El cuento de la Economía

Juego exclusivo

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Por un curso al que me mandaron, es que comí en una cadena de comida rápida, propiamente de hamburguesas, mismas que ahora agregan ensaladas en sus menús por aquello de cuidar la salud. Regularmente entre semana, se nota la ausencia de niños, ello porque los usuarios son los que trabajan en las oficinas aledañas. Hoy no era la excepción; la mayoría de los comensales o tenían trajes sastre (mujeres) y/o trajes con todo y corbata (hombres). De pronto un par de niñas (con una descuidada higiene que se nota a leguas) entran a vender paletas “deapeso”, así tal cual, sin error ortográfico.

Obviamente la mayoría de los comensales no accedieron a esa ganga, una paleta “deapeso”. Algunos simplemente las ignoraron, otros educadamente les dijeron que no traían cambio. Ellas tristes por la inefectividad de su estrategia de ventas. Vaya que se esforzaban en cambiar el temple y gesto de la cara, eh… era un gesto así como un “por favor”, con todo y ojo cristalino.

En lo personal no podía dejar pasar la ganga y adquirí un par de paletas “deapeso”, porque pagué con una moneda de dos pesos y no tenían cambio. La venta realizada les cambió el temple (recuerden, “ojo cristalino”) por una sonrisa y un “gracias” que sale desde el corazón. Yo me sentí bien; tal vez no soluciona sus problemas estructurales de alimentación con esa compra, pero sí lograría mermar o mitigar, en algo, sus necesidades de ese día.

Había partido de fútbol, de esos de la Champions; el lugar estaba particularmente lleno. Y eso que no tenía ningún anuncio del partido. Es cuando entiendes que el fútbol por sí solo representa marketing con ganancias crecientes. Con este contexto, las niñas tenían ante ellas un mercado muy prometedor. Sin embargo, la mayoría de los comensales, sino ignoraron a las niñas, no aprovecharon la ganga de las paletas “deapeso”. Es cuando uno no entiende a la economía: la paleta es de calidad, es de una marca reconocida, y el precio es por demás accesible; y, sin embargo, no hay ventas. Obviamente esto último no lo piensa la niña, sino éste que les escribe.

Por cierto, las niñas venían del mismo color; la diferenciación entre las niñas se daba en el tamaño, una medía como 10 cm más que la otra. Porque las dos estaban flacas… pero ya diferenciadas las protagonistas, podemos seguir.

La mayor (al menos en estatura y por unos 10 cm) al ver la poca efectividad de su labor de venta, va por su hermana para reorientar la estrategia a seguir. Y es cuando ve que está caminando hacia el área de juegos infantiles, que están vacíos, o más bien por ser miércoles y que hay partido, no hay niños. Son las únicas tamaño pitufo del lugar. La menor dibujó una sonrisa más cálida que la que me regaló cuando accedía a ser uno (el único) afortunado de la ganga de las paletas “deapeso”. Su cara se iluminó con esa sonrisa que lo decía todo; al final no dejaban de ser niñas.

La mayor, un poco más prudente (la edad, y en este caso 10 cm dan la prudencia), la jala del brazo para no entrar a la zona de juegos infantiles. La peque la convence ante los resultados de venta y la poca probabilidad de que cambien el consumo en ese mercado.

A nadie le pareció inusual porque al final no dejan de ser niñas; fue raro a su llegada porque normalmente en este tipo de lugares no entran haciendo este tipo de ventas, pero el paso del tiempo les dio la familiaridad y aceptación de los comensales como parte del contexto en el que estaban comiendo.

Fue hasta el medio tiempo que los trabajadores tuvieron un poco de tranquilidad, y cuando uno de ellos le advierte al gerente de la presencia de “las niñas inusuales” en el área de juegos. Acto seguido sale con una cadena que tenía un letrero que decía “Juego exclusivo para clientes”. Orgulloso de su acto, e indicándoles a las niñas el cartel, se regresó a su lugar, satisfecho por su actuar tan oportuno.

La hermana mayor hace ver a la menor que ya existe una cadena con un cartel, pero como ninguna de las dos sabe leer, no se inmutaron y siguen disfrutando del área de juegos, ahora sí con todo y cadena, exclusivo para ellas.

Será hasta que acabe el partido cuando el gerente cambie la estrategia para persuadir a las niñas a que se vayan, pero por lo menos en los siguientes 45 minutos, será un juego totalmente de ellas, será su juego exclusivo. Su felicidad y sus sonrisas se basaban en este acto de disfrutar, y no en sus dos pesos en la bolsa. Es cuando entiendes que a veces la felicidad no la da el dinero, a veces.

Inventos modernos

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Actualmente pocas cosas nos sorprenden respecto a innovación y/o tecnología. Por ejemplo, en cuanto a los celulares, es muy común estar al pendiente del lanzamiento del nuevo modelo de tal o cual marca; no hablemos de televisión o de algún otro electrodoméstico, porque la situación es la misma, año con año las mejoras en los nuevos modelos dejan obsoletos los anteriores en un rango muy pequeño de tiempo, uno o dos años a lo máximo. Situación que nos ha hecho consumidores de tecnología que no conocemos o que no aprovechamos al cien por ciento.

¿Es la demanda la que genera la oferta de tecnología, o es la oferta de tecnología la que genera su demanda?

Las empresas deben contemplar en sus estudios de mercado, ingresos de los consumidores, preferencias, entre otras variantes, antes de lanzar un producto al mercado. Con esta tendencia al cambio de tecnología, los consumidores están al asecho de los nuevos lanzamientos. Filas, preventas, modelos agotados, encarecimiento del producto. Nos metemos en un círculo vicioso de dependencia tecnológica.

Eso sería en cuanto a los avances tecnológicos; sin embargo, pensar en algo nuevo trae consigo poder pensar que ya lo hizo alguien en el mundo, y no nos sorprende que sea de Japón, Estados Unidos, e incluso Alemania; eso en cuanto a calidad del producto, pero ya si nos vamos a su nivel manufacturero (no dando tanta importancia a la calidad), no nos sorprende que diga “Made in China”.

Es un razonamiento hasta “normal” y no es que seamos malinchistas, sino que la experiencia misma nos ha demostrado que la calidad de un producto depende del origen del mismo. Cabe resaltar que Japón, Estados Unidos y Alemania no iniciaron teniendo grandes innovaciones, ellos copiaban a los demás; la política industrial era copiar y mejorar, ingeniaría a inversa se dice en los libros especializados. Ahora esos mismos países no permiten que otras industrias se fortalezcan con esa misma técnica que usaron años antes. Actualmente se oponen dentro de la OMC (Organización Mundial del Comercio) que algo así de “inaudito” llegue a aprobarse. En otras palabras y, resumiendo lo hasta aquí expuesto, podemos decir que acceso a la tecnología tenemos pero la importamos.

¿Saber que somos precio-aceptantes de la tecnología nos define como consumidores informados? o ¿estamos ante una dinámica económica mundial que nos proporcionó jugar ese papel en el orden económico mundial actual?

Me inclinaría un poco más hacia la respuesta afirmativa de la segunda pregunta, éste es mi porqué: dentro de la economía mundial, cada país juega un papel importante, y el nuestro es el de importador (bueno, no sólo de tecnología, sino de muchas otras cosas). Dentro de la teoría del comercio mundial nuestra ventaja absoluta y la relativa se centra en productos agrícolas y manufacturados, y dentro de esta idea es muy bueno que estemos importando aquello que no tenemos la capacidad de producir, o que si produjéramos estaría por encima de ese costo de importación que pagamos actualmente.

Por tanto, el papel que se nos dio en la economía mundial lo estamos realizando al pie de la letra. El engrane está bien atornillado y engrasado para que así funcione, así de sencillo o fácil es el comercio mundial.

¿Eso es malo o bueno? Creo que los juicios de valor no entran en este tipo de análisis, más bien entran y son oportunas las propuestas. Un pesimista diría que no es posible cambiar una forma de pensar que tiene años arraigada en nuestras entrañas.

¿Cómo puede creerse que lo que estoy ideando tiene cabida en esta economía global? ¿Qué incentivos tengo para plasmar mis ideas en papel?

Alguna respuesta debemos encontrar a estas inquietudes, no es un trabajo aislado sino en conjunto, el cual permitirá trazar las líneas a seguir para dejar de ser importadores de tecnología a pioneros de la misma. Implica cambios de paradigma ‒como dice la literatura‒, implica cambio de política industrial, y que tal vez no podremos ver a corto o mediano plazo. Pero el objetivo de redactar estas ideas es que al leerlas no te creas que los inventos modernos tienen su denominación de origen, es decir, que son exclusivos de los países desarrollados.

Hay que conocer lo que son capaces de hacer en las universidades, que realmente seamos consumidores informados en la decisión de nuestras compras, sabiendo diferenciar lo que realmente queremos de lo que realmente necesitamos. Se lee bastante complicado porque se viene el nuevo modelo del celular que tanto nos gusta.

Es contra uno mismo con quienes nos vamos a enfrentar cuando consumamos tecnología, excluyendo obviamente al más del 50 por ciento de la población en México que se debate entre saber si están en pobreza o pobreza extrema.

Un consumidor informado no sólo conoce de alcances y precios de lo que va a comprar, sino de la realidad misma que lo rodea. No queda más que esperar a que estas ideas aquí expuestas formen incipientes consumidores informados.

La NAFTAlina del comercio en América del Norte

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Tenemos, por un lado, al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o North American Free Trade Agreement (NAFTA, por sus siglas en inglés); y por el otro, la así llamada naftalina, misma que se usa como fumigante y es de gran toxicidad; en pocas palabras es un excelente pesticida.

¿El NATFA es el pesticida del comercio de América del Norte? El título es muy sugerente a que la respuesta sea afirmativa; sin embargo, será responsabilidad de cada uno de los lectores, al final de esta colaboración, hacerse de su propia idea, y por ende que su respuesta sea la más apropiada.

Lo primero que haré es contarles un poco del contexto histórico del NAFTA (se usará esta abreviación para darle coherencia y sentido al título). Entra en vigor el 1 de enero de 1994, fue firmado por George W. Bush (Estados Unidos), Brian Mulroney (Canadá) y Carlos Salinas de Gortari (México). La historia oficial habla del poder de persuasión y negociación del presidente mexicano, para su puesta en marcha; sin embargo, cabe mencionar que Canadá y Estados Unidos ya contaban con un acuerdo comercial.

¿Les convenía que México fuera parte de su acuerdo comercial? El contexto económico dijo que sí. En México, tras su entrada a la OMC, se instauró el libre mercado como política económica, adiós al proteccionismo; estábamos listos para hacerle frente al comercio mundial.

El primer paso fue implementar los cambios legislativos que implicaban el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual (ADPIC) (o TRIPS, por sus siglas en inglés) relacionados con el comercio. Cambios que se dieron en 1991 y el NAFTA entró en vigor años después. Por lo tanto, sí les convenía que México entrara a su acuerdo comercial.

No se puede hablar del NAFTA sin escuchar las grandes repercusiones; veamos algunos números tomados de “UN (United Nations) Comtrade Database”.

La actividad comercial de Canadá antes del NAFTA (1986-1993) en promedio, es la siguiente: del total de sus exportaciones era 0.4% a México, 76% a Estados Unidos, y 23.6% al resto del mundo; mientras que sus importaciones eran de 1.4%, 66.4% y 32.4%, respectivamente.

Ya dentro del NAFTA (1994-2015), los datos en promedio en cuanto a las exportaciones, 0.8% se dirigió al mercado mexicano; 80.6% al de Canadá; y 18.5% al resto del mundo; mientras que en ese mismo orden las importaciones se comportaron de la siguiente manera: 4.0%, 58.8% y 37.2%.

En otras palabras, Canadá pasó de exportar 76.4% (1986-1993) a 81.5% (1994-2015), tanto a México como Estados Unidos; e importar 67.6% (1986-1993) a 62.8% (1994-2015).

En el caso de México, su actividad comercial con estos países antes del NAFTA (1986-1993) fue, de sus exportaciones totales, 1.6% a Canadá y 72% a Estados Unidos; mientras que el resto del mundo representó 26.4%; las importaciones fueron: 18%, 68.8% y 29.5%, respectivamente.

México dentro del periodo 1994-2015 en promedio, exportó a Canadá 2.4%, 83.6% a Estados Unidos, y 14.0% al resto del mundo; mientras que las importaciones en este mismo orden fueron de 2.5%, 59.6% y 37.9%.

Las exportaciones (a Canadá y Estados Unidos) de un periodo a otro pasaron de 73.6% (1986-1993) a 86.0% (1994-2015); mientras que las importaciones pasaron de 70.5% (1986-1993) a 62.1% (1994-2015).

Finalmente, Estados Unidos exportó a Canadá en promedio 21% e importó no más de 17%; asimismo, al mercado mexicano pasó de exportarle 7.2% (1986- 1993) a 12.6% (1994-2015), e importarle 5.7% (1986- 1993) a 10.7% (1994-2015). Tanto México como Canadá le representan en promedio (1986-2015) 31.2% del total del destino de sus exportaciones, como 25.5% de las importaciones.

Esto en un lenguaje más coloquial quiere decir que nuestra necesidad comercial (México-Canadá) se centra en el mercado de Estados Unidos; mientras que para Estados Unidos es el resto del mundo. Eso nos da una pauta de quién tiene y tendrá la batuta en América del Norte.

Recientemente se habló de renegociar al NAFTA, tras la amenaza de la salida de Estados Unidos del mismo. ¿Qué significa esa renegociación? Abarcar dentro del comercio, esferas que están excluidas del mismo ADPIC. No nos sorprenda que próximamente, por ejemplo, el espectro de las patentes que no está permitido, sufra alguna modificación. No nos sorprenda que la edad para laborar sufra alguna modificación en cuanto a los años trabajados y/o inicio de la misma en aras de la productividad. En resumen, que no nos sorprenda nada de lo que traiga consigo la renegociación del NAFTA, porque si bien es cierto que tenemos voz, los datos nos demuestran que no tenemos mucha capacidad de voto.

Por tanto, ¿será el NATFA el pesticida del comercio de América del Norte? Eso les corresponde contestarlo a cada uno de ustedes, ¡vaya responsabilidad!

Crisis económica

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El hilo conductor de mi colaboración en el periódico digital El Semanario es una recopilación de escritos cortos, de la así llamada economía, pero desde una visión no académica y sí cotidiana, la palpable día a día. El cuento de la economía retoma tópicos que pueden parecer sin relación entre uno y el otro, que es cierto, pero visto como un todo, es una expresión de la cotidianidad con tintes económicos y que a veces no nos son tan evidentes.

En esta primera participación quiero hablar de la “Crisis Económica”. En este sentido, hay muchas formas o maneras a través de las cuales se puede medir, algunas de ellas se basan en técnicas sofisticadas de programación, otras con respaldo de organizaciones internacionales, pero ninguna tan fácil de entender como la realidad misma. Bastaría preguntarles a las señoras en el mercado de cualquier colonia, si les alcanza con el mismo billete para lo que compraban uno o dos meses antes. No lo entienden técnicamente, pero la realidad les dice que simplemente ya no les alcanza y que cada día se pone peor la situación con el aumento en el costo de los servicios, ya sea agua, luz y sobre todo gas; ni cómo decirles que están o se enfrentan al proceso que técnicamente se define como la inflación tras la aplicación de las así llamadas reformas estructurales.

El transporte (vaya tema), entre el tránsito y el aumento de las tarifas (de hace unos días), el mal servicio, hacen de esta ciudad un caos total a cualquier hora. Es increíble los tiempos de recorrido promedio (kilometro por hora) de un automóvil.

En fin, mil formas más podría utilizar para desarrollar este panorama desalentador, intentando comprender de qué se trata cuando se usa el término “crisis económica”. Sin embargo, hay un ejemplo el cual podría explicar dicho concepto, mismo que se basa en la realidad, en esto que llamamos vida cotidiana.

En una ocasión, en mi trayecto al trabajo, el transporte tardó mucho en avanzar, normalmente uno piensa que hubo un choque o alguna novedad que provoca que se detenga en una calle de flujo constante. Bueno, el punto importante es que el transito me hizo quitar la mirada y la atención (que no es lo mismo) del libro que traía en las manos. “¡Se venden cachorros de puerco, buen precio! ¡Pregunte!”. Un letrero por demás peculiar.

Un tiempo después, no sé si uno o dos meses después, me tocó ver nuevamente el letrero pero con una peculiaridad distintiva, estaba sobrepuesta la palabra “medianos”. Si antes decía: “¡Se venden cachorros de puerco, buen precio! ¡Pregunte!”. Ahora decía: “¡Se venden (tachado ‘cachorros de’) puercos medianos (se agrega), buen precio! ¡Pregunte!”. Me evocó nuevamente una sonrisa, pero esta vez no por el recuerdo, sino la peculiaridad del reciclaje de materiales.

Y finalmente (ya con esta idea acabo), de nuevo el paso del tiempo me hizo ver o estar frente al letrero, pero esta vez la palabra “medianos” cambió por la de “adultos”, decía: “¡Se venden puercos adultos, buen precio! ¡Pregunte!”. Y caí en cuenta que no se trataba de un local especialista en la crianza de puercos, en sus diferentes procesos de producción, sino que eran los mismos puercos y que, por una extraña razón, no se habían vendido en todo ese tiempo, y eso que la venta inició desde que eran cachorros.

Tal vez en este mes sí los vendan, o quizás en este mes tampoco, lo único cierto es que con el ejemplo se me hizo más fácil entender (por el así llamado sentido común) ¿qué es y de qué se trata una crisis económica?

En este caso, aunque la originalidad de los letreros es innegable, el no vender (cuestionaría el porqué de la no venta ante tan novedosa publicidad) es un claro ejemplo de la crisis económica que con tan peculiar lenguaje nos explican y no entendemos. Al final, tal vez no los vendan por el cariño que generan los puercos, el cual se gana sólo con el tiempo, ya que no puede negarse que es un proceso de sentimentalismo creado por la crisis económica, y en este caso de la crisis de la venta de puercos.

Pero no hablemos de los ejemplos de las demás crisis que determinan la dimensión de una crisis económica, y no por la falta de espacio en estas hojas o por la falta de tiempo de este su escriba, sino por la pérdida de atención ante la explicación de todos y cada uno de los ejemplos a seguir en ese quehacer.

Basta decir que de crisis hablamos cuando metemos la mano en el bolsillo en la búsqueda de una simple moneda más y no encontramos nada.

Colaborador a ser anunciado…

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