Trazos

Campañas electorales tras el voto de mujeres

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Unas semanas después de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), el inicio de las campañas a la presidencia de la República en México, ha estado marcado por la intención de atraer el voto de las mujeres.

En su discurso, pronunciado en la ciudad de Mérida, José Antonio Meade señaló, como el número uno de sus siete compromisos, la atención a las mujeres, mediante salarios equitativos, y la promesa de terminar con el acoso y los feminicidios.

En el mismo tono, se expresó en Jalisco Ricardo Anaya, quien se comprometió a “ser implacable contra la violencia hacia las mujeres“, combatir los feminicidios, y poner fin a las diferencias entre los salarios de hombres y mujeres.

Aunque con menos mensajes dirigidos, específicamente a las mujeres, quizá no sea casual que López Obrador iniciara su campaña en Ciudad Juárez, conocida por lamentable cantidad de feminicidios. Por su parte, Margarita Zavala, arrancó en Ecatepec —el municipio del Estado de México con el mayor número de feminicidios—, con la consigna  “Ni una más “

En sus cálculos políticos, los candidat@s tienen razón en dirigirse a las mujeres, porque ellas constituyen el 51% del electorado. Además, a pesar de que sus derechos políticos son muy recientes —antes de 1953 no tenían derecho al voto—, en la actualidad tienen una tasa de participación más alta que la de los hombres. Según un artículo reciente, escrito por Vicente Rendón, en las elecciones del 2015, el 51% de las mujeres salió a votar, mientras que, entre los hombres, esta cifra apenas llegó al 43%. Por otro lado, como se sabe, dada la importancia de las mujeres en la educación de sus familias, ellas pueden tener una influencia importante en la forma en que se oriente el voto de quienes las rodean.

De hecho, en las campañas actuales, las mujeres, no sólo son mencionadas como parte fundamental de los programas de gobierno, sino que, de forma paralela, las esposas de algunos candidatos empiezan a tener un papel protagónico más allá de acompañantes o parejas sentimentales de sus maridos.

Tal es el caso de la esposa de José Antonio Meade, la economista Juana Cuevas, quien ha tenido encuentros con mujeres trabajadoras y emprendedoras y, desde el inicio, parece ser la única capaz de inyectar un tono de frescura a la campaña  de su rígido esposo.

Por su parte, la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, se ha reunido con las mujeres de Morena, y parece estar dando un  nuevo matiz a los actos políticos tradicionales de su cónyuge. De hecho, algunos comentaristas y reporteros, como Rivelino Rueda, señalaron que, en el primer mitin de López Obrador, ella fue la que marcó la pauta, comportándose como la “anfitriona de la fiesta”.

El papel de la mujer como esposa de candidato también fue importante en la elección anterior por la atracción que tuvo La Gaviota, quien, —por su papel en las telenovelas— en muchos sectores, era más conocida que su marido.

Lejos de ser un fenómeno específico de México, en otros países, como Estados Unidos, el rol de las esposas durante las campañas es mucho más abierto y suelen tener un mayor número de exigencias. Más allá de sus perfiles específicos, se espera de ellas que también tengan atributos de liderazgo y que pronuncien buenos discursos, ya que tienen que mostrar sus habilidades en las convenciones políticas de los partidos de sus esposos.

Las consecuencias han estado a la vista. Mientras la esposa de Barack Obama es una carismática y elocuente oradora; Melania Trump se vio obligada a hablar en público, con el lamentable resultado de verse ridiculizada, cuando se identificaron párrafos enteros, sacados de los discursos previos de Michelle. Los resultados muestran, sin embargo, que éste no fue un hecho importante en las inclinaciones del voto hacia Donald Trump, quien llegó a la presidencia pese a sus expresiones misóginas y apoyándose más bien en la figura femenina de su hija Yvanka, a quien se le percibe como más moderada y refinada que su padre.

¿Y en México? A pesar de que, por el cúmulo de noticias y de spots, a veces tenemos la impresión de que las campañas políticas llevan mucho tiempo, en realidad, en términos formales, apenas se han iniciado.

Habrá que estar al pendiente durante las próximas semanas para detectar cuándo empezarán a diferenciarse los candidat@s en sus promesas, dirigidas a las mujeres, que ahora parecen ser parte de una plataforma común, y qué papel jugarán las esposas de algunos políticos en la promoción del voto a favor de sus maridos.

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Ten cuidado con las palabras: el Diccionario de Justicia

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Ten cuidado con las palabras, nos advierte Carlos Pereda, en la introducción que hace al del recién publicado Diccionario de Justicia.

Ten cuidado con las palabras porque no es poco común que ‒para el bien de la libertad de expresión‒ las discusiones políticas que se llevan a cabo en distintos ámbitos (ya sea en las mesas redondas o en los artículos de opinión) alcancen un tono de confrontación acaloradas sin que sepamos bien cuáles son las definiciones ni los puntos de partida que sustentan el discurso de los polemistas.

Lo anterior se hace por demás evidente cuando se discuten temas actuales como “justicia” democracia”, “solidaridad” o “sociedad civil”. La poca claridad sobre las definiciones de estos términos hace que los discursos sean nebulosos. No podemos calibrar las diferencias fundamentales ni saber si éstas descansan en cuestiones ideologías, posiciones políticas, alternativas de políticas públicas o si simplemente se trata de diferencias en las definiciones de arranque.

Diccionario de Justicia

Así, por ejemplo, es frecuente que en una discusión sobre democracia, una de las personas sostenga que México es cada vez más democrático y otra sustente que lo es menos. En la medida en que no suele hacerse mención a los distintos puntos de partida, no podemos realmente entender la naturaleza de la disputa.

Mientras alguien puede argumentar que hay más democracia por el fortalecimiento  del  sistema electoral, la importancia del voto, y la alternancia de partidos en los cargos ejecutivos y representativos, otro(a)  pueden basarse en la  existencia  o inexistencia  de una separación entre los poderes ejecutivos, legislativo  y judicial (de las que bien hablaba Montesquieu); mientras alguien más puede vincular la noción de democracia  con las oportunidades de acceso a los recursos y la desigualdad social, otro(a) a las reglas de transparencia y los lastres de la corrupción, y otro más a la apertura o restricción de la libertad de expresión.

Bienvenidos sean los diferentes puntos de partida. Sin embargo, para promover una mayor claridad de las argumentaciones, sería deseable que los oradores, articulistas y demás participantes en los debates, no perdamos de vista que, en la medida en que los términos de los discursos políticos y sociales tienden a ser polisémicos, resulta cada vez más importante aclarar la naturaleza del propio lenguaje.

De allí la importancia de contar como un libro como el Diccionario de Justicia, a partir del cual los lectores podrán acercarse a una variedad de conceptos como “autoritarismo”, “discriminación”, “desigualdad”, “egoísmo”, “individualismo”, “paternalismo” y “populismo” que a menudo utilizamos más como adjetivos que como sustantivos apegados a un contenido.

La obra editada por Carlos Pereda en colaboración con Julieta Marcone, María Teresa Muñoz y Sergio Ortiz Lerroux, ha sido publicada por Siglo XXI.  Apegándose al orden del alfabeto, el libro empieza con “acción afirmativa” y termina con “virtudes cívicas”, y en sus páginas se encuentran las voces de más de cien autor(es) que desarrollan un conjunto de ensayos sobre una amalgama de conceptos que hoy resultan fundamentales para construir, fundamentar y entender los debates contemporáneos.

Twitter: @ginazablludovsky

Colaborador a ser anunciado…

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