Por más que los intereses políticos, ya en competencia para el año entrante, a pesar de la pandemia, busquen dividirnos, como sociedad debemos evitarlo a toda costa. No se trata de preferencias, ni de ideologías, sino de la necesidad que tendrá el país de una sociedad unida para enfrentar las consecuencias que traerá el coronavirus en México y en el mundo.
Primero, es importante entender que no estamos aislados del resto del planeta y que la única prosperidad posible es la que genera riqueza, inversión y empleos dignos. Esas condiciones no aparecen por generación espontánea y menos en un entorno de división social como la que parecen impulsar intereses en contra y a favor de un gobierno elegido, no lo olvidemos, por una amplia mayoría en 2018.
Sin embargo, esta politiquería que ocupa, cada vez con mayor frecuencia, grandes espacios del debate público, no puede distraernos de los retos que ya están frente a nosotros. De inicio, la recuperación económica reside en la convicción civil de ayudar, apoyar y hasta invertir en las medianas y pequeñas empresas que aportan la mayoría de los puestos de trabajo que serán vitales para que mucha gente pueda sobrellevar el impacto de la pandemia.
En un segundo plano, los ciudadanos tendremos que construir una cultura de la prevención de manera acelerada, porque la violencia –presente durante todo el periodo de confinamiento–, se sumará al virus y es posible que registre aumentos relevantes ante la movilidad restringida, la falta de oportunidades y la urgencia de dinero rápido y fácil que siempre son elementos de enganche de la delincuencia para incorporar jóvenes y adultos a sus filas.
Entretanto, seguiremos a la espera de una vacuna o de un tratamiento efectivo contra el COVID-19, lo que representará nuevos desafíos de organización, de uso de los recursos naturales –en particular del agua, indispensable para frenar los contagios– y de colaboración con muchas partes del país en donde puede haber carencias, en comparación con los centros urbanos que concentran la actividad comercial y la población.
Si los políticos nacionales creen que estaremos demasiado pendientes de sus posturas, deben revisar de nuevo. Uno de los puntos que más han alejado a los ciudadanos de partidos y otros actores, es precisamente su falta de empatía y conexión con la gente y hoy estamos concentrados en cómo superar en lo inmediato esta emergencia sanitaria y no en sus intenciones para el año entrante.
Eso no quiere decir que debemos ignorar lo que hacen nuestros representantes populares o nuestros gobiernos, al contrario, éste es el tiempo justo en el que debemos exigir una rendición de cuentas constante para conocer las acciones y las medidas que funcionarán en un lapso tan complejo como éste.
Y en cuanto podamos regresar a una cierta facilidad de movimiento, ya con la esperada vacuna y los medicamentos efectivos contra el coronavirus, no podemos regresar a los mismos rezagos de antes u olvidar lo que hemos, debimos, haber aprendido durante más de cien días en aislamiento social.
Porque, de esta crisis, debemos salir mucho mejor preparados como ciudadanos y con un sentido de cooperación y de exigencia de resultados mucho mayor, a como entramos a ella, sino de nada habrá servido tanto esfuerzo, malestar, pérdida de vidas valiosas ante la enfermedad, de trabajo y del sustento familiar.
Y una de las condiciones fundamentales para que este tiempo cuente para relanzar a México como el país que merecemos es no perder el foco sobre lo que es importante. Lo mismo que los espacios públicos, la esfera política y electoral pertenece a la gente, no sólo a los políticos, y ahí es donde debemos ocupar el papel que nos corresponde para no dejarnos intimidar, engañar o llenar de noticias falsas, otro virus que no hemos podido domar todavía.
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