Entre pantallas desde el Mediterráneo

El cuento de la criada, distopía de colores

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Criada, servante, ancella, es la traducción en distintos idiomas del handmaid que designa a las mujeres cuyo único papel es el de engendrar hijos que les serán arrebatados al nacer. La palabra forma parte del título en inglés de la serie de éxito mundial ganadora de ocho premios Emmy y dos Globos de Oro, The Handmaid´s Tale, creada por Bruce Miller y basada en la novela del mismo nombre, de la escritora canadiense Margaret Atwood. La historia tiene lugar en la joven “República de Galaad” (Gilead en inglés), bajo un régimen totalitario y extremista en el que la fertilidad de estas mujeres es el mayor recurso. Poco nos cuentan sobre una supuesta guerra que hubiera tenido lugar en época reciente, cuya consecuencia más nefasta es el bajo índice de nacimientos debido a factores como la contaminación, así como a las antiguas prácticas del aborto voluntario y el uso de métodos contraceptivos. De esta manera, todas las mujeres en esta nueva sociedad tienen un papel específico en torno al de aquellas aún fértiles, quienes se han convertido en animales de reproducción al servicio de las parejas de la clase dirigente. Como en muchas dictaduras, un puritanismo mezquino es el disfraz de la ideología político-sexual que justifica la tiranía y cuyas armas son la paranoia y la división.

The Handmaid's Tale.
Ilustración: Anna & Elena Balbusso.

Nominada más de una vez al Nobel y al Booker Internacional, Atwood ha ganado varios reconocimientos por su carrera, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, además de los atribuidos a diferentes libros suyos entre los que se encuentra Handmaid´s Tale. Escrito en 1985, en 1986 fue nominado al premio inglés Booker de mejor novela original en lengua inglesa y ganó el Governor General´s Award, el Los Angeles Times Prize, el Arthur C. Clarke de ciencia ficción y el Commonwealth Literary Prize. En entrevista, Atwood habló del ambiente de un Berlín todavía en tiempos del muro, donde ella vivía y que la influenció a la hora de escribir la novela: la experiencia de sentirse espiada y bajo amenaza; la sensación de que la gente evitaba ciertos temas en público y de que se transmitían información subversiva de manera oblicua. Todo tan inquietante como la referencia a las construcciones dentro de la ciudad: Antes, este edificio pertenecía a la familia X, pero luego ellos desaparecieron. Es el mismo ambiente que priva en su libro y que la serie logra captar a la perfección: he ahí uno de sus grandes aciertos.

Atwood también menciona las reglas que se impuso: su novela no debía narrar ningún acontecimiento que no hubiera ocurrido en la historia, ninguna ley o atrocidad de su fantasía se usaría en aquella república cuyo nombre tampoco estaba inventando: Galaad aparece citado en el Viejo Testamento con varios significados, entre ellos los de “monte del pacto” y el de un bálsamo que era transportado por caravanas hasta Egipto y que, se decía, curaba todos los dolores. También bíblica es la justificación moral que ampara a los poderosos cada vez que violan a la criada en presencia de su esposa. Se basa en el episodio en el cual Raquel, que es estéril, pide a Jacob que tenga relaciones sexuales con su sierva, de manera que esta se embarace y les dé un hijo.

El cuento de la criada.
Ilustración: Renee Nault.

Otra de las reglas autoimpuestas por Atwood para su novela prohibía hacer referencia a tecnología que no existiera ya: todo dentro de la ficción tenía que ser conocido. Seguramente la escritora anticipaba el impacto que tendría en el lector el saberse dentro de un ámbito irreal rodeado, sin embargo, de referencias muy familiares. El efecto es la sensación angustiosa de que si uno se asoma por la ventana descubrirá la dicha irrealidad en el resquicio de la puerta de su casa. Detalles planeados con gran tino, y quizá porque los creadores contaron con la propia Atwood como productora consultora de la serie, escuchamos referencias a ISIS, Uber o smartphone, nombres que en el 1985 de la publicación del libro no existían, pero que resultan indispensables para recrear el tiempo-espacio del espectador de hoy. Otra adaptación de la serie a su entorno contemporáneo es la composición racial de la sociedad. Si en el libro no aparece gente de color pues, se dice, fueron transferidos a una reserva nacional, en la serie las criadas pueden ser blancas, negras o mestizas indistintamente. Es así como los mismos lineamientos bajo los que se escribió la novela se han usado para dar al programa de televisión la fuerza aterradora de una actualidad posible.

Margaret Atwood.
Representación de la escritora Margaret Atwood con su obra ‘The Handmaid’s Tale’ (Ilustración: The New Yorker Hour Radio).

La estructura narrativa de la obra se sostiene en la voz de “Defred”, una de las criadas, quien a base de flashbacks nos describe su vida antes de Galaad. En la intimidad de la pequeña habitación que ocupa en casa del general Fred (el nombre de las criadas indica su pertenencia), la misma voz nos devela sus sentimientos en conflicto con la nueva realidad en la que vive. Existen además los pasajes/escenas de exteriores y lugares públicos que muestran el día a día de los habitantes según la clase a la que pertenecen, así como sus interacciones, sólo las permitidas por el régimen. En el caso visual, una atractiva combinación de interiores íntimos y recargados de texturas contrasta con la asepsia blanca de, por ejemplo, hospitales y supermercados minimalistas. Los primeros tres episodios (los más apegados al libro: no en balde los más premiados) son los que sientan las bases estéticas sobre las que se erige el universo ficticio de Gilead. La directora y también encargada de la fotografía, Reed Morano, habla de la dificultad de tener que crear un mundo imaginario, antagónico y, sin embargo, cercano al de hoy, es decir, el de los flashbacks. El pasado de una fantasía: los dos mundos requerían una cierta rareza que Morano logró con diferentes lentes vintage. Por otro lado, la composición semi-caótica de los flashbacks se diferencia de la disposición ordenada de cada elemento, sobre todo, en las escenas colectivas de Gilead: una especie de coreografía que recuerda la belleza imponente de algunos planos de películas abiertos sobre formaciones militares.

Otro poderoso elemento para la construcción plástica de la terrible fascinación que ejerce Galaad fueron sin duda los uniformes de los habitantes, cuyos colores sólidos diferencian el grupo al que pertenece cada individuo. Comandantes de negro y sus esposas de azul virginal, guardianes de verde; de café se visten las “tías” que se encargan de adiestrar y controlar a las criadas… en secuencias de escenas coloridas los distintos ejércitos de opresión impactan a primera vista. Ane Crabtree, la creadora material de lo descrito en el libro, dice haberse inspirado en la vestimenta del nazismo, lo mismo que, para la túnica de las criadas, en la de diferentes congregaciones religiosas: del color de la menstruación y con una gran toca blanca concebida para evitar en lo posible que las jóvenes se relacionen entre sí, al tiempo que limitan la visión que puedan tener del entorno y el riesgo de que sean vistas. En el caso de ellas, Crabtree pensó además en “quitar cualquier elemento, un lazo, por ejemplo, que les proporcionara una herramienta de suicidio”, indicador elocuente si es que nos preguntáramos qué tan desgraciada podía ser la vida de la handmaid.

Distopía de los colores.
Ilustración: Anna & Elena Balbusso.

La serie que en México puede verse a través de Paramount ha sido merecedora de muy buena crítica por todo el mundo, aunque hay quien considera que a partir del segundo ciclo se convirtió en espectáculo de entretenimiento misógino. El libro se había detenido en lo que corresponde a la primera temporada, sin develarnos el destino de quien cuenta la historia, pero abriendo una gran elipsis temporal antes del epílogo, misma que ha dado cabida a la secuela. Los aficionados querríamos que no se eternice, temiendo quizá que una de las grandes obras de Atwood pudiera dejarnos mal sabor de boca. En todo caso, la cuarta temporada está pronta a estrenarse y mantiene un público muy numeroso que ansía saber cómo se librará June, la narradora y protagonista principal, de las consecuencias de su acto heroico.

En el dicho epílogo del libro, durante un congreso llevado a cabo en 2191, un especialista en “estudios Gileadeanos” descalifica como documento fidedigno el testimonio de Defred, la criada, descubierto en el ático de la casa del general, y se lamenta por no contar aunque sea con algunas páginas del diario del propio Fred. El comentario casi pasa desapercibido como parte de un profundo análisis sobre los antecedentes y los porqués de Galaad. En todo caso, resulta profético a treinta y cinco años de publicada la novela, en una actualidad donde tantas mujeres que siguen sufriendo de violencia de género y desigualdad laboral comienzan a levantar la voz. Con suerte y el único error de Atwood fue un cálculo de fechas.

Humor que se agradece

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Visiones Sociales es el nombre de un festival de cine que se desarrolla en torno al de Cannes y tiene lugar durante las mismas fechas. Organizado por el Centro de Actividades para los empleados de las industrias eléctrica y gasera de Francia, que incluye a unas 650,000 personas de 153 empresas, está además, abierto a todo público. La sede de las proyecciones es el llamado Castillo de Mandelieu, a unos ocho kilómetros de la Croisette, aunque las películas de esta categoría también pueden verse en cualquiera de las salas reservadas para los “cinéfilos acreditados” y que, en la medida de su capacidad, permiten igualmente la entrada gratuita a turistas y curiosos que visitan la Costa Azul en período festivalero.

Desde su primera edición en 2003, cada año el festival selecciona alrededor de una veintena de películas, provenientes tanto de otros certámenes europeos que apoya a lo largo del año, como de las sugerencias de cintas inéditas que recibe de otros organismos como la Asociación del Cine Independiente para su Difusión (ACID). Las obras se eligen con base en criterios que evalúan la originalidad y creatividad con que fueron realizadas y, más que nada, según la correspondencia que presenten con el principal objetivo del dicho Centro de Actividades: ofrecer acceso a nuevas propuestas artísticas de buena calidad, en el caso del cine específicamente, cine internacional de autor, que cuestione el orden social establecido.

Poster
Imagen: breitwand.com.

¿Qué implica, por otro lado, el término, cine de autor? La libertad de la que goza el director, no sólo en la manera de usar o incluso inventar su propio lenguaje cinematográfico, sino para plasmar en la obra sus sentimientos e inquietudes sin la presión o limitantes de los grandes estudios comerciales. En general, se trata de películas que invitan a la reflexión y a la crítica, algunas de ellas susceptibles de convertirse en paradigmas de la conciencia colectiva; sin embargo, lejos de perseguir el agrado del público, es cine que suele ser difícil de abordar y, por lo tanto, tiene poca audiencia. Una excepción al tono trágico acostumbrado en Visiones Sociales, Tel Aviv en Llamas de Sameh Zoabi promete ser una excepción en este último punto.

La temática establecida por el comité de selección para la manifestación de este año, giró en torno al cuestionamiento de varios jóvenes cineastas mediterráneos en cuanto a las posibilidades de construir una atmósfera de coexistencia armoniosa alrededor de un mar común. Las vicisitudes de los migrantes llegados de África, Oriente Medio y Europa Oriental, la guerra en Siria, las crisis económicas en Grecia, España o Italia integraron parte de una mirada de por sí entristecida ante el panorama, a la que faltaba posarse sobre el interminable conflicto palestino-israelí. Y lo hizo a través de la ganadora del premio al mejor actor en la sección Horizontes de la Muestra de Cine de Venecia, Tel Aviv on Fire (título original, 2018, Luxemburgo, Bélgica, Israel, Francia) que aborda el problema con una mezcla de humor surrealista y trivialidad.

Es posible que el director Sameh Zoabi ya hubiera llamado la atención de los cinéfilos más entusiastas con su primer largometraje, Man without a Cell Phone (2012, Palestina, Israel, Francia, Bélgica, Qatar) en el que un joven árabe se ve obligado a unirse a la lucha de su padre contra una compañía de teléfonos israelí que pretende instalarles una antena cuyas radiaciones, según el hombre mayor, van a enfermar a todos en el pueblo. A pesar de un guion no del todo consistente y diálogos a veces sin chispa, Zoabi logra en su cinta un tono gracioso que en momentos se vuelve agudo, sin desdeñar la seriedad de la situación y sus implicaciones.

Guionista a la vez que director, Zoabi multiplica aciertos en su segundo largometraje que bien merece la calificación “imposible perdérselo” que le otorga el periódico francés Le Monde. La cinta trata sobre una telenovela, la más exitosa del momento y objeto del romanticismo popular que reúne en una sola pasión ambos lados de la frontera entre Palestina e Israel. Una serie de situaciones genialmente absurdas, que siempre vienen a cuento con el hecho de tener tales dos públicos, llevan a Salam, el protagonista de la película, a convertirse en escritor del programa, trabajo que se ve obligado a hacer con las intervenciones y bajo el visto bueno de Assí, oficial israelí del punto de control que Salam tiene que cruzar todos los días. Ambiciosa en su contenido, Tel Aviv en Llamas muestra de manera amable el grado de intoxicación de este territorio marcado por el antagonismo de dos discursos nacionalistas. La telenovela se centra en una intriga romántica que tiene lugar durante la Guerra de los Seis Días, entre una espía palestina encargada de frustrar los planes de su enamorado, un carismático general israelí. Mientras Assí, pensando en complacer a su esposa, quiere a la fuerza que la espía se enamore y se case con el general, es decir, un matrimonio impuesto que refleja la situación actual en la zona, Salam se vuelve loco entre la cinefilia del director, su tío, que insiste en rendirle homenaje al Halcón Maltés y la exigencia de los productores a favor de que la espía se haga explotar para apoyar la causa palestina. Él, por su parte, como sospechamos que lo desea Zoabi, querría crear una base de igualdad sobre la que se construya la relación entre los dos adversarios, representados por los personajes de la telenovela.

Fotograma de la película Tel Aviv en llamas
Fotograma de la película Tel Aviv en llamas de Sameh Zoabi (2018).

Sameh Zoabi –tanto como su Salam–, forma parte del 20% de la población israelí que reivindica la cultura y la religión musulmanas, mientras gran parte del resto del país los considera una amenaza debido a su rápido crecimiento demográfico. Abusos y maltrato injustificado, en su opinión, la realidad para ellos se ha vuelto tan trágica que si uno la muestra tal como es la gente la rechaza y además se corre el riesgo de ser juzgado antisemita; es por ello que hay que encontrar nuevos métodos y lenguajes creativos. Bajo esta premisa, Zoabi desarrolla un principio de sátira de la paradoja sobre temas serios que había sido esbozado por su coterráneo Elia Suleiman y para la que probablemente se inspira en sus cineastas favoritos, Woody Allen, los hermanos Coen y Billy Wilder. El resultado es una deliciosa comedia cuyo humor aborda una realidad de ironías y contradicciones en la que, sin embargo, es posible imaginar un lenguaje de comprensión mutua.

Tel Aviv en Llamas se estrenó en México en el marco del Festival de Cine Judío. Es una propuesta inteligente y muy divertida que invita a ampliar la visión sobre los problemas de las sociedades en el mundo. Y, por qué no, a reflexionar en cuanto a la manera de solucionar conflictos, de esos que no faltan en ninguna parte.

Pantallas del terror

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A cada continente sus problemas. No cabe duda de que, al menos en Europa, la presencia del islam como una amenaza de conquista política y sociocultural es verdadera. No en balde la novela de ficción política, Sumisión de Michel Houellebecq se convirtió en best seller en Francia, Italia y Alemania al poco tiempo de haberse publicado en enero de 2015. La obra tiene lugar en Francia en 2022 y trata sobre un profesor de literatura, especialista en el escritor Joris-Karl Huysmans (de visión pesimista, seguramente reflejo de su propia decadencia), cuya vida sentimental y profesional parece estar al borde del fin, lo mismo que el país lo está de una guerra civil por enfrentamientos entre jóvenes identitarios y salafistas. En este contexto, el candidato del partido ficticio “Fraternidad Musulmana” vence en segunda vuelta gracias al apoyo de los antiguos partidos tradicionales que se unen contra el Frente Nacional. Tras el radical cambio el país se pacifica, la tasa de desempleo disminuye, las mujeres pierden el derecho a trabajar, la poligamia se legaliza y las universidades se privatizan e islamizan por lo que, de querer continuar enseñando, profesores como el narrador y protagonista de la novela deberán convertirse al islam.

Presuntamente la novela fue pirateada antes de salir a la venta y durante unos días pudo descargarse de internet. Para el 6 de enero en que Houellebecq fue entrevistado al respecto de su obra, ésta ya causaba polémica. Y el 7 de enero, día en que fue publicada, dos miembros de Al-Qaeda perpetraron un ataque y mataron a doce personas de Charlie Hebdo, semanario satírico que ya había recibido amenazas tras la publicación de caricaturas del profeta Mahoma.

Charlie Hebdo.
Fotografía: Welt.

En cifras establecidas por el Centro Europeo de Lucha contra el Terrorismo (ECTC), en 2015 se registraron 150 víctimas y 135 en 2016, incluidas las ochenta y seis personas, entre ellas doce niños, que murieron en Niza en la fiesta del 14 de julio, cuando Mohamed Lahouaiej Bouhlel se lanzó contra la multitud en un camión de carga a lo largo del Paseo de los Ingleses. “La mayoría de los ataques son cometidos por terroristas locales radicalizados en su país de residencia y que no han viajado a zonas de conflicto”, indica el centro antiterrorista.

El cómo y el por qué surgen en Europa fanáticos extremistas capaces de llevar a cabo semejantes actos, queda en parte esclarecido para el público general en la excelente película El Cielo Esperará (Le Ciel Attendra, Francia, 2016). En ella se exponen los casos paralelos e independientes de dos adolescentes de cultura no musulmana. Sonia de 17 años que es arrestada antes de participar en un atentado terrorista, vuelve a casa bajo la custodia de sus padres, quienes viven con impotencia sus arranques histéricos ante la imposibilidad de reunirse con quienes llama sus “compañeros yihadistas”; constantemente quiere huir, realiza el Salat o conjunto de cinco oraciones que reza diariamente en árabe y es violenta con su familia. Melanie, por su parte, no ha sido iniciada, por lo que junto con ella, el espectador se convierte en víctima de la táctica de seducción utilizada por los yihadistas para atraer jóvenes vía redes sociales y experimenta de primera mano el poder de su alcance y peligrosidad.

Interrogada en entrevista sobre el porqué del cambio en la mentalidad de alguien que ha sido radicalizado, la directora de la cinta, Marie-Castille Mention-Schaar, habla sobre la falta de opciones trascendentes que ofrece la cultura moderna occidental, la vacuidad de acumular “likes” que resuena en los jóvenes y les afecta especialmente. Castille afirma que su cinta trata la adolescencia, zona de riesgo por excelencia, un período en el que se desea y se busca sentido a la vida y donde la pregunta, por qué estoy aquí, necesitaría un sueño como respuesta: salvar a los niños, acabar con la injusticia, contribuir a la transformación del mundo… Si éstas son ideas que a todos nos atraen, dice Castille, un adolescente vulnerable será fácilmente seducido por un experto en redes sociales y en psicología juvenil, quien le ofrece dichos sueños como opciones viables.

Los hermanos Dardenne abordan el mismo tema desde una perspectiva distinta en El joven Ahmed (premio mejor dirección, festival de Cannes 2019). Se trata de una pequeña gran película como suelen ser las suyas, es decir, corta, de narrativa sencilla y directa, pero que se refiere a un problema complejo de gran fondo social. Sobre todo –eso sí, inusual en ellos–, explora el área de acciones posibles para combatir el problema y siembra una semilla de optimismo quizá cosechable hacia el final de la cinta.

El joven Ahmed.
Fotograma de la película ‘El joven Ahmed’ (Jeune Ahmed), dirigida por Jean-Pierre y Luc Dardenne.

Después de La Chica Desconocida (Cannes 2016) Jean-Pierre y Luc Dardenne regresan a un reparto de actores no profesionales y demuestran una vez más su pericia para dirigirlos, con Idir Ben Addi en su papel de Ahmed, un chico de trece años que, fascinado por el imām de su mezquita, está dispuesto a matar a su maestra por considerarla impura. “Cuando empezamos a escribir el guión no sabíamos que estábamos creando un personaje tan hermético y esquivo que nos negaba la posibilidad de elaborar una estructura dramática de dónde rescatarlo para curar su locura asesina”, comentan los belgas. Quizá es por eso que en su cinta no intentan sondear de dónde viene la radicalización, no profundizan en la religión ni en los condicionantes familiares o sociales que  rodean a la persona. Simplemente miran a un niño perdido entre el despertar sexual y una obsesión de pureza como la de su primo “mártir” de la yihad, que está a punto de tomar el peor de los caminos.

La agradable sorpresa, al menos para quien viene de México como yo, es la existencia en Bélgica de centros especializados en la rehabilitación de los jóvenes, como el que aparece en la película. Tras ser detenido, a Ahmed se le asigna un responsable, quien lo invita a participar en las labores de una granja. Ahí comienza su reconversión y posible cura a través del trabajo físico y el contacto con los animales; sobre todo, gracias a su relación con Louise, una joven normal que vive su adolescencia sin atormentarse. Conscientes de la complejidad del problema, los hermanos directores y guionistas nos muestran que la vuelta desde el fanatismo no es tan fácil. Sin embargo, aún tras la reincidencia del pequeño asesino en potencia, cabe una esperanza.

En Europa, el caso de las comunidades musulmanas que se han mantenido al margen de la integración es habitual, aun llevando ya tres generaciones en el continente. Pero el panorama no es distinto al de otros grupos por todo el mundo que sufren un falta de pertenencia ideológica y cultural al lugar donde viven. A veces parece no haber soluciones. Una propuesta es que quizá hayamos errado la perspectiva al fomentar en los jóvenes el individualismo y la exclusiva preocupación por su éxito económico, sin hacer énfasis en el valor del servicio y el trabajo por el bien común. Quizá habría que enfocarnos en quienes viven marginados de la sociedad en cada país y en la creación de mecanismos para integrarlos, como una alternativa de ocupación con objetivos loables para nuestros jóvenes.

La nostalgia del Gatopardo

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¿A quién premiarías por su trayectoria en el cine? En tu opinión, ¿qué actor o actriz merece reconocimiento por el conjunto de papeles interpretados a lo largo de su carrera?

Uno de los más importantes en la industria cinematográfica, el Festival de Cannes, ha otorgado un reconocimiento de este tipo a nueve personas hasta la fecha.[1] De manera independiente, al jurado que cada año elige películas ganadoras, en diferentes ocasiones los organizadores del evento han atribuido un premio especial a quienes, consideraron, han dado vida a diferentes personajes sin perder un sello propio.

Alain Delon y Romy Schneider.
Alain Delon y Romy Schneider.

2019 será otro año de Palma de Honor de Interpretación y esta vez la elección es a favor de quien llamaron, monstruo sagrado, Alain Delon. Su filmografía, dicen, revive las más hermosas horas del cine contemporáneo. Si uno lo recuerda bailando el vals con Claudia Cardinale o con el torso desnudo en la cama junto a Romy Schneider, no puede sino sospechar que su carrera despegó gracias a la exaltación de una “belleza casi insolente”, como ha sido calificada la suya. Su mirada azul enfrenta a la cámara, retándola para que capte contenido en esa belleza, o quizá obedeciendo a un destino que se escribió desde que su nana lo sacaba en carriola con el letrero “míreme, pero no me toque”.*

El Gatopardo (1963).
Alain Delon y Claudia Cardinale en la película ‘El Gatopardo’, 1963 (Imagen: Vanity Fair).

Se dice que Delon fue descubierto por René Clément, inventado por Visconti, reinventado por Melville, por Deray, por Verneuil…  El hecho es que ha trabajado con grandes directores y que cada uno contribuyó en su formación, lo mismo que para crear el “mito viviente” que él mismo afirma ser a la fecha. Su larga trayectoria incluye en menor medida la dirección y la producción, pero es al actor a quien se le cuentan obras maestras como “El Gatopardo”, ganadora de la Palma de Oro en 1963. La película está basada en la excelente novela de Lampedusa, que se sitúa en el tiempo de la Unificación de Italia; con nostalgia poética, retrata la desaparición paulatina de la aristocracia, habla del final de una época. Esa misma nostalgia es en la que Delon parece haberse instalado en los últimos años: añora a esos directores que también fueron amigos, a sus coprotagonistas, a alguna de las mujeres que se convirtió en su compañera de entre tantas de sus conquistas; comparando su arrogancia en entrevistas a los cuarenta, con la voz que se le quiebra hoy cuando se acuerda del pasado, no es difícil imaginar la desesperanza de un Narciso incapaz de reconstruir su reflejo a partir de fragmentos envejecidos. Muchas de sus películas se convirtieron en clásicos del cine: “El silencio de un hombre”, “Rocco y sus hermanos”, “A pleno sol”, “El clan de los sicilianos”, “El círculo rojo”, “Borsalino”, “Nuestra historia”, etc. Pero también trabajó en otras puramente taquilleras y en gran cantidad de mediocres. En todo caso, hay que reconocer que “Delon el actor no tiene nada de discutible”, como él mismo lo asevera. Cuenta que la primera y una de las más grandes lecciones la recibió de Allegret, quien le pidió que en lugar de actuar, se moviera y hablara como lo hacía en la vida real; desde entonces, explica, más que interpretarlo se convierte en el personaje. Quizá fue una combinación de obsesión por el triunfo y paciencia para dejarse guiar a pesar de su rebeldía nata lo que llevó a Delon a la cima.

En México, las generaciones de los 30 a los 70 lo conocimos de nombre, que quizá relacionábamos con una increíble perfección física. Algunos sabrán que protagonizó al asesino de Trotsky en una película filmada en el país, o lo habrán visto en la portada del disco sencillo “Paroles Paroles” en el que le hacía la réplica hablada a la cantante Dalida. Con Hollywood, Alain Delon nunca ha tenido muy buenas relaciones, incluso alguna vez rompió un contrato por juzgar que el cine en general era de mala calidad. Y en Francia hace tiempo que se va ganando la antipatía del público: incluso quizá más que la extensión de su filmografía, la gente recuerda que tenía la costumbre de hablar de sí mismo en tercera persona como si fuera un rey. También quedó en la memoria un crimen nunca resuelto en el que estuvo involucrado, aparte de un litigio por una marca de ropa con su primer hijo, Anthony, con quien el actor dejó de tener contacto. En los últimos años se ha hecho notar por declaraciones consideradas homofóbicas y por otras en apoyo a la extrema derecha, lo mismo que por haberse exiliado en Suiza debido a razones fiscales. 

Obra "Un día ordinario".
Alain Delon y Anouchka Delon en el ensayo de ‘Un día ordinario’ (Fotografía: Le Figaro).

La última vez que se le vio en la pantalla grande fue en 2008, haciendo de César en “Asterix en los Juegos Olímpicos”. Confiesa que le habría gustado trabajar bajo la dirección de una mujer, pero que el cine se acabó para él, sobre todo porque faltan directores que le merezcan admiración. En cambio, en teatro se hizo escribir una obra en la que pudiera trabajar junto a su hija Anouchka y desde 2011 estuvieron en cartelera por años en “Un día ordinario”. Además, pronto aparecerá en la que, dice, será su última participación, “Esa bestia soy yo, sin ser yo”. Confiesa que no cree en Dios y sin embargo tiene una pasión por María, y lo demuestra sacándose del bolsillo del pantalón una figurita que lleva siempre consigo. Hombre de todas las mujeres y en varias ocasiones protegido e impulsado por alguna, a los 83 años es un solitario; afirma que en caso de estar en riesgo de morir antes que Loubo, su perro, pedirá al veterinario que lo sacrifique en sus brazos para que no muera luego de tristeza junto a su tumba.

Es posible que la elección de una personalidad tan controvertida no sea la mejor, sobre todo en tiempos de revueltas sociales en Francia. En todo caso, el premio le será entregado el 19 de mayo en un evento al margen de esta edición número 72 del Festival de Cannes, en el que también se proyectará la película de Joseph Losey, “El otro señor Klein”, una de las grandes en la carrera de Delon y por la que logró la nominación a mejor actor en los Premios César del cine francés.

Alain Fabien Maurice Marcel Delon
Alain Fabien Maurice Marcel Delon, actor de cine francés (Fotografía: Nouvelle-Zelande).

Notas:

[1] Trofeo del Festival de Cannes: Philippe Noiret, 2000; Jeanne Moreau, 2003; Max von Sydow y Gong Li, 2004. Palma de Honor de Interpretación: Jeanne Moreau, 2003; Catherine Deneuve, 2005; Jane Fonda, 2007; Jean Paul Belmondo, 2011; Jean Pierre Léaud, 2016. Premio Aniversario: Nicole, Kidman 2017.
* Ésta y las otras anécdotas que aparecen en el texto las ha contado el propio Delon en entrevistas en los programas: Thé ou café, Stupéfiant y Entrée Libre. Detalles de su vida privada se mencionan en el documental, “Un jour, un destin”, transmitido en France TV.

Las conquistas de Roma

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Tras el fenómeno de éxito y aceptación internacional que generó la última película de Alfonso Cuarón, Roma, tal vez sea imprudente confesar que nunca, durante las dos horas quince minutos que dura la cinta, logré entrar en la dimensión espacio-temporal propia que, se supone, abre la obra de arte para quien la contempla. El contexto de la película no podía serme más familiar:  colonia Roma, Ciudad de México, años 70; la infancia en el seno de una familia acomodada en la que la nana de extracción indígena se encarga de los niños. Desde el principio identifiqué lo atinado del mobiliario y decoración de la casa, la costumbre de ver barrer el patio con la manguera y perder el pensamiento junto con la espiral del agua que desaparece en la coladera, la expectación ante las maniobras interminables de esos cochezazos que entraban con calzador y obstruían a medias el acceso a la casa, la histeria de ladridos de un perro que nunca ha visto verde y brincotea en patios de mosaico… la presencia del  “profesor Zovek” es un guiño por el que casi me conecto con el mundo de mi niñez. Digo, casi, porque algo me detiene: la secuencia de imágenes preciosistas me sabe artificial. En vez de seducida por una narración, me siento como si hojeara un álbum ajeno de fotos de familia, agrupadas según un inventario de personas y acontecimientos, algunos anexados tiempo después. La mayor incógnita mientras miro la película es, ¿cómo lograron estas imágenes conquistar al jurado del Festival de Cine de Venecia 2018? Quizá sea una carga emocional inconsciente de mi propia infancia lo que me impide acercarme a la mirada que, se dice, guía la cámara de Roma, la del niño que representa al propio director. Es por eso que, indagando en el porqué de mi percepción, he querido buscar, entre la escasa crítica en contra que ha suscitado, posibles causas diferentes a la calidad que justifiquen el triunfo sin precedentes de Roma.

Profesor Zovek
Fotograma de la película “Roma” dirigida por Alfonso Cuarón (Fuente: Milenio).

Sin dejar de reconocer la habitual destreza del director de Niños del Hombre para la fotografía y los movimientos de cámara, nada menos en Venecia, algunos críticos cuya opinión se resume en la de Federico Pontiggia, encontraron la obra “demasiado técnica como para lograr emocionar verdaderamente”. Cuarón ha dicho que buscaba reacciones espontáneas, es por ello que eligió su cast entre personas fuera del medio profesional (a excepción de Marina de Tavira, la madre) y que los hacía llegar al rodaje de cada escena sin conocer más que su parte del guión. Desde mi punto de vista, el resultado es que el orden milimétrico y control hasta cierto punto obsesivo en los desplazamientos de la cámara actúan en contra de  la naturalidad de los personajes. Para el crítico francés Loison, el “movimiento suntuoso en los planos secuencia” de Cuarón es un “algoritmo tan imparable como la fórmula marketing de su difusor, Netflix”. A su juicio, el uso de su técnica en la aridez de una crónica social o lucha de clases mexicana, opresión política y solidaridad femenina es como pretender aprehender la complejidad del mundo en un espectáculo gigante de luz y sonido. Loison dice que la cámara que sigue a Cleo (la nana interpretada por la maestra de origen mixteco, Yalitza Aparicio) avanza sin objetivo definido: “no se sabe si quiere captar los recuerdos de Cuarón niño (aunque en realidad los niños apenas existen en esta película), las emociones de una proletaria en su trabajo (con la dificultad de que la timidez de Cleo hace casi imperceptibles esas emociones), o si con el pretexto de seguirla se desplaza dando cuenta de la tensión en el ambiente (sin aventurarse de lleno en el terreno político).”

Cleo Roma
Fotograma de la película “Roma” dirigida por Alfonso Cuarón (Fuente: The Times).

Una de las premisas del director antes de empezar el proyecto era que reconstruiría la historia y el ambiente a partir de su memoria y, por y para ello, rodaría en blanco y negro. En lo personal, la elección de tal formato –sin duda radiante en esta obra‒ de cara a los hechos crudos que se narran resulta impuesto, pues condiciona al espectador a entrar en territorio de nostalgias de su propia infancia, como el anuncio de una redención que en realidad no existe. Maher, del Times, en Reino Unido, además de juzgar “profundamente aburrida” a la familia que retrata, dice que la película “se siente insegura en cuanto a lo que trata de decir sobre la vida de Cleo y su estatus.”  David Ocadiz, de Cinergetica, encuentra la historia, “diseñada para gustar a todos los guerreros sedientos de justicia social” y para Richard Brody, del New Yorker, “la trampa de las historias personales es la sensación de que nuestra propia experiencia es suficiente para la amplitud dramática, la visión psicológica y el desarrollo de personajes”. Los argumentos anteriores tienen ecos en mi propia percepción y me animan a confesar que, en mi opinión, la actuación de Yalitza no es convincente. El que hable una lengua de La Mixteca que, por cierto, aprendió para este papel, le aporta una veracidad (quizá exotismo a los no mexicanos) fascinante; el que su rostro en sí evoque con elocuencia a las personas del servicio doméstico en México, sobre todo en décadas pasadas, y que su posición de intimidad sin verdadera pertenencia a la familia debido a su jerarquía social sea un hecho que incomoda profundamente, lo mismo en el país que en muchas culturas y pueblos alrededor del mundo donde también existe, no son suficientes, pienso, para construir un personaje en toda su dimensión. Quizá como parte de la campaña publicitaria más cara de la última década, se ha hecho circular la propuesta de que el título de la cinta viene de la palabra “amor” al revés, término tan indefinido que podría abarcar cualquier cosa. En mi opinión, el momento en el que Yalitiza cobra vida es cuando la vemos en su cuarto con su compañera criticando a la señora. En cambio, el plano en el que abraza a su bebé muerto contra la inesperada insistencia de los doctores pidiendo se los entregue, anticipa su caída en el silencio inexpresivo del que todo lo sufre y todo lo tolera, silencio que pareciera deber interpretarse como muestra de su virtud. También se ha dicho que Roma es una oda a la solidaridad femenina, yo más bien encuentro interesante el hecho de que las dos, patrona y empleada, sufren la misma situación de abandono. Desde un puesto distinto en la escalera socioeconómica de una sociedad machista, ambas lidian solas tanto con el desamor como con las dificultades determinadas que la vida impone a cada una. En cuanto a las otras mujeres creo que hay poco que decir, quizá, que la presencia de la abuela resulta postiza por lo que entorpece el relato.

Sofía y Cleo
Fotograma de la película “Roma” dirigida por Alfonso Cuarón (Fuente: Cinecero).

No quisiera dejar de mencionar el sonido, otra de las cosas que el director de Y tu Mamá también logra recrear de manera sorprendente en Roma. Sergio Díaz, supervisor y editor encargado de este recurso supo captar sin piedad la verdad de la escandalosísima capital mexicana, aunque a ratos ese mismo acierto resta claridad a los diálogos.

Es cierto que Roma ha logrado millones de conquistas; no hablo de 171 premios internacionales y 137 nominaciones, sino del público conmovido. Pero quien no comparta ese sentimiento tal vez encuentre algunas razones de su éxito en ciertos detalles de su campaña de promoción y comercialización: en abril de 2018 se anunció que Netflix había adquirido los derechos de distribución de la película y que la estrenaría en diciembre. Desde este principio se generó una polémica porque el público no podría verla en salas de grandes cadenas como Cinemex y Cinépolis. Hubo algunas sesiones contadas en la Cineteca Nacional y en salas independientes, previstas por Cuarón y por Netflix con equipo especial de proyección, para las que los boletos se agotaron enseguida. Al respecto, el director publicó en Twitter que Roma estaba disponible para quien quisiera exhibirla. Cinépolis contestó pidiendo que Netflix pospusiera el estreno en su plataforma para generar la convencional “ventana de ganancia” durante el tiempo transcurrido entre la exhibición en salas y el lanzamiento en streaming, pero la compañía se negó. Cuando sólo unos cuantos la habían visto, la expectativa en torno al célebre título de connotación imperial que, sin embargo, no revelaba mucho, seguía creciendo.

Alfonso Cuarón.
Director de cine Alfonso Cuarón, en el rodaje de la película “Roma” (Fuente: American Cinematographer).

Lo mismo pasó en Italia donde se le anunciaba como la mejor obra del creador de Gravedad tiempo antes de recibir el León de Oro que el jurado presidido por el también mexicano, amigo de Cuarón, Guillermo del Toro le otorgó. En un momento de México igualmente de grandes expectativas políticas, quizá dicho premio la impulsó para convertirse en un estandarte de los derechos de los indígenas y por extensión de los empleados del servicio doméstico: en noviembre se estrenó en un Festival de Cine en la zona zapatista del estado de Chiapas y del 7 al 11 de diciembre se proyectó gratuitamente en Los Pinos. En diversas funciones especiales se habló sobre las condiciones del trabajo doméstico en México. En algunas de ellas el director y los actores de la cinta invitaron a activistas de organizaciones mexicanas defensoras de los derechos de las trabajadoras domésticas a dar un mensaje.

Con su estreno el 14 de diciembre el director lanzó en Twitter la campaña Romatón, en la que animaba a las personas a organizar maratones en sus propias casas y oficinas y a enviar fotografías mediante redes sociales para recibir premios a las más creativas. Igualmente, los productores equiparon un cine móvil en un remolque para llevar la película a ciudades en donde no hay salas de exhibición. Una acción promocional paralela fue la instalación en la Ciudad de México de kioscos de periódico de los años 70, con reproducciones de revistas de 1971 y vendedores vestidos a la usanza de esos años. Se colocaron en los sitios donde se filmó la película y ahí se repartieron cien mil ejemplares de una guía de lugares de rodaje de Roma basada en el diseño de la Guía Roji.​

Una feroz campaña publicitaria contribuyó en gran parte al éxito de la película. En Italia, por ejemplo, la plataforma de streaming la presenta como: “El ganador del Oscar Alfonso Cuarón ofrece un retrato intenso y conmovedor de la vida de una trabajadora doméstica contra un fondo de tumultos familiares y políticos de los años 70 en México”, pero si es cierto que en realidad contiene todo esto, toca a cada espectador decidirlo.

Colaborador a ser anunciado…

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