Tecnología

Días de innovación: una transformación digital inclusiva y centrada en el ser humano

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Se llama Mariya Gabriel. Nació en Bulgaria. Desde el 1 de diciembre de 2019 es la comisaria de Innovación, Investigación, Cultura, Educación y Juventud, de la Comisión Europea. Tenía 10 años cuando cayó el Muro de Berlín.

A Gabriel ha correspondido la organización, en condiciones radicalmente distintas una de otra, de las dos ediciones llevadas a cabo hasta ahora de un evento ambicioso y de amplio espectro: The European Research & Innovation Days.

Hace unos días apenas, del 22 al 24 de septiembre, en condiciones absolutamente inéditas, se ha llevado a cabo por segunda vez esta iniciativa que busca conjuntar los alcances del conocimiento aplicado con las necesidades que marcan el trazo de un horizonte de futuro.

En esa dirección, al inaugurar la segunda edición de The European Research & Innovation Days, Gabriel subrayaba que se trata no sólo de ciencia, sino de hacer a nuestras sociedades más inclusivas, más comprometidas con el medio ambiente, más resilentes.

La generación de conocimiento, su aplicación, el desarrollo de nuevas tecnologías debe apuntar a buscar el equilibrio entre el desarrollo personal y el general, entre el desarrollo y el entorno natural del planeta.

Mariya Ivanova Gabriel
Mariya Ivanova Gabriel, política búlgara de Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (Imagen: EPP Group).

Así, bajo el signo de la crisis ambiental y la emergencia sanitaria, The European Research & Innovation Days, vino a reiterar una verdad que no por sabida, no debe ser remarcada tanto como sea posible: nada podrá hacerse como antes, nada es ya como antes.

Marcado, pues, de modo indeleble por la amenaza del Coronavirus, sacudido por los estragos económicos de las medidas paliativas, el evento insignia de la Comisión Europea en materia de Investigación e innovación, lejos de abandonar temas precedentes, pareciera caminar hacia su reforzamiento.

 El Pacto Verde (The Green Deal), en sentido, sigue siendo para el entorno europeo la parte central de su ruta de navegación.

Ciertamente, se han desplazado hacia el centro de esta hoja de ruta, temas que estaba ahí de modo latente, y que hoy son inaplazables: el teletrabajo y la teleeducación, por mencionar dos.

A la par del Green Deal, Europa tiene claro que la sociedad digital ha de avanzar de modo más rápido, justo e inclusivo hacia ese nuevo estadío.

Lo digital, es claro, para la UE no se refiere sólo al acceso de ciertas tecnologías para algunos, sino de construir una base que apuntale las nociones de ciudadanía, tolerancia, equidad, entre algunas de ellas.

politicas sustentables
Imagen: Feed Navegator.

Como presentes han estado, también, de modo transversal, a lo largo de estos dos días de sesiones virtuales, los elementos y desafíos que conforman los Objetivos del Desarrollo sustentable (ODS), que impulsa la Organizaciones de las Naciones Unidas desde hace un par de años.

Ya antes de su inicio los I&R Days, por su nombre abreviado, anunciaban su convicción de que Europa debe encabezar “una transformación digital inclusiva y centrada en el ser humano”.

Para luego asentar que “la digitalización puede permitir el empoderamiento generalizado de los ciudadanos, ayudar a desarrollar nuevos conjuntos de habilidades para adaptarse a las necesidades laborales futuras y luchar contra la desinformación y los prejuicios étnicos y de género”.

La convicción europea es que la digitalización, como ellos llaman a esta enorme transformación en cuanto ámbito de la vida social existe, “impulsa la innovación en todo, desde la infraestructura y las redes hasta la conservación del patrimonio cultural”.

“La tecnología digital también es clave para garantizar que Europa cumpla sus compromisos en materia de medio ambiente, clima y sostenibilidad”.

Y aún más, se dice, de cara a la crisis sanitaria y a su resolución en un marco de fortalecimiento de las sociedades democráticas.

innovacion digital
Imagen: Financial Times.

“Protege y promueve los valores y procesos democráticos e impulsa la revolución de los datos en el corazón de los descubrimientos científicos innovadores, como durante la crisis del Covid-19”.

Ha sido ésta, la pandemia, desde luego, una de las grandes protagonistas del encuentro. El uso de la Inteligencia Artificial y la telemedicina se discutieron no como hechos por venir sino como realidades de hoy.

Del mismo modo que el manejo de datos personales se ha entrecruzado, en los debates suscitados, con la imprescindible edificación de una ética del tiempo digital.

Pero no sólo ello, cómo mitigar los sesgos por género o etnicidad, cómo instrumentar los nuevos entornos laborales robotizados sin que amenacen lo humano, cómo transitar hacia las nuevas habilidades que se requieren para los nuevos tiempos, han sido algunos de los tópicos sobre los que han girado los debates en el ámbito de la sociedad digital.

Al final de estos tres días intensos, los resultados son alentadores. Más de 35 mil participantes de 188 países. Mucho más allá del propio ámbito europeo. 146 sesiones de discusión, reflexión y llamado a tomar acciones.

La pequeña niña búlgara de diez años que miraba derrumbarse el Muro en Berlín, y con él un mundo, al cabo de muy pocos años, le ha tocado en suerte convertirse en una de las grandes promotoras de la edificación impostergable de las bases de una nueva era. Todo ha sido muy rápido.

Lo será aún más.


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Su atención por favor

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La atención es la forma más extraordinaria y pura de generosidad.
Simone Weil.

En este momento, tienes el propósito de prestarle toda la atención posible a la lectura de este texto. No obstante, podría apostar que muchos lectores tienen alguna distracción aquí, en este punto y aparte, que les impide lograr la tarea.

Algún pensamiento o elemento de tu espacio físico o mental te desvió del objetivo de leer. Sin duda, mantener la atención plena en algo durante mucho tiempo es toda una hazaña. A todos nos pasa de cierta manera, ya que vivimos en un espacio lleno de señales. En mi trabajo como consultor de comunicación en diversas organizaciones, encuentro que la falta de atención es una fuente común de problemas en el trabajo.

¿Por qué desatendemos lo que hacemos?

Esto se debe a muchas causas. Me gustaría resaltar algunas: vivimos en una época donde veneramos la productividad; queremos hacer mucho sin procurar la calidad de lo que hacemos. Nos imponemos una lista interminable de tareas al día sin preocuparnos por la finalidad y la calidad del resultado. Una gran parte de los indicadores con los que se valora nuestro desempeño miden el volumen del esfuerzo y no su impacto.

Por otra parte, la tecnología, que está a nuestro alcance con un celular o computadora, nos obliga a tener una capacidad de respuesta rápida y dividir nuestra atención en múltiples aplicaciones y procesos simultáneamente. Esto provoca períodos de atención más cortos y poca conciencia al realizar las actividades. En este mundo inundado de información, saltamos de una tarea inmediata a otra sin atender bien a ninguna.  

La comunicación de las organizaciones sería más efectiva si los colaboradores prestaran más atención a la información que manejan y, por lo tanto, a las relaciones que se generan a partir de ella.

sobrecargado de informacion
Imagen: James Round.
¿Cómo funciona mi atención?

Lo primero que necesitas saber es que neurológicamente nuestra capacidad de atención es reducida:

… después de enfocarnos en algo sólo podemos retener una pequeña cantidad de información en nuestra memoria a corto plazo. La habilidad para almacenar información en nuestra mente es prácticamente un superpoder, al permitirnos pensar en lo que hacemos mientras lo hacemos, ya sea que se trate de solucionar un problema (como recordar números mientras hacemos cálculos aritméticos) o de planear el futuro (como programar la mejor serie de ejercicios en el gimnasio)”.[1]

Si la atención es un recurso limitado, necesitamos conocer qué tipo de tarea vamos a realizar para estimar el esfuerzo necesario. Existen dos tipos de tareas:

1. Tareas simples y habituales: son aquéllas que por la fuerza de la repetición podemos hacerlas de forma casi automática. Algunos ejemplos son manejar o lavarte los dientes.
2. Tareas complejas: son las que requieren de cuidado y precisión y, por lo tanto, exigen toda nuestra atención. Por ejemplo, una conversación significativa con un amigo o atender una junta de trabajo.

Podemos hacer muchas tareas simples al mismo tiempo porque requieren de poca atención. Bajo estas circunstancias, operamos en una modalidad multitarea. Pero si queremos hacer una tarea compleja, sólo podemos ser eficientes si enfocamos toda nuestra atención en ésta.

Cuando nos enfocamos en una tarea compleja y, al mismo tiempo, recibimos estímulos del entorno multitarea, nuestros niveles de estrés aumentan.

aumento de estres
Imagen: Bea Vaquero.
¿Cómo puedo mejorar la atención?

La atención se entrena. Y este entrenamiento, al igual que en el ejercicio físico, depende de objetivos y sucede en un proceso gradual.Algunos consejos para entrenar tu capacidad de atención son:

1. Identifica cuál es la intención profunda de lo que haces: Tener una razón genuina para actuar nos ayuda a entrar más rápido a un estado de atención. 
2. Asigna un tiempo a tus tareas: Si necesitas trabajar en algo por mucho tiempo, puede ser más fácil si lo divides en una serie de períodos cortos. Evita sobrecargar tu capacidad de atención. Es preferible hacer el trabajo poco a poco, con precisión y calidad.
3. Identifica los enemigos de tu atención: Estos son distractores que pueden sacarte fácilmente de la tarea que realizas. Como ejemplo está el celular o aplicaciones. Cuando decidas enfocar tu atención, aléjate de estos enemigos para que el compromiso con la tarea se cumpla sin interrupciones.
4. Ordena el espacio donde trabajas: El cerebro funciona mejor si ve el ambiente ordenado y limpio. Antes de trabajar, dedícale unos minutos a preparar el espacio donde harás tus tareas.
5. Pon en práctica tu atención en experiencias colaborativas: El mejor momento para entrenar la atención es cuando necesitas colaborar con otras personas. Aquí se pone a prueba tu capacidad de escucha activa para seguir los argumentos de tu interlocutor y no perderte en tus propios pensamientos. También es útil comprender lo que te pide la otra persona antes de pensar en lo que le vas a contestar.

Ahora manejamos muchísima información al día y, por esto, necesitamos ejercitar nuestra capacidad de atención para seleccionar mejor los datos y tomar mejores decisiones. Si aumentamos nuestra capacidad de atención, mejoraremos no sólo nuestros procesos de trabajo sino también las relaciones interpersonales y las formas de comunicación en el trabajo y en la vida personal.

Notas:
1 Bailey, Chris, Hyperfocus. How To Manage Your Attention In a World Of Distraction. Penguin Random House, 2018.


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Brecha de conectividad en los Estados

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En México, se registra un balance creciente de aquella población con acceso a Internet, especialmente al alza durante esta pandemia, a partir de trasladar la operación productiva, social, educativa, cultural, de entretenimiento, entre otras a nuestros hogares.

Al cierre de la primera mitad del año, se contabilizaron 87.3 millones de internautas, lo que implica que una proporción de 76.0% de los mexicanos de seis años o más tendrán el potencial de comunicarse, entretenerse, informarse e incluso aprender y trabajar, durante este periodo de cuarentena que aún no tiene una fecha cierta de término para gran parte del mundo.

No obstante, el acceso a la conectividad y su potencial aprovechamiento, no es homogéneo en todo el territorio nacional. Si bien se han registrado avances significativos en las métricas nacionales, ésta no ha sido una realidad para todas las entidades federativas de nuestro país, puesto que algunas han permanecido consistentemente en rezago frente a otras hiperconectadas.

brecha de conectividad
Ilustración: Aleks Orel.

IDT-Mx: Brecha de Conectividad Estatal

De acuerdo con un análisis realizado por The Social Intelligence Unit (The SIU: www.the-siu.net) se identifica una heterogeneidad en el acceso, utilización y capacidad de aprovechamiento de las TIC entre los estados del país, a partir de utilizar el “Índice de Desarrollo de las TIC” (IDT), elaborado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), en su versión adaptada y actualizada para México (IDT-Mx en adelante).[1]

El IDT-Mx, basa su metodología en el indicador global comparable y replicable en el tiempo para 167 países, tal que dimensiona los avances y persistencia de la brecha de conectividad para propiciar el progreso humano y acelerar el crecimiento y desarrollo de las sociedades, en este caso de las entidades federativas.

Este indicador toma valores entre 0 (nulo desarrollo) y 10 (máximo nivel de desarrollo de las TIC).

brecha de conectividad

De acuerdo con esta métrica, el nivel nacional registró un marcado avance, al registrar un incremento de 1.65 puntos o de 48.2%, al pasar de alcanzar 3.42 en 2016 a 5.07 puntos en 2018, a la mitad del camino para ser equivalente a un pleno desarrollo de las TIC.

No obstante, entre las entidades federativas, The SIU identifica una notable disparidad, puesto que seis (CDMX, Nuevo León, Sonora, Baja California Sur, Baja California y Quintana Roo) superan por más de un punto el promedio nacional, pero cuatro (Veracruz, Guerrero, Oaxaca y Chiapas) se encuentran más de un punto por debajo de éste.

Estos últimos sistemáticamente se posicionan como los de menor disponibilidad y accesibilidad de las TIC, circunstancia que es menester nivelar.

En términos generales, 20 de las 32 entidades federativas registran un nivel medio alto o alto en el IDT-Mx, todas con una ganancia en su puntuación respecto al ejercicio previo. Sin embargo, debe ser motivo de preocupación y dedicación de esfuerzos la persistente brecha de conectividad entre los estados con mayor y menor IDT-Mx.

Lecciones de Política Pública

Estas circunstancias demuestran la necesidad de enfocar las estrategias de promoción de despliegue y aprovechamiento de la conectividad en los estados en los que es menor el nivel de desarrollo de las TIC.

El diagnóstico que provee el IDT-Mx y su actualización, publicada por The SIU, provee un punto de partida para el desarrollo de líneas de acción de los esfuerzos para desplegar una más efectiva política pública y privada de conectividad, sobre todo en aquellos estados con mayor rezago.

Ésta es una guía para los hacedores de política pública federal, pero especialmente estatal, para cumplir y garantizar el derecho constitucional a la conectividad y consecuentemente, nivelar su uso y aprovechamiento entre la población mexicana.


Notas:
[1] The SIU, “Índice de Desarrollo TIC para México y Brecha Digital” (Junio, 2020). Disponible en: https://bit.ly/2zZ8x2b


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Houston, tenemos un problema, llegó el siglo XXI

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Hace unos días nos preguntábamos: ¿cuándo terminó el siglo XX y cuándo comenzó el nuevo milenio? Como sabemos, el tiempo es un concepto complejo que va desde la magnitud física que permite secuenciar hechos, hasta, por ejemplo, la noción gramatical que permite situar una acción en un momento determinado, lo que, a su vez, supone un saber cronológico del tiempo lineal que transcurre desde un punto inicial a otro siguiente, continuo o previo. Como se ve la cosa es algo más compleja que una fecha en el calendario.

A los seres humanos nos gustan los hitos, las conmemoraciones, los comienzos y los finales. Es posible que ello se deba a nuestra conciencia de muerte. El sabernos que, fisiológicamente, tenemos una fecha de expiración nos obliga a intentar atrapar en una bocanada de tiempo cósmico todo lo que nos sea posible. Sin duda, sin esa consciencia de límite, imaginación, creatividad, invención y evolución, como las entendemos, no tendrían ningún sentido.

siglo xxi y mortalidad
Ilustración: Dimitris Ladopoulos.

Durante décadas, siglos y milenios la idea de tiempo cronológico se mantuvo, en muchos sentidos, estable. Años, meses, días y horas resultaban predecibles. Las estaciones climatológicas estaban claramente marcadas en dos o cuatro, dependiendo del lugar del planeta donde se habitaba. Las tareas y los hechos transcurrían en forma concatenada, o, al menos, así parecía. La simultaneidad se entendía, al igual que la inmediatez, pero el concepto de presentismo no estaba en los registros psicológicos de prácticamente nadie. El aquí y el ahora existían porque había un pasado y un futuro; lo que ocurría hoy era con consciencia de memoria histórica y el mañana estaba sujeto a la naturaleza y a la voluntad de los dioses.

Con la revolución industrial y la idea de modernidad, los fundamentos del tiempo cronológico y psíquico comenzaron a cambiar. Aunque la medida lineal de éste se ha mantenido, desde entonces, la forma en que se entiende y vive el presente se hace cada vez más amplia. De algún modo, el ahora comienza a engordar, se hace obeso, apretujando el pasado contra sí mismo y, al mismo tiempo se hace cada vez más de voraz con relación al devenir. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la idea de que el futuro es hoy se instaló como un lema global. La espera comienza a ser una experiencia cada vez más intolerable.

La aparición de internet instala el presentismo como motor, deseo y voluntad de existencia. La simultaneidad, el vértigo de creer contar con todas las posibilidades y la promesa de poder tenerlo todo, sólo por el hecho de acceder al menú que los escaparates reales y virtuales nos ofrecen, hacen aumentar la gula hasta alturas inimaginables. La web nos hace suponer que se puede contar con todo el conocimiento disponible en el instante mismo de la pregunta, lo que hace estallar la idea de reflexión por los aires. La pausa, la contemplación, el ocio sagrado de la filosofía clásica, la espera, son posiciones psíquicas que, lejos de producir templanza y carácter, generan angustia y sensación de vacío.

siglo xxi
Ilustración: Anton Kakhidze.

Y, en medio de ese ritmo desenfrenado, se nos acabó un siglo lleno de horrores autoritarios, deslumbramiento científico, artístico e intelectual. Las primeras décadas del nuevo milenio nos dieron más impulso aún, el tiempo ya no sólo volaba, prácticamente desaparecía en medio de nuevos logros sociales, económicos y tecnológicos. Las demandas de los siete mil millones de habitantes de este punto casi invisible del universo exigían respuestas concretas ahora. Y entonces, llega el freno, seco, brutal. Yéndonos casi de bruces, hemos pasado los últimos meses, llenándonos de fórmulas, hipótesis y teorías para acostumbrarnos y entender qué es todo esto.

Mientras intentamos no enfermar y sobrevivir a la pandemia, y la crisis económica gigantesca que se levanta frente a nosotros, anhelamos salir, lo antes posible, de algo tan único como inasible: la incertidumbre. Entonces, como los astronautas del Apolo XIII, le decimos a alguien esperando que nos escuche y nos dé una solución: —Houston, tenemos un problema, llegó el siglo XXI y no tenemos perspectiva temporal para comprenderlo.

Tal vez, un esbozo de respuesta está en la última escena de “Fanny y Alexander” de Ingmar Bergman:

Todo puede suceder, todo es posible y probable, tiempo y espacio no existen. En el delgado marco de realidad la imaginación gira creando nuevos patrones, lee en voz alta la abuela Ekdahl a partir de un texto de August Strindberg, mientras Alexander permanece recostado en su regazo. 


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Somos presa de la aspiración de confort y progreso

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¿Qué es la mente humana si no un intento
consciente y constante de búsqueda del confort?
Sri Chinmoy.

Desde el inicio de nuestra existencia circulamos en el deseo de comodidad y placer; simplemente queremos tener mecanismos que nos permitan no sólo vivir lo mejor posible sino muy bien. No me refiero únicamente a lo material, también a lo emocional.

Queremos gozar de buena salud, contar con bienes, ser felices. Pero, precisamente esa intención que puede ser sana, nos lleva a ser presa del deseo de confort y progreso, en primera instancia por instinto y luego de manera racional.

No conozco a nadie que no quiera vivir cómodo; querer estar o vivir confortables es una situación et omnis populus (de todas las personas); incluso hay quienes buscan vivir a placer tendido sin importar nada más.

Cabe aclarar que, los conceptos –aun sinónimos– no significan lo mismo; ejemplo: comodidad, abundancia, bienestar. Comodidad y abundancia no es igual a riqueza material. Tampoco contar con éstos implica tener salud y ser felices. Y, aunque los tres conceptos sí pueden permitir ambas cosas –salud y felicidad– no necesariamente es de esa manera. En muchos casos la comodidad física sólo queda en una reducción humana que es el tener.

confort y progreso
Ilustración: Dribbble.

En términos socio-económicos-políticos es una razón por la que hay tantos desencuentros, porque la mayoría se prende del tener bienes cuando hay factores sustanciales para trascender más que el tener por tener. Así, sin desearlo, somos rehenes del progreso.

Recuerdo que hace muchos años atrás en mi pueblo no había agua potable, tomábamos agua de un pozo; no había electricidad, nos alumbrábamos con un quinqué; no había teléfonos residenciales, había uno para el pueblo y telegramas; no había calles, había caminos de terracería; no había gas, mi abuela y madre cocinaban con leña.

Pero vivíamos felices; estábamos sanos, de hecho, teníamos más que mucha gente porque teníamos casa, una mesa para comer, teníamos cama… De alguna manera teníamos comodidad.

Después, poco a poco empezó a llegar el progreso. Tuvimos calles, agua potable, la electricidad, con ella la luz. Y llegó la estufa de combustible, la televisión en blanco y negro, la refrigeradora.  

Luego emigramos a la ciudad. Todo era diferente. Nos asombramos, teníamos más cosas, juegos de sala, televisión a color, teléfono.

Cuando empecé a relacionarme con mis nuevos compañeros de escuela, e iba a sus casas ya fuera por tareas o sólo por ir a jugar con ellos, me di cuenta que vivián más cómodos que nosotros.

ciudad y progreso
Ilustración: Giordiano Poloni.

Eran casas de varias recámaras, nosotros teníamos sólo una que se dividía con una sábana colgada. De un lado mis padres, y del otro los cinco hermanos dormíamos en un mismo colchón. Cuando crecimos mi hermano y yo nos mandaron a dormir a la sala en un catre. Nos sentimos más cómodos que estando con las tres hermanas más apretados.

La sala era también comedor y cocina. En las noches subíamos las sillas sobre el comedor para tener espacio y poder tender el catre. La sala era al mismo tiempo comedor y cocina, todo en el mismo espacio.

Pero éramos felices, y si bien queríamos, necesitábamos, también de otras cosas, teníamos más que otros. Nos merecíamos más aunque nuestros padres con regularidad nos recordaban que vivíamos mejor que muchos en el campo.

Pronto tuvimos menos espacio porque llegó la televisión que empezó a invadirnos la intimidad y a vulnerar la comunicación. Se metió en lo más recóndito de nosotros. Nos penetró casi hasta violarnos, aunque sentíamos que era un gran logro del esfuerzo de mis padres.

Y así también llegó el teléfono. ¡Qué maravilla! Empezamos a ver todo lo que había afuera. Subió el marco de referencia; las películas, las telenovelas, las noticias, que nos decían qué había más allá de donde vivíamos.

La televisión y el teléfono nos permitieron acortar las distancias. Asimismo, proliferaron los chismes. La información llegaba más rápido y en todos los medios empezaron a decirnos qué hacer. Nos gustara o no así era, no nos perdían permiso para influirnos.

confort y progreso
Ilustración: García.

Es como hoy, ya de plano no había intimidad, no hay secretos, tampoco hay respeto ni valores. Somos víctimas voluntarias de los dispositivos de comunicación e información; lo patenta la tecnología que nos ha servido para informarnos, aprender, investigar, conocer, acercarnos a los demás al grado de sentirnos en otra parte o sentir que los demás están muy cerca de nosotros.

La tecnología de la comunicación e información, así como es positiva también es negativa. Mi experiencia con el celular fue un trauma que aún no supero de todo. Primero porque cuando salieron yo decía que no los necesitaba. Luego porque lo sentía complicado. Hasta que no hubo de otra.

El celular nos ha permitido estar presentes en vivo y directo en lugares donde nunca hemos estado, y compartir con gente que nunca hemos conocido personalmente. No podemos escondernos de nada ni de nadie.

Todo indica que “antes que el gallo cante tres veces” estaremos a un tris de que nos implanten un microchip. Si no a nosotros, sí a nuestros hijos o nietos.

Ya no podemos ocultarnos. Se va a saber, sin que nos pregunten ni lo digamos, cuando vayamos al trabajo, al banco, de recreación, de compras, de viaje, a comer, a la cama, al baño. Ahora todo se sabe en este mundo de dominio y control.

Pero queríamos vivir cada vez más cómodos, y esa comodidad nos ha hecho presas (esclavos) de la aspiración del confort y el progreso. ¿Les suena?


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Desarrollo tecnológico soberano

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CEPAL conceptualiza al desarrollo tecnológico como “es el sustento último del crecimiento económico en el largo plazo. En la doble dimensión de la productividad y la incorporación de progreso técnico”, y termina diciendo que “los países de la región han estado y siguen estando estructuralmente rezagados”.

¿Qué tan lejos estamos en realidad de un Desarrollo tecnológico soberano para el caso de México? La respuesta desafortunadamente es que estamos muy lejos. Dado que implica replantear las capacidades de creación y transferencia nacional.

Replanteamiento que va desde la forma de ver y entender la ciencia y la tecnología en este país, y no por los que la hacen, sino por quienes la promueven y deberían incentivar.

Por ejemplo, no vayamos muy lejos, dentro del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2014 se menciona sobe la ciencia y tecnología lo siguiente: El gobierno federal promoverá la investigación científica y tecnológica; apoyará a estudiantes y académicos con becas y otros estímulos en bien del conocimiento. El CONACYT coordinará el Plan Nacional para la Innovación en beneficio de la sociedad y del desarrollo nacional con la participación de universidades, pueblos, científicos y empresas. Desafortunadamente no dice cómo hará esa promoción. Esperemos que en los años venideros este planteamiento logre realmente dar un nuevo enfoque a la ciencia y tecnología. Por ahora veamos cómo estamos en este rubro.

tecnologia y mexico
Fotografía: Global Media.

Tenemos exportaciones de tecnología con alto componente importado. Es decir, el valor agregado en temas tecnológico, como maquiladora, se contabiliza pero no se genera innovación dentro de los procesos de ensamble. Se hacen innovaciones en las máquinas con las que se ensambla, pero más como una conducta para facilitar el quehacer. En pocas palabras, exportamos productos de alta tecnología, pero sólo se ensamblan los componentes, no se fabrican.

Somos importadores de tecnología, muchos de los componentes tecnológicos que usamos en el día a día son importados, en muchos casos a precios muy altos. Los invito a que hagan un inventario de los productos que utilizan, aunque, desde luego, la mayoría dirá “Made in China” como la principal maquiladora mundial. El costo de la mano de obra es lo que supone que explique que sea así.

Veamos lo que sí podemos hacer y no se hace; las patentes con un alto componente de extranjeros (no residentes). El 95% de las patentes que se otorgan en el país no son de residentes. En ese sentido, en el estudio de la CEPAL –Ciencia, tecnología e innovación en la economía digital. La situación de América Latina y el Caribe, 2016– respecto a este tema se menciona que: (…) la distribución del planteamiento entre residentes y no residentes dentro de los países es relevante para determinar sus capacidades internas y conocer quiénes se apropian del conocimiento que se genera localmente o fuera del país, pero que se registra en él. (…) “5%, por ejemplo, en Colombia, Guatemala, México, el Perú y el Uruguay.”

Un planteamiento que se hizo por parte de CEPAL (2016) es que  “(…) se debe avanzar hacia estructuras productivas más complejas basadas en la innovación”. Sin embargo, en dicho estudio se plantea que la “estructura productiva de México se estancó entre 1995 y 2014”. Esto es resultado de una poca o nula diversificación de las exportaciones. Nos vendieron muy bien la idea de la ventaja competitiva y la súper especialización de lo que hacemos mejor, ensamblar.

cepal
Ilustración: BBVA.

Hablando de dinero, y de cómo vamos en la inversión en investigación y desarrollo (I+D), basta decir que: Al analizar la dinámica de la inversión en I+D de los países latinoamericanos entre 2004 y 2013, se observa el estancamiento de la región con respecto a otros países emergentes, que expanden sus fronteras tecnológicas y de conocimiento, e incluso con respecto a países tecnológicamente maduros y avanzados. Se debe tomar en serio el tema e invertir en I+D; lo que se pone como porcentaje objetivo a nivel mundial de esta inversión es de 2.22.

Con datos del Banco Mundial para 2016, si comparamos el Gasto en Investigación y Desarrollo –en porcentaje respecto al PIB– tenemos que Corea es de 4.2%; mientras que en México fue de 0.48%. No se trata de buena voluntad, sino de una creencia en los efectos reales de la inversión de I+D como motor del desarrollo tecnológico y económico de un país.

Un tema importante es lograr incrementar los recursos humanos calificados para lograr ese replanteamiento de las capacidades de creación y transferencia nacional en ciencia tecnología.

Los datos de la CEPAL (2016) señalan a que: los países latinoamericanos tenían en promedio 520 investigadores equivalentes a jornada completa (EJC) por millón de habitantes, lo que contrastaba con la situación de los países industrializados, en los que las cifras correspondientes se ubican entre 2,000 y 8,000. Es decir, estamos muy lejos de tan siquiera pensar en replicar las capacidades tecnológicas del llamado primer mundo.

No cabe duda que lo más urgente es mejorar las herramientas de política para promover el Desarrollo tecnológico soberano, para que no se quede en buenas intenciones.


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La Inteligencia Artificial y el COVID-19

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En medio de la presente pandemia del COVID-19, es difícil saber cuál será el saldo final de víctimas y cuánto tardará en encontrarse una vacuna o una medicina efectiva para este mal. Encerrados a piedra y lodo, podemos pensar que nada ha cambiado entre las medidas tomadas en la Edad Media contra la peste –mediados del siglo XIV– en Europa, y lo que hoy estamos haciendo para evitar el contagio. No podríamos estar más lejos del Homo Deus predicho por Yuval Noah Harari.

Sin embargo, podemos afirmar que si hubieran existido las herramientas digitales, de Inteligencia Artificial (IA) y otros avances científicos de hoy en la Edad Media o incluso en la época de la gripe española (1918), el número de muertos hubiera sido considerablemente menor –en el primer caso se estima que diezmó a la mitad de la población europea, mientras en la última se piensa que fallecieron entre 20 y 40 millones de personas–. También los esfuerzos por crear una vacuna –aunque tomará entre 12 y 18 meses en dar resultados– tendrán frutos mucho más rápidos que los procesos que se seguían tradicionalmente para producir una vacuna, que tardaba entre 10 y 20 años. La mayor rapidez con que se podrá obtener la vacuna obedece a la capacidad de mapear la secuencia del ADN del virus, misma que China hizo pública a principios de enero de este año y que propició la recreación del virus y la experimentación para encontrar la vacuna en muchas partes del mundo simultáneamente, de manera que hay varias versiones de ésta que ya se está experimentando en animales. La cooperación en este sentido es esencial, como manifiesta Harari en un artículo reciente.

Actualmente existe, en primer lugar, la disponibilidad de celulares por parte de buena parte de la población mundial que permite transmitir información, recibir y dar consejos de cómo protegerse del mal, cómo distinguir los síntomas, consultar médicos, etc., lo que era impensable hace algunos años. Gracias a la geolocalización y varios indicadores sobre la salud de una persona como la temperatura, los celulares son un medio invaluable de información en estas circunstancias. Es el instrumento más eficaz para ubicar nuevos grupos de personas que serán susceptibles de infectarse y que necesitarán entrar en cuarentena y/o que requerirán atenderse en hospitales cercanos a su ubicación. No es el único mecanismo que hay, pues también existen softwares como el HealthMap, diseñado en el Hospital Infantil de Boston, que usa información de distintas fuentes para prever la diseminación de enfermedades en tiempo real, pero los datos provistos por los celulares y la posibilidad de interactuar con sus portadores no está disponible a través de otros medios.

ia en tiempos del covid
Imagen: Getty Images.

Sabemos que el teléfono celular es un arma de doble filo porque puede proveer un gran apoyo al combate al COVID-19 de las formas descritas pero, a la vez, invade la privacidad de las personas y se puede convertir en un instrumento de control y represión, como lo han señalado un gran número de autores especialmente al analizar la experiencia de China. Nótese, sin embargo, que los gobiernos de Italia, Alemania y Austria también han estado pidiendo los datos celulares de sus ciudadanos a sus compañías de telecomunicaciones porque parece ser la mejor forma de rastrear a los afectados por la pandemia. En Estados Unidos el gobierno ha estado en contacto con los gigantes tecnológicos Facebook, Google, y otros, además de expertos en salud para explorar cómo se podría usar la información de geolocalización de los celulares inteligentes para combatir el nuevo coronavirus. El sector salud de ese país tiene interés en que empresas del sector privado reúnan información anónima y agregada que pudiera usar para mapear la dispersión del COVID 19. Con este tipo de información, se pueden construir modelos epidemiológicos que estiman la propagación de la epidemia y hacer diversas simulaciones bajo distintas posibles medidas de reducción de la movilidad. La discusión de la relación entre democracia, celulares y pandemia amerita un artículo en sí y por ahora sólo tocamos los aportes que están haciendo los celulares para superar el problema de la pandemia.

Tan importante como el papel de los celulares es el repertorio de numerosos recursos tecnológicos disponibles que se comparten con gran espíritu de colaboración en la comunidad científica global. Estas técnicas están ayudando a esclarecer las características del virus, y sobre esa base están haciendo cuantiosos estudios para desarrollar vacunas y otros medios para neutralizar o eliminar el virus. Asimismo, se estudian maneras en que la IA puede ayudar a diagnosticar en forma expedita la enfermedad y detener su propagación.

De acuerdo a un artículo recientemente escrito por Oren Etzioni y Nicole DeCario del Allen Institute for Artificial Intelligence, la IA está jugando dos importantes roles en esta lucha contra el coronavirus: con base en la comprensión de las estructuras de las proteínas virales, se pueden sugerir los componentes de una vacuna, y puede ayudar a los investigadores médicos a rastrear decenas de miles de importantes documentos de investigación a una velocidad sin precedentes (traducción propia). Muchas universidades y centros de investigación han colaborado para reconstruir el mapa del virus a escala atómica y descubrir su forma. La Unidad de IA de Google Deep Mind, por ejemplo, está tratando de descubrir la estructura completa de las proteínas existentes en la estructura del virus, lo que puede crear nuevas proteínas para neutralizar el coronavirus. Aunque alentador, todavía no hay certeza. DeepMind de Google expresa lo siguiente en su página web enfatizamos que las predicciones sobre estas estructuras no han sido verificadas experimentalmente, pero esperamos que puedan contribuir a responder la pregunta de la comunidad científica de cómo funciona el virus y servir como plataforma de generación de hipótesis para el trabajo experimental futuro que contribuya al desarrollo terapéutico.

ia en covid
Ilustración: ICT works.

En este momento es crucial el intercambio de información entre los distintos laboratorios, centros de investigación y universidades en el mundo para compartir los progresos hechos en múltiples aspectos relacionados al COVID-19, incluyendo el descubrimiento de una vacuna. En este sentido, es de máxima prioridad poder dar a conocer trabajos ya publicados o incluso antes de que salgan a la luz relativos al virus –hay sitios especiales donde se dan a conocer artículos pre-publicados, como bioRxiv y medRxiv–. Etzioni y DeCario destacan que el Instituto Allen y varias otras instituciones se han asociado con otros centros de investigación para crear la Base de Datos de Investigación Abierta para el COVID-19 –COVID-19 Open Research Dataset o CORD 19– que reúne más de 44,000 artículos académicos relativos al COVID-19, SARS-CoV-2, y otros coronavirus. Esto es invaluable por sí solo. Pero ¿quien puede leer y procesar decenas de miles de artículos bajo la presión de hallar elementos útiles que sirvan para combatir el virus? Las máquinas (o robots) a través de algoritmos ideados para procesar lenguaje natural podrían acelerar la revisión de este material y contribuir al descubrimiento de curas para esta enfermedad. De hecho, se está haciendo un llamado a los expertos para que desarrollen instrumentos que sirvan a la minería de datos y de texto que puedan ayudar a la comunidad médica a responder preguntas específicas en torno al coronavirus.

La colaboración entre empresas es fundamental. Entre los recursos tecnológicos cruciales, está el Big Data y el aprendizaje de máquinas (machine learning) que contribuye a analizar el comportamiento del virus SARS-CoV-2, lo que ayuda a los epidemiólogos a entender como actúa el virus y sus posibles mutaciones futuras. Con base en estos datos, mediante Big Data, la IA podría encontrarse posibles tratamientos para este coronavirus. Por ejemplo, las empresas AbCellera y Eli Lilly acaban de anunciar que han alcanzado un acuerdo para desarrollar conjuntamente productos con anticuerpos para el tratamiento de COVID-19. Esta colaboración reforzará la plataforma de respuesta rápida a pandemias de AbCellera –desarrollada con el apoyo de la plataforma de DARPA, la agencia de investigación de defensa en Estados Unidos–, y aprovechará la capacidad de la empresa Lilly para su desarrollo acelerado, fabricación y distribución a nivel global de estos anticuerpos. La empresa de biotecnología AbCellera está usando la IA para analizar más de cinco millones de células de pacientes que se han vuelto inmunes a la enfermedad y ya han descubierto 500 de ellas que pueden producir anticuerpos que ayudarían a la recuperación de los pacientes.

Lo que hemos mencionado hasta ahora es sólo una pequeña parte de los esfuerzos que se están haciendo desde la Inteligencia Artificial y la digitalización en el combate al COVID-19, pero en la práctica hay muchísimo más. Al mismo tiempo, hay que considerar que, como señala Wim Naudé en Towards Data Science, hay todavía muchos problemas para que la IA funcione perfectamente al analizar el coronavirus. Se tiene insuficiente información para algunas cosas –y quizás demasiada para otras por la desinformación, que abunda–. Se sabe que para entrenar a los robots –mediante aprendizaje profundo– con el fin de que hagan un diagnóstico de la presencia de este virus, se necesita una enorme cantidad de información para descubrir los patrones que se repiten. Por ejemplo, se podría hacer un diagnóstico de las personas que tienen coronavirus a través de una radiografía de los pulmones. Pero para que el robot haga un diagnóstico exacto, tendría que haber revisado y aprendido de quizás cientos de miles de radiografías de pacientes que han tenido la enfermedad y cuyas radiografías lo revelan a través de patrones que se repiten en todas ellas. Pero el coronavirus no ha producido tantos estudios médicos para nutrir el aprendizaje de los robots y con frecuencia no es fácil obtener este material de los hospitales en parte por reglas de protección a la privacidad de los pacientes. Por ahora aplicar los exámenes de laboratorios es lo único confiable para detectar el virus, pero eventualmente puede haber otras formas alcanzadas mediante la IA. 

ia y medicina
Imagen: Rebots.net.

La IA también se está utilizando para explorar la posibilidad de emplear medicamentos ya existentes, con algunos rasgos específicos, que han sido eficaces para combatir ciertas enfermedades y que podrían eliminar el COVID-19. Se está recurriendo a mecanismos muy sofisticados de aprendizaje profundo, llamadas redes neuronales profundas (DNN) para clasificar diversos medicamentos en distintas categorías terapéuticas. Esto tendría la ventaja de lograr la disponibilidad del medicamento mucho más rápidamente que si se elaboran fármacos totalmente nuevos, ya que se utilizan pequeñas moléculas ya conocidas y estudiadas. Los esfuerzos son múltiples, entre ellos destaca el Laboratorio Nacional de Oag Ridge, perteneciente al Departamento de Energía de Estados Unidos donde un grupo de investigadores está utilizando Summit, la computadora más potente del mundo, desarrollada por IBM, mediante la cual ayuda a identificar y estudiar compuestos de medicamentos que puedan curar a los enfermos de COVID-19.

Estas investigaciones aún están en curso y no existe suficiente información todavía sobre COVID-19 para saber si un fármaco que dio resultados positivos contra, por ejemplo el SARS, también lo dé para COVID-19. Sin todos los experimentos previos al uso de un medicamento sobre una enfermedad específica, es sumamente peligroso utilizarlo, aunque la desesperación está llevando a recetar algunos fármacos saltándose todos los pasos. Por ejemplo, el 7 de abril se anunció que se utilizarían medicinas preexistentes con el fin de prevenir –no curar, que sería más arriesgado– el contagio en 4,000 trabajadores de la salud en 62 hospitales en España (El País, 08/04/20).

Lo que hemos revisado a vuelo de pájaro es una revolución científica en ciernes para combatir el COVID-19 y que allana el camino para tratar otras enfermedades, sobre todo con la IA como instrumento para ello. Sin embargo, no puede haber resultados inmediatos de todo lo que se está observando, de la información que se está reuniendo, de los análisis que se están realizando y de los resultados que se están compartiendo sobre la marcha a nivel internacional. Esperemos que pronto haya buenas noticias. Si así ocurre se habrá dado un salto muy importante en el uso de la tecnología para la salud.


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Naturaleza, innovación, error y negocio: Big Data, la mutación del deporte

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Nunca antes en la historia humana se dispuso de tal cantidad de datos. La huella de los números. La capacidad para procesarlos. El mundo, todo, y en todo, dibujado en trazos que unen unos puntos con otros, establecen marcas, estadísticas, probabilidades. Big Data.

Si la naturaleza humana es errar, se trata de controlar o, al menos, disminuir el riesgo de que ello ocurra en el momento menos oportuno.

La estadística no es una ciencia nueva, eso se sabe. El registro, acumulación, resguardo y relación de unos datos con otros es tan milenaria como la invención de la escritura misma.

De lo pequeño sacar lo máximo. Algo así podría definirse esta disciplina capaz de obtener conclusiones sin necesidad de registrar todos los casos y aun menos de que las cosas sucedan.

En ampliar el resultado obtenido de lo observado y llevado a números y constantes, radica la seducción de esta capacidad para recopilar, procesar, analizar e interpretar lo que de otro modo sólo serían números y más números.

deporte tecnologio
Imagen: Pinterest.

Datos particulares, pues, capaces de desplegarse como fenómenos colectivos en una cuantía suficiente como para establecer conclusiones que, al menos, aparezcan como lógicas; probables, o altamente probables, en el lenguaje de quien opera estadísticamente.

Si por naturaleza asumimos la manera de relacionarse con dos elementos, metáforas, de la propia vida humana: el tiempo y el error, hasta hace poco, al menos, la naturaleza de los deportes era consustancial a ellos mismos.

Así, más allá de la tradicional diferencia entre deportes de conjunto e individuales, la tradición deportiva establecía respecto al tiempo su primera diferencia realmente sustancial.

Deportes sin tiempo límite, el beisbol o el tenis, por ejemplo. Frente a deportes cuyo desarrollo asemeja, en sí mismo, el cronómetro de la vida que corre contra la propia vida. Deportes de tiempo límite. El box, el futbol, tanto soccer como americano, el basquetbol, entre otros.

El tiempo está ahí, se acepta en ambos casos, mas podemos actuar (vivir) a nuestras anchas, se dice en unos deportes; el tiempo es el verdadero enemigo por vencer, el rival es un pretexto, se dice en cambio en los que un conjunto puede no ser capaz de resistir un fatídico último minuto.

En cuanto a la relación con los datos y las estadísticas, también asoman diferencias. De suerte tal que la capacidad, obsesión, genio, ciencia o quiera llamársele a eso que une a los norteamericanos con la recopilación de datos, ha estado presente de manera rotunda en los deportes que eligieron como encarnación de su identidad.

big data y deportes
Imagen: Spindox.

Sin ser norteamericano, por supuesto, pero sí una leyenda en la narración del beisbol, el “Mago” Septién hizo legendarias aquellas libretas, plagadas de datos, que lo acompañaban en toda transmisión.

La intromisión de los registros en números de asistencias, pases certeros, en cambio, a pesar de que de unos años acá se ha vuelto habitual en las transmisiones del todo el mundo, no deja de asomar como una extrañeza cuando no una absoluta inutilidad.

La relación entre tecnología y deporte no es nueva, eso es evidente.

El cambio en los materiales de las pelotas o implementos con los que se juega, aparejado a la variedad de aparatos y cacharros para entrenar, se suman a la cada vez más certera intervención de lo tecnológico en el tema de la medicina del deporte.

 A la mitad del camino entre práctica atlética, espectáculo de masas y negocio audiovisual, los deportes más populares del planeta, particularmente el futbol, son escenario y laboratorio de la omnipresencia tecnológica.

Zapatos, vestimentas, alimentación, por una parte, y repeticiones, sonidos para alertar si un balón entró en la portería, aparatos de intercomunicación, forman parte de un repertorio de recursos tecnológicos que se amplía.

Más allá de lo que suceda en cada cancha, sin embargo, el mayor impacto provendrá, sin duda, de lo que la Big Data traiga consigo. 

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Imagen: Pinterest.

Si en algún momento la figura de los visores hizo a algunos de ellos agentes de jugadores legendarios, el desarrollo de tecnologías logrará, como tituló recientemente la Revista Retina, que forma parte del periódico El País, que los algoritmos se lesionen menos y anoten más.

Formar o contratar jugadores o competidores a ciegas, de acuerdo con ello, quedará reservada para los nostálgicos o los no pocos que hacen negocios personales a costa de ilusiones ajenas.

La tecnología, dice Retina, promete cambiar el deporte para siempre: ciencia de datos, telemetría y biometría, inteligencia artificial, realidad virtual y aumentada para llegar más lejos, más alto, más fuerte (y mucho más inteligente) que nunca.

En esto, empero, como en cualquier otro ámbito, la cuantía de los datos no es el fundamental, por supuesto, sino qué se hace con ellos, de qué manera se insertan en este caso en la naturaleza de cada deporte.

Es decir, como ellos mismos son testigos de la relación indisoluble entre lo humano y el tiempo, y como los datos mismos dan forma a nuevas formas en que el error, igual que la materia, no desaparece sino que se transforma.

En el tiempo y errar, somos datos, sí; pero también más.


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