La autoridad puede ser sustantivo en función de quién se asume como tal, y verbo dependiendo de quién la ejerza. La policía de la Ciudad de México es un interesante botón de muestra de dinámicas extendidas al resto del país sobre la forma en que se resuelven o no los conflictos.
A finales de mayo, y en plena contingencia ambiental, una mujer atropelló a dos policías en la zona de Polanco para evitar la multa por conducir su auto cuando no debía. Por las mismas fechas y lugar, dos escoltas agredieron a policías de tránsito para evitar que inmovilizaran su auto mal estacionado. También en mayo, dos policías fueron golpeados por jóvenes ebrios a bordo de un auto en Iztacalco, esto después de que los elementos los infraccionaran por conducir alcoholizados. Los policías recibieron golpes mientras intentaban ser despojados de sus armas. Semanas después, ya en junio, estudiantes de la Universidad del Valle de México, en la colonia San Rafael, también agredieron a policías cuando estos trataban de llevarse un auto para evitar que continuaran realizando los arrancones. En el video se aprecian insultos y escupitajos de los estudiantes a la policía.
Según datos presentados por Rebeca Peralta, diputada de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, entre enero y mayo de este año, 201 policías fueron agredidos en la Ciudad de México, de los cuales 15 murieron producto de esos enfrentamientos. En otras palabras, al menos un policía es agredido diariamente en la Ciudad de México. Según Peralta, En la actualidad el policía ha entrado en un estado de indefensión, a diario vemos videos en las redes sociales de personas que los agreden sin ningún problema, que los golpean y después se van. Con ese diagnóstico, la diputada propuso la creación de una Defensoría Policial Judicial. El proyecto busca mediar entre, por un lado, la protección de los derechos humanos de los elementos y, por el otro, su continua profesionalización. La propuesta tampoco anula la sanción de faltas. Los elementos podrán seguir siendo denunciados ante Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. La idea es interesante pero requiere reforzarse con mecanismos de profesionalización, capacitación e incentivos que eviten que el policía se desempeñe en condiciones de precariedad laboral: es un proceso amplio de dignificación de su labor.
Sugiero que el problema de legitimidad de una autoridad como la policía de la Ciudad de México (o muchas otras en todo el país) no es responsabilidad exclusiva de esa institución, sino que involucra también a otras que trabajan ‒o deberían hacerlo‒ en estrecha relación con ella. Es el caso de las instituciones del sistema judicial. Según la Encuesta Mundial de Valores, el porcentaje de mexicanos que confía en la policía pasó de 32% a principios de los ochenta a 28% en 2014. Mientras tanto, y en el mismo periodo, la confianza de los mexicanos en el sistema judicial pasó de 53% a 31%. De nada sirve que un policía cumpla su trabajo a cabalidad, si no hay un juez que complete un ciclo de justicia. La crisis de legitimidad de instituciones como la policía también es, pasa y se explica por la crisis del sistema judicial. Son eslabones de una misma cadena.
La forma en que ocurre la relación autoridad y ciudadanía ayuda a entender cómo esa sociedad convive. El tema es de primera importancia porque el otro lado de la moneda no es tan lejano: sobran casos documentados y preocupantes de abusos policiales, dinámicas extensas de corrupción y falta de capacitación de los elementos. Por un lado, aparece una ciudadanía desconfiada de su autoridad y, por el otro, una autoridad deslegitimada. Como hablamos de la policía, el problema no es pequeño. Uno de los retos de las policías alrededor del país consiste en construir una legitimidad que, en algunos casos, quizá nunca tuvieron. Que no quede duda: ese proceso debe darse por vías pacíficas, democráticas e institucionales. Conllevará un trabajo constante, arduo y generalmente lento, pero siempre será preferible a otras vías.