que ofrece Ricoeur al respecto se basa en el sufrimiento porque, si bien sufrir es subjetivo y personal, lo comparten los seres humanos de múltiples maneras, sea porque gran parte del sufrimiento humano es resultado de las acciones humanas, sea porque el sujeto siente dolor empático cuando ve a sus allegados sufrir o porque a través del dolor y del tacto en general, el cuerpo intercede y tercia entre la intimidad del yo y la exterioridad del mundo. Entonces, la relación necesaria del yo con el tú incluye a la corporalidad no en el sentido que yo sienta al cuerpo ajeno como el propio, sino que para llegar a conceptualizar y a sentir al otro debo tener una noción fuerte de la corporalidad ajena. Mi cuerpo es un cuerpo a los ojos de los otros y el de ellos es un cuerpo ante mis ojos: el cuerpo es naturaleza común de todos los seres humanos tejida en una red de intersubjetividad. La persona construye su identidad personal en el seno de una comunidad, la que, a su vez, le brinda su singularidad.

Por otro lado, Ricoeur afirma que el ego origina un alter ego definido como el sentir que los demás son otros como yo: el otro es alguien que, como yo, dice “yo”. Ocurre un apareamiento entre el ego y el alter ego para constituir la intersubjetividad, pues se requiere tener una idea de que algo propio se identifica y contrasta con el otro. Ésta sería la base de la ética como la concibe nuestro autor: un “vivir bien con y para otro en instituciones justas.” Asoma ya la relación que tiene la autoconciencia con la conciencia ajena y con la ética, sobre la que elaboraré en próximas colaboraciones.

Algunas investigaciones más recientes han abordado esta dualidad unificada del yo y el tú, o de la conciencia de sí y del otro. Por ejemplo, en infantes colocados ante el espejo y ante fotografías de otros infantes se ha estudiado y comprobado el rol de la cognición social en la adquisición del yo individual. La perspectiva de la cognición situada es particularmente compatible con la idea de que el ser individual (el self) se gesta por interacciones y relaciones interpersonales de diferenciación y participación.


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El engaño táctico, las neuronas espejo y la segunda persona

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En esta ocasión revisaremos brevemente que la atribución de estados y procesos mentales a otros individuos es un rasgo enraizado en la evolución y en ciertas funciones cerebrales que permiten su aprendizaje y desarrollo durante el crecimiento de individuos de las especies sociales, en particular de la humana. Veremos también que el sentido de la mente ajena implica y requiere del conocimiento de los propios procesos corporales y mentales: la conciencia de los otros y la de uno mismo son facultades interdependientes.

En los años de 1980 empezaron a aparecer estudios sobre comunicación animal que permitían inferir ciertas facultades mentales a varias especies porque muchas conductas registradas no se ajustaban a los actos de agresión, huida, cortejo, reproducción o crianza considerados por la etología clásica como “instintivos” y automáticos. La observación prolongada, minuciosa y sistemática de actos estratégicos emitidos en contextos naturales entre miembros identificados de especies sociales, convenció a los investigadores de que existen formas de conciencia animal. No sólo la capacidad para detectar y reconocer individuos, roles y rangos, sino el empleo de tácticas para adquirir o fortalecer acceso a recursos vitales, a posibilidades reproductivas o a situaciones protegidas permitieron tal inferencia y el surgimiento de una etología cognitiva.

Inteligencia maquiavelica
Portada del primer y segundo volumen sobre inteligencia maquiavélica en primates (tomada de: Amazon).

En 1988 Richard Byrne y Andrew Whitten recopilaron abundantes registros anecdóticos de que varias especies dotadas de cerebros avanzados, como es el caso de los simios, realizan acciones engañosas que implican teoría de la mente y conciencia de los otros. Se trata de actos del repertorio conductual ejecutados de manera tal que otro individuo malinterprete el sentido de su acción y realice una respuesta errónea que aventaja al emisor de la conducta. En un desarrollo posterior, estos investigadores escoceses definieron a una conducta como “maquiavélica” cuando el individuo muestra tener como meta un engaño hacia otro y parece entender lo que origina. En el léxico cotidiano un engaño intencional es propiamente llamado mentira y, para que pueda considerarse como tal, se requiere una conciencia de los otros, tomar decisiones para actuar engañosamente y poseer la noción de que una regla moral es infringida. Aunque no se puede saber si las elaboradas tácticas observadas en los primates cumplen cabalmente estos tres requisitos, las evidencias apuntan a que la conciencia de los otros y la táctica de engaño son rasgos de antigua raíz evolutiva y plantean preguntas de gran interés respecto a la conciencia de sí en referencia a la conciencia de los otros seres de la misma especie.

Durante unos registros neurofisiológicos realizados en neuronas motoras del cerebro de macacos Rhesus, el equipo de Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma descubrió a fines del siglo pasado que ciertas neuronas se activaban cuando el animal realizaba un movimiento definido y que las mismas neuronas también disparaban cuando el animal veía a otro individuo realizar el mismo movimiento. Éste fue un hallazgo muy destacado porque demostró que una misma neurona puede tener labores tanto motoras como sensoriales, pues se activa cuando el individuo realiza un movimiento (función motora) y al ver a otro realizar ese mismo movimiento (función sensorial). El descubrimiento de estas “neuronas espejo” y de neuronas que se activan cuando ocurre el reconocimiento de individuos particulares, constituyen hallazgos clave en referencia a la alteridad pues implican que existen neuronas y posiblemente sistemas de neuronas involucrados en la representación de los otros.

segunda persona
El neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti, descubridor de las neuronas espejo, y su libro traducido al castellano (figuras tomadas de Psychology Today y de Amazon).

A raíz de estos hallazgos ha ocurrido una amplia especulación de que se trata de neuronas responsables de la teoría de la mente, de las experiencias de empatía o compasión y de la conciencia moral en general, pero esto no se puede afirmar con certeza. Al parecer ha ocurrido una sobrevaloración de las funciones de las neuronas espejo y es necesario revisar críticamente los datos de las investigaciones iniciales y subsecuentes sobre estas células para evaluar si las inferencias tienen un fundamento verosímil. Por el momento lo más prudente es considerar que redes de estas neuronas formen parte de un sistema de reconocimiento de acciones realizadas por otros y que tengan un referente inmediato a las acciones propias. Si este es el caso, estas redes podrían ser componentes importantes o aún cruciales de la percepción del movimiento propio y del ajeno y, con ello, de la identidad de uno mismo y de los otros.

Es probable que estos sistemas necesarios para implementar las representaciones de uno mismo y de los otros sean cruciales en la vida social. En un artículo ingeniosamente intitulado “a través del espejo”, los investigadores italianos involucrados en el descubrimiento de las neuronas espejo  proponen un mecanismo especular para el sentido de uno mismo y el de los otros que reta la idea de que se trata de dos funciones separadas e independientes. Se trataría en todo caso de un fundamento cerebral que faculta a una persona ser consciente de sí misma como distinta a otros porque le permite experimentarse a sí misma y a los otros en términos de sensaciones y posibilidades motoras. Se ha acumulado evidencia empírica en favor de que la expresión y la percepción de acciones de uno mismo y de los otros son funciones conectadas que se basan en sistemas de neuronas ubicados en las áreas premotoras del lóbulo frontal y partes de la corteza parietal.

Jean Decety
Jean Decety y su libro sobre la neurociencia social de la empatía (figuras tomadas de Amazon y Journey2Psychology).

En un sentido similar, el neurocientífico social Jean Decety propuso que el self, la conciencia de uno mismo, es una función a la vez individual y social, y que las interacciones entre el individuo y sus pares en las etapas formativas es un incentivo fundamental para el desarrollo de la conciencia de sí. Decety revisa la evidencia que los infantes humanos tienen una motivación potente y específica para interactuar con otros niños y que la conciencia de que existen otras mentes se basa en la noción progresiva de que los otros y la otras son seres conscientes, como uno mismo. Los estudios de imágenes cerebrales sugieren que la corteza parietal inferior y la prefrontal del hemisferio derecho tienen un papel predominante en esta distinción entre el propio ser y el de los de los otros y en la habilidad del propio ser para representar a los otros.

Kai Vogeley
Kai Vogeley y su propuesta de una neurociencia en segunda persona. La figura de la derecha muestra en (a) la perspectiva en primera persona: autorreflexión o autodiálogo; (b) en tercera persona: un observador examina a alguien que no interactúa; (c) segunda persona: interacción diádica o entre dos, y (d) segunda persona: interacción triádica entre dos con algún referente común.

Por su parte, Kai Vogeley del Departamento de Psiquiatría en la Universidad de Colonia, ha propuesto que existen “dos cerebros sociales”, es decir, dos redes de neuronas involucradas en las interacciones: la red del sistema de neuronas espejo y la red de la teoría de la mente. Ambos sistemas se reclutan durante procesos que entrañan interacción o comunicación social con individuos conespecíficos, y que constituyen en conjunto la base cerebral de la intersubjetividad porque la capacidad para mentalizar o entender la experiencia subjetiva de los otros es requisito indispensable para establecer una comunicación exitosa. El sistema de neuronas espejo madura muy temprano en el desarrollo al detectar señales corporales de los otros y el sistema de teoría de la mente se adquiere a partir de éste para evaluar el estado emocional y en general el estado mental de los otros. La necesidad de estudiar los fundamentos nerviosos de los encuentros sociales entre seres humanos ha dado origen a la propuesta por parte del grupo de Kai Vogeley de una neurociencia en segunda persona, la cual vendría a constituir el fundamento cerebral de la relación yo-tú.


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