redes sociales

Del antropocentrismo al algoricentrismo

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Sobre cómo la humanidad se entume por sus creaciones

En días recientes he leído el flamante ensayo Ciberleviatán de José María Lassalle y además como si no fuera suficiente, la paranoia de su Homo Digitalis fue aderezada por la serie de Jeff Orlowski, El dilema de las redes sociales. Si no has tenido la oportunidad de ver y leer estas obras, simplemente te diré que lo hagas, sobre todo si quieres aumentar al encierro covidiano una pizca de paranoia y duda existencial sobre el escape aparente de nuestra modernidad virtual. El impacto de ambas obras es querer desconectarse, bajar el switch del wifi, poner en modo avión la vida digital: apagar la compu, dejar tu Apple Watch, esconder sin señal tu iphone. O en un acto menos extremo te imaginarás cómo hacer un acto de rebeldía y poner “me gusta” a lo que aborreces de Facebook o llenar de pistas falsas tu Instagram para así engañar al algoritmo. Aunque ambas equivalgan al ruido del árbol que cae en un bosque deshabitado, pues nadie las tomará en cuenta. Y si sí, seguro la superinteligencia ya detectará de qué se trata e inhibirá con más mensajes tus gritos y artegios de hacker novato. “Se puede luchar contra la ignorancia e incluso contra la estupidez orgánica, pero contra intereses tan poderosos, las posibilidades de un solitario serán, en extremo, mediocres” (E. Pound).

Y no, no pretendo alarmarte. Lo que dicen ambas obras es algo ya sabido: los algoritmos se apoderan de nuestras decisiones, estamos siendo manipulados. Cada scroll down, cada swift, cada like es una acción calculada que probablemente no decidiste, fuiste orillada a hacerlo. La escafandra digital es una burbuja que nos puede asfixiar en una ilusión de libertad que se refleja en una pantalla en la que nuestra selfie y nuestra mejor pose se convertirán en nuestra propia cárcel.

Jose Maria Lassalle, Ciberleviatan

Para Lassalle el debate está en que la revolución digital elimina los valores de dos Revoluciones que formaron la modernidad: la francesa y la industrial, sobre todo de ésta última el liberalismo de J. Locke, tan centrado en la experiencia y el individuo, en la capacidad de elección. Y de la Revolución francesa se destruyen los principios centrados en los derechos del individuo, de la democracia, de la libertad. En pensar que la sociedad organiza sus dirigentes a partir del voto. En pocas palabras, lo que perdemos es la libertad de elección: el libre albedrío está siendo capturado por una superinteligencia capaz de encapsular, o teledirigir,  nuestras decisiones y acciones. La propia frase cartesiana, epítome, del liberalismo: “Pienso, luego existo” se pone en duda, pues el algoritmo te dicta qué pensar.  Tal y como fueron encerradas las acciones de ratas en laboratorios en manos de científicos, los laboratoristas de Silicon Valley están jugando con todos nosotros. El centro del mundo hasta la Revolución industrial fue el hombre, el pensar que éramos la cúspide de la evolución y el progreso; el algoritmo, ese ser despiadado, es un controlador enviado para generar ganancias a unos cuantos. La desigualdad del mundo será centralizada. Somos una perra humanidad amarrada a la correa de unos pocos dueños, esa correa se entrelaza de eslabones de algoritmos que nos dicen por dónde ir, qué oler y qué comer. Es un dominio descorporizado que toma el control de nuestros cerebros y deja a nuestra sensibilidad amalgamada, inerte, desensibilizada.

Orlowski narra las historias de varios cruzados salidos del corazón del ciberleviatán, un grupo de disidentes, de antiguos  ilusionistas, que aterrorizados por sus acciones,  se escapan de programar y accionar el modelo de negocio y deciden dar una advertencia a la humanidad. Es necesario encontrar un pacto social, una nueva forma en la que la técnica se reoriente desde una perspectiva más ética, pues lo hasta hoy creado, obra de todos y de nadie, se sustenta en un modelo de negocio fundamentado en la manipulación de las decisiones. El único escape aparente es el autoconocimiento y la regulación, la toma de conciencia. Parece que estos disidentes leyeron la frase de Pound y saben que en la soledad la protesta será vacua: hacen un llamado al racimo, al grupo y a la tribu.

Narciso y selfies
Imagen: Muzikalia.

Por su parte, para Lassalle la salida se encuentra en Europa. En sus valores transterritoriales, su legado y el respeto por la normatividad. Para el ensayista español, éstos pueden ser el contrapeso para que desde el territorio de una Europa legalista se norme la empresa totalitaria y se ponga fin a la manipulación. Si el argumento de Lassalle es cierto, Zuckerberg salió bien librado de la primera batalla en los tribunales. Recordemos que el genio de Facebook pasó por el parlamento europeo, aunque con una bandera amarilla: una ley más rígida sobre la protección de datos. ¿Será suficiente?

Decía el sociólogo Erving Goffman que las instituciones totales como los manicomios, los campos de concentración, barcos o cualquier lugar aislado en donde se encapsula la vida humana mantienen ciertas características: están regidas por una autoridad que se ejerce desde lo alto o desde un centro; en ellas, los internos viven, pasan día y noche sin poder salir; tienen fines claros (un manicomio, cura enfermos mentales; un convento, prepara a las monjas para su vida en congregación); poseen una cultura de imposición; y generan una visión del mundo específica, con una perspectiva que coloca a los sujetos en un mundo alterno, como una contravisión. Si Goffman viviera hoy, seguramente vería las similitudes entre esas características y lo que hoy generan los cercos digitales. Si acaso, el fin no parece ser tan claro, éste se explica cuando se comprende la maquinaria que produce dinero y poder para unos cuantos.

control digital, redes sociales
Imagen: El País.

Un grupo de antropoides contempla un bloque negro, gruñe, avanza en grupo hacia él, como frente a un tótem enigmático danzan, entre el griterío lo contemplan: el amanecer de la humanidad llega al modificar los huesos y las piedras. Millones de años después el enigma está frente a la cama del anciano humano que se contempla a sí mismo durmiendo, después de una comida con vino, copas y las más finas maneras de mesa, se ve a sí mismo, el anciano en cama levanta la mano ante el tótem negro y enigmático. De la cama emerge un feto, en su cápsula, en su escafandra y contempla a la burbuja que es el mundo, inerte e inmóvil, sólo mira. Ese bloque negro es el espejo de las creaciones humanas.

Como en la Odisea del Espacio de Kubrick,la humanidad ha contemplado ese bloque negro que resume nuestra técnica. Narcotizados por nuestras propias creaciones humanas, que son extensiones de nuestra sensibilidad corporal, estamos siendo descorporizados en un ambiente virtual que semeja esa burbuja y nos deja inertes e insensibles. Ya McLuhan lo describió en El amante de Juguete, Narciso se enamora de sí mismo y queda narcotizado (mismo origen de la palabra) que no es otra cosa que entumido. El artefacto es extensión de nuestro cuerpo: creamos piedras talladas y a la par amellamos nuestros dientes, los hicimos menos filosos. Uri Levine creó Waze y salimos desorientados a las calles esperando indicaciones, ya sin poder saber la orientación; nuestro teléfono recuerda los números de teléfono y nuestra memoria se desvanece; el algoritmo es la extensión de nuestras decisiones y pensamientos… Estamos inertes, rendidos, noqueados. Bienvenidos a la era de la información o del hombre sin decisiones.

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Ilustración: Moonassi (tomado de Human Art).

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Redes sociales ¿un paliativo para el futuro educativo mexicano?

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La inmersión de contenido educativo en plataformas sociales como Instagram, TikTok y YouTube puede beneficiar al 65% de estudiantes mexicanos innovando el proceso educativo con un giro de 180 grados.

Los rostros y voces de Diego Velázquez, Cleopatra, Pérez Galdós y Napoleón Bonaparte cobran vida gracias a Paco Pajuelo, el influencer educativo, que ha encontrado en las redes sociales la manera de salvar la brecha digital educativa y, además, enganchar a sus alumnos del Instituto de Educación Secundaria “Torreblanca” (Sevilla, España) con los contenidos educativos de las materias de Historia y Geografía durante esta pandemia.

Entre los muchos recursos tecnológicos que algunos educadores han sabido aprovechar en estos momentos de pandemia, YouTube es una de las plataformas más recurridas en cuanto a transmisión de contenido de toda índole, incluyendo el educativo.

Todos los días en su canal, José David Espinos Frías sube material didáctico para sus alumnos que cursan 4to año de primaria en la escuela Profesor Antonio Cedeño en su turno vespertino. Verbos en infinitivo, sumas y restas, fracciones y paráfrasis. El “Profe David” se esmera en crear el contenido adecuado para que sus alumnos aprendan de la mejor manera posible todos los temas que se tienen que cubrir durante este nuevo ciclo escolar. 

Estos docentes han demostrado que estos espacios fueron diseñados para renovarse constantemente, la educación, en lugar de ser rígida, puede transformarse en contenido fresco capaz de retener a los más jóvenes y motivar su calidad de aprendizaje.

“El contenido no debe tomarse con mucha seriedad”, explica Arantxa Merlín, productora de artes escénicas y profesora de idiomas: “Si dejamos de querer imitar la realidad en que vivíamos, vamos a crear herramientas para esta nueva realidad. Las clases digitales deben pensarse con referencia a lo que está pasando, a nuestras posibilidades y a lo que nos atañe. No con referencia a la clase analógica”.

Ernesto N., estudia el tercer año de secundaria, y aunque no le gusta mucho la escuela, extraña mucho a sus amigos y cada vez pierde más interés en las clases: “Ya ni siquiera pongo atención, lo único que hago es encender la tableta, apagar mi cámara y me vuelvo a dormir o hago otras cosas mientras la maestra habla”.

Una de las cosas que tuvimos que reconocer en estos momentos de pandemia, es que el pasar los modelos educativos del aula a las nuevas modalidades de enseñanza es un completo error. Es por eso que estos docentes— ante la incertidumbre de la situación— decidieron tomar acción y acercar los conocimientos de sus materias a sus alumnos con un nuevo código que permitiera a los jóvenes sentirse familiarizados y, principalmente, que no perdieran el interés de aprender.

“¿En México la educación no se ha detenido?”

Desde abril de este año, la educación media superior y superior están en clases virtuales  y en México la situación de los contenidos educativos en línea y la forma de actuar del gobierno ha resultado en una controversia diaria con base en el modelo implementado y todos sus matices.

Por eso, ante la improvisación y la falta de un análisis claro de la situación educativa que vivimos, el programa “Aprende en Casa” fue la respuesta gubernamental para salvar el ciclo escolar a través de la televisión, la radio, libros de texto y el contacto virtual entre alumnos y maestros. Sin embargo, con la cobertura educativa actual, no se está consiguiendo un aprendizaje efectivo y de calidad.

Al final, este problema es de todos; profesores de todo el mundo se vieron ante el reto de buscar el reajuste “correcto” de los modelos educativos correspondientes al uso de la tecnología digital. Pero la perspectiva de un país donde el nivel educativo “análogo” daba mucho que desear, no es nada favorable, y además, se tenga una de las peores calificaciones en materia de educación en línea de acuerdo a la OCDE.

Entre muchos de los obstáculos que enfrentan los docentes en este reajuste de la educación durante la nueva normalidad, es la asincronía existente entre los centros educativos con el actual programa impartido por las autoridades:

“Nosotros no estamos tomando en cuenta los programas de televisión. Muchos de los maestros no sabemos qué clases se van a impartir la semana que entra y tampoco tenemos acceso a esa programación con anticipación. Ante esto, nosotros [los maestros] tenemos que planear las clases no de acuerdo al plan impartido en la televisión, sino que vamos de acuerdo con los libros de texto”. Nos comenta en entrevista para El Semanario, Marcela Mucel Córdova, docente y personal de apoyo en la dirección de la Escuela Primaria Profesor Antonio Cedeño.

Vasconcelos en tiempos de redes sociales

En un mundo donde la educación se imparte mediante la radio, televisión y el Internet, el educador (que no es la televisión) no debe pasar a un segundo plano; su participación debe ser aún más activa y eficiente con el uso de las nuevas tecnologías que cuando estaba en el aula de clases dictando toda una lista interminable de datos.

Pero no debemos sentirnos culpables si nos cuesta entender la correlación permanente entre tecnología y educación, simplemente las retóricas actuales (que datan del periodo de José Vasconcelos de principios del siglo XX) nos impiden verlo como una herramienta ad hoc a las circunstancias actuales.

¿Por qué no hacerlo? Si se opta por replicar el modelo en su vertiente virtual, implica que se debe trasladar una educación con ciertas formalidades y normas referidas a métodos, contenido y situaciones de aprendizaje asincrónico.

Tal como se percibe en el programa Aprende en Casa II, los objetivos de aprendizaje se hallan jerarquizados y su proceso no es tan autónomo ni libre en medida de adquirir otros tipos de conocimientos. Es cierto, reafirma Arantxa Merlín, el dogma tradicionalista al que está sujeto nuestro sistema educativo, tiende al desarrollo de una educación cerrada en procesos, objetos y roles cuyas referencias se encuentran precodificadas.

Es ante dicha ausencia metafórica de “mi maestro” que nuestra orientación educativa colapsa –o se encuentra en ese proceso– frente a situaciones como la pandemia que nos ha obligado a enfocar esa gestión de contenido hacia temas actuales y con miras al futuro.

Es cierto, en México no se ha detenido la educación, o más bien, no ha parado de transmitir y difundir la educación ante todos sus televidentes, el pasado 25 de septiembre, de acuerdo con un comunicado de la SEP, el titular de la dependencia Esteban Moctezuma detalló que el exitoso programa de la SEP había registrado una audiencia cercana a los 32 millones de personas.

“El docente sabe que existen dos objetivos primordiales en el sector educativo: 1) cobertura y 2) calidad. Ante la pandemia, el actual gobierno dio prioridad a tener un mayor alcance de cobertura que en transmisión de calidad”, lamenta José Hernández, profesor de nivel secundaria.

Después de todo, aún con lo arcaico que pueda ser la televisión en comparación con las plataformas de Zoom y Google Classroom, sin duda alguna, tener el 90% de cobertura en los televisores de las familias mexicanas suena muy atractivo como para dejarlo pasar.

Este sacrificio de la calidad, además de la evidente carencia de conectividad, quizá sea uno de los tantos factores por el que nuestros jóvenes estudiantes no encuentren motivación necesaria para seguir con un modelo deficiente de educación.

Leobardo Hernández Audelo, maestro en Ciencias Computacionales por la UNAM, quien declaró que nuestro país ha logrado la penetración de la Internet y se ha colocado en los primeros lugares a nivel mundial en el uso de las redes sociales.

Tiempo atrás ―en el 2017― pasar tanto tiempo conectado a una pantalla era un mal augurio a la educación de los jóvenes estudiantes: “el uso de las redes no ha logrado el desarrollo educativo de las personas, parece que sucede lo contrario (…) el nivel de aprovechamiento cultural y de conocimiento en México es bajo, mientras que los países que son más desarrollados, como Japón, las utilizan una hora en promedio”, afirmó el docente de la UNAM.

Quien diría que, tres años después y en medio de una crisis sanitaria que ha puesto en jaque a millones de personas en el mundo, la conectividad y el uso de las redes sociales sean los pilares del nuevo orden social.

Vislumbrando nuevos mercados educativos

Vamos directo a los datos: a raíz del confinamiento y la pandemia, México es el tercer país latinoamericano que más conectado está a las redes sociales con un promedio de 3 horas con 25 minutos al día. En primer lugar se encuentra Brasil (3h 30m), seguido de Colombia (3h 38m), mientras que nuestro vecino del norte se mantiene conectado a las redes sociales un aproximado de dos horas con ocho minutos al día.

Un estudio desarrollado por la plataforma de gestión de redes sociales Hootsuite, reveló que, a diferencia del 2019, en el desarrollo de este año pandémico hubo un aumento de 9.2% de usuarios que se unieron al mundo de las redes sociales. En una población de más de 7,800 millones, alrededor 3 mil 800 millones de personas en el mundo son usuarios activos de las redes sociales; esto representa un 49 por ciento de la población mundial, y el 99 por ciento de estos usuarios digitales tiene acceso a alguna red social vía dispositivo móvil.

Entonces, ante estos datos y en medio de la crisis, este mercado educativo puede ser bien explotado si se toma en cuenta que los jóvenes pertenecientes a las generaciones Z y Millennial, principalmente de América Latina, han sido la fuerza impulsora de los recientes aumentos en el consumo de redes en lo que va del año.

Apuntes de un nuevo proyecto pedagógico

No resulta tan erróneo reafirmar la versatilidad de las redes educativas que permiten compaginar en un mismo espacio de estudio distintas formas de enseñanza y aprendizaje. Es posible generar contextos que incluyan prácticas colaborativas y cooperativas basadas en la horizontalidad junto con didácticas más tradicionales.

Desde esta perspectiva, el uso de las redes sociales no debe tener como fin únicamente impartir conocimiento a los alumnos –como es el caso de los programas impartidos ahora en los canales de televisión, transmisiones de radio y portales de la SEP– sino que además, se emplean para compartir hallazgos científicos e impedir que el conocimiento nuevo se quede estático, es decir, se trabaja por la democratización del conocimiento y su difusión.

“Sí deben existir algunos conocimientos básicos que deben ser registrados de memoria, pero mediante el uso de algunas plataformas virtuales como Google drive, se diseñaron [estrategias y materiales] que evaluaban las habilidades de razonamiento de los alumnos; razonamiento de la lógica de la deducción. Al observar qué tantas habilidades tenían los niños para resolver ciertas situaciones y cual capacidad de deducción tenían desarrollada en la forma de aprender,  le dimos prioridad a esas habilidades, porque son las que tienen que utilizar para arrancar esta educación a distancia”, comenta Marcela Mucel, respecto a la dualidad de la educación tradicional con la digital.

En última instancia, la significación de las redes educativas se vinculará al proyecto pedagógico en el cual se enmarque cada experiencia. La tecnología por sí misma no innova socialmente, son los modos de apropiación social, en este caso educativa, los que producen las transformaciones.

Este nuevo entorno de aprendizaje tiene sus pros y sus contras, existe una delgada línea entre la prestación de lo funcional y lo social dentro de las redes. También hay que tener muy en cuenta lo siguiente: el uso de las redes sociales no es la solución ante la ineficiencia de nuestro sistema educativo. Ni YouTube, Facebook, WhatsApp, TikTok o Instagram son la panacea de la encarnación moderna de la educación. Pero sí pueden ser herramientas versátiles, cuya multidimensionalidad permita dar vuelo a la imaginación facilitando y ampliando los intereses básicos de todo aprendizaje como son: la indagación, la comunicación, la expresión y, principalmente, la construcción de un ideario propio. Elementos básicos de educación que se contraponen al sistema de enseñanza donde se fomenta la memorización y cero capacidad de razonamiento.

Ante tal escenario y después de décadas de dar tropiezos constantes entorno a la educación, la nueva redimensión educativa se puede utilizar como remedio paliativo donde los estudiantes y docentes estarán preparados para una participación más activa en redes y medios digitales; pero también será una oportunidad para repensar y cuestionar las mañas y lastres de nuestros modelos educativos que, erróneamente, intentamos “ajustar” a las clases digitales.

No tengo pruebas, pero tampoco dudas

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El consumidor desencantado, el anarquista rebelde, la víctima de abusos de todo tipo, el conservador atemorizado con los cambios de los que es testigo, la feminista esperanzada con un nuevo orden social, el intelectual escéptico, el misógino militante, la joven vegana, el sujeto religioso que entiende que todo esto se trata de una “prueba de fe”, el político anunciando su voto que luego califica de error y pide disculpas, el empresario que piensa que siendo parte del tumulto será menos despreciado, el artista promocionando su última obra, rebeldes, proletarios, liberales, fascistas, antisemitas, comunistas, denunciantes de un Estado opresor, derechistas tratando de igualar abusos y horrores propios con los que ha cometido la izquierda a lo largo de la historia, humanistas llamando a la paz, francotiradores verbales de todo tipo, voyeristas y ecologistas varios; todos los transeúntes de las redes sociales sostienen sus discursos con lo que encuentran ahí. No hay nada más verídico que lo que es funcional al propio relato.

Si algo produce malestar qué mejor que validarlo y justificarlo. Y ¿dónde se encuentra la constatación “empírica” de lo que nos aqueja? En la plaza pública, desde luego. Instagram, Twitter, Facebook, la respuesta y el refuerzo a todas mis frustraciones, oprobios, maltratos e inconformidades las encuentro ahí. A mayor eco que tenga mi denuncia más certero creo a mi discurso. Otra cosa es que yo esté dispuesto a, en verdad, entender lo que me ha ocurrido, a contextualizarlo y a ver las distintas variables que convergen en mi malestar. Sin duda, “disparar a la bandada” es un antiguo recurso. “Todos los hombres son iguales”, “Todos los empresarios son abusadores”, “Los pobres lo son porque son flojos”. La generalización es un recurso mediocre que sólo da cuenta de la pobreza argumentativa y de la comodidad intelectual de quien la utiliza.

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Imagen: Lisk Feng.

El uso masivo de las RRSS ha producido un quiebre en la visibilización del malestar, en la lógica de la queja y en la búsqueda de la justicia. La precarización psicológica, debido a la inmediatez de la satisfacción de la demanda, entre muchas otras variables, ha provocado una búsqueda desenfrenada de respuestas inmediatas. Las redes sociales han frivolizado el malestar, instalando un discurso superficial, irreflexivo, cortoplacista y generalista. La denuncia como eslogan se ha instaurado, otorgándole combustible infinito a la frustración y transformándola en rabia colectiva, que se alimenta recursivamente en las plazas públicas de las redes sociales.

Históricamente, el malestar había sido una experiencia esencialmente individual, que se potenciaba en espacios comunitarios restringidos a unos pocos cientos de kilómetros alrededor del sujeto. Con la aparición de la prensa escrita, la radio, la televisión y la posterior masificación de las comunicaciones gracias a la aparición de internet, el mundo realmente se transformó en la aldea que McLuhan predijo. Por ejemplo, hoy si una experiencia frustrante en una escala de uno a diez es percibida en un grado seis o siete, el acceso al eco y a la validación empírica de la misma en las redes sociales la potencia de manera exponencial. La conciencia del malestar se hace mucho más tangible y, por lo tanto, la retroalimentación de éste resulta mucho más poderosa. La angustia se instala y así, rápidamente, pasamos de la habitación del malestar, a la UCI de la impotencia. La ira, entonces, ya no tiene sólo sus raíces en la experiencia personal; la percepción de estafa es colectiva. “Nos han engañado a todos.”

Los movimientos refundacionales declaran el fin de los privilegios, una suerte de utopía benévola de características anarquistas. Hay una posición profundamente infantil en todo esto. No lo decimos en forma peyorativa; como se sabe, el niño y el adolescente tienden a poner siempre la responsabilidad y la solución a sus problemas en el Otro. Una sociedad que no se toma en serio la política, no se toma en serio la vida.

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Imagen: Drew Shannon.

El ethos refundacional que acompaña a los movimientos sociales contrasistémicos en América Latina y en el mundo, exige equidad vertical y equidad horizontal. Estos conceptos, provenientes de la economía y el derecho, apuntan a la no discriminación, a la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley (equidad horizontal), y a la distribución económica justa mediante un tratamiento tributario diferente (equidad vertical) para asemejar las condiciones basales de los individuos.

Aunque lo anterior parezca una concepción democrática y justa, el problema radica en que, hoy por hoy, la masa demandante no comprende ni está dispuesta a hacer el camino para lograr aquello.

Resulta mucho más sencillo apelar a la consigna generalista (justicia, igualdad, dignidad), a denunciar a diestra y siniestra a sujetos e instituciones presuntamente culpables, antes que detenerse a pensar, diseñar y construir soluciones que se hagan cargo no sólo de los legítimos malestares individuales, de las injusticias sociales, y de los abusos reiterados, sino que también enfrenten los grandes desafíos que la humanidad tiene por delante: la pandemia por COVID-19, los efectos políticos y económicos derivados de la misma, la crisis climática, la robotización, entre otros. En la lógica discursiva: no tengo pruebas, ni tampoco dudas, subyace, no sólo una posición narcisista, sino que también, una peligrosa puerta hacia la intolerancia, el populismo y el fascismo. En ella todos somos culpables hasta que se pruebe lo contrario.

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Imagen: Behance.

Las redes sociales, la inmediatez y la superficialidad nos están impidiendo comprender la profunda transformación política, económica y cultural de estos días, el gran cambio de época del que somos protagonistas. Navegamos por un mar de precariedades políticas y económicas, donde también se han instalado profundas precariedades cívicas y psíquicas en nosotros. 

Sin duda, urge construir pronto una cartografía nueva, que nos permita enfrentar en forma propositiva y eficaz nuestros actuales tiempos convulsos y las enormes oportunidades que el magnífico siglo XXI nos ofrece.


P.D. Adaptación del capítulo, del mismo nombre, del libro “La revolución del malestar” del autor.


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Plataformas tecnológicas y elecciones. ¿Se ha avanzado en eliminar la desinformación?

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Donald Trump dijo el 17 de agosto que sólo perderá las elecciones presidenciales este 3 de noviembre si hay un fraude electoral. ¿Cómo proteger la integridad de las elecciones si el propio presidente de Estados Unidos está sembrando dudas sobre sus resultados de antemano? Esto abre un gran hueco para la manipulación de la información y la publicidad falsa, generando inseguridad sobre el proceso electoral de Estados Unidos. Por supuesto, Trump no sería el primer instigador de esta manipulación de la información, pues desde hace años esto ya está ocurriendo por muchas vías en Internet, aunque cada vez con mayor sofisticación tecnológica y en forma más extensa.

Vivimos en una época en que nuestra opinión se forma de maneras muy diversas y estamos sometidos a un bombardeo diario de información, opiniones, publicidad, memes, bots, etcétera, mediante las redes sociales, que son más fáciles de usar para enviar mensajes falsos que los medios tradicionales de comunicación como periódicos impresos, la radio o la televisión. Las campañas de desinformación se están usando muy ampliamente por actores nacionales e internacionales para crear desconfianza y tensiones sociales.

Las visiones contrapuestas siempre han existido y expresarlas es parte de un sistema democrático, pero cuando prácticamente cada ciudadano que tiene acceso al Internet puede convertirse en un vocero de sus propias interpretaciones de la realidad e incluso puede difundir mentiras como si fueran ciertas, la capacidad de las personas comunes y corrientes para discernir qué está pasando y formarse una opinión informada se vuelve difícil. Todo ello se exacerba en este tiempo de pandemia en el cual, debido a la cuarentena y a la distancia social, dependemos más que nunca de nuestros artefactos digitales para interactuar y estar informados.

elecciones en pandemia
Imagen: Cottonbro.

Las enormes plataformas tecnológicas son el principal canal por el que se transmite la mayor parte de la información —verídica, manipulada o falsa—. De hecho, la opinión pública se está formando cada vez más a través de las redes sociales. En Estados Unidos el 95% de la población usaba Internet en 2019, mientras esa cifra era de 70.1% en México. Esto expone voluntaria o involuntariamente a esta población a asimilar información mediante las redes sociales.

Es por ello que Facebook, Google, Twitter y Microsoft y otras plataformas como Wikimedia se han estado reuniendo regularmente con funcionarios del F.B.I., de la Dirección de Inteligencia Nacional y del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos desde septiembre de 2019 en Silicon Valley con el fin de discutir cómo podrían tales plataformas ayudar a que las elecciones de noviembre de este año en ese país se lleven a cabo sin la interferencia externa que sufrieron en 2016, especialmente por parte de Rusia. Sin embargo, a pesar de la bondad de esta intención, estas negociaciones entre empresas y gobierno de Estados Unidos para limitar los efectos perniciosos de la diseminación de información distorsionada, antes de las próximas elecciones sólo tratan de llenar el gran vacío legal que existe sobre la materia.

¿Qué ha cambiado desde las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos para que haya más transparencia, menos interferencia de publicidad falsa en las redes y menos información alterada, en general? Hay un gran rezago en ese país en cuanto a la regulación sobre el manejo de la información y se ha avanzado muy lentamente respecto a lo que se tenía en 2016. Existen iniciativas de ley en el Congreso que son muy importantes, pero aún no están aprobadas. Una de éstas atañe al vacío que hay en la legislación que regula el financiamiento de la publicidad política en Estados Unidos que ha permitido a extranjeros usar el Internet para promover publicidad falsa sobre las elecciones en ese país. La ley mencionada sólo involucra a la radio y la televisión y no a las campañas vía Internet. De acuerdo al Honest Ads Act (o propuesta de ley sobre publicidad honesta) presentado en mayo de 2019, la publicidad política en línea requerirá, al igual que en el caso de los medios tradicionales mencionados, que aquellos que quieran comprar anuncios políticos por ese medio revelen su identidad y el lugar geográfico donde se encuentran, así como la identidad de quién pagó por ella. De aprobarse, esta nueva disposición tendrá que ser acatada por las grandes plataformas electrónicas como Facebook, Twitter, y Google, las cuales serán responsables de reunir y publicar la información sobre los que compran cualquier anuncio político que valga más de 500 dólares. En general, las plataformas han estado de acuerdo con estas disposiciones. De hecho, Facebook ha asumido estas nuevas normas desde mayo de 2018.

elecciones a traves de redes sociales
Imagen: The Tech Journal.

Existen otras iniciativas recientemente presentadas al Congreso de Estados Unidos que también tienen la intención de regular mejor el uso de la información manejada en línea. Entre éstas está el Algorithmic Accountability Act (2019) que pretende evitar que grandes compañías tecnológicas discriminen en forma automática, a través de la Inteligencia Artificial, a las personas que pueden observar cierto tipo de información o de anuncios (por ejemplo, pueden discriminar a las mujeres o personas de una determinada raza). También figuran la Iniciativa de ley DETOUR (2019) que prohibiría el uso de trucos engañosos por parte de las plataformas tecnológicas para obtener los datos personales de sus usuarios, y la Do Not Track Act (2019), iniciativa que reforzaría el derecho que ya existe de los usuarios de Internet a no ser rastreados por terceros para enviarles publicidad personalizada. Todas estas iniciativas tendrán efectos también en aspectos electorales en Estados Unidos.

La Unión Europea ha sido más proactiva que Estados Unidos en abordar los problemas de desinformación a través de las plataformas digitales. Les preocupa enormemente el que las nuevas tecnologías pueden ser usadas, …a través de las redes sociales, para diseminar desinformación a una escala, a una velocidad, con una precisión y con una direccionalidad sin precedentes, creando esferas de información personalizadas y convirtiéndose en cámaras de resonancia poderosas para campañas de desinformación. (Comisión Europea, 2018) (traducción propia). La Comisión Europea estableció un Código de Conducta sobre Desinformación (2018) para evitar los problema de la desinformación en Europa. Esta iniciativa fue seguida por un Código de Práctica sobre desinformación (2018), de autoregulación voluntaria, al que se adhirieron varias plataformas digitales (Facebook, Google and Twitter, Mozilla y más recientemente Microsoft y TikTok) y compañías de publicidad, mismas que tienen que dar informes periódicos sobre su avance en el control de la desinformación. Sin duda, los esfuerzos de la Comisión Europea son más articulados y más sistemáticos que los de Estados Unidos, pero todavía se apoyan en gran medida en la buena voluntad de los gigantes tecnológicos para acatar las provisiones mencionadas. Las leyes propiamente tales para forzar a las plataformas digitales a eliminar la desinformación es aún muy incompleta y tentativa.

hackeo de elecciones
Imagen: Zero Hedge.

Las plataformas se resisten o bien no son capaces de aplicar una política verdaderamente efectiva para asegurar que la información transmitida a través de ellas sea verídica porque, primero, les cuesta dinero renunciar a considerables ingresos por publicidad engañosa, segundo, porque necesitan grandes y costosos contingentes de “censores” que revisen los millones de comunicados y anuncios hechos por estas redes, que en muchos casos no están preparados para hacerlo y, tercero, porque los algoritmos que tienen para hacer la censura tampoco pueden hacerlo bien porque la tecnología de Inteligencia Artificial aún no está perfeccionada, es decir, no tienen la “sensibilidad” necesaria para hacer bien la selección. El resultado es que muchas veces se prohíbe la difusión inofensiva de mensajes o anuncios mientras se dejan pasar unos que verdaderamente sí son ofensivos, distorsionantes o violentos.

México tendrá elecciones federales el próximo junio de 2021, por lo que no puede dejar de afrontar los problemas arriba tratados. En México el uso de las redes sociales es cada vez más importante para la información de la población de cara a las elecciones. Para tratar de evitar la distorsión de la opinión pública mediante el uso engañoso de información y propaganda a través de redes sociales, el Instituto Nacional Electoral (INE) ha acordado con Facebook y Twitter combatir las noticias falsas (o fake news) y hacer transparente la compra de propaganda en las campañas de 2021.

México se verá favorecido por los avances hechos sobre el código de conducta de las plataformas como los realizados por Facebook, ya mencionados, ya que ésa es la red social más usada en este país. El Secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina, ha dicho recientemente: Hemos logrado buena comunicación con las plataformas para poder conocer quién compra, a qué costo y con qué propósito (es decir, si se trata de propaganda política) para poder incorporar la información a los dictámenes de fiscalización. Debido a esto puede esperarse —aunque no haya certeza completa— que habrá más transparencia sobre el origen de los anuncios que se pongan en línea que en 2018. De todas formas, es necesario desarrollar una opinión pública más informada, con mayores posibilidades de discernir qué de lo que observan en la web es verdadero y qué es falso y no quitar el dedo del renglón de lo que transmiten las múltiples vías de Internet. 


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La idea de México en la (in)sana distancia de las redes

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Una animada conversación con mi amiga V. hace unos días, nos llevó a discutir el papel de las redes sociales. Y es que en esta centena y, casi triple cuarentena, una de las cosas que hemos aprendido es a refugiarnos en ellas para paliar si no la soledad, sí el aislamiento y ofrecernos una idea de socialización que al análisis revela algo de lo que somos. 

Acudo por una parte a la filosofía para convidar a los lectores una reflexión sobre las implicaciones de nuestra reclusión. Peter Sloterdijk, autor de Sphären en su sexto capítulo del primer volumen tristeza de las esferas (De la pérdida del nobjeto y de la dificultad de decir lo que falta)”, viene al auxilio de nuestra disertación para señalar lo que en este encierro hace falta y no sabemos nombrar.

Mi amiga V. llama echo chambers, a la manera alambicada de ejercer la comunicación y que es perfectamente observable en condiciones de aislamiento circunstancial como la que ofrece este periodo pandémico. Wikipedia describe a las “echo chambers” como la metáfora de una situación en que la información, ideas o creencias son amplificadas por transmisión y repetición en un sistema cerrado donde las visiones diferentes o competidoras son censuradas o están prohibidas o minoritariamente representadas.

En otras palabras, en las echo chambers la comunicación se repite en infinitas variaciones que tienden a lo mismo. La conversación se hace una especie de jardín francés, ordenado, uno solo es quien manda, lidera, si quiere mitigar y quien ofrece la perspectiva oficial mientras los demás como arbustos bien cortados hacen coro.

redes en mexico
Ilustración: Ajay Mohanty.

Recuerdo una exposición en el Grand Palais, de París, hace 15 años, Melancolía, donde el curador Jean Clair, explora esos espacios negros (mélas) que hacen reflexionar, físicamente recogerse para dar cabida a la expresión de demonios interiores, esas zonas oscuras, pensamientos saturninos, la muerte de Dios, que caracterizan la melancolía y aparecen con frecuencia en los rincones del encierro y que se expresan de muy variadas formas.

El cotidiano diluye la agenda y retoma los referentes de una realidad pragmática; por una parte, lo ineludible de la mañanera y por la otra el canon, el tono de la conversa en el grupo de referencia que obsesivo consulto, a riesgo de exclusión.

Algunos en la “fratría” arguyen los datos fuertes de las instituciones (las que quedan), otros en cambio, formados en las escuelas igualmente alambicadas de México y del mundo, traen artículos de los más prestigiados diarios en los que parecen conocer a los mejores periodistas.

Todos aparentan estar atentos a las falsas noticias, pero muchos comparten alguna, a través de un chistesín, un meme, que siendo falso a sabiendas, se encuentra bien intencionado para acentuar tono de la conversación.

Es en el grupo, en estas cámaras de eco, donde nos encontramos todos casi siempre durante esta pluricuarentena. Hace unas semanas que quise entrar por razones personales a un conversatorio con ciudadanos de la villa de Izamal en el estado de Yucatán, me solicitaron para ingresar que escribiera la frase “chingue a su madre el PRI y sus putas mamadas”. Decidí no hacerlo, pero le pedí pusilánimemente a una colaboradora tuviese la bondad de copiarla para ser admitida.

El grupo al que interpósita accedí no tiene propiamente una conversación, sino que aprovechan para seguir la corriente de noticias más públicas y para comentar los asuntos más inocuos y privados.

redes y distancia
Ilustración: Pinterest.

Las redes sociales suelen enredar las conversaciones a punto de anonimato, los “no me acuerdo donde lo leí, pero…”, abundan en la red.  Las redes además de enredar los hilos, también los peinan y muchas veces en el mismo sentido, con el mismo cepillo y con la misma mano. Muy ordenadas aparecen así con una urdimbre de distanciamiento, porque también en las redes hay sana distancia. El accidente de encontrarse con alguien inesperado es cada vez más raro, aunque la oferta crezca, los sitios para encuentros amorosos tradicionales y libertinos han logrado el nivel de un cartesiano décrivant par le menu, que parece satisfacer casi todos los caprichos. Las redes se extienden ahora a otras formas de la convivencia, grupos de interés, militancias, partidos, causas a las que se nos convoca en función de estructura de la trama de nuestras urdimbres sociales, movimientos para firmas y marchas que adolecen de una consuetudinaria falta de remitente pero que provienen de nuestros grupos cercanos; ésa es nuestra nueva normalidad, una más normal, más cercana, y no por tanto menos anónima.

Las redes y la idea de país

El país, lo vemos todos los días, tiende a dividirse y las redes son su campo de batalla. En la conversación más recurrente de estos días se señala la sub-representación en las instituciones de ciertos grupos y etnias que estructuran la complejidad del país, pero la manera de apuntarlo es tan agresiva y acusa una falta de respeto a la vida republicana que aunque se quiera y entienda el sentido de la Cuarta Transformación, el asunto se enturbia mucho con medidas del estilo CONAPRED y la renuncia solicitada a Mónica Maccise, tema que ha dejado correr mucha tinta.

Un país que se quiere y busca a sí mismo, debe hacerlo con todos sus elementos porque de otra forma la construcción es endeble. Pero cuando además de las redes, las clases y las desigualdades nos divide el discurso que emerge de la voz que representa al Estado, la idea de nación se fragiliza.

La idea de México hoy camina en el continuum que inaugura el jesuita Clavijero, que en su expulsión de México pudo observar desde la lejana Italia al país en que nació. Su Historia Antigua de México es la primera en entender la evidencia del espacio nacional, diverso, rico y apunta las voces que se fusionan en un afán de país que no es la nación azteca ni la maya, ni ninguna otra de entre las identidades prehispánicas, y tampoco porque el diferencial es enorme, una Nueva España.

El relato de México se contiene en una narrativa que, en ocasiones, abunda en el mundo prehispánico y, en otras, en la globalización y el contacto humano universal. Luces y sombras en cada etapa, desde el siglo XVI en que se da una imposición hegemónica hasta el XXI, el recorrido es claro retrospectivamente y cada vez más difícil de auscultar prospectivamente. La independencia corta un cordón umbilical, la reforma ilustrada dio algunos pasos eficaces en educación y política profiláctica, vinieron luego las dictaduras que acentuaron divisiones, la revolución que se quedó corta, el priismo que estabilizó y abusó, la transición fallida, la vuelta del PRI y su abundante cadena de corrupción y hoy la cuarta, incomprensible aún y limitada transformación, mañana…

Construir una nación en la diversidad no ha sido una ingeniería de manual como la europea donde los valores cristianos supieron reemplazar a la dominación romana, gracias, entre otras cosas, a una diversidad étnica mucho más mitigada. En América las luchas de la negritud han mostrado un camino del que la alta etnicidad de buena parte del continente puede aún aprender. Desde su inauguración hace unos cuatro años, el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en el Mall de Washington despertó, en muchos, una conciencia histórica más localizada en el tiempo, más clara en sus motivos, más material. La museografía y la animación acompaña con enorme inteligencia y sensibilidad el desarrollo de gestas de las que aún vemos batallas (Floyd) que se incorporarán, si no es que ya están en ese recinto extraordinario que, comparado con la pobreza del Museo del Indio Americano, produce una especie de frustración por procuración. En el mismo espacio, este museo tiene una museografía estulta y hueca y su animación es insultante tanto para los representados como para los visitantes.

redes sociales en mexico
Ilustración: The Verge.

Antes que concluya el primer cuarto de siglo, México decidirá si se termina de construir o se desmiembra. Hoy para lograr lo primero, confunde ver este afán de división que, pese a la declaración del senador Montreal, en el sentido de que las paces entre AMLO y la iniciativa privada de darán después de las elecciones, todo apunta en este tiempo a rompimiento, y paradójicamente son los grandes buscadores que contienen todas las conversaciones de las redes, los que saben mejor de estas divisiones, de sus porcentajes y de sus fracturas.

Veo a pesar de esto, la oportunidad de intervenir en la coyuntura con una conciliada fuerte e irrenunciablemente inteligente visión del país. Hace falta un imaginario positivo y voluntarista, comprometido con la ontología de un país necesario y honesto que muestre metas y métodos para cumplirlas, que entienda los contextos, que sea más incluyente y que construya el relato común que tanto se requiere.

Esto que no es por ahora un atributo del presidente de la República, menos lo es de la desmoronada MORENA. Inaugura este tiempo una oportunidad para nuevos liderazgos y nuevas posiciones, menos partidos, más personas y mayores ideas. Tiempo de iniciativas individuales (privadas), que deben sustraer de sus consideraciones primarias aquella máxima fascista de Mussolini,citado con gracia por un amigo italiano F.A. “intelectual tira pá pendejo…”.

Y es que cuando algunos desde los grandes poderes políticos o económicos –no los académicos, seamos justos en ello– quisieron vestir sus mesas con la presencia de personajes educados en dandismo y la buena glosa, terminaron cooptándolos y convirtiéndolos en tristes intelectuales orgánicos justificadores de discursos y a veces hasta hacedores de ellos.

Letras Libres hizo hace poco una elocuente defensa de esos intelectuales, pero limitada, sin embargo, porque queda claro que el resultado del trabajo de ese gremio no alcanzó a permear en las estructuras y dinámica del Estado. Hoy se siguen requiriendo intelectuales, profesionales del pensamiento general y específico que a la luz de sus destrezas sepan hacer mejor ingeniería social y menos ideología, ver lejos para trascender la comodidad de la conversación de alambique y para convertir su trabajo en acción positiva. La nación requiere de seguridad para subsistir, rumbo para desenvolverse y de un relato compartido para animarse y también en las redes.


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¿Sabes lo que tu hijo publica en redes sociales?

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Alertan cifras sobre uso de redes sociales en niños mexicanos

El uso de redes sociales en niños mexicanos alcanza a cerca del 50 por ciento de la población infantil, pero algunos padres no saben lo que publican.

El reciente estudio realizado por la compañía global de ciberseguridad Kaspersky, en colaboración con la consultora de estudios de mercado CORPA, refiere que el 48 por ciento de la población infantil mexicana cuenta con un perfil en redes sociales

¿Sabes lo que comparten tus hijos en redes sociales?

De acuerdo con Kaspersky, el 10 por ciento de los padres mexicanos desconocen lo que sus hijos comparten en redes sociales y el 35 por ciento desconoce la contraseña de la cuenta de los menores.

Según los adultos encuestados en el país, lo que más comparten los menores públicamente en sus perfiles es información sobre sus hobbies o actividades favoritas (74 por ciento), fotografías del hogar (7 por ciento) y datos personales de amigos y parientes (8 por ciento). 

La investigación reveló además que el 40 por ciento de los menores en México interactuó por primera vez con un dispositivo inteligente antes de los 6 años, y el 71 por ciento obtuvo su primer smartphone o tableta personal antes de cumplir 10. Según los padres, los menores de edad utilizan estos aparatos en mayor medida para entretenerse (43 por ciento).) y educarse (47 por ciento).), y luego para comunicarse con otras personas (14 por ciento).

Uso de redes sociales en niños en América Latina

De acuerdo con la investigación, los menores brasileños lideran los perfiles en redes como WhatsApp, Instagram, YouTube y Facebook, con 56 por ciento, seguidos por chilenos (55 por ciento) y argentinos (53 por ciento). Más atrás se ubican mexicanos (48 por ciento), colombianos (45 por ciento) y finalmente peruanos (4 por ciento En promedio, en el 39 por ciento de los casos, los niños de México crearon directamente sus cuentas y acceden a ellas sin la supervisión de sus progenitores. En tanto el otro 9% de los perfiles, fue creado por sus padres y son ellos quienes los administran.

Asimismo, el sondeo evidenció que uno de cada cuatro padres rara vez monitorea las redes sociales de sus hijos, y quienes menos lo hacen son los papás mexicanos, con 20%. En contraparte, los más preocupados son argentinos, brasileños y chilenos, con 28 por ciento. En el medio se ubican colombianos (24 por ciento) y peruanos (21 por ciento).

A esto se suma que, en promedio, el 35 por ciento de los adultos desconoce la contraseña de los perfiles de sus hijos, y quienes menos están al tanto de esta información son los padres brasileños, con 26 por ciento. Por el contrario, quienes muestran mayor interés al respecto son los mexicanos, con 44 por ciento. Argentinos, chilenos, colombianos y peruanos se sitúan entre ambos, con 38, 37, 33 y 31 por ciento, respectivamente.

El estudio forma parte de la campaña Niños Digitales realizada en la región por Kaspersky, para analizar qué tan involucrados y comprometidos están los padres y madres de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, en la vida digital de sus hijos.

Conectados a temprana edad

Junto con esto, el sondeo arrojó que el 15 por ciento de los niños pasa más de cuatro horas conectado a internet mediante un dispositivo móvil, y quienes llevan la delantera al respecto son los menores argentinos, con 24 por ciento, seguidos por chilenos (21 por ciento) y brasileños (18 por ciento). Más atrás se ubican colombianos (12 por ciento), peruanos (7 por ciento) y mexicanos (7 por ciento).

“Los niños de hoy están creciendo en un mundo que gira alrededor de Internet. Es imposible evitar que tarde o temprano empiecen a interactuar con todo lo digital y, en especial, con las redes sociales. Si ya son parte de ellas, es importante supervisar lo que publican y explicarles por qué lo hace. Incluso, los adolescentes pueden no tener claro cuál es el impacto a largo plazo de sus publicaciones, o no entender que el Internet nunca olvida nada. Por eso es importante enseñarles que practiquen buenos hábitos en línea desde una temprana edad, hablarles sobre las ciberamenazas para que aprendan a reconocerlas y evitarlas, creando así una base de confianza y un dialogo abierto”, explica Judith Tapia, gerente de ventas, productos para el consumidor, en Kaspersky México.

Para ayudar a las familias a proteger a los niños contra diversas amenazas en Internet, Kaspersky recomienda:

1.  Habla con tus hijos acerca de los potenciales peligros en línea.

2.  Participa en las actividades de tus hijos en línea desde una edad temprana como “mentor”. Anímalos a hablar contigo acerca de su experiencia en línea y, en particular, de cualquier cosa que los haga sentir incómodos o amenazados (acoso, sexting, grooming).

3.  Establece reglas básicas y claras sobre lo que pueden y no pueden hacer en Internety explícales por qué.

4.  Urge a tus hijos a que se mantengan vigilantes sobre la configuración de las herramientas de privacidad en las redes sociales para que sus mensajes sean sólo visibles para ciertos amigos y familiares.

¿Por qué estamos tan sorprendidos de lo que está pasando y pasará?

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Leo y veo con sorpresa que hay muchas personas que se sienten sorprendidas por todos los cambios que estamos viviendo, y lo que es un hecho que vendrán en el corto y mediano plazos, tanto en lo personal como en lo profesional, en el mundo corporativo y de las organizaciones en general en el mundo.

Basta dar una rápida revisada a decenas, sino es que centenares, de artículos disponibles, a investigaciones de prestigiosas universidades como la de Oxford, que presentó un extraordinario trabajo en el 2013 sobre el futuro del trabajo; a presentaciones en plataformas tipo TED, a una media docena de buenos libros sobre lo que sucedería en el futuro y que fueron publicados y presentados desde finales del siglo pasado y hasta hace un par de años, como el libro de Andrés Oppenheimer, ¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la automatización, al que ya me he referido en otros artículos y el cual recomiendo ampliamente.

¡Sálvese quien-pueda! de Andrés Oppenheimer
Imagen: Sin Embargo.

¿Cómo alguien se puede decir o sentir sorprendido que habría más teletrabajo? Yo mismo hice un par de artículos sobre el tema el año pasado y que se publicaron aquí en El Semanario. Ahora resulta que hasta Juan Patito (por no decir ganso) es experto y hace webinars de cómo hay que trabajar desde casa… me dan risa y pena ajena. Yo no creo que haya fórmulas mágicas para nada y obviamente no las hay para hacer teletrabajo. Casi cada persona tendrá que diseñar y planear cómo hará su teletrabajo.

Lo que es un hecho es que esta tendencia –como muchas otras– sólo se aceleró y va a continuar creciendo de forma exponencial y permanentemente. Y por ello vamos a pasar de alrededor del 4% de personas que hacíamos teletrabajo, según la OIT. Yo lo hacía parcialmente desde hace varios años, y formalmente desde el temblor del 2017, cuando perdí mis oficinas, a quizás hasta el 30%, para las personas que tenían un puesto de trabajo en una organización formalmente establecida.

Ya muchas empresas, firmas de consultoría, de abogados y contadores, y obviamente organizaciones no lucrativas, están dando la opción a sus trabajadores para que decidan si quieren seguir haciendo teletrabajo de forma permanente. Ha sido muy público el caso de Twitter y Facebook, pero les puedo asegurar que ya lo están haciendo miles de organizaciones en todo el mundo, incluido México. También existe la “modalidad” forzada, es decir, hay organizaciones que les están diciendo a sus empleados que hoy están haciendo teletrabajo de forma temporal, que esto será ahora permanente. Las instituciones que aprovechen esta situación por una o por vía, tendrán enormes ventajas competitivas en los meses y años por venir.

videollamadas, teletrabajo
Imagen: Shutterstock.

Si tomamos la decisión de pedirle a nuestra gente que haga teletrabajo de forma permanente, es MUY importante organizar el teletrabajo (home office) de una forma que resulte viable, conveniente y convincente para los empleados.

Ahora mismo estoy trabajando con un cliente con el que estamos preparando todas las nuevas condiciones laborales que tendrán los empleados que harán teletrabajo de forma permanente y estamos tomando en cuenta decenas de elementos: desde la posibilidad real de cada empleado de si podrá trabajar desde su casa, por condiciones familiares, espacio, etc.; o la disponibilidad de buen internet. Es increíble, pero en lugares como el Pedregal de San Ángel o Polanco, hay personas que tienen problemas con su internet; su plan de formación; su paquete de seguros; entrega de equipo para su casa –en algunos casos hasta mobiliario–; computadora de escritorio o laptop; una buena cafetera, si es el caso; eliminar las prestaciones relacionadas con el auto; Compra de una buena bicicleta y/o pago del servicio de las públicas; pago de servicios de transporte, tipo Uber o Cabify; hasta el nuevo contrato de trabajo, que implicará sustitución de algunas prestaciones y beneficios, que en ningún caso significa que el empleado ganará menos.

El teletrabajo llegó para quedarse y recomiendo que en todas las organizaciones hagan un buen mapeo de todos los puestos que podemos mantener o enviar en esa condición, a la brevedad.

home office, teletrabajo
Imagen: Aprhifac.

Les quiero recomendar muchísimo In one hundred years: leading economists predict the future, editado por Ignacio Palacios-Huerta desde el Massachusetts Institute of Technology, MIT, en el año 2013, para entender mucho de lo que ya está pasado y lo que va a pasar. En este libro participan diez muy destacados economistas, entre ellos tres premios Nobel. De verdad que es una biblia para predecir el futuro.

Para seguir con temas que no nos deberían de sorprender, los autores de este magistral libro, en materia de temas de trabajo, señalan “el concepto de jornada laboral que hace la división entre escuela, familia y trabajo se desintegra con el tiempo”, y eso es exactamente lo que estamos viviendo; y continúan, “la organización del trabajo se flexibiliza y deja de estar sometido a un espacio determinado y a horarios fijos.” Y aquí todavía nos falta mucho por aprender. En las primeras semanas del confinamiento nos enteramos de que la gente sí puede trabajar desde su casa y que es, inclusive, más productiva que la oficina. Pero mucho de este fenómeno se ha dado por la novedad, por las exigencias del momento, porque la gente ha aceptado que los jefes sean invasivos hasta en la vida privada de sus empleados, a través de un micromanagement absurdo y que no se puede sostener en el tiempo.

He tenido la oportunidad de asistir y de participar en algunos webinars y/o conferencias sobre el tema en las últimas semanas, con colegas de muy distintos lugares del mundo, y todos estamos de acuerdo que los “jefes” y las empresas le van a tener que bajar tres rayitas a sus exigencias con la gente, y van a tener que aceptar que las personas sólo estén conectadas entre cuatro y seis horas al día. Los rendimientos decrecientes de las personas que se pasan 8, 9, 10 o más horas frente a sus computadoras, nos darán la razón muy pronto. Hay que dar oportunidad para que las personas trabajen solas, como lo hacían en sus oficinas, que tomen un razonable tiempo para comer. Todos, absolutamente todos, necesitamos varios recesos al día y eso implica desconectarnos del celular o la computadora.

control y opresión a la distancia
Imagen: Revista Anfibia.

Quiero también recomendarles, y sobre esto también he escrito en estas páginas, el documento que sobre el futuro del trabajo editó la OIT, con motivo de sus 100 años. Realmente es una pieza maestra de cómo deberá ser el trabajo en los años por venir, las implicaciones que tiene para los empleadores, para los empleados-trabajadores, para los sindicatos y para los gobiernos. El documento puede consultarse y no tiene costo en la página de la OIT.

En el libro del MIT al que he hecho referencia y otra serie de muy interesantes e importantes trabajos realizados por Deloitte y el Banco Interamericano de Desarrollo, nos dicen que una muy buena parte de los nuevos trabajos que surgirán en el mundo no serán generados por las empresas u organizaciones tradicionales, sino por el propio autoempleo y por la economía colaborativa o “gig economy”. El estudio del BID señala que la economía colaborativa crecerá de 14 a 335 mil millones de dólares entre el 2014 y el 2025.

La verdad de las cosas es que muy poco de lo que está sucediendo en el mundo de las empresas como producto de esta pandemia, nos debería de sorprender, y si lo está haciendo nos da una muy buena idea de lo mal que estamos informados.


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Entre tantas malas, una buena noticia

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En noviembre de 2018, Mark Zuckerberg anunció la creación de un Consejo de Supervisión de los contenidos de Facebook. El propósito de esta entidad será el de defender el principio de darle una voz a la gente al mismo tiempo que se reconozca la realidad de [tener que] preservar la seguridad de las personas (traducción propia, Facebook).

Un artículo publicado por cuatro miembros de este Consejo explica sus funciones: se enfocará en los contenidos más problemáticos para Facebook incluyendo aspectos como discursos de odio, acoso, y la protección de la seguridad y la privacidad de las personas. También decidirá si algunos contenidos deben o no mantenerse a la vista del público (NYT).

Ya era hora…. Pero ¿será suficiente?

Si Facebook junto con Instagram, WhatsApp y Messenger, que también son de su propiedad, eran utilizados por alrededor de dos mil millones de personas en el mundo antes de la pandemia, en este último período su uso se ha intensificado aún más especialmente en las zonas más afectadas por ella, donde el confinamiento ha sido la norma. Su rol en estas circunstancias como medio de comunicación, acercamiento social en el distanciamiento, entretenimiento, educación, entre otros, los han vuelto indispensables, pero también nos ha expuesto más que nunca a información falsa.

facebook y desinformacion
Ilustración: ARTky6.

Facebook, que ha provisto a la humanidad de una forma invaluable de estar en contacto, ha tenido problemas severos para garantizar la veracidad y honestidad de los contenidos que se comparten a través de su plataforma, además de una incapacidad o falta de voluntad para proteger los datos privados de los usuarios –sobre este último tema véase un artículo en esta misma columna–.

Al principio, Facebook –lo mismo que las demás empresas mencionadas que se crearon posteriormente y que fueron absorbidas por ella– parecía un instrumento bastante inocente para mantener contacto e intercambiar fotos y comentarios con amigos, y encontrar nuevas relaciones. En poco tiempo, sus funciones se fueron ampliando de manera vertiginosa, facilitando intercambio de textos, millones de videos, facilitando la organización de conferencias, campañas electorales, entre otros. Pero el mal uso de este medio ha ido creciendo y se ha convertido en un instrumento de intervención externa de campañas políticas  a través de la inserción de publicidad falsa –Rusia en las elecciones de Estados Unidos de 2016–; de la transmisión de ideologías fanáticas que terminan en masacres –de los supremacistas blancos o de yihadistas–; y de tráfico de personas.

No existe una regulación internacional que pueda actuar para detener este tipo de problemas. En el tema de protección de datos personales se han hecho algunos avances como la iniciativa de Regulación General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR, por sus siglas en inglés) de hace dos años, y muchos países han dictado regulaciones respecto del acceso y uso indebido de estos datos, aunque los resultados han sido insatisfactorios.

Los problemas para filtrar contenidos son múltiples, empezando por la ambivalencia de estas empresas como Facebook para hacerlo, pues enfrentan el dilema de cuánto se puede estar transgrediendo derechos democráticos al censurar la comunicación –tema muy polémico, especialmente cuando se trata de grupos de odio–, y los costos de marginar de sus redes a estos grupos poderosos.

provacidad de datos facebook
Ilustración: Techcrucnh.

Los problemas técnicos no son menos desafiantes. La tarea de filtrar contenidos no puede aún ser resuelto exclusivamente por algoritmos, sino que requiere la intervención de seres humanos. La empresa tenía contratados más de 7,500 revisores de contenido en 40 idiomas en 2018, según un informe de Facebook. La compañía sostiene que tiene vínculos con 60 organizaciones que revisan la veracidad de los datos y hechos que se transmiten a través de su plataforma, y su esfuerzo se ha intensificado ante la situación del coronavirus para evitar la desinformación sobre este tema en particular (Facebook).

El problema es que muchos de los “revisores” de contenido contratados por Facebook no son especialistas en realizar lo que llaman “moderación de contenidos” ilegales o inmorales al público. Muchos de los trabajadores contratados para analizar y filtrar una enorme cantidad de imágenes, videos y textos que se muestran en el sitio de Facebook, de acuerdo con criterios predefinidos, lo hacen individualmente en la esfera gig del empleo, sin capacitación adecuada para esta labor ni apoyo psicológico para hacerlo, y la cantidad de datos o imágenes que deben procesar es enorme. Es decir, están sometidos a un gran estrés –véase artículo sobre las condiciones de trabajos en las plataformas digitales en esta columna–, por lo que el resultado de este esfuerzo es mucho menos que satisfactorio.

Por otra parte, el desarrollo de la tecnología para producir información falsa es muy acelerado, lo que hace aún más difícil detectar las tergiversaciones y manipulación de fotos, videos, discursos, etc. La forma más avanzada de manipulación es la técnica del deepfake –que en sí progresa a gran velocidad–, basada en el “aprendizaje profundo” de una persona a través de la inteligencia artificial –véase artículo en esta columna– y puede transformar su imagen y su voz de manera que en apariencia expresa verbal y gráficamente ideas o discursos falsos que engañan a cualquier observador, a menos que éste sea uno de los escasos profesionales especializados en estas técnicas digitales. En septiembre del año pasado, Facebook decidió contribuir con 10 millones de dólares a un fondo que estudia formas nuevas de detectar el deepfake, y a principios de este año la compañía decidió prohibir la transmisión de contenidos con esta tecnología –eso es, si es que los pueden detectar–.

En la práctica, Facebook ha hecho progresos en manejar contenidos, ya sea porque han ido tomando conciencia espontáneamente o bajo presión. Por ejemplo, en abril de 2018, Facebook publicó los Lineamientos Internos que determinan los estándares de la compañía para censurar contenidos, lo que ayuda a los revisores a eliminar aquellos que se consideran inaceptables. Por ejemplo, respecto a la violencia señala que eliminamos el lenguaje que incita o da lugar a actos graves de violencia. En los casos en los que consideramos que existe riesgo real de daños físicos o amenazas directas a la seguridad pública, eliminamos el contenido, inhabilitamos las cuentas y colaboramos con las autoridades competentes (Facebook).

deepfake
Imagen: Axios.

También se han tomado medidas, especialmente cuando se acercan las elecciones en algún país o localidad, pues son los lapsos de tiempo en los que se carga más la web de mensajes falsos para influir sobre los resultados. Por ejemplo, Facebook removió 2.19 mil millones de informes falsos en el primer trimestre de 2019 y actuó específicamente contra 1,574 páginas no europeas y 168 páginas originadas en la UE –véase artículo en esta columna–, con vistas a reducir las manipulaciones virtuales antes de las elecciones parlamentarias europeas que tuvieron lugar en mayo de 2019. Durante la pandemia también se han tomado medidas especiales. En marzo del presente año, Facebook puso advertencias a unas 40 millones de comunicaciones relacionadas con el COVID-19, basándose en alrededor de 4,000 artículos provistos por los socios especializados en revisión de contenidos (Facebook).

Pero Facebook ahora ha dado un paso más importante. Después de sostener seis talleres y 22 mesas redondas con la participación de 650 personas de 88 países a lo largo del último año y medio, con el propósito de discutir la política que necesitaría la empresa para ser efectivos en la revisión y filtro de contenidos, ha anunciado la creación del Comité Supervisor independiente. Zuckerberg ha nombrado ya a los 20 primeros miembros de este comité y el próximo año se unirían otras 20 personalidades más, todas ellas muy destacadas en diversas disciplinas.

La finalidad del Consejo es proteger la libertad de expresión y formular recomendaciones sobre la política de contenido relevante de la empresa Facebook. Esta nueva entidad podrá escoger algunos casos de contenido que considere importantes de revisar y podrá ratificar o revertir la decisión de ser transmitido por Facebook. Su finalidad es revisar un número limitado de casos muy emblemáticos y determinar si las decisiones se tomaron de acuerdo con las políticas y los valores establecidos de Facebook (Oversight Board).

privacidad facebook
Ilustración: Cointelegraph.

Las opiniones sobre la creación del Comité de Supervisión de Facebook ya es tema de debate. Para algunos es un atentado a la libertad de expresión, mientras que para otros se queda muy corto respecto a lo que pueden realmente hacer para limitar el daño que hacen algunas de sus divulgaciones.

Bajo cualquier enfoque, la tarea de revisar contenidos de las publicaciones o mensajes de más de dos mil millones de personas es colosal, especialmente si los métodos que se quieren seguir son democráticos, es decir, que no trasgredan la libertad de expresión de las personas bien intencionadas. El Consejo conformado por 40 personas difícilmente podrá responder al desafío que se les presenta. Es quizás un primer paso para establecer criterios o una especie de gobernanza de las propias empresas, a falta de acuerdos y reglas internacionales.

Pero las grandes plataformas digitales tendrán que ingeniárselas de alguna manera, pues las exigencias sobre ellas son cada vez mayores. Por ejemplo, Francia acaba de aprobar una ley que da sólo una hora para que se retiren de las redes los mensajes que las autoridades consideren que están relacionadas con terrorismo o abuso sexual infantil. De no cumplirse esta regla, la multa aplicada podría llegar a ser el 4% de los ingresos globales de la empresa transgresora –miles de millones de dólares para una empresa como Facebook– (BBC).


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